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19 De México y confesiones

Treinta llamadas era un récord, incluso después del fiasco nupcial.

Caminó entre los pasillos del hospital con el teléfono pegado al oído, no dejó de marcar ni cuando se topó con su jefe.

A algunos enfermeros solo los saludaba con un asentimiento, pues estaba más preocupado por lo que sucedió hacía minutos atrás.

Sakura jamás se había puesto borracha, jamás. Y sabía que al final era su culpa.

Aunque era consciente de que estaba con el tipo ese, no dejó de insistir, la escuchó tan mal que ese instinto de protección que nacía cuando de ella se trataba, tomó el control.

—¡No puedo contestar! Deja un mensaje...

Colgó y volvió a llamar, mientras el número le diera línea lo haría.

Abrió otra puerta y a lo lejos se encontró con ciertos ojos que podría decir que fueron los culpables de que su vida se saliera de control. Parecía molesta, pero él estaba demasiado preocupado por su ex como para tratar de analizar porqué ahora ella lo veía casi con odio.

Finalmente, en la llamada treinta y cinco, el celular lo mando a buzón. Bufó con fuerza y puso dos dedos en el puente de su nariz antes de cerrar los ojos.

Si ese mal nacido le estaba impidiendo hablar con él...

—¿Doctor Hiragizawa?

Levantó la mirada y se encontró con la doctora Diadouji, seguía con los ojos llenos de enojo pero, de igual manera, parecía preocupada.

—Perdón, ¿me llamaste antes?

Tomoyo negó y suspiró con fuerza antes de mirar hacia atrás y regresar la atención a él.

—Acabo de terminar una videollamada con la familia de...

Eriol no tuvo que escuchar más, pasó una mano por su cabello ya sabiendo lo que le pretendía contar. Su paciente le envió un mensaje antes de la llamada de Sakura, por eso estaba en el hospital.

Se negó a trasladarse a Tokio, quería morir en su pueblo natal y nadie lo haría cambiar de parecer.

A veces le asombraba, como le atemorizaba, la madurez que ese chico demostraba.

Sabía que moriría, lo aceptó con brazos abiertos; no quería hacer más pesada la carga en su familia... Pero la doctora frente a él estaba empedernida en salvarle la vida.

—Sin la autorización no podemos hacer más que ofrecerle comodidad sus últimos días. —Los ojos de Tomoyo se abrieron de par en par y cuando la vio prepararse para discutir, levantó una mano—. He hablado con él, y por más opciones que se le han presentado, su respuesta es negativa. Si no hay transplante, no le interesa alargar su estadía en hospitales.

La vio de reojo empuñar las manos y anheló con todo su ser poder consolarla o aligerarle la carga, pero se cruzó de brazos y miró detrás de ella.

—Sabes que no podemos obligar a los pacientes... Sea menor de edad o no, la decisión recae en sus padres... Y ellos me aseguraron que respetarán lo que él quiera...

—Es un niño...

—Lo subestimas...

—Es más fácil darle tratamientos que mover cielo mar y tierra...

Ahí fue cuando Eriol decidió mirarla a los ojos con una inamovible certeza.

—No, doctora, no es más fácil acomodarlo para morir, ni presenciar cómo la vida se le va día tras día... Creí que usted, mejor que nadie, lo sabría.

Era consciente de que Tomoyo estaba desesperada, que hablaba por la frustración. Pero no por eso lo haría sentir culpable de respetar las decisiones de su paciente.

Sin esperar una respuesta, se giró y pensó en lo que haría esa noche con Antón. Otra de sus peticiones antes de morir...

Le daba pánico estarse apegando de más, pero no pensaba dejarlo plantado.

Cuando Lien llegó al departamento de Meiling, ya tenía mínimo sesenta intentos de llamada. Sin embargo, ella jamás contestó.

Tocó una y otra vez esperando que su amiga abriera con esa cara de resaca que amenazaba con asesinar a alguien, pero tampoco sucedió. Incluso le preguntó al amable portero si acaso la vio llegar, pero la respuesta fue negativa.

No le quedó de otra más que esperar en el suelo y desear que todo lo que daba vueltas en su mente, de manera borrosa e ilógica, fuera parte de un sueño de muchos años que deseó a su mejor amiga en silencio.

Si arruinó lo único bueno...

Volvió a sacar su celular, la cabeza le retumbaba y a veces los ojos le picaban.

Escribió otro mensaje que se quedó en una paloma y suspiró con pesadez antes de azotar la cabeza en la puerta a su espalda.

—Meiling, si estás ahí dentro y me estás ignorando deliberadamente, tendremos muchos problemas —le dijo a lo que creyó ser la nada.

Sin embargo, del otro lado de la puerta, cierta mujer de cabello negro se levantó del suelo en el que llevaba una hora, y se encaminó a su recámara con el alma pesada.

No podía verlo, ni encararlo, él la sabía descifrar mejor que nadie y vería a través de su fachada.

Estaba que se moría de vergüenza, de pena y de todo, porque ella tenía el enorme defecto de recordar todo lo que hacía durante una borrachera.

Y si bien podía negar su realidad, la verdad era que sintió muchísimo más en ese encuentro con Lien, que todas esas veces que estuvo con Touya.

Y le daba pánico, porque era su mejor amigo, porque él amaba a Sakura... Porque no quería ser la segunda opción del hombre que adoraba con toda el alma.

Sí, amaba a Lien, pero todo ese tiempo creyó que era un amor fraternal que jamás escalaría a más. Y solo necesitó una noche de dejarse llevar, para entender que tal vez sentía más por Lien de lo que alguna vez llegó a pensar.

Con todo eso en mente, se metió debajo de sus cobijas y se cubrió hasta la cabeza.

Dos hombre le rompieron su inestabilidad en un día, y ninguno tenía idea de ello.

3. No preguntar por el viaje a México, jamás.

Jamás la había hecho de niñero. Jamás. De hecho, pensó que sería pésimo padre porque odiaba quedarse cuidando a las personas. Siempre debía estar haciendo algo.

Pero ahí estaba, mirando hacia la ventana mientras la mujer en su cama roncaba cómo máquina descompuesta.

La migraña que le esperaba.

Miró la hora en su celular, eran casi las cuatro de la mañana. Suspiró y volvió a dejar el teléfono sobre su pecho antes de regresar a observar la luna. Era una fortuna que tuviera un sillón cómodo en su recámara, así podía cuidar que Sakura no vomitara en su cama.

Ya había dejado una botella de agua, medicamento y una cubeta a un lado, todo esperando la inminente consecuencia, pero hasta el momento lo más grave eran los ronquidos que no lo dejaban dormir.

A veces parecía que la chica se estaba ahogando, pero al jalar aire hacía como puerquito para regresar a roncar. Así, durante horas.

Sobraba decir que no había pegado el ojo desde que Sakura cayó desmayada, después de llorar y maldecir al cuatro ojos.

Volvió a cerrar los párpados e intentó al menos descansar, sin dormir, pero al escuchar un leve gemido, se levantó sobresaltado esperando que la chica no empezara con sueños no aptos para sus bellos oídos.

Pero no, Sakura estaba incorporada en la cama con las manos sobre su cabeza.

—Ayyy —musitó con un deje de dolor.

Syaoran suspiró y se levantó, prendió la lámpara de luz cálida en el otro buró de su cama, y rodeó la misma hasta quedar frente a la chica.

—No te esperaba consciente hasta medio día —dijo al tomar el vaso de agua para ponérselo en frente.

—No grites, me punza la cabeza —susurró al poner una almohada sobre ella para amortiguar los sonidos—. ¿Quién demonios hace alcohol así?

El castaño entornó los ojos y tras suspirar de manera audible, se sentó a su lado e insistió con el agua y las pastillas.

—Personas que obviamente están hechas para ese tipo de alcohol... Y resacas.

Sakura lo miró de soslayo y sintió sus mejillas llenarse de color, tenía vagos recuerdos de lo sucedido, muy vagos, pero sabía que hizo el ridículo.

—¿Qué tan malo fue?

El chico mantuvo un gesto serio, no quería decirle que lloró hasta desmayarse, que maldijo a Eriol mil veces mientras gritaba que aún amaba al maldito desgraciado. No quería hacerla sentir peor de lo que seguro lo haría al enterarse de la llamada.

—Toma esto, regresa a dormir y mañana hablamos —le pidió.

Pero Sakura dejó caer la almohada, y antes de que él se pudiera levantar, lo tomó de la manga.

—Puedes... Me siento mal por robar tu cama —confesó con el sonrojo a punto de hacerle explotar su muy ya adolorida cabeza.

Syaoran se le quedó viendo unos momentos, más que nada porque temía regresar para encontrarla nadando en líquidos desagradables y olorosos... La cama eran king size, cabían los dos sin tener que tocarse.

—Y también... Me siento muy mal... Eriol... No debí ir a la casa.

Entonces fue cuando el chico suspiró y vagamente asintió; le ofreció el agua y las pastillas que ella gustosamente aceptó, y le dio la vuelta a la cama de dónde quitó cobijas y almohadas antes de ir por la frazada que lo cubrió en su sofá.

—¿Llegaste a tomar eso? —preguntó Sakura después de tomar el agua que ligeramente le raspó la garganta.

Él asintió vagamente, tenía una regla sobre ese asunto así que Sakura se limitó a poner almohadas entre ellos donde recostó la cabeza para mirar por la ventana.

—Debí parecerte patética... Recuerdo que lo llamé... No sé para qué, pero seguro para algo no muy bueno.

Syaoran se acomodó y apoyó en la cabecera, cruzó los brazos en su pecho y llevó la mirada a su regazo... Sakura se veía devastada y eso le incomodó un poco. Ya la había consolado toda la tarde, pero aún así...

No quería verla tan avergonzada y triste.

—Akiho ya me había cortado, más bien, llegamos a un punto en donde ninguno sabía qué dirección tomar —empezó en voz baja.

Aún en la oscuridad, los iris verdes de la chica en su cama destellaban cómo esmeraldas. Él regresó la mirada a su regazo.

—Estaba en el aeropuerto, se suponía que regresaría a Hong Kong, tenía el boleto en la mano y estaban empezando a llamar a los pasajeros... Pero sentí una opresión en el pecho... Como si me estuviera asfixiando.

Sakura lo vio un tanto confundida pero él dirigió su atención a la ventana de la recámara.

—Y de pronto anunciaron que un vuelo a México estaba por empezar a ser abordado... Es literalmente del otro lado del mundo... No me di cuenta de cuándo me encaminé a la aerolínea... Solo supe que estaba en la fila para abordar un vuelo del que no sabía nada.

La chica a su lado frunció el ceño ante esto, pues no creía que Syaoran fuera de los que hacen cosas sin pensar.

—No sabía el idioma, pero el país está lleno de gente que habla inglés, que ofrece tours y experiencias nunca antes vistas... —Una vaga sonrisa se formó en su rostro—. Tenía cientos de llamadas de casa y Meiling, todos pidiendo señales de que estaba vivo.

»Me di cuenta de que nunca había hecho algo tan alocado, así que conseguí a este guía que usaba un tipo poncho de colores y trencitas, dejé que me dijera qué hacer.

Sakura parpadeó un tanto incrédula, pero lo dejó continuar en silencio.

—Nadie sabe qué tanto hice... Ni Akiho... Son cosas de las que ni siquiera guardo recuerdos porque... Bueno, son embarazosas... Mi familia me hubiera desheredado por hacer tanta estupidez.

—Oh —ella susurró volteando para mirar el techo.

—Había este toro mecánico, tenía que sostenerme mientras él daba vueltas y se movía como loco... Pero los mexicanos no lo hacen sencillo, no, primero me dieron dos caballitos de tequila —río con cierta melancolía.

La chica lo vio confundida, pero él se encogió de hombros sabiendo de primera mano que estaba rompiendo su propia regla.

—No duré ni diez segundos... También fuimos a Xochimilco donde me llevaron a la isla de las muñecas. —Ante este recuerdo se estremeció —. Creo que morirías de miedo, nunca te llevaría ahí, pero la comida te la sirven desde otras trajineras...

Sakura lo vio confundida y él sacó su celular, buscó algo por unos minutos y luego le enseñó la foto de unas como canoas, pequeñas, muy pintorescas y llenas de flores.

—¡Kawaii! —exclamó en voz baja.

—Les suelen poner nombres de mujeres... Aunque creo que encontrar una que diga Sakura sería imposible... La podríamos mandar a hacer —señaló con otro encogimiento de hombros.

Sakura sintió su estómago revolverse, apretó los ojos y obligó a su cuerpo a no vomitar, arruinaría el momento.

—Me llevó a... Este lugar lleno de mariachis, ya era tarde, pero dijo que es cuando está mejor el ambiente, y sí, me enseñaron varias canciones que tengo en la lista... En esa... Ya sabes...

La chica escondió un poco el rostro mientras dejaba escapar un—: Hoeee. —Lleno de pena.

—La verdad, le jugué al valiente, porque desde el principio la comida me cayó pesada... Pero es como un dolor que da gusto porque es muy rica, así que no dejé de probar cosas... Luego me arrepentí en el avión de regreso, pero mientras pasó, lo disfruté.

—Supongo que habrías planeado tu luna de miel ahí, ¿no? —cuestionó Sakura.

Syaoran se quedó en silencio y regresó su atención a la ventana.

—No, iba a ser en Grecia, algo así... México es... Cómo un tema tabú.

Ella ladeó la cabeza, confundida.

—¿Por qué?

El chico regresó la atención a ella.

—Akiho y mi familia dicen que regresé muy cambiado, y para mal... Así que es algo que quise dejar atrás... Te estoy contando cosas pequeñas que hice... La mitad no las recuerdo bien, solo el dolor de cabeza después de tequila y cerveza... Ah, y las horas en el baño después de unas enchiladas verdes que picaban con un demonio.

Sakura sonrió vagamente, las palabras en español que él decía, se escuchaban chistosas, pero bien.

—Pero cuando lo cuentas, la mirada se te ilumina como si hubiera sido el mejor viaje de tu vida. —No pudo evitar señalar.

Syaoran parpadeó varias veces y luego frunció el ceño, volteó la mirada y se quedó en silencio.

—Akiho nunca lo vio así...

La castaña comenzó a hacer dibujos invisibles sobre las almohadas que los separaban.

—¿La extrañas? Sé que la ves a diario, pero... La relación, ¿la extrañas?

Iris color ámbar se clavaron en la mano que pintaba sin tinta.

—¿Has escuchado que los pingüinos solo se enamoran una vez? —Cuando Sakura asintió, él suspiró—. Creo que ella fue mi pingüino.

Sakura hizo un puchero, pero más que nada como muestra de apoyo, llevó su mano hasta la pierna de Syaoran y la apretó a lo cual él la miró.

—Espero que no, quiero creer que algún día nos vamos a reponer y encontraremos esos pingüinos con los que pasaremos el resto de nuestros días.

Él sonrió.

—Si es que no me ahogo primero, al correr.

Sakura se carcajeó aunque su cabeza retumbó.

—Amén, pingüino.

Nunca había odiado ir al trabajo, ni cuando le exigieron la entrevista al político de moda. Pero el solo pensar en su mejor amigo, la ponía a temblar.

Practicó toda la mañana sus gestos, tendría que perfeccionar su actuación si quería sobrevivir. Aún así, sabía que era muy probable que él viera a través de su acto.

—Maldito vino barato —espetó cuando entró a su oficina.

Aún le dolía la cabeza, tenía náuseas y le dolían ciertas partes del cuerpo. No quería ni recordar la razón detrás de esto último. Pero debía entregar un reportaje, no podía hacerse pasar por enferma porque tendría a Lien en su puerta insistiendo en verla.

Así que era mejor actuar como si nada aunque su mundo estuviera a punto de derrumbarse..

Se inclinó para dejar su mochila, cambió sus zapatos por tennis y prendió su computadora.

—¿Tu celular no recibe llamadas?

Maldita sea.

No levantó la mirada, solo fingió estar revisando las notas de su entrevista.

—Se me acabó la batería, llegué muerta y apenas lo cargué hoy... De hecho. —Le dio la espalda para buscar el cargador—. Debo ponerlo a cargar bien.

Lo escuchó carraspear, pero no sé inmutó, se concentró en su tarea aunque la mano le temblara.

—Ayer...

Meiling hizo un ademán con la mano para descartar lo que sea que fuera a decir.

—Me fui cuando empezaste a quitarte la playera... Eso de ver a mi mejor amigo desnudo. —Fingió estremecerse de asco—. Tus manías raras.

Silencio la recibió y eso la puso más nerviosa de lo que ya estaba.

—¿Y por qué no puedes ni verme a la cara?

Sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza, pero lo escondió entornando los ojos y clavando la mirada en iris grises.

—Porque a diferencia de ti, a mí sí me incomoda que quieras mostrarte como Dios te trajo al mundo... Deja eso para Sakura —concluyó con un guiño.

Lien se cruzó de brazos, algo estaba mal, Meiling estaba ahí siendo la de siempre, pero la sentía a un millón de kilómetros... O sería que la culpa por lo que soñó le estaba afectando más de lo que creía.

—Entonces, ¿estamos bien?

Meiling le dio la espalda y volvió a pretender que buscaba cosas en su mochila, pues los ojos se le llenaron de lágrimas que no entendió. Incluso así, juntó los dedos de su mano derecha para formar un "ok".

—Mejor que nunca —aseguró.

Aunque, en verdad, jamás lo volverían a estar.

Syaoran repasó su noche una y otra vez. Más bien, todo el día anterior lo estuvo analizando en su cabeza como si fuera un detective en busca de una pista.

Hablaron hasta que ambos se quedaron dormidos y él despertó con los rayos del sol. Cerró persianas, dejó más agua con medicamento y encargó un desayuno para la mujer en su departamento.

También anexó una nota de que se tomara el día libre, que la vería en la tarde.

Todo con una naturalidad que lo descolocó.

Aunque estaba seguro que solo estaba actuando como un buen amigo lo haría, pues no quería volver a ver a Sakura tan destrozada como lo hizo.

Si por él fuera, estaría asesinando al cuatro ojos, entregando el cuerpo a Touya y buscando dónde enterrarlo.

Nadie se merecía sufrir así, menos por un amor.

Las puertas se abrieron y por ellas entró quien menos esperaba ver, pero la rubia de caireles le dio una vaga sonrisa que él casi no pudo regresar. Más bien, se concentró en cómo cancelar la maldita luna de miel que era en dos días.

Tal vez usaría el apellido Li para cambiar la fecha, Sakura podía irse de vacaciones en navidad... Igual convencerla para que se fueran a México, llevarla a conocer las mariposas monarcas la emocionaría en demasía.

—Vaya. —Escuchó.

Levantó la mirada, contrariado, y se encontró con la mirada de su ex en el reflejo del elevador.

—¿Qué?

Akiho ladeó la cabeza un momento antes de negar.

—Nada... Eh, me llegó tu correo sobre la cancelación...

Syaoran asintió varias veces.

—Creo que hay una mejor opción; mejor calidad, bajo costo...

—Aunque la multa...

—Yo la absorberé —atajó él a gran velocidad—. Ya hice cuentas y puedo absorberla sin tocar fondos de la empresa.

Iris azules lo miraron con desconcierto.

—Podemos seguir con ellos este año y el próximo...

El castaño negó varias veces.

—Con lo que ahorraremos me repondré en poco tiempo.

Akiho sabía que había más ahí que no le quería decir, incluso parecía estar ansioso por cambiar al proveedor de cartón.

—¿Por qué haces esto? —cuestionó ella.

El elevador se detuvo y Syaoran la miró fijamente, aunque a través del espejo.

—Porque es importante para mí —contestó sin titubear.

NA: Por fin pude terminar este capítulo! Es corto, pero tiene una razón de ser, el otro capítulo está cargado de escenas que estoy ansiosa por mostrar.

Y bueno, me ausenté estos meses porque subí un libro a Amazon, nació mi sobrinito, me embaracé ^^', y estoy separando, editando y aumentando los capítulos de "El poder en uno".

Ahorita ando en todo y nada, pero espero que el próximo capítulo no se me trabe.

Notaron las actitudes de este capítulo? Quién creen que va a caer primero? La regla de México parece nada pero es muy significativo que se rompiera :D

Estoy tratando de redimir a Eriol, aunque no creo que sea con Tomoyo, lo haré por otro lado, Antón existe para algo más ;)

Cómo los trata la vida?

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