"No te vayas" me dijiste con esa mirada que uno tiene cuando le están rompiendo el corazón, vos no podías tener esa mirada, no tenías derecho porque con hechos hiciste que quiera salir corriendo.
Tu mirada me persigue, no puedo borrarme de la cabeza y mucho menos del corazón la forma en la que pediste que me quedará. ¿Por qué lo hiciste? Intento, te juro que intento entenderlo amor, pero no puedo.
Para serte sincera te confieso que quería abrazarte, de verdad quería abrazarte, pero el cuerpo no respondía, sólo te miré intentando que por favor entiendas que si me quedaba la próxima en tener esa mirada iba a ser yo. Y no te iba a gustar verla, tampoco ibas a saber que hacer, siempre lo decías "no estoy acostumbrado a curar corazones rotos, amor, no sirvo para empatizar".
No quería ponerte ese lugar. Así que me fuí. Me fuí llorando como quien despide un gran amor y sabe que de ese dolor no se vuelve. Y si se vuelve no se vuelve por completo.
Meses pasaron y todo siguió igual, no quería  soltarte porque por más que hubiese querido sé que no podía.
"Solta" te dicen como si fuera fácil, como si se tratara simplemente de aflojar.
Dejalo ir te dicen, hay angustias que no se van pienso.
"No podés vivir de recuerdos"  y ¿por qué no? La angustia no se va por más que intento soltar.
¿Y si hacemos un pacto amor? Yo suelto, vos afloja. Porque no puedo soportar saber que si yo me voy vos te quedas.
—Lucía Antolini