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Excusas

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue la sonrisa de Lena y el anillo en su mano. Lleva el cabello recogido de cualquier manera y varios mechones caen en su rostro, este se nota húmedo por las lágrimas, ojos hinchados y su piel pálida. Mamá y Simone, luce iguales o peores que ella. Aun así, pudieron obsequiarme una sonrisa.

—Eres la prueba de que Dios no nos ha olvidado—solloza mamá tomando mis manos —por un momento creí que mis ojos no te verían nunca más.

—Mala hierba nunca muere —replica mi hermano e intento sonreír, pero me es imposible —es la primera y única vez que me verás decir esto... —dice acercándose a mí y dejando un beso en mi frente —te amo.

Simone seca sus lágrimas al acercarse y toma rostro entre sus manos. Su rostro rubio este bañado en llanto, pero sonríe al dejar un beso en mi rostro y la bendición.

—De este castigo no puedo defenderte. Hasta yo estoy enojada contigo Travis. La próxima vez obedece a mi padre.

Afirmo en silencio, pues se me sigue dificultando hablar, moverme y hasta sonreír me cuesta. Simone es mi mejor abogada desde pequeño, solía echarse la culpa de mis travesuras para que no fuera castigado.

Mis ojos se detienen en Lena, me obsequia la sonrisa más hermosa que alguien puede brindarme. No hacía falta decirme nada, hay silencios y sonrisa que lo dicen todo. El de ella disipó todas mis dudas sobre si era o no suficiente tiempo. Yo no tenía claro que nos tenía deparado el destino, solo que sería en su compañía.

— Papá fue dado de alta y Augusto se ha ido, Patrick canceló el contrato—comenta acercando su rostro al mio —. No sé a qué te referías con que me alejara de él, pero no lo dirías si no fuera importante.

—Magdalena ha estado a cargo de la fábrica —papá se nota orgulloso al decirlo y le sonrió.

La mira con admiración y respeto, de la misma forma que lo hace con mamá y Simone. Él acaba de darme la bendición para casarme, no sé si apropósito o lo intuí.

—¿Cómo...? —la punzada en mi pecho me obliga a detener y Lena apoya una mano en mi boca.

—Lo mejor es que no hables —señala —una chica te encontró en el río cuando llevó su yegua a beber. Su nombre es Luisa y mamá se la llevó al rancho, quiere atenderla en agradecimiento por traerte de vuelta.

—Lo que no es necesario, porque cobró recompensa—replica mi padre y todos sonríen, menos yo.

El dolor es insoportable, no podía hablar, ni moverme y los recuerdos de esa madrugada tenían baches. Lo último que recuerdo es el agua entrar por la ventanilla, yo intentar escapar.

Media hora antes de ese sucedo, mi recuerdo es más claro. La radio anunciaba faltaba un cuarto de hora para la una de la mañana, los vi. Eran cuatro hombres en mitad de la carretera, con los fusiles al aire pedían detenerme. Había escuchado las historias de conductores que, luego de ser obligados a bajar del vehículo, eran asesinados y sus coches robados.

Estos personajes no llevarán trajes de ninguna autoridad, haciendo posible mis sospechas. El terror se hizo realidad cuando al notar que no iba a disminuir, me hicieron un disparo al aire y eso me hizo pisar el acelerador, un segundo impactó la ventana y el tercero quemó mi pecho. Hicieron más disparos, pero no me detuve y aceleré aún más. El camino al puente fue nublado, mi pecho ardía y la piel parecía desprenderse.

Mareado y bastante débil, continué pisando el acelerador e intentando tener el control del timón. Llegar hasta el puente era la diferencia entre morir o vivir. El último conocimiento que tengo claro es sonreír al ver que llegaba al puente, luego escapar del auto lleno de agua.

Un doctor entra y les indica a mis hermanos que es hora de abandonar el lugar. Solo puede quedarse una persona, lo que sigue es la elección de quién será esa persona. Mis ojos se sienten pesados e intento permanecer despierto, pero me es difícil.

—No te resistas muchacho— comenta papá al ver mi lucha por no dormirme —descansa, lo necesitas.

—Solo una persona —insiste el doctor.

—Yo me quedaré con él —Papá no da tiempo a excusas y se instala a mi lado acariciando mi cabello —los demás tienen cosas que hacer.

Uno a uno va acercándose y despidiéndose, prometiendo volver. Las últimas en hacerlo es mamá y Lena, una más afectada que la otra.

—Nos vemos esta noche —promete Lena y mamá vendrá en la tarde.

El sueño acaba por vencerme, me quedo dormido sosteniendo la mano de mi padre y el recordatorio del porqué quise volver esa noche.

Flashback

—¿Augusto lo sabe? —Juliet guarda silencio antes de responder.

—No. —responde sosteniendo mi mirada — Ni él, ni Dorian.

—¿Está segura? —insisto —Le causó mucho daño a Magdalena durante el matrimonio.

—Sé que no hay excusas para ese comportamiento... su padre influyó mucho.

—Tienes razón Juliet, no hay excusas —corrijo con burla e indignado y alza el mentón molesto —todos vieron el daño que hacía...

—¿Qué hay de ella? —deja la copa en la mesa y sonríe —hizo de esposa sufrida e inspiró todo el tiempo lástima.

—Estaba lejos de casa, Juliet, sin su familia, otra cultura, encerrada. Le retiró el pasaporte y todos sus documentos, la encerró bajo llave y le llenaba el bar de alcohol.

—¿Y en lugar de decirlo a su familia, te lo dice a ti? —niega incrédula —la solución a un esposo maltratador para ella fue amante ... ¿Es eso madurez?

—¡Jamás fue mi amante! —aclaro —me conoces lo suficiente para saberlo Juliet. Nunca te fui infiel.

Juliet calla ante mi arrebato, alejo el plato y pido la cuenta. El silencio que se instaura en la mesa es incómodo, pero es mejor eso a explotar mi mal humor con ella. Decido hablar solo cuando me he calmado.

—Lo que sea te dijeron los Taylor, te mintieron —le aclaro —Si es lo que necesita tu cabeza para sentirte bien...—saco la billetera cuando el mesero me entrega la cuenta —Te aseguro, no es necesario, no te guardo rencor. No voy a decirte que no te amé, para limpiar tu consciencia, simple y sencillamente no funcionó.

No es necesario las excusas o señalar a terceros, ella no se sentía preparada para casarse o yo no era el indicado. Me incorporo y hace lo mismo bastante, avergonzada, avanzo a la salida al no soportar su presencia.

—Octavio Taylor está obsesionado con vengarse de tus padres —su voz me detiene —aseguran que tus padres le traicionaron, que Simone, Avery y tú podrían ser sus hijos.

—No le hicieron...

—Conozco los detalles —me corrige —Dorian me los narró. Solo que él tiene una idea distinta de los hechos.

—Mis hermanos y yo conocemos toda la verdad, mis padres nunca la han ocultado. Mi amistad con Magdalena fue producto de la casualidad y en nada tiene que ver con los Taylor.

—No subestimes el odio de ese hombre Travis, —pasa por mi lado y se detiene a pocos metros —Octavio considera que es vengarse de tu padre es una deuda de honor. En varias oportunidades habló del gran parecido entre Tabatta y tú... espero sepas lo que haces. Tu llegada a la vida de su hijo solo le hizo recordar todo lo vivido y ha decidido vengarse.

Fin del flashback

Al abrir los ojos mi padre no está, pero no estoy solo, la persona que me acompaña está en pie cerca de la válvula de oxígeno. Sus ojos castaños lucen risueños al verme despiertos.

—¿Crees en el destino Travis? —pregunta retirando la mano de la válvula y respiro aliviado —hasta que llegué a este pueblo no creía en él.

Tengo mis ojos fijos en la puerta, no sé qué hora es, pero padre no debió irse demasiado lejos. Desconozco el motivo de su visita, si es amistosa o viene en otra tónica. Es el hermano de Augusto, quien demostró, es capaz de todo con tal de salirse con la suya. Dorian se sienta en la silla frente a mí y cruza sus brazos.

—¿Conoces la historia de nuestros padres? —me pregunta —parpadea si es así —sonríe al ver que lo hago —en la de papá, aseguraba, estaba dispuesto a dejarlo todo por Tabatta y tu padre lo sabía —empieza —ella conocía sus sentimientos.

Niego una y otra vez, lo que ocasiona vuelva a sonreír aún más fuerte. Viste en traje y corbata, no parece que la temperatura del pueblo le afecte. Cruza sus piernas y me observa de la cabeza a los pies, serio y sin rastros de emociones.

Todo padre o madre tiene una historia de un enamorado o enamorada mucho mejor que su pareja y él creció con la historia de Tabatta. Su hermano mayor era de esos hombres cuya fe ciega en sus progenitores llegaba a enfermar.

—Yo no era tan fanático, tampoco tragaba entero y vi contradicciones en su relato. Mi cercanía con mamá me hizo pensar diferente —señala bastante divertido por lo que cuenta —encontré la verdad y me glorifiqué con ella, el rechazo de Tabatta Light fue de ser la amante de mi padre. Mi padre había mentido y eso me hizo sentir bien, por años me creí el peor de los hijos por odiarlo.

Jamás estuvo de acuerdo en lo que querían hacer con Magdalena. Acepta que tiene parte de culpa en no intervenir y hacer como si no le importara. El noviazgo entre su hermano y Magdalena revivió la historia de amor de su padre, también su curiosidad. Aprovechó la llegada al pueblo para investigar y se topó con mi padre.

—Un gran hombre —señala y hay admiración en su voz —me contó su parte de la historia y en ella sí había credibilidad. Mamá disipó el resto al volver a España y seguí investigando.

Se mantuvo alejado de su casa y el extraño matrimonio de su hermano, por recomendación de su madre. En cierta ocasión pudo más el sentido común que el de hijo y decidió hablar con Magdalena.

—Era triste verla en ese estado, no entendía los motivos por los cuales Augusto insistía en retenerla cuando era obvio que no la amaba —el ruido de la puerta nos hace mirar en esa dirección y papá entra en silencio, pero se mantiene al margen —a Octavio no le gustó mi intervención y me envió a controlar los negocios en Bélgica.

Allí se entera de que su hermano pidió el divorcio y Magdalena regresó a casa. Se tranquilizó, al imaginar que todo seguiría el rumbo normal. Es decir, ellos en España y los Mallory-Odam en América.

Su hermano tendría la oportunidad de encontrar una relación normal, y quizás esta vez su padre no lo dañara. Asegura que la desdicha de Augusto es gracias a la influencia que su padre tenía en él.

—Nunca tuvimos un hogar tranquilo, papá siempre humillaba a mi madre —confiesa con rostro afligido —no perdía oportunidad en decirle que solo se casó con ella por dinero o que no se divorciaba por nosotros. No lo justifico ... Pero repitió el mismo patrón. Papá siempre fue su héroe y todo cuanto sabía de negocios era gracias a él.

—¿Qué... Haces aquí? —logro preguntar.

Golpea las manos en sus piernas antes de levantarse y ver a mi padre, quien afirma en silencio. Avanza hacia la puerta y mi padre ocupa el puesto que ha dejado.

—Augusto se ha prometido así mismo no pisar, estar tierras y no volver a tener contacto con ustedes. —señala sin darme el frente —Seré yo el encargado de hacer negocios en la zona.

Hace unas horas firmó contrato con el dueño del rancho Ruby, tenía que pasar por el pueblo de regreso y se enteró de que me habían encontrado.

—Papá no volverá a ser un problema para ustedes —señala antes de partir sin que especifique porque lo dice.

Vuelvo la mirada a mi padre que se ha quedado viendo la puerta cerrada. Baja su rostro a su mano cuando nota las tomo y suspira largo antes de seguir.

—Llegará justo para el sepelio —me explica — El licor y la gasolina no se mezclan... ¿En qué momento se dañó tanto?

—¿Estás... bien? —antes de responder alza el rostro y sonríe.

—¡Claro que sí! Tengo a mi muchacho conmigo... y encontró por fin a la correcta. —sonrío y acaricia mi mejilla —Te lo dije, la mujer correcta no depende de lo que tengas en los bolsillos —me recuerda y apoya su mano en mi corazón —este es la fortuna más grande para cualquier hombre. Tu corazón es de diamante, solo una joya como Magdalena pudo verlo.

Sonrío ante el recuerdo de su rostro y eso me hace dichoso. Es grandioso tener a alguien en tu vida que te haga sonreír, aun cuando no está cerca de ti.

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