Capítulo 8
Maldita.
Hoy comenzaré la escuela.
Mi mamá dijo que era lo mejor ella nunca estaba en casa, y la escuela le serviría de guardería —eso le escuché decir por teléfono—. No era necesario que fuera por mí, yo podría hacerlo sola ya que no quedaba lejos, estaba emocionada, conocería a niños de mi misma edad. Y jugaría mucho.
Esa mañana me levanté, me acomodé el uniforme frente al espejo. El cual solo consistía en una camisa blanca y una falda.
Pero me gustaba, estaba ansiosa por llegar.
Cuando salí de mi casa, me sentí nerviosa. Pero recordé las palabras de Gabriel; me dijo que todo estaría bien, que seguramente muchas niñas querrían ser mis amigas. Pero me dijo que no me acercara a los niños...
«—No te acerques a ellos —me advirtió—. Son malos, solo querrán alejarme de ti... Y tú no quienes eso ¿verdad? —negué, me aterraba la idea de no volver a verlo y que se alejara de mí—. Ellos siempre buscan a las niñas bonitas como tú y querrán tenerte, y eso no puede ser. Tú eres mía —me explicó... y yo le creí.»
Me despedí de ella con una sonrisa, pero ella... me miraba con lástima.
Estaba nerviosa debo admitir, pero la sola idea de hacer amigos era más fuerte. Que me llenaba.
Llegué; era un sitio grande, extenso; y habían dos edificios de dos pisos cada uno. Habían muchos niños, pero algunos llevaban camisa azul, o beige que entraban al edificio de la izquierda, y de la derecha otros más con uniformes similares al mío.
Supuse que allí debía entrar, así que me encaminé al edificio de la derecha. La verdad no tenía idea de donde ir, vi muchos salones pero no sabía cual me correspondía.
No me percaté del hecho de que me encontraba sola a mitad del pasillo, todos habían desaparecido de un momento a otro. Escuché ruidos al fondo, y me encontré a todos haciendo una fila, corrí para alcanzar a formar también.
Habían varios adultos frente a nosotros y supuse que eran profesores. Nos dieron la bienvenida deseándonos un excelente ciclo escolar, para luego asignar a cada grado un profesor.
Una profesora nos pidió seguirla a el aula. Era un salón grandre y habían muchas mesas y sillas, me sentía cohibida; todos hablaban con sus amigos —pero yo no conocía a nadie y me sentía un tanto ajena—.
La profesora Margarita nos pidió sentarnos, y todos la obedecieron. Pude ver un pupitre desocupado al final y me encaminé hacia él.
Mientras lo hacía, todos me miraban, me sentía tan nerviosa que casi tropieso —pero luego noté que una niña había puesto su pierna a propósito— la miré un momento tratando de encontrar una razón en su acción, pero ante la insistencia de la profesora seguí mi camino.
La profesora comenzó con un discurso sobre nuestras responsabilidades, y escribió en la pizarra Derechos y Deberes.
Y nos explicó normas que teníamos que cumplir como buenos estudiantes. Miré a mi lado, había un pupitre vacío me pregunté quien habría faltado.
Saqué mi cuaderno, nada más para dibujar cualquier cosa. Me sentía incómoda, había varios niños que me miraban, y susurraban entre sí; intenté ignorarlo hasta el primer receso.
Salí hacia el jardín de recreo y me senté en la grama, algunos estaban sentados en las bancas conversando, otros jugaban, y yo; estaba sola parecía más bien un repelente que los alejaba. Solo me miraban con desprecio, algunos con miedo.
Pero... no sé porqué.
El receso fue corto, y ya me tocaba volver al aula, pero antes pasé al baño.
—Es muy rara ¿no crees Lizza? —escuché a una niña hablar en el lavadero. Mientras yo aún seguía dentro del pequeño cubículo.
—Es un fenómeno. Escuché que cuando su madre se enteró de que estaba embarazada intentó abortarla, porque el padre no quiso hacerse cargo —¿de qué estaban hablando? O más bien, de quién.
—Pero... ¿qué sucedió? Dijiste que intentó abortar.
—Sí, creo que tomó unas pastillas, casi muere. En efecto los doctores no encontraron rastro del bebé que supuestamente estaba esperando, dijeron que talvez se había equivocado y en realidad nunca estuvo embarazada ya que ella nunca se hizo un exámen de sangre, solo una prueba casera —hizo una pausa—. Finalmente ella fue dada de alta, y su vida siguió con normalidad.
—Aún no entiendo Lizzy ¿cómo es que la tuvo, si se suponía que no estaba embarazada?
—Escucha. Meses después, ella comenzó a sentir anormalidades en su cuerpo, fue al hospital, y después de muchos exámenes exhaustivos descubrió que tenía aproximadamente siete meses de embarazo. Ella y hasta los mismos doctores quedaron en shock, ¿cómo era posible eso? Ellos se habían cercioraron perfectamente y no había feto, y con tanto tiempo de gestación aún ni se había hecho a notar, todo era muy extraño. Fue una sorpresa, ella aún así no quería tenerla pero no tenía otra opción.
Se detuvo un momento, pensándolo mejor, y tratando de recordar.
—Por lo que me dijeron, fue un parto muy difícil no sé exactamente porqué, lo cierto es que esa niña nació con una anomalía genética, mala circulación y dificultad para respirar. Y también... sus ojos.
—Ya veo. ¿Cómo es que sabes tanto del tema?
—Mi madre fue una de las enfermeras que atendió a aquella mujer.
—Yo pienso que es un milagro.
—¿Estás loca? Es un fenómeno, como crees que pueda ser un milagro. Toda la gente habla, que es un castigo de Dios; por haber atentado con la vida de su propia hija sin siquiera haber nacido.
—Pobre niña, debe ser difícil para ella —habló la otra niña, con lástima.
—Es como una pequeña niña maldita. Todo lo malo la persigue desde su origen hasta su actualidad... Creo que ya nos hemos tardado demasiado, el maestro se molestará con nosotras.
Apenas las escuché cerrar la puerta, salí.
¿Porqué tenía el presentimiento que eran de mí, que estaban hablando?
¿Estoy... maldita?
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