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17 De errores y macarrones

Cuando Touya escuchó la idea del idiota castaño, su primer reacción fue decir no sin importar lo bueno que fuera el trato.

Y era bueno, bastante, subirían las ganancias apenas firmaran porque venía una campaña grande.

Pero de por sí ya tenía al mocoso entre ceja y ceja con la absurda relación que se cargaba con su hermana; sumarle trabajar en conjunto sería tortura.

Pero dejó de escuchar las miles de razones que el chico expuso cuando la mujer, recién llegada, se sentó a su lado y lo miró de arriba abajo con bastante descaro.

Intentó concentrarse en lo que el contrato decía cuando de reojo notó al mocoso ver su reloj una y otra vez.

Arqueó una ceja y dejó de poner atención a las letras llenas de cláusulas que les daban la ventaja.

Syaoran miraba por la ventana, veía su reloj y revisaba su celular. Parecía nervioso, y sabía con certeza que no tenía nada que ver con el asunto de ser el cuñado falso que lo odiaba.

—Tengo una reunión —anunció de pronto llamando la atención del que leía y la mujer pelirroja—. Pero Kaho sabe los pormenores de lo que dice y te puede explicar a detalle...

Touya se enderezó y cruzó de brazos. Reunión sus polainas, el mocoso estaba corriendo para ver a su hermana.

—Si no voy a tratar esto contigo, la respuesta es no —dijo, tajante.

El chico abrió la boca con sorpresa y luego miró su celular. Podía avisar que llegaría tarde, podía dejarla ir sola a la pocilga uno...

Se imaginó a Sakura firmando frente a una casa de cartón y negó.

—Pero no es necesario, mi asistente...

—No.

—Ella está perfectamente capacitada...

—¿Lo rompo?

Iris ambarinos se llenaron de sorpresa, luego de entendimiento, Touya Kinomoto sabía a dónde iba y le quería hacer la vida difícil.

—Xiao Lang, ve —intervino Kaho, en su legua natal—. Yo me hago cargo.

El aludido la vio con desconcierto unos segundos antes de asentir y, literalmente, correr fuera del restaurante no dando tiempo a Touya de decir algo.

Pero el mayor de los Kinomoto se incorporó para seguirlo y luego se estremeció cuando una muy suave mano tomó la suya para detenerlo.

Se enfrentaron con la mirada, el más alto contuvo la confusión y extrañeza que la dama despertó, y se limitó a verla de mala manera.

—Se lo advertí...

—No rechazarás el contrato —atajó ella cruzando las piernas con tranquilidad.

Touya arqueó una ceja.

—¿Cómo lo aseguras?, solo debo romper ese papel y...

—Ambos somos guardianes; tú no harás nada para lastimar a quien te importa, y yo no dejaré que decepciones a quien me importa —explicó ella llevando el contrato a su lado de la mesa—. Ahora, actúa como la edad que tienes y sigue leyendo.

El hombre entrecerró los ojos al sentirse atacado, manipulado y... Atraído. Pero con un fuerte bufido regresó a su asiento.

—No necesitamos caridad —espetó regresando a leer.

Kaho asintió.

—Y a Xiao Lang no le sobra dinero para pagar la multa de cambio de proveedor, pero aquí estamos.

Touya se cruzó de brazos y la desafió con la mirada.

—¿No te importa que esto no funcione?

La mujer de cabello rojizo ladeó la cabeza y lo miró, de nuevo, de arriba a abajo.

—Haremos que funcione —dijo con firmeza y luego le guiñó un ojo.

Y por primera vez en su vida, Touya se quedó sin palabras... Ni aliento.

Sakura odiaba la atención innecesaria, sobre todo cuando media oficina del chocolato sabía lo que sucedió el día anterior con su supuesta suegra.

Así que cuando Syaoran insistió en acompañarla a ver departamentos, aceptó con la única condición de verse lejos de la oficina.

Y ahí estaba, en un parque a unas cuantas cuadras viendo la fuente del centro donde patos y aves nadaban o bebían agua.

Acomodó sus codos sobre sus rodillas mientras que sus manos sostuvieron sus mejillas. Niños daban vueltas y vueltas en sus bicis, reían y echaban carreras como si la vida fuera perfecta.

Suspiró mientras trataba de evitar ese rincón en su mente que anhelaba marcarle a su ex, para pedirle una explicación, para escuchar su voz... La verdad era que pensar en Eriol la ponía mal, por eso siempre brincaba de una cosa a otra o se entretenía con el chocolato.

Pero por las noches, cuando estaba sola, solía abrazar una almohada que aún albergaba algo de colonia del inglés... En ocasiones lloraba en silencio.

Y se odiaba, porque Eriol fue un patán que en ningún momento buscó arreglar la situación... O decirle la verdad. Porque sabía que había una verdad escondida.

Parpadeó mientras veía a los chicos dar otra vuelta, el sol que se reflejó en el agua de la fuente la deslumbró por unos segundos... Eso hasta que vio a un hombre de bata aparecer del otro lado. Pestañeó varias veces creyendo que era su mente jugando con ella, pues incluso había como burbujas de colores alrededor del doctor que le arrancó el corazón.

Soltó un sonido parecido al del cerdo ante ese pensamiento, ironía de ironías que su ex era cardiólogo y le arrancó el corazón.

Río de manera boba disfrutando de la ilusión de su ex en el parque, debía estar muy sensible para imaginarlo a tal grado.

—¡Cuidado! —exclamaron a su lado y ella volteó sobresaltada.

Uno de los chicos perdió el control e iba en su dirección, se incorporó a gran velocidad para alejarse, pero al final el chico giró con brusquedad y terminó por casi caer, pero con un pie logró balancear la bici mientras reía a carcajadas y su amigo se burlaba.

—Bakas —espetó ella con enojo.

Bueno, ya no la deslumbraba el sol y la ilusión pasó... Eso creyó hasta que llevó la mirada a dónde creyó imaginar a su ex... Para encontrarse con que la maldita ilusión seguía ahí hablando por teléfono mientras caminaba.

Su corazón saltó, su estómago se revolvió y ella soltó un gritito al notar que iba en su dirección.

Afortunadamente su ex iba tan inmerso en la llamada que aún no la veía, pero estaba a nada de dar la vuelta, lo haría.

Se bloqueó tanto que en vez de correr del otro lado, terminó por aventarse detrás del árbol que estaba a escasos centímetros de la banca, pero que afortunadamente era lo bastante grueso para esconderla.

—Sí, los estudios indican que hay un treinta por ciento de probabilidad... Eso es lo que esperamos, una segunda opción...

Se estremeció con tanta fuerza que apretó las manos en su cabeza. Ahí estaba el hombre que la destrozó.

Como si la suerte decidiera hacerle más amargo el trago, Eriol se sentó dónde segundos atrás ella estuvo, pero le daba la espalda, así que no la vio. Ella giró un poco la cabeza y ahogó el jadeó que la delataría. Su ex estaba con un brazo cruzado mientras el otro sostenía el celular en su oreja.

—El traslado a Tokio es riesgoso —continuó él.

Sakura entonces entrecerró los ojos, ¡ahí estaba!, podía echarle tierra en la cabeza o darle un golpe y echarse a correr, se lo tenía bien merecido.

Empuñó las manos con fuerza, había una piedra cerca de ella, también podría arrojarla...

—¿Qué haces?

Levantó la mirada con ambas cejas arqueadas y se encontró con ojos color ámbar. Le hizo una señal de silencio con el dedo y lo jaló del brazo para que quedara en cuclillas frente a ella.

¿El árbol los cubría a los dos?

—Está ahí —susurró señalando con una mano mientras que la otra medio tapaba su boca.

Syaoran ladeó la cabeza y se asomó un poco; en efecto encontró la espalda de cierto hombre. Bufó de manera disimulada y regresó la mirada a la chica que parecía muy concentrada en escuchar.

—La doctora Daidouji no lo cree necesario.

Entonces los ojos de los castaños se encontraron, no porque les sorprendiera que él la conociera, ya ella se los había advertido... Fue más bien por el tono suave y delicado con el que mencionó el nombre de la mejor amiga del chocolato.

Sakura abrió los ojos de par en par y parpadeó varias veces tratando de asegurarse de que estaba tan dolida que ya alucinaba de más.

¿Hacía cuánto llegó Tomoyo a Tomoeda? ¿Desde cuándo su prometido se volvió un tanto frío?

¿Desde cuándo le pidió que no fuera al hospital?

Se quedó con la boca ligeramente abierta mientras abría y cerraba los ojos. Comenzó a atar cabos que no sabía que estaban sueltos, a caminar en la cuerda floja de la decepción...

—¿Sakura? —Volteó con suma lentitud, su chocolato la veía consternado habiendo adivinado lo que pasó por su cabeza, pues incluso palideció.

La aludida abrió y cerró la boca varias veces mientras que su acompañante negó.

—No vayas por ahí; no creo que Tomoyo...

Conocía bien a su amiga, jamás sería el mal tercio de una relación.

—Dijiste que llegó seis meses atrás, el tiempo que Eriol lleva cambiado y... No... No puede ser coincidencia —susurró.

El chico endureció la mandíbula antes de acomodarse para terminar sentado a un lado de Sakura.

Hubo tanto silencio que él volteó y se encontró con que el idiota cuatro ojos ya no estaba. Sintió algo de alivio, más que nada por la mujer a su lado con la imaginación tan vívida que estaba creando escenarios irreales por tan solo una frase.

—¿Nos vamos a quedar aquí o...?

Sakura apoyó la cabeza en el tronco a su espalda.

—Es buena idea, ¿sabes? Quedarme aquí por lo que me resta de vida... Si me levanto iré a buscar un espejo para compararme y llorar...

El chico soltó un silencioso suspiro antes de entrelazar las manos en medio de sus piernas. Bueno, se perderían la cita de la pocilga uno... Afortunadamente.

—Mínimo avisa que no vas a llegar, no es como dejarme plantado a mí que ya me sé tus malas costumbres..

Ella lo miró de soslayo con los ojos entrecerrados.

—No son malas costumbres, mi alarma no sonó y por eso no me levanté a las cinco de la mañana para verte ahogar...

—Y cuando lo hiciste, tampoco avisaste —refutó con ironía—. Contestaste cuando te dije que te llevaría por una hamburguesa.

—La cuál aún me debes...

—Será de tofú...

Se miraron en silencio por unos momentos hasta que Sakura entornó los ojos y negó.

¿Cómo pasaron de hablar de la traición a una hamburguesa? Frunció un poco el ceño y se sobresaltó cuando una mano apareció en su rango de visión.

Syaoran se había puesto de pie y ahora la veía con resignación.

—Vamos. —Ella ladeó la cabeza y lo vio como si estuviera loco mientras que él se encogió de hombros—. Te enseñaré el calentamiento para correr.

Sakura miró en todas direcciones antes de regresar a verlo como si fuera un alien.

—¿A medio día?

—¿Prefieres que le pida su llave a Yukito para sacarte de la cama a las cinco de la mañana...?

Ella tomó su mano tras mascullar—: Bien, bien.

Syaoran le dio media sonrisa y comenzó a explicarle todo aquello que Tomoyo le enseñó mientras por su cabeza pasaba que al menos ya no irían a ver las pocilgas en las que la chica pretendía vivir.

Si había algo que odiaba, eran las recaídas de sus pacientes. En especial cuando eran tan jóvenes y tenían la mirada llena de vida... Como Anton.

Suspiró con pesadez mientras revisaba su expediente. Llevaba ya dos días internado. Sus padres siempre ocultaban el miedo frente al joven pero con ella se mostraban aterrados.

Sentían que el tiempo se estaba acabando, y aún no encontraban un donante.

Cerró los ojos por un instante antes de echar los hombros hacia atrás y obligarse a poner su máscara de doctora con esperanza.

Al levantar los párpados, encontró a cierto doctor de lentes caminando por el pasillo que llevaba a la habitación de su paciente. Traía algo en las manos, una bolsa de estrada.

Dudó un segundo, incluso llevó la mirada a los papeles en su mano, pero al final la imagen del doctor no se desvaneció de su mente así que dejó de lado el expediente de Antón y se encaminó a su habitación.

Las puertas del hospital contaban con unas pequeñas ventanas cuadradas desde la que se podía observar el interior de la habitación. Tomoyo se asomó y alcanzó a ver una radiante sonrisa de Antón cuando el doctor Hiragizawa le extendió la bolsa color café.

Aquello la hizo fruncir el ceño. Su paciente se veía como si le acabaran de decir que un corazón había aparecido para ser su salvación.

Su celular emitió un fuerte sonido que la hizo sobresaltar a tal grado que cuando trató de sacarlo de la bolsa de su bata para callarlo, este resbaló y cayó al suelo.

Maldijo por lo bajo al ponerse en cuclillas para recuperarlo, pero hizo la boca de lado y sus ojos se entrecerradon al leer lo que había en la pantalla que afortunadamente no se quebró.

"Necesito que Sakura se mude conmigo"

Ese "necesito" era como un llamado de auxilio, como si fuera imperativo que la novia fugitiva viviera con su mejor amigo. Experimentó una opresión en el pecho que se convirtió en un doloroso tirón cuando la puerta a su lado se abrió.

—¿Doctora Daidouji? —la llamó Eriol, el hombre al que quería matar por casi arrojar a su ex a los brazos de Syaoran.

Ella levantó un poco la cabeza antes de negar para acomodar sus ideas, apagó la pantalla de su celular y se incorporó.

—Venía a ver a Antón, pero puedo regresar...

—¡Doctora! ¡Pase! —exclamó el aludido con suma emoción.

Ojos amatistas y azules se miraron por un segundo hasta que el de lentes se hizo a un lado para que ella entrara. Tomoyo se obligó a sonreír y vio de reojo como su colega cerró la puerta antes de ir por la mesa con ruedas para acercársela a su joven paciente.

Antón estaba pálido, demasiado. Pasó dos días vomitando en casa antes de caer en la sala de urgencias.

Pero la sonrisa en su rostro, que aumentó al abrir la bolsa café, la quiso ver como señal de que no era una recaída tan fuerte como aparentemente pareció.

—Llevo meses anhelando comer esto, mis papás no me dejan...

La doctora ladeó la cabeza y observó como Eriol se sentó junto al joven y lo ayudó a sacar un contenedor de unicel bastante grande. El chico miró con agradecimiento a su doctor mientras este sacaba varios tenedores de su bata.

Entonces el ligero olor de queso derretido inundó las fosas nasales de Tomoyo, y ella arrugó el entrecejo cuando Antón abrió el contenedor y expuso que estaba lleno de macarrones con queso.

—Dios, se me hace agua la boca —rio su joven paciente con una sonrisa genuina y un brillo especial en sus ojos.

Sabía que el doctor Hiragizawa la observaba, podía sentir su pesada mirada en ella y presentía que estaba esperando su reacción.

Cómo doctora debía estarle quitando el absurdo alimento a su paciente, con el estómago como lo tenía le podía caer pesado o empeorar los vómitos.

Pero la mirada emocionada del chico la dejó paralizada.

Antón gimió cuando llevó el primer bocado a su boca, luego sonrió y le ofreció el otro tenedor a Eriol, quien lo tomó sin titubear antes de atrapar un macarrón y llevarlo a su boca.

—Están mejor de lo que dijeron —señaló el de lentes a lo que el joven paciente asintió.

—O tenemos mucha hambre —bromeó.

Ambos hombres rieron con algo que a Tomoyo le sonó como complicidad y eso la llevó a cruzar sus brazos con un gesto serio.

—Estas llevando dieta —señaló ella.

Antón le dio una mirada inocente antes de decir—: ¿No incluía macarrones con queso? —con aparente desconocimiento.

La doctora lo vio enfadada antes de llevar la mirada al doctor que miró hacia la ventana por un segundo antes de tomar otro macarrón.

—Sabes que no —alegó Tomoyo y se acercó para ver con desagrado la comida.

Antón río jocoso y se encogió de hombros.

—Vamos, doc, una comida chatarra al año no me matará más rápido.

Tomoyo y Eriol se vieron ante ese comentario, ella con enojo y él con neutralidad. Ella odiaba que el chico se tomará tan a la ligera el malestar, y él admiraba que pudiera bromear.

Pero ambos callaron.

La doctora suspiró pero de pronto otro tenedor apareció en su rango de visión. Ella miró extrañada el metálico cubierto antes de toparse con los ojos alegres de su paciente.

—Coma con nosotros, me consta que se alimenta de aire o algo así —bromeó.

Ella pensó en negarse, en serio lo hizo, pero el chico le dio una enorme sonrisa y sus ojos se llenaron de tanta alegría, que terminó bufando antes de acercar la otra silla a la cama, quedando frente a Eriol, para sostener el tenedor con el que tomó un macarrón.

La pegajosa comida estaba exquisita, eso lo debía admitir.

—¿Ve? Esta muy bueno —dijo Antón antes de tomar otro bocado.

—O está igual de hambrienta que nosotros —ironizó Eriol con una sonrisa que solo dirigió al chico.

—O los tres tenemos gustos parecidos —añadió ella al tomar otro bocado de uno de sus platillos favoritos que escondía porque Syaoran odiaba la comida chatarra.

Antón rio un poco pero asintió varias veces mientras que Eriol y Tomoyo intercambiaron una mirada rápida al creer que esa frase tuvo más significado del que tal vez ella quiso decir.

Fuera como fuera, la doctora Daidouji se relajó y unió a la conversación de películas de estreno que los otros hombres iniciaron mientras comían del recipiente de macarrones con queso.

—Cinco...

—¡No!

—Cinco y media...

—¡Menos!

—Bueno, a las seis...

—¡A esa hora apenas está amaneciendo!

Iris color ámbar y verde se miraron con frustración.

—¿No quieres correr a medio día? —ironizó Syaoran—. A esa hora seguro ya estás despierta...

—¿No se puede en la noche?

El chico se cruzó de brazos, estaban esperando a que el semáforo les diera el paso para cruzar hacia donde dejó su camioneta.

—¿Segura que quieres que corra en la noche?

Sakura entornó los ojos e hizo un ademán de descarte.

—Cierto, con tus genes de pingüino vas a terminar perdiendo un pie o algo... —Recibió una mirada de enojo pero ella sonrió con aparente inocencia—. Ok, bien, a las seis... Pero tomaremos café después.

El semáforo cambió de color y caminaron hacia un estacionamiento frente al parque. Syaoran sacó las llaves de su jogger y suspiró.

—Nunca te acabas una taza; y de nada sirve que hagamos ejercicio si luego te vas a llenar de azúcar...

—Recuerda que no lo hacemos por ser fitness...

—Aunque te vendría bien...

—¡Es para olvidar al idiota cardiólogo! —exclamó ella para silenciar el ataque a su cuerpo—. Para no pensar en el dinero gastado en mi boda y tu anillo perdido.

Syaoran negó, pero la acompañó hasta la puerta del copiloto y se la abrió. Cuando ella subió a la camioneta lo señaló.

—¿Llamaste a la agencia?

Él frunció el entrecejo, ¿de qué agencia hablaban?

—La de las pocilgas...

—¡Casas!

—Entonces no.

La verde mirada casi lo asesinó, pero él se encogió de hombros y comenzó a cerrar la puerta. Una idea pasó fugaz en su cabeza.

—Se me ocurre algo...

Sakura lo vio confundida pero él cerró, caminó hacia su lado del vehículo y tras subir, se giró para verla de frente.

—Antes de gritar "no", piénsalo, ¿ok? —Su acompañante ladeó la cabeza—. Tomoyo le dijo a mi madre que estábamos por mudarnos...

La chica abrió la boca con la negación en la punta de la lengua, pero Syaoran puso una mano sobre esta y la otra en su nuca impidiendo que se expresara.

—Escucha, necia —dijo con firmeza—. Te ahorras la renta, solo me ayudas con los servicios y... Te mudas cuando acabemos con esto.

Sakura lo vio enfurecida por el ataque a su boca, movió la cabeza de manera negativa y murmuró, de manera poca exitosa, que estaba loco.

Sin embargo, él la vio con enfado.

—Piénsalo, ya perdimos las citas de hoy, si en verdad quieres seguir buscando lo haremos solo... Piensa lo que dije.

Bajó la mano y Sakura se cruzó de brazos. Cuándo él se dispuso a arrancar la camioneta escuchó un muy vago—: Lo pensaré. —Que lo hizo sonreír de manera triunfal.

Lien observó a su mejor amiga recoger sus cosas mientras entornaba los ojos a lo que sea que estuviera escuchando en su manos libres.

—El guión está perfecto... Pues de eso se trata, de incomodarlo...

Llevó su mirada carmesí a la gris y recibió un guiño cómplice.

—Incluso si las cambias sabes que Lien... Entonces se irá, aceptó la entrevista por mi querido amigo —exclamó, triunfante.

El aludido apoyó el cuerpo en el marco de la puerta y cruzó los brazos. Ya se esperaban la renuencia de su jefe, en plena época electoral estaban por entrevistar a uno de los contendientes más controversiales.

Y las preguntas eran con toda la intención de exponer el fraude que era.

Periodistas, eso eran. Amaban su trabajo y se lo tomaban en serio. Aunque Meiling siempre estaba tras bambalinas haciéndola más de productora que de periodista.

Pero su jefe los dejaba ser, el apellido de ambos era suficiente para hacerlo temblar... Y en otros casos, hacía caer a ciertos personajes de lo alto.

Meiling movió los labios, su amigo supuso que en burla a lo que su jefe le decía. Finalmente dejó el teléfono sobre el escritorio y se agachó para sacar sus tennis.

La chica amaba la moda, pero odiaba la incomodidad, por eso en la oficina andaba de tacones y en la calle con algo más.

—Sí, ajá, seguro... —dijo al incorporarse y presionó el botón rojo que finalizaba la llamada.

—¿Tan mal? —preguntó él.

Ella hizo un ademán para restarle interés a lo que sea que su jefe le dijo.

—Tiene miedo, obvio, pero sabes que no la va a cancelar. Solo dice que le bajemos un poco a las preguntas personales.

Lien soltó un chiflido.

—Le quita lo divertido a la vida.

Meiling sonrió y terminó de amarrar su tennis.

—Le haré un meme de eso, pondré tu cara en Rocket.

El chico río divertido y negó, pero no se opuso a la idea. Sabía que lo haría así le pidiera que no.

—Entonces, ¿carne o sushi? —preguntó ella al acercarse.

Él abrió la boca para responder, pero un chillido femenino, proveniente del pasillo, le detuvo el corazón y giró su cabeza a gran velocidad.

—¡Pensé que no los alcanzaba! —exclamó Sakura avanzando a ellos, les dio a ambos una enorme sonrisa mientras que ellos la vieron confundidos—. Syaoran me dejó a tres calles, está loco.

Meiling notó como Lien bajó la mirada y frunció el ceño un segundo antes de que le diera una sonrisa a su despistada amiga.

—No pienso debatir eso —dijo dirigiendo un guiño a la de cabello negro—. Es de familia.

La aludida le dio un golpe en el pecho antes de ver a Sakura.

—¿Qué hacían por acá?

Sakura entornó los ojos pero sacó su celular.

—Pelear, él quiere que corramos cuando ni las aves han despertado, yo creo que deberíamos hacerlo solo los sábados.

Lien y Meiling arrugaron el entrecejo, por sus mentes pasó que cierta mujer de ojos amatistas llevaba años tratando de convencer a Xiao Lang de ejercitar con ella, sin éxito.

—En fin —dijo Sakura al guardar su celular, Syaoran le había mandado mensaje de que si llegó bien—. ¿Van a comer?

—A comer, a planear... —contestó su amiga con una sonrisa—. Están por aprobar la entrevista.

Sakura dio un pequeño salto y aplaudió, Lien suspiró de manera disimulada pero su mejor amiga lo notó.

—¡Qué emoción! Pondré tres alarmas... ¿Quién lo hará?

Meiling señaló a Lien y él abrió los brazos e hizo una reverencia que las hizo reír a ambas.

—Aquí el tributo, aunque insisto en que Meiling tenía más oportunidad de sacar su lado misógino.

La castaña entornó los ojos y movió un dedo en afirmación pero la aludida negó, tomó su chamarra, apagó la luz de su oficina y la cerró.

—Para que todos los Li me vean en horario estelar, nop, no va a pasar.

Comenzaron a caminar y Sakura levantó ambas cejas al recordar algo, se puso frente a sus amigos y comenzó a caminar de espaldas.

—Hablando de los Li... ¿Sabes de qué número calza tu primo?

Meiling ladeó la cabeza mientras que Lien se tensó.

—Eh... No... ¿Por?

Los hombros de la chica cayeron y Lien lo sintió como un golpe al estómago. Pero mantuvo su gesto neutral.

—Quiero regalarle unos tennis, sé que está haciendo este show de correr para que olvide al innombrable y la primera vez que lo intentamos llevaba unos que no eran para eso...

Su amigo soltó una carcajada un tanto irónica que provocó que Meiling lo viera feo.

—Jamás le he visto tennis deportivos a Xiao Lang —señaló la mencionada.

Lien también negó y endureció la mandíbula. Jamás era decir poco, Syaoran hasta se saltaba la clase de deportes con tal de no usar zapatos deportivos.

Sakura puso un dedo en su barbilla antes de girar para caminar de frente dejando que las personas a su espalda se miraran con más seriedad de la que quisieron.

—Tal vez deba escabullirme a su departamento, me dio una tarjeta por si lo necesitaba...

Y ahí fue cuando Lien no pudo negar más lo que tenía en frente. Era obvio que esos dos ya no estaban jugando, estaban cayendo en una relación seria que se iba dando de manera tan natural que ni lo notaron.

Empuñó una mano y bajó la mirada; Meiling, a su lado, tomó su brazo y lo vio preocupada pero él movió la cabeza de lado a lado.

Cuando llegaron a la puerta exterior del complejo, el chico miró al cielo, agobiado, mientras que las mujeres a su lado bajaron los escalones.

—¿Lien? —lo llamaron.

Él volteó y encontró a Meiling con su celular en la mano y un gesto de absoluto cansancio.

—Es el jefe... Quiere repasar las preguntas, ya le dije que vamos de salida pero el muy desgraciado...

Ella siguió maldiciendo al hombre pero Lien entendió que le estaba dando una salida para evitar a la fuente de su tristeza. Entornó los ojos, fingiendo molestia y, tras sacar su celular, miró apenado a Sakura.

—Debo ir con el tirano explotador... ¿me traerían sushi?

La castaña lo vio con algo de lástima mientras que su mejor amiga asintió y entrelazó sus brazos.

—Sushi y coca, te marco en un rato —exclamó haciendo caminar a la de ojos verdes y levantando la mano para despedirse con una sacudida.

Lien las vio alejarse y dejó caer la fachada de indiferencia.

Sakura debería clavarle un puñal en el corazón, en serio, sería menos doloroso. Pero al final sabía que no era su culpa, él nunca le confesó nada y se mantuvo como el amigo confidente que la abrazó cuando Eriol comenzó a alejarse.

Volvió a ver al cielo y, tras asegurarse que las mujeres ya no estaban cerca, bajó los escalones del complejo donde trabajaba y se dirigió a su departamento donde pensaba ahogarse en alcohol para cerrar ese libro con Sakura y finalmente avanzar.

Al menos eso esperó lograr.

Eriol tiró los restos de comida fuera de la habitación de Antón. Su ceño no se relajaba y su mente no dejaba de pensar en soluciones, traslados y tratamientos.

—¿Por qué lo hiciste? —Escuchó a su espalda y un leve estremecimiento lo recorrió al reconocer la voz.

Volteó y miró imposible a la doctora Daidouji que tenía brazos cruzados y una postura de enojo.

—¿Hice qué? —cuestionó de regreso a lo que ella llevó la mirada a la ventana del paciente que compartían. Se encogió de hombros—. El chico ansiaba comer eso y yo también.

Pero sabía que Tomoyo no se tragó la absurda justificación. En especial por la dieta que debía llevar a causa de las quimios. Metió las manos a las bolsas de su bata y se dispuso a regresar a su oficina donde debía hacer más llamadas.

—Recibiste la respuesta —dijo ella en un hilo de voz cuando pasó a su lado y no pudo evitar detenerse—. El banco de órganos dijo que no.

El doctor Hiragizawa soltó un silencioso suspiro y la miró de soslayo.

—Trasladarlo a Tokio sigue siendo la mejor opción...

—Una que sus padres no pueden costear... Lo acabas de ver, dudo que esta vez salga... Que pueda atenderse en su casa.

Y sí, Eriol lo sabía, por eso empezaron a cumplir los deseos de su lista. La recaída lo tenía peor que en otras ocasiones y Antón percibió su inminente final.

—La asociación...

—Es caso perdido, sabes la respuesta —alegó ella tratando de tragar el nudo en su voz.

Fue como si una nube negra se posara sobre la vida de ambos. Había algo en ese niño, tal vez la esperanza que él reflejaba teniendo todo en contra, o la paz con la que pensaba partir. Pero algo empujaba a sus doctores a querer darle un poco más de tiempo... Unos meses más.

Él se giró y con mucho cuidado, esperando que ella no lo tomara a mal, la tomó del brazo. Sus ojos amatistas lo vieron con lágrimas contenidas que él quiso retirar, pero no era su lugar.

—Seguimos intentando, hasta el final. Tengo más respuestas pendientes.

Tomoyo tragó pesado y tras cerrar los ojos por unos segundos, lo miró y asintió varias veces.

—Tal vez conozca a alguien que lo pueda costear —musitó pensando en cierto Li—. Solo hay que hablar con la familia y tratar de que accedan.

Los padres de Antón se negaban a trasladarlo, no solo por los gastos, sino porque la doctora Daidouji ya no lo vería en la otra ciudad. Pero si había una esperanza, cualquiera, ella renunciaría a su caso con tal de que consiguieran el transplante.

—Bien, habla con esa persona y yo cito a los papás de Antón.

Tomoyo movió la cabeza de forma afirmativa y, tras ver una última vez al doctor de mirada azulada, sacó su celular esperando que Syaoran le contestara.

—Creo que lo dejé en la oficina de Touya, espera —dijo Sakura a una Meiling que se acercó al enorme ventanal que daba a la fábrica.

Después de comer la pelinegra decidió acompañar a su amiga a la fábrica. Estuvieron hablando sobre la luna de miel y el contrato de la casa, cosas de las que la chica se quería deshacer.

Iban a revisar el contrato de ambas cosas, tal vez podían aplazar la fecha del vuelo y presidir de la firma de Eriol para vender la casa. Podía haber un hueco legal. Algo para que ella no sufriera más.

Meiling observó la fábrica con la misma fascinación de siempre, amaba ir, no solo por los Kinomoto, sino porque el ambiente de ahí era cálido y familiar.

Entonces reconoció a cierto hombre alto de piel blanca y cabello negro. Sonrío a su pesar y casi lo devoró de lejos. Él señalaba las enormes máquinas y hacia ademanes como si explicará algo.

Amaba sus manos, la hacían volar. Ante ese pensamiento relamió sus labios y se preguntó si sería invasivo que lo visitara cuando Sakura se distrajera.

De pronto apareció Sakura a un lado de Touya, desde lejos notó que su amiga hizo una reverencia a alguien y ladeó la cabeza con curiosidad.

El hombre alto señaló otras cosas antes de mirar a Sakura quien asintió varias veces, ella pareció despedirse y desapareció de la escena pero fue cuando por fin dio un paso adelante la persona a la que se dirigían.

—¿Kaho? —dijo incrédula.

La alta pelirroja llevaba su tablet en la mano, se puso a un lado de Touya y ambos miraron lo que sea que estuviera en la pantalla, notó como la casi secretaria de su tía Yelan lo empujó levemente por el hombro y esperó una reacción adversa del hombre, pues sabía que eso del contacto físico no era muy lo suyo.

Pero su corazón dio un involuntario brinco y ella hizo una línea con la boca cuando Touya rascó su nuca —su ademán de nerviosismo—, antes de señalarle algo a su espalda.

Luego caminaron hacia lo que supuso que fue su oficina.

—¿Mei, estás bien?

La aludida se sobresaltó, pero giró con una sonrisa que esperó no se notara fingida.

—Solo preocupada por Lien, creo que está trabajando de más.

Sakura asintió varias veces antes de acercarse a su amiga y moverse un tanto incómoda.

—¿Sabes? Pasó algo raro... En el transporte público... Me ha estado dando vueltas en la cabeza...

Meiling se mordió la lengua, casi quiso confesarle que su atolondrado mejor amigo moría por ella. Pero si Lien no lo hizo...

Movió la mano en ademán de descarte.

—Idiota; aseguró que tarde o temprano me haría pagar esa apuesta. —Le dio un guiño—. Me da gusto que no cayeras.

La de ojos verdes la vio no muy convencida, pero al final se encogió de hombros y le entregó los contratos.

—En todo caso mantengo mi palabra, se lo regalaré a ti y Lien.

La pelinegra rio y asintió varias veces, luego ambas se encaminaron fuera de su oficina y se dirigieron a la salida.

Cuando pasaron por la oficina de Touya, ella no pudo evitar voltear. Kaho le daba la espalda, así que no la vio, pero la mirada de él... Mordió su labio inferior para evitar el temblor que se quiso formar en sus labios.

Luego levantó la cabeza, haciendo que su cabello se moviera con gracia, y se repitió durante todo el trayecto que no eran nada.

Claro que cada que lo pensaba sentía que su corazón caía a sus pies y sus ojos carmesí se llenaban de lágrimas.

Sakura entornó los ojos cuando recibió otro mensaje de su chocolato. Era el quinto que le enviaba pidiendo que no fuera a la casa del horror.

Así le pusieron al que iba a ser su hogar con Eriol.

Pero ella quería las sábanas y almohadas que compró, estaban muy suavecitas y las de su hermano ya parecían lijas. Además, el olor de Eriol en una de ellas la estaba volviendo loca.

Dejó su celular de lado, después de contestar que era un exagerado, y buscó en su bolsa que llevara las llaves. Pero no fue eso lo que sacó, con su mano sostuvo la tarjeta que abría el hogar de Syaoran.

Era negra, tenía el nombre del chico en letras color dorado y se sentía muy ligera.

Debía meterse a buscar la talla de sus zapatos... Abrió los ojos con emoción cuando una idea le llegó.

Le escribió que si podía usar su MAC para un diseño, esperó unos segundos y recibió la contraseña de su sesión y chilló de emoción.

Correría a la casa del horror y luego iría a hacer estudio de campo en la casa del chocolato.

Manejó por inercia, no supo hacia donde se dirigía hasta que empezó a reconocer las casas con enormes jardines y camionetas familiares estacionadas en los garages.

Tenía mucho en la cabeza, entre los tratamientos, sus pacientes habituales y la situación con Antón, sentía que colapsaría bajo presión.

Y se le hizo irónico que su mente lo llevara al que en algún momento se debió convertir en su refugio. En ese lugar donde encontraría paz y una mujer que lo escucharía y amaría.

A diario pensaba en Sakura, en lo que le hizo... Se hicieron, y en que llegaron demasiado lejos. A veces meditaba sobre que lo que se dijeron ese día en el departamento de Touya no fue suficiente, que había cosas por aclarar.

Por confesar.

Pero luego se acobardaba y echaba toda necesidad de buscarla a lo más profundo de su alma.

A veces la extrañaba hasta como amiga, antes de que fueran pareja le marcaba y ambos hablaban por horas de lo que hacían o dejaban de hacer. En algunas ocasiones le llegó a mencionar que Lien estaba fascinado con ella pero ambos reían y lo descartaban.

Finalmente llegó a donde bien pudo ser su hogar, apoyó la cabeza en el volante y suspiró con pesar.

¿Si no hubiera llegado Tomoyo a Tomoeda, se habría casado?

Estaba de más pensar en eso, así que solo negó y sacó el control de la puerta del garage de la guantera, y la abrió para meter su carro y cerrar.

Se escondería ahí, luego buscaría un papel donde plasmaría su firma para que Sakura vendiera la casa y cerraría ese ciclo con ella... O al menos le facilitaría las cosas para que no se vieran.

Cuando el toque en su puerta no cesó por más almohadas que se puso en el rostro, se levantó de su sofá y caminó hasta la madera color negro y se asomó por el ojillo para ver quién rayos no lo dejaba ahogarse en su miseria.

Grande fue su sorpresa cuando encontró a su mejor amiga apoyada en la pared de enfrente con la mirada caída y una postura de derrota que hacía mucho no le veía.

Abrió lo puerta y sus ojos grises se encontraron con unos carmesí sumamente tristes. Él se apoyó en el marco de la puerta, con el brazo estirado, y la vio de arriba a abajo.

—Mal día, ¿eh?

Meiling se encogió de hombros antes de despegarse del muro para entrar al departamento. Miró la mesa en la que habían algunas latas de cerveza y luego llevó la atención a Lien.

—¿Tienes más?

El chico no dijo nada, solo se dirigió a su refrigerador y sacó una botella de vino.

—Date —le dijo al entregarla.

Meiling rio con sarcasmo, se quitó los tennis y los aventó a dónde no le estorbaran antes de sentarse en la cara mesa de su mejor amigo. Él no le dijo nada, solo se apoyó junto a ella y la vio abrir la botella y empinársela como si de soda de tratara.

Cuando la bajó, una gota se derramó por su comisura derecha, ella la limpió y señaló hacia el frente.

—El amor es una mierda —exclamó con enojo.

Lien tomó la botella de cerveza huérfana de su mesa y la abrió antes de levantarla.

—Amén.

Meiling bebió otro largo sorbo de la botella.

—Lo peor es que no somos nada... Pero esos dicen que duelen más, ¿qué no? —cuestionó al deshacerse de sus calcetas y aventarlas a la sala—. Y el desgraciado... Es un patán, igual que Eriol... Todos son patanes.

—Auch —musitó Lien antes de beber.

Ella rio y apoyó la cabeza en su hombro.

—Menos tú; siempre has sido sincero... Sakura se está perdiendo un gran, gran partido.

Su amiga comenzaba a arrastrar las palabras, y es que ella no era tan buena con el alcohol como él. Aunque si era sincero, la verdad es que ya estaba más del lado de la ebriedad.

—Sí que sí —afirmó repitiendo el acto con su botella de cerveza.

Meiling bebió más, casi acabándose la botella que en su momento estuvo llena.

—Kinomotos ciegos —escupió con un gemido y se dejó caer en la mesa.

Lien dejó la lata de lado, quería dormir, empezaba a ver borroso. Llevaba bebiendo desde que salió del trabajo.

—Vamos, Mei, mejor vamos a dormir —le dijo al tratar de levantarla, pero ella negó varias veces.

—Su cabello falso —lloró la chica—. Ese rojo es falso.

Lien suspiró, se giró y sin realmente intentarlo se metió en medio de las piernas de su mejor amiga para levantarla por ambos brazos.

—Eres aburrida cuando estás borracha y dolida —se burló.

Meiling no cooperó mucho hasta que él hizo mención de aquello, entonces dejó que la jalara y quedaron frente a frente, sin casi nada de distancia.

Se miraron a los ojos en silencio, ambos nublados por el alcohol y el dolor. Lien, sin querer, bajó la mirada a su boca color roja y se relamió los labios.

Meiling, por su parte, puso una mano en su hombro, su respiración se aceleró cuando él hizo aquello con su lengua y susurró—: Soy más divertida que cualquiera que hayas conocido.

Lien no pudo evitar sonreír con media boca, su cabeza le gritó que estaba mal, que se iban a arrepentir. Pero al final llevó sus labios hasta su cuello y succionó con lentitud hasta escucharla gemir.

—Vamos a descubrir si es así —musitó sobre su piel antes de jalar su cabeza hacia atrás e impactar sus labios de manera demandante y desesperada.

Cuando Sakura se bajó del Uber experimentó un hueco en el estómago. Ahí debería estar viviendo, a esa hora estaría por empezar con la comida para recibir a su esposo doctor.

Negó varias veces y soltó un fuerte suspiro.

Debía superarlo, no podía quedar atrapada en el pasado... Eriol ya estaba del otro lado y ella le seguía llorando.

Patética.

Alzó la cabeza decidida a no dejarse caer. Entraría a la casa del horror, tomaría sus sábanas e iría al departamento del chocolato a robar un par de tennis.

Sí, era un plan perfecto. No pasaría más de cinco minutos en esa casa.

Le pidió al Uber que la esperara y se encaminó a la casa, con cada paso que daba las ganas de vomitar se incrementaron pero se armó de valor y, cuando finalmente metió la llave a la puerta, decidió que Eriol Hiragizawa no la afectaría más de la cuenta.

Abrió la puerta, se quedó con la mano en la manija cuando entró y un tembloroso suspiro escapó de sus labios.

¡¿Por qué el desgraciado no llegó a la boda?!

Sus ojos se llenaron de lágrimas, le dolía un carajo estar ahí a sabiendas de que ese se suponía que iba a ser su "vivieron felices para siempre".

Apretó con fuerza la manija y cerró los ojos para retomar la compostura.

—Sábanas y almohadas, sábanas y almohadas —se dijo a sí misma.

Sería pan comido, solo debía dejar su corazón en la puerta.

—¿Sakura?

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y su corazón pareció salir para echarse a correr. Pero cuando levantó la cabeza y abrió los ojos, se congeló al encontrarse con la mirada azulada de Eriol Hiragizawa.

NA: *Liz reparte bolsas de hielo y pelotas antiestres*

Esas últimas escenas las tenía en la cabeza desde que empecé la historia. Y sí, se viene el desastre jajajaja

Perdón por la tardanza, me dio COVID, el homeschool me está sacando canas verdes y tuve mucho trabajo estos meses.

Pero por fin acabé, espero les haya gustado, son casi 7k palabras por la larga espera.

No sé cuándo voy a actualizar, quiero participar en el ONC con dos historias y debo escribir al menos 20k palabras de aquí a marzo... Algo así... No recuerdo bien la fecha de cierre jajajaja.

Pero bueno, estoy muy emocionada por esos dos proyectos, uno de fantasía y otro que involucra a un bebé jajaja. Me enamoré de las tramas con bebés, así que espero escribir algo diferente a ETYY.

El próximo capítulo va a ser entre comedia y drama, ese lo tengo planeado pero no escrito, pero prometo hacerlos reír un rato con las consecuencias de estos encuentros.

Amo a L/M, pero los haré sufrir con sus malas decisiones ;)

¡Nos vemos!

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