19. Había un misil
Después de poco más de dos meses de relación con Pietro estabais juntos en tu habitación, sentada encima suya para que él pudiera trenzarte el pelo, puesto que habíais decidido que iríais a esquiar más tarde, y no te había dejado en paz hasta que aceptaste que peinara tu pelo.
—¿Desde cuando sabes hacer trenzas? —quisiste saber mirando en el espejo como te había quedado, porque para tu sorpresa estaba muy bien hecha.
—Cuando estábamos en el orfanato muchas niñas se metían con Wanda porque tenía el pelo mucho más largo y suave que las ellas, y les daba envidia así que la insultaban. Tuve que aprender a hacerles trenzas a cambio de que la dejaran en paz —lo contó con total naturalidad, como si fuese lo más normal del mundo cuando claramente no lo era.
—Lo siento por eso —dijiste apoyando tu cabeza en su pecho, no sabías que más decir, pero querías que supiese que contaba con tu apoyo.
—Está bien, no es tu culpa —depositó un beso en tu cabeza con cariño—. Supongo que nunca tuvimos una infancia normal.
El platinado nunca te había contado realmente qué pasó con sus padres, todo lo que sabías era por los archivos que habías leído durante la pelea con Ultrón, ya que querías informarte sobre los gemelos, pero aparte de eso no tenías ninguna información directa de él.
—Sabes que puedes confiar en mí para todo, ¿Cierto? —preguntaste girando tu cabeza hacia arriba para poder verle.
—Lo sé printsesa —te regaló una sonrisa.
No parecía tener pensado contártelo pronto, y eso te sentó como una punzada en el corazón. ¿No confiaba lo suficiente en ti?, ¿Habías hecho algo mal? No lo entendías, pero tampoco ibas a meterle presión, si no te lo había contado ahora es porque no quería, y no ibas a forzarlo así que te conformaste con esa respuesta y cambiaste de tema.
—Entonces, ¿A qué pista de esquí vamos?
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Te acababas de poner las botas para esquiar y fuiste hacia Pietro, quien ya estaba preparado. Te ayudó a posicionarte y te enseñó lo básico de cómo usar bien los esquíes.
—Tienes que poner el brazo así —tenías al platinado detrás tuya, instruyéndote, pero lo último que pasaba por tu mente en ese momento era la colocación de tu brazo—. Y sabiendo esto deberías de poder esquiar por una pista de principiantes.
—De acuerdo —dijiste a pesar de no haberte enterado de nada.
—Y después de esto si quieres podemos ir a comer una hamburguesa —sugirió, sabiendo que aceptarías.
—Trato hecho Speedy —te burlaste
—Iré delante tuya para que me sigas, vamos —se fue rodando los ojos pero con una sonrisa en su rostro.
El chico se lanzó a la pista y tú hiciste lo mismo. Al principio te pareció fácil, mover un poco los esquíes y tener cuidado de no caerte, pero deseaste haber escuchado su explicación cuando empezaste a perder el control, y sin apenas darte cuenta ya estabas en dirección a otra persona que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Te chocaste con esa persona y lo siguiente que notaste fue estrellarte contra el suelo y que algo que suponías que era un esquí te diera con fuerza en la cabeza.
Comenzaste a ver manchas negras por todos lados así que cerraste los ojos para evitar mareos. Escuchaste una voz difusa a la vez que alguien te cogía en brazos, y a pesar de no ver un carajo sabías que era Pietro.
No abriste los ojos hasta que llegasteis a la cabaña en la que la gente alquilaba esquíes, cuando los abriste viste que estabas tumbada en unos asientos y que el platinado estaba a tu lado examinándote.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado— ¿Te duele algo?
—Sí, creo que no me he roto nada.
—Igualmente quédate aquí, la ambulancia llegará pronto.
—Ambulancia? no creo que haya sido para tanto...
Intentaste sentarte pero el chico te lo impidió, y en cuanto su mano hizo contacto con la tuya sentiste una descarga eléctrica recorriendo por todo tu cuerpo, cerraste los ojos y lo último que viste fue un destello blanco.
. . .
—¡Wanda! —gritabas con desesperación—. ¿Dónde estás?
Te moviste entre los escombros en busca de tu hermana, después de ver los cuerpos sin vida de tus padres lo único que querías era que tu hermana menor estuviera bien, había sido un shock muy fuerte, no todos lo días encuentras a tus padres muertos. Pero no ibas a quedarte llorando su muerte, no sin tu gemela, y no sabías que harías si no la encontrabas.
—¡Wanda!
Seguiste buscando hasta que viste un pequeño cuerpo hecho una bolita debajo de unos escombros , y supiste que era tu hermanita gracias a su ropa.
—¿Pietro? —preguntó ella con voz temblorosa levantando la cabeza.
—Sí, soy yo —te acercaste a ella y la sacaste con cuidado — ¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza, sin decir nada más. Le quitaste el polvo que tenía en la cara y le diste un fuerte abrazo.
—¿Tú estás bien? —preguntó al notar que estabas temblando.
—Tranquila, todo estará bien —le diste una sonrisa de seguridad y la tomaste de la mano— Pero por ahora será mejor que busquemos un escondite.
Caminasteis con cuidado hasta encontrar una mesa lo suficientemente grande como para esconderos debajo. Os acurrucasteis el uno con el otro, deseando que todo acabara hasta que otro misil con el nombre "Stark" cayó justo delante vuestro. Wanda gritó a lo que tu le cubriste la boca.
—Shhh, no pasa nada —la acercaste más a ti—. No hagas ruido, tranquila, todo estará bien —repetías en voz baja.
Ambos os quedasteis mirando el misil, cuidando cada uno de vuestros movimientos por miedo a que explotara y por ende os matara.
. . .
—¡Ray! —escuchaste una voz llamándote a lo lejos— ¡Ray! —poco a poco la voz se fue acercando, hasta que abriste los ojos y viste a Pietro con una cara de preocupación notable.
—¿Qué...? —no entendías que acababa de pasar, hasta que recordaste todo el desastre que acababas de ver— ¡El misil!
El platinado se te quedó mirando, casi parecía estar planteándose si mandarte a un manicomio o esperar a la ambulancia, pero tú seguiste con lo tuyo.
—Había un misil, pero no explotó, no sé que pasó, había mucho polvo y tenía mucho miedo —comenzaste a hablar desenfrenadamente a la vez que te sentabas, a lo que el chico volvió a tocar tu mano para calmarte, y volviste a sentir esa descarga eléctrica y a ver el destello blanco.
...
Llevabas una bata blanca puesta, tenías a Wanda al lado, sentada en un banco con una mirada pensativa.
—¿Aún tienes dudas? — quisiste saber, sentándote a su lado.
—No lo sé, siento que estamos haciendo lo correcto, pero una parte de mí me dice que no lo haga — te miró con preocupación.
—Me pasa igual, pero es lo mejor que podemos hacer — le diste la mano en un intento de apoyo.
—Eso espero.
Os quedasteis unos minutos más, esperando a que fuese vuestro turno para el experimento.
—Wanda Maximoff — se escuchó una voz por el altavoz.
—Supongo que me toca — la azabache se levantó y se acercó a la puerta — deséame suerte — dijo antes de girar la manilla, a lo que te adelantaste para poder darle un abrazo.
—Ten cuidado, ¿Sí? — la miraste intentando disimular tu preocupación.
—Podemos con esto Pete — te dio una sonrisa tranquilizadora y entró en la sala, dejándote con tus dudas.
. . .
Despertaste respirando con dificultad, para ver a Pietro a tu lado, otra vez.
—¡No me toques! —chillaste levantando el dedo índice para que viera que ibas en serio.
—¿Qué pasa? Estás delirando —dijo él acercándose a ti.
—¡Atrás Satanás! —diste un salto y pusiste pose de karate
—Tranquila, debiste de darte un golpe fuerte, siéntate y déjame ayudarte.
Se acercó a ti con intención de sentarte, extendiste tus manos hacia delante con intención de pararlo, pero de ellas salió una bruma morada que lo lanzó contra la pared. Te cubriste la cara con tus manos para después mirarlas con horror.
—¡Perdón! - corriste hacia él para comprobar que no le habías roto nada—. Dios lo siento muchísimo, no sé qué ha sido eso.
Volviste a mirar tus manos con una gran expresión de confusión, no comprendías que demonios acababa de pasar y mirabas tus manos como si fueran a darte la respuesta.
Pietro gruñó a la vez que se ponía de pie, y te miró con la misma cara de no entender nada que tú tenías.
—¿Eso salió de tus manos? —preguntó mirándolas con curiosidad y con algo de medio a la vez.
—Eso creo —respondiste con aún dudando.
—Vamos a otro sitio, hay mucha gente aquí.
Miraste a tu alrededor para ver que tenía razón, una multitud de gente se había quedando mirando, algunos incluso grababan la escena con sus teléfonos.
—Ven —te hizo una señal para que te subieras en él, como siempre lo hacía cuando ibais a cualquier lado.
—No —te miró sin comprender—. Luego te explico, pero no puedes tocarme.
—De acuerdo, pues sígueme —salió de allí asegurándose de que caminarás detrás de él.
Al minuto encontrasteis una cafetería, así que sin pensarlo entrasteis y os sentasteis en una mesa.
—Ok, ahora sí, ¿Qué diablos fue eso? —preguntó incrédulo.
—No lo sé, pero cuando me tocaste sentí una descarga eléctrica, vi un destello blanco y de pronto estaba en un lugar lleno de escombros, edificios destrozados, gritos de ayuda de gente... Era horrible —jugabas con tus manos mientras hablabas.
—¿Y qué pasaba?
—Vi a un hombre y a una mujer muertos, eran mis padres, comencé a correr lejos de ellos mientras lloraba —viste como Pietro tragaba saliva—. De pronto comencé a gritar el nombre Wanda, la busqué por todos lados, al final la encontré entre unos escombros y...
—Para ahí —el platinado te interrumpió—. Eso no fue una visión, eso fue un recuerdo —te miró con los ojos muy abiertos—. Mío.
—Eso pensé cuando me llamó por tu nombre —miraste al suelo, sin entender nada.
—Te desmayaste dos veces, ¿Qué viste en la segunda?
—Estaba en una sala blanca con Wanda, vestíamos batas y estábamos esperando a que fuera nuestro turno para algo.
—Hydra... —murmuró.
—¿Qué? —apenas pudiste entenderle de mi bajó que habló.
—Eso fue cuando yo y mi hermana nos ofrecemos voluntarios para los experimentos de Hydra — te miró casi temblando—. ¿Cómo viste eso?
—No lo sé... Tú solo me tocaste y pasó, igual que tampoco sé cómo te tiré a la pared.
Hubo silencio durante unos minutos. Ambos estabais tratando de llegar a una explicación lógica, pero simplemente no había nada que pudiera explicar porqué de pronto tenías poderes psíquicos. Casi se podría decir que eras igual de Wanda si no fuese porque tú bruma era morada y la suya temía más bien un color rojizo.
Levantaste su mirada para verlo, apoyaba su cabeza en su mano y parecía mirar a un punto aleatorio en el suelo. Te sentiste mal, habías invadido su privacidad totalmente. Es cierto que querías saber sobre su pasado, pero no así, lo que querías era que él te lo contase, que fuese su decisión, pero en vez de eso te habías metido en sus recuerdos y ni si quiera tenías contexto de nada, lo que te hacía sentir aún peor.
—Lo siento —hablaste por fin.
—Tranquila, la pared era de madera así que no dolió demasiado.
—No hablo de eso.
—¿Entonces? —te miró con curiosidad.
—Lo siento por meterme en tu cabeza, es tu pasado y no quiero enterarme de otra forma que no sea porque tú lo quieres —jugabas con tus manos desde hace rato, por miedo a atacar a alguien sin querer.
—No fue culpa tuya, que yo sepa hasta ahora no tenías poderes —te dio una sonrisa tranquilizadora.
—No, nunca he tenido nada de esto, no entiendo que ha pasado.
—Bien, entonces, ¿Qué tal si dejas de lamentarte, y en vez de eso buscamos respuestas? —sugirió levantándose de su asiento.
Asentiste con la cabeza y te levantaste, tuviste el impulso de tomar su mano pero en el último segundo recordaste tus nuevas habilidades y te detuviste.
—Va a ser difícil acostumbrarse a esto —murmuraste, a lo que Pietro sonrió.
—Supongo que ahora ambos somos mágicos.
—Eso parece, speedy.
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