En cuanto llegamos a Mokpo, NamJoon me llevó a una casa que se encontraba solitaria pero amueblada, aspiré el aroma de la acogedora casa, olía a pino.

—Me la prestó un amigo— dijo acariciando mi cabello—Date una ducha y ponte algo mas cómodo mientras ordeno comida.

Le sonreí, tomé mi maleta comenzando a subir las escaleras, aunque era difícil hacerlo, la maleta pesaba y no podía llevarla, Nam lo notó, tomó mi maleta indicándome con la cabeza que subiera las escaleras, le hice caso y sonreí al darme cuenta de lo caballeroso que era.

—Tu habitación será esta— dijo mientras abría la puerta que estaba del lado izquierdo del pasillo—La mía esta frente a la tuya.

Asentí, él dejó la maleta frente a la puerta y regresó a la planta baja.

Abrí la puerta, sonreí al ver la cama con donsel, todo el cuarto era una combinación ente el blanco y el gris, dejé la maleta cerca del ropero, me tiré en la cama, era muy blandita y olía a menta, me quedé un rato más extendido en la cama, cuando noté que olía a sudor. Me levanté buscando el baño, y para mi suerte había uno en mi habitación, mientras me daba una ducha pensé en JungKook, ¿cómo era que había acabado todo tan mal?

Me vestí con unos shorts negros y una camiseta negra suelta, bajé descalzo.

Nam estaba sentado en la sala hablando, no notó mi presencia por lo que guardé silencio mientras hablaba con alguien.

—No, Jin, estamos bien— entonces presté atención— No dramatices, no nos va a pasar nada, quiero que te hagas el loco— Vio a Nam tirar de sus cabellos con desesperación— No te diré dónde estamos— hubo un silencio—No, aun no lo sabe— ¿Qué es lo que no sé? —Aish, no me va a pasar nada, ni a Jimin tampoco deja de preocuparte.

Colgó y yo fingí que apenas bajaba las escaleras, Nam se giró a verme y sonrió.

—La comida vendrá pronto— anunció—Espero que no te moleste comer mariscos, es que supongo que es lo mejor que tiene Mokpo ya que es un pueblo costero.

—Lo que sea está bien— dije.

Palmeó suavemente al lado suyo y yo corriendo me dirigí al sillón.

Me senté a su lado, él encendió la televisión, puso su brazo en el respaldo del sillón y extrañamente me sentí protegido, quería recargarme de él y para no verme muy obvio comencé a hacerme de lado lentamente hasta que mi cabeza terminó en su costado, él no me dijo nada y yo aproveché para acomodarme subiendo mis pies al sillón, restregué levemente mi cabeza en su costado, el dirigió la mano que estaba en el respaldo a mi cabello, comenzó a acariciarlo y enredar sus dedos en las hebras de este, la calidez que sentí en ese momento sólo podía compararla con las veces en las que mi mamá me dejaba recostarme en sus piernas mientras me decía cuanto me amaba y hacia mimos en mi cabeza.

El timbre sonó, Nam se levantó con cuidado y fue hasta la puerta. Maldecí al repartidor. Comimos en silencio, pero uno cómodo, ese donde solo disfrutas de la compañía.

— ¿Quieres caminar? — preguntó cuando terminamos de comer y él juntaba los envases de comida—Mokpo es un lugar bello, tiene paisajes dignos de admirar.

Lo pensé un poco pero al final asentí.

Ahora que había reposado pude darme cuenta que la casa estaba cerca del mar, por lo que la brisa costera golpeaba mi rostro, Nam caminaba a mi lado admirando a las aves marinas que revoloteaban por ahí, todo se veía hermoso y la gente nos sonreia con amabilidad.

Disfrutamos de una buena caminata hasta que de apoco el cielo iba tornándose en bellos tonos naranja, Nam tomó mi mano, me jaló hasta la orilla del mar, me colocó entre sus brazos y recargo su cabeza sobre la mía.

— ¿Ves el hermoso atardecer? — preguntó con voz calma.

—Sí— asentí viendo el cielo.

—Tómalo con el inicio de tu catarsis— dijo mientras dejaba un beso en mi cabello.

Miré el paisaje naranja, el mar que al igual que yo estaba en calma, sí, el bello color naranja era el inicio de mi catarsis.

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Este es un atardecer el Mokpo