Comencé a hablar con un chico por internet y es maravilloso. Sí, sé que no conocemos nuestros rostros ni nada de nuestras vidas, pero tenemos una química especial cuando charlamos que es difícil de explicar.

Coincidimos en Tinder. Él se hacía llamar Lotso y mi nombre de usuario era Tammy.

Nuestras charlas se limitaban a pasatiempos y a temas de interés general. Lo mejor de todo era que, de un tiempo hacia acá, la cosa tomó un rumbo distinto; me decía "muñeca", "princesa", "hermosa", etc. Yo lo trataba de la misma forma y no hacía falta una etiqueta de «novios» para saber que algo especial sucedía entre los dos.

En ocasiones, estábamos tan enfrascados en la charla que nos daba la madrugada hablando de cosas demasiado triviales, pero que nos hacía sentir felices y completos.

Aquella noche decidí cortar la agradable conversación que tenía con él, diciéndole que tenía planes con mis amigas; él no profundizo en ello ni pidió explicaciones.

Tal vez algún día romperemos el cascarón y hablaremos de temas más íntimos.

*

Las luces estrambóticas inundan el lugar, la música retumba en todas las direcciones. Es un viernes maravilloso, podría estar hablando con Lotso; en su lugar, estoy bailando con mis amigas como si no hubiera un mañana.

Celebramos la despedida de soltera de mi amiga Mary Ann en un pub maravilloso.

Después de una ronda de baile, me siento en la silla más próxima.

—Lo siento, estás sobre mi chaqueta —dice una voz masculina muy cerca de mi oído.

Lo volteo a ver y me levanto de golpe. Me lleva cinco dedos de estatura, tiene el pelo oscuro con unos cuantos mechones pegados a su sudorosa frente y sus ojos son tan oscuros como su pelo.

—Perdón —logré articular y busqué a mi grupo entre la multitud.

Mencionó que olvidaría el tema si lo invitaba a un trago. No estaba segura de ceder, sin embargo, se veía tan agradable que accedí a su petición.

Comenzamos a charlar y teníamos muchas cosas en común. Su información coincida con mi chico especial. ¿Acaso era Lotso? Eso era imposible, pero su charla amena, me recordaba a él.

—Disculpa, ¿Este eres tú? —Exhibí mi móvil, mostraba su perfil de Tinder, su foto era de unos labios carnosos sonriendo, con una sombra de barba. Él asintió, perplejo—. Soy Tammy. Tamisha.

—¡Vaya!, yo... yo soy Clark.

Tenía tanto por decir, pero no sabía por dónde comenzar. Le dije que tenía deseos de formalizar lo nuestro; aunque fuera una locura. Estaba perplejo porque era afroamericana y nunca lo mencioné, además, su familia podría reaccionar de manera negativa, esto porque tenía en mi foto de perfil una imagen de un dibujo animado y, además, en una de las tantas charlas que teníamos había mencionado que su familia era racista y no le di mucha importancia porque creí que nunca nos encontraríamos.

—La vida está llena de riesgos, ¿Nos arriesgamos? —pregunté.

Lo pensó por unos minutos y sonrió.

—Sí —respondió—. Luego pensaré en qué decirle a mi familia.

Sonreí de vuelta, tomé su cara entre mis manos y le plante un beso en su nariz.

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