15 De favores y familia
Sakura llegó a su pequeña oficina con una bolsa llena de fruta en un brazo, café frappé en la otra mano, su mochila a su espalda y una caja debajo de su axila.
Maniobró como pudo para acomodar todo entre maldiciones y bufidos exasperados. Touya siempre le decía que debía dejar de tratar de cargar con varias cosas y que diera dos vueltas. Pero ella no escuchaba.
Una vez que dejó todo sobre su escritorio, logrando que nada se derramara o manchara, se dejó caer en su silla que soltó un fuerte rechinido al ser un tanto vieja.
—Dios, debí ir en la tarde por la fruta —se dijo a sí misma mirando hacia arriba.
Una melodía proveniente de su celular llamó su atención, entrecerró los ojos con enojo pues debía dejar su cómoda postura para responder el aparato que yacía dentro de su mochila. Tras un gruñido, se impulsó hacia el frente y buscó hasta encontrar el aparato para finalmente observar contrariada el nombre en la pantalla. Finalmente respondió.
—¿No tenías una junta? —cuestionó subiendo ambos pies a la silla.
Escuchó que la otra persona se aclaró la garganta.
—Voy saliendo... Fue rápido —contestó cierto castaño—. ¿Llegaste a tiempo al trabajo?
Sakura entornó los ojos.
—No tengo horario, soy mi propia jefa...
—Debes dar el ejemplo, ¿cómo crees que se ve una encargada llegando tarde?
—Como alguien sumamente ocupada...
—Porque eres incapaz de dormirte a una hora decente...
—¿Hablas para regañarme? Porque tengo una máquina esperando a ser engrasada...
Syaoran suspiró de manera audible al otro lado de la línea.
—No, aunque no está de más. —Sakura volvió a entornar los ojos—. Ya sé porque nos cansamos tanto al correr.
La chica miró hacia arriba con hartazgo, creyó haberse librado del intento de ser fitness.
—Y eso es porque... —Él carraspeó antes de tocar el cláxon, ella entrecerró los ojos porque odiaba que hablara mientras manejaba—. ¿De nuevo? Syaoran, es muy peligroso...
—Sí, sí... Bueno, trotar no es lo mismo que correr.
La castaña arqueó una ceja antes de prestar toda su atención a lo que el pingüino decía... Al parecer era más fácil arreglar una máquina del taller, que correr.
Eriol tomó el archivo frente a él y comenzó a analizar los estudios presentados por uno de sus pacientes. Se estaba cargando de trabajo, lo sabía, llevaba al menos dieciocho horas en el hospital, con solo una siesta de media hora, y no planeaba dejar el lugar o intentar dormir más.
Cuando no estaba pensando en el trabajo, la culpa de todo lo acontecido lo atormentaba provocando horas de insomnio. Tras varias noches así, decidió invertir mejor su tiempo.
Muchas veces abrió su WhatsApp y le escribió a Sakura las mil y un razones por las que no llegó aquél día. Incluso en uno de esos mensajes que terminaba borrando, confesó haberse enamorado de alguien que no sentía lo mismo así que estaba pagando el mal que le hizo.
Pero su cobardía siempre era más.
Ya ni siquiera intentaba sacarle a Lien información sobre su ex. Entre que le negaba saber algo, y lo poco que decía tenía que ver con el castaño primo de Meiling, prefería ya no moverle a su fracasada relación.
Aunque sí, a veces extrañaba la ternura e improvisación de Sakura. En especial en momentos dónde su trabajo era más de lo que podía soportar.
Un ligero toque lo sacó de sus cavilaciones, tras un breve suspiro exclamó—: Adelante.
Grande fue su sorpresa al ver la cabeza de cierto paciente asomarse al abrir ligeramente la puerta.
—Doc, ¿tiene un minuto? —preguntó con un sonrojo Antón, el joven que hacía menos de diez minutos se supone que despidió.
Eriol cerró el archivo en sus manos a la par que asentía.
—Claro, toma asiento —invitó antes de voltear al mini frigorífico a su izquierda—. ¿Tienes sed?
El joven negó y se sentó antes de volverse a levantar brevemente para meter una mano en la bolsa trasera de su pantalón para buscar algo.
—No, solo, es rápido, ¿sabe? Mis padres están visitando a un compañero y aproveché para escabullirme... —explicó atropellando las palabras.
El doctor observó a su joven paciente, atrás quedó el gesto de alegría y tranquilidad que mantuvo durante toda la plática sobre su estado. En ese momento parecía ansioso mientras buscaba.
—¿Todo bien? —preguntó un tanto preocupado.
Antón bufó antes de ponerse en pie para meter ambas manos a las bolsas traseras de su pantalón, finalmente de una de ellas sacó un montón de papeles.
—Mamá siempre dice que debo dejar de guardar los tickets, lo olvido, ¿sabe? A veces solo guardo el cambio con el ticket y termino lleno de papeles pero... —Fue descartando hojas y hojas al hablar hasta que finalmente llegó a una color azul perfectamente doblada en un cuadrado—. Aquí está, sabía que sí la traje —exclamó con emoción a la par que extendía el papel y se lo ofrecía para leer.
Eriol arrugó el entrecejo, sin embargo, tomó el papel en sus manos. Alzó brevemente ambas cejas mientras leía.
«Cantar desafinado en un karaoke, saltar en paracaídas, subir a la torre de Tokio a gritar, comer macarrones...»
Sintió una fuerte punzada a la altura del pecho y su estómago revolverse. No era la primera vez que veía algo así, muchos de sus pacientes lo hacían.
—¿Sabe... Sabe lo que es? —cuestionó el joven regresando a su asiento.
El doctor se aclaró la garganta antes de asentir y mirarlo con neutralidad.
Antón suspiró aliviado para después darle una enorme sonrisa.
—La hice a escondidas, yo sé... —El chico se encogió de hombros—. Entiendo la realidad de mi enfermedad... Sé que las probabilidades son del que... ¿Treinta? ¿Veinte?
Eriol dejó la hoja en su escritorio y entrelazó sus manos justo arriba de ella.
—Debes hablarlo con tus padres, que poco a poco te ayuden...
—Esa es la cosa, no quiero que ellos sepan... Ni la doctora Daidouji.
El doctor lo miró con sorpresa antes de fruncir el ceño y regresar a la lista.
—Mi vida ha estado marcada por la palabra esperanza —dijo en voz baja el joven, Eriol elevó la mirada y lo encontró con un gesto decaído—. Mi tipo de sangre, mi enfermedad... Mis padres siempre dicen que debo tener esperanza y esperar lo mejor... Pero soy realista, sé que ni siquiera llegaré a mi próximo cumpleaños...
—El tratamiento te da una esperanza de vida de...
Antón rio y lo miró con obviedad, aquello silenció al de lentes, ese niño reflejaba en sus ojos mucha más madurez que él.
—Vamos, doc, no sea como la doctora Daidouji, no alimente mis esperanzas con números que suben y bajan.
Se miraron en silencio por lo que pareció una eternidad, Eriol fue quien desvió la mirada.
—¿Por qué buscas a un doctor que acabas de conocer? Sé que la doctora Daidouji, o tus amigos, padres... Algún familiar, te ayudaría a esto más de lo que yo...
Antón se encogió de hombros antes de mirar hacia arriba, una sonrisa repleta de inocencia se formó en su rostro.
—Es un mago, ¿no? —Bajó la mirada y la clavó en el doctor—. Ayúdeme a ser invisible al hacer eso.
Eriol tragó con dificultad y volvió a repasar la lista. Eran pocas cosas, pero bastante significativas. Pensó en los estudios, en las escasas posibilidades de que el joven pudiera sobrevivir... Pensó en el irreversible daño que le hizo a Sakura.
Quería resarcir el daño, si Sakura no lo dejaba, al menos mejoraría como persona ayudando a otro... O eso quiso creer.
—Bien.
Aunque estaba de por medio su licencia, dejó ese pensamiento de lado cuando Antón le regaló una enorme sonrisa llena de complicidad y emoción.
Akiho guardó la propuesta de la campaña mientras hacía de lado la boca. Syaoran prácticamente salió corriendo, ni oportunidad le dio de debatir los puntos que debían tocar con sus clientes.
Si su ex no empezaba a comportarse como su compañero, tendría que adelantar la venta de sus acciones por más mal que eso se viera.
Perderían clientes, eso era inevitable en la venta, se molestó al pensar en que no mudaron su pequeña agencia a otro país para terminar con ella por un rompimiento.
Suspiró frustrada, sacó su tablet y redactó un mail. Al menos la tendría que leer.
Tocaron la puerta de cristal de la sala de juntas, ella levantó la mirada y encontró a la secretaria de Syaoran en la puerta, tenía un gesto de terror.
Pensó lo peor así que rápido se levantó.
—¿Pasó algo? Akizuki, fue...
La secretaria negó, pero miró detrás, al pasillo, como si un monstruo la fuera a tragar.
—El joven Li no me contesta... y... —La chica se enderezó en toda su estatura mientras Akiho la veía confundida.
Pensó preguntarle cuál era el problema, pero de pronto la secretaria de su ex se hizo a un lado y se inclinó levemente en ademán de saludo.
—¿Ahí está? —Una voz femenina preguntó con un dejé de molestia.
Akiho sintió un escalofrío recorrela de pies a cabeza, no tuvo tiempo de prepararse, pues para cuando Akizuki se hizo a un lado, cierta mujer que siempre la veía con desprecio se asomó a la sala de juntas.
Llevaba su cabello negro en una alta coleta, un largo vestido típico de China y ese gesto de seriedad —¿o amargura?— que nunca borraba de su rostro.
Cuando sus miradas se encontraron, la mujer la vio de arriba a abajo con descaro. Arqueó una ceja odiando su vestimenta, o mera existencia, y finalmente hizo un mohín de molestia.
—Shinomoto, no esperaba verte —dijo la dama entrando a la sala para mirar todo con escrutinio.
Akiho vio a la secretaria de Syaoran, con una mirada le rogó para que insistiera en buscar a su jefe a lo que la chica respondido sacando su celular.
—Trabajo aquí; a la que no esperaba ver era a ti —refutó ella decidiendo que no se dejaría intimidar así Syaoran ya no estuviera para defenderla.
La mujer la miró de reojo antes de encaminarse a la punta de la mesa de juntas. Como si fuera dueña y señora, tomó asiento y entrelazó sus manos sobre su regazo.
—Mi hijo es dueño, obvio me debes esperar todos los días —rebatió con una sonrisa irónica.
Akiho empuñó la tablet en su mano pero soltó un breve suspiro para calmar su genio. No empezaría a alegar con la señora, se negaba a caer en su juego.
Su ex y ella eran dueños a partes iguales, pero la dama frente a ella creía que por el apellido él era más que todos. Otro punto por el que decidió terminar todo con el castaño.
—Tengo una llamada que hacer, te dejo para que esperes a Xiao Lang con calma —dijo en su lengua natal antes de regresar a tomar sus cosas bajo la mirada pesada de la mujer.
Una vez que tuvo todo en sus manos, le dió la espalda y se encaminó a la salida de la sala con la espalda recta y la cabeza alzada.
—Shinomoto —la llamó y la aludida se detuvo en la puerta con un gruñido a punto de salir de su boca, finalmente volteó. La mirada penetrante de la mujer la hizo vacilar un segundo, pero mantuvo la postura—. Tenemos una plática pendiente, espero me puedas hacer un espacio en tu apretada agenda.
Akiho captó el sarcasmo en la oración, pero se limitó a asentir.
—Claro, Yelan.
—¿Tenemos una regla sobre esto? —preguntó Sakura limpiando sus manos mientras una bolsa de estraza le era ofrecida en el aire.
El chico de cabello castaño entornó los ojos antes de suspirar.
—Touya me avisó que te fuiste sin desayunar y que él no llegaría hasta tarde —explicó mientras ella tomaba lo que supuso era un desayuno nutritivo.
Al abrir la bolsa en efecto encontró una ensalada, fruta, jugo anaranjado y una galleta.
—¿Me ves cara de conejo? —cuestionó ella recargando la espalda en la máquina que estaba aferrada en componer mientras el chico la imitaba, con vestimenta formal y todo.
—Te veo fuera de forma —recalcó él llevando la mirada hacia arriba—. Deberíamos dejar el pan...
—Oh no, prefiero morir ahogada que dejar el pan —interrumpió ella mientras mordía la galleta que descubrió era de avena con arándanos.
Syaoran suspiró y bajó la mirada, la dejó clavada en el sucio suelo y Sakura masticó en silencio.
—¿Estaba en la junta? —preguntó en voz baja notando el gesto decaído del pingüino.
Él asintió solo una vez, movió con el pie una diminuta roca e hizo una mueca con la boca.
—Al menos no trabajas con él, nosotros compartimos la agencia.
Sakura dió otra mordida a la galleta.
—Tenemos la casa a nombre de los dos, si quiero venderla necesito su firma... eso sin mencionar que la fecha de la luna de miel es la otra semana...
—Deberías hacer una rifa...
—Lien dijo eso.
—Sí, lo escuché...
Se volvieron a quedar en silencio, Sakura sacó la ensalada y, tras destaparla, se la dió al chico a su lado.
Syaoran no dijo nada, pues sabía que ella sospechaba que tampoco desayunó del todo bien por su ajetreada mañana. Se limitó a aceptar el tenedor y comenzar a comer mientras ella se alimentaba con la fruta.
—¿Cómo consiguió Touya tu teléfono? —preguntó Sakura antes de morder un pedazo de manzana.
Él frunció el ceño, al momento de recibir el mensaje no lo pensó, incluso se le hizo normal porque al final del día estaba con su hermana y creyó que ella se lo había dado.
Pero si le estaba preguntando...
—¿Internet? —respondió con tono dudoso.
La castaña suspiró en silencio antes de mirar hacia arriba. La gente a veces era más obvia de lo que creían.
—¿Quieres que comamos en tu oficina? —cuestionó con una sonrisa llena de maldad.
Syaoran la vio de reojo, estuvo impulsado a negar, pero sabía que ese día Yuna tenía que ir a aprobar unos bocetos. Así que tras endurecer la mandíbula, asintió y volteó a ver la máquina en la que estaban apoyados.
—¿No es mejor cambiarla?
Sakura se metió un pedazo de melón en la boca y en su mente suspiró con tristeza. Recordó brevemente el exuberante precio de una máquina igual.
—Nah, verás que la logro arreglar —justificó fingiendo emoción.
Con todo y todo, no se atrevía a decirle a su novio de chocolate que la empresa estaba casi en números rojos.
Touya se pasó varias veces las manos por el rostro, estaba tan enajenado que no recordaba si se lavó el cabello o no.
Debía terminarlo de manera oficial, lo sabía, pero la amiga de su hermanita era una diablilla. Y él caía en su juego con la excusa de que ninguno tenía una relación formal.
Cuando ese par llegó a la vida de Sakura, realmente creyó que eran pareja, se veían como tal, así que grande fue su sorpresa cuando ella le robó un beso en el elevador del complejo.
A veces no sabía si Sakura estaba aferrada a que Lien y Meiling fueran pareja porque sospechaba lo de ellos, o era una eterna romántica que shippeaba a mejores amigos.
Suspiró cansado y puso las manos sobre el lavabo. Yukito le advirtió que seguir el juego de la pelinegra le iba a pasar factura, que terminar relaciones así era más difícil que una oficial.
También le dijo que si no era malo, no tenía porqué ocultarlo. Con eso silenció todas sus excusas baratas.
Tras darse una última mirada al espejo, salió del baño para encontrar a Meiling tecleando en su celular. Vestía una de sus playeras que por obvias razones le quedaba enorme, movía la cabeza al son de una canción en la tv, pero no dejaba de teclear.
Touya se apoyó en el marco de la puerta y cruzó los brazos.
—¿Perderás el trabajo? —preguntó un tanto enojado.
Meiling negó, pero por un instante arrugó el entrecejo.
—No, Lien me cubrió... Pero lo noto cortante.
Touya entornó los ojos y se encaminó a su clóset de dónde sacó la playera que usaría para el trabajo.
Mientras se la ponía, notó por el reflejo del espejo que colgaba en la puerta derecha de su clóset, como la chica suspiraba de manera disimulada y mordía su labio en clara preocupación.
—Parece grave —musitó.
Meiling levantó el rostro con un deje de sorpresa, pareció olvidar que estaba con él. Miró de nuevo su celular antes de dejar caer los hombros.
—Cosas del corazón —respondió girando las piernas para ponerlas sobre el suelo—. Ya lo resolveré.
Touya asintió vagamente, la siguió observando por el reflejo mientras se cambiaba. Pero no lo hizo por admirar el cuerpo bien trabajado de la chica, lo hizo porque su mirada estaba ausente y cada tanto fruncía el ceño.
Era increíble que la pelinegra no notara como Lien la movía, como ella se refugiaba en su amigo o que esa supuesta amistad estaba a un paso de romperse ante la negación de ambos.
Sacudió la cabeza y regresó a alistarse para el trabajo.
Era increíble que la chica no notara que la atención que le daba a Lien no era la típica de mejores amigos.
6. Prohibido presentar a los padres. Los padres significan compromiso, y no tenemos compromiso.
Sakura se amarró su agujeta mientras Syaoran revisaba su celular. Tenía veinte llamadas perdidas de su secretaria, incluso su WhatsApp personal estaba lleno de mensajes de S.O.S.
Frunció el ceño, abrió la aplicación de llamadas y estuvo a punto de presionar el contacto de su secretaria cuando una voz masculina lo hizo levantar la mirada.
—¡Hija! Milagro que te alcancé —rió un caballero con lentes, alto, de cabello café oscuro, mientras abrazaba a la castaña con sumo cariño.
Orbes verdes se clavaron en él, estaban llenos de pánico y eso lo confundió. De la esquina donde él aparcó su camioneta, apareció otro hombre que al verlos los miró con seriedad.
—Li, monstruo —dijo Touya observando a ambos antes de al caballero de lentes que alejó un poco a Sakura para verla de arriba a abajo.
—Cada que vuelvo te ves mejor, incluso ya tienes color en las mejillas —le dijo pasando la mano por el rostro de la chica.
Sakura se pintó de color rojo, pero no desvió la mirada asustada del castaño.
—Padre, exageras —musitó ella dando un paso atrás para quedar junto a Touya.
El hombre le dió otra sonrisa y se acomodó la maleta que llevaba al hombro. Al notar esto, ambos hermanos se abalanzaron para ayudarlo pero él les hizo un ademán descartando el apoyo.
—Basta, puedo con esto... ¿Ibas de salida? —prosiguió el hombre mirando a Sakura.
—Eh, sí... Voy a... A... —titubeó sabiendo que había una regla sobre su cabeza, vio a un Syaoran confundido antes de llevar la mirada a su hermano que casi asesinaba con los ojos al de orbes ambarinos.
El caballero, notando la dirección de la mirada, volteó y se sobresaltó al encontrar a un joven a su espalda. Tras dejar su maleta en el suelo, ofreció su mano.
—Una disculpa, no te ví ahí —rió el hombre—. Fujitaka Kinomoto.
No se tenía que ser un genio para saber frente a quién estaba, así que Syaoran se enderezó, sin notarlo, antes de ofrecer la propia mano.
—Li Syaoran.
Fujitaka esperó a que cooperara más con la presentación, pero el castaño se quedó congelado no sabiendo cómo proseguir.
—¿Eres trabajador o inver...?
—¡Sí/No/Algo así! —exclamaron los presentes al no saber qué hacer de la situación.
Syaoran se encogió de hombros ante la mirada asesina de Touya, y Sakura rio con nervios a sabiendas de que terminarían por romper la regla.
Tras un suspiro muy pesado, caminó a un lado de Syaoran, forzó una sonrisa y entrelazó su brazo con el chico.
—Pa, él es Syaoran... Mi novio de chocolate.
Entonces el castaño entendió de dónde sacó esa mirada asesina el más grande de los hermanos Kinomoto.
Té era servido frente a ella mientras el celular en su escritorio le gritaba que debía llamar a su ex para la conversación. Pero se mantuvo innerte, incluso sonrió con parsimonia antes de darle un sorbo a su bebida caliente.
Yuna tenía cita después de la hora de la comida, debía deshacerse de su ex suegra si no quería una batalla campal en la oficina.
—Xiao Lang debería estar aquí, es de pésimo gusto hacer esperar a las personas —espetó Yelan mirando en dirección al cristal que mostraba el pasillo afuera de la oficina de Akiho.
La chica quiso decir que nunca avisa que visitará, así que nadie la dejó esperando, y de avisar, Syaoran tampoco se hubiera presentado.
Pero se limitó a beber.
Yelan y su hijo tenían una relación de estira y afloje. Su ex suegra estaba aferrada a que el chico liderara las compañías Li, él prefería alejarse del apellido que no lo dejaba respirar.
Incluso así, él siempre era respetuoso con su madre, hasta cuando lo sacaba de sus casillas se limitaba a darle la razón aunque después hiciera todo lo contrario.
La dama frente a ella era una controladora de lo peor; cuando le hizo saber lo que se esperaba de la esposa de un Li, fue que se cuestionó si en verdad quería pasar la vida así con Syaoran.
Su suegra puso el primer clavo en el ataúd de su relación, ella y Syaoran los demás.
—¿No lo piensas llamar?
Akiho bajó su taza y miró a la dama; era hermosa, eso nadie lo negaba, pero lo de adentro estaba repleto de amargura y necesidad de control.
—Xiao Lang últimamente no responde mis llamadas... Y debe estar ocupado para no responderle a Akizuki.
Yelan arqueó una ceja y la miró con escrutinio antes de que media sonrisa se formara en su boca.
—Terminaron. —No fue una pregunta, lo dijo con tanta seguridad que Akiho se preguntó cuánto tiempo llevaba prediciendo el fracaso.
—Supongo que estás extasiada —dijo ella sin poder controlarse. Al menos se había librado de la suegra controladora.
Pero Syaoran le daba tristeza.
Yelan cruzó una pierna antes de mirar por la ventana.
—En parte, ahora ya no hay nada que lo ate a esta absurda idea de una empresa fuera de las tierras Li...
—Nunca lo até —intervino Akiho con enojo.
Yelan movió una mano descartando lo que dijo, se mantuvo viendo hacia afuera. La chica sabía que sin duda en su mente empezó a maquinar.
—Xiao Lang tiene responsabilidades, ahora que por fin se dejaron puede volver a Hong Kong y dedicarse...
—Dudo mucho que Sakura, su nueva novia japonesa, quiera dejar su ciudad natal —exclamó Akiho con seriedad. Sonrió por dentro cuando la mirada llena de sorpresa de su ex suegra la vio con suma contrariedad—. Y con eso de que llevan años amándose de lejos, estoy segura de que él se quedará aquí para hacerla feliz.
Sabía que estaba mintiendo, que tomó la historia de Syaoran y Sakura y le dió un giro a su conveniencia para molestar a su ex suegra.
Tendría que hablar con Syaoran sí o sí de la incómoda situación entre ellos tres, pero la cara de Yelan estaba valiendo la pena... Y la mentira.
Meiling siempre se preparó para los peores escenarios cuando de un Lien decepcionado se trataba. Se sabía desde borracheras locas hasta aventuras de una noche con varias chicas... A la vez.
Sí, siempre estaba preparada.
Por eso cuando llegó al estudio y encontró a un Lien totalmente serio preparando una entrevista, se descolocó.
—¿Tomó algo? —preguntó a la productora que la miró confundida.
—Tres cafés y cinco donas... —respondió ella mirando el guión en sus manos—. Creo que encargó empanadas...
Meiling observó a su mejor amigo desde atrás, él parecía estar totalmente concentrado en su trabajo, pero sabía que el exceso de comida significaba que estaba ansioso y decaído.
—¿Entonces así quedamos? Quiero que la luz no lo deje ver bien, que sea como un interrogatorio —exclamó Lien señalando las lámparas de arriba.
El encargado de la iluminación levantó el pulgar y el chico aplaudió antes de notarla y sonreír.
—¡Llegaste! —dijo él al acercarse para dejar un beso sobre su frente para después abrazarla por el hombro con un brazo.
—¿Qué opinas? ¿Crees que así confirme el desvío de dinero?
Meiling suspiró con disimulo antes de llevar la mirada al set. Les tocaba entrevistar al próximo candidato de la gobernatura de Tomoeda.
—Creo que es más probable que te hable de su perro Toby, pero vamos a ver qué tal lo haces.
Lien ladeó la cabeza más no desvió la mirada del set.
—Si lo entrevistas tú, puede que hable de la amante de Corea —masculló.
Meiling entornó los ojos y quitó la mano de su hombro.
—Para que todos los Li me vean en vivo y a todo color...
—Vamos, que se jodan —escupió el con cansancio antes de tomar el guión de manos de su productora—. Siempre dices que se jodan pero nunca veo que les digas que se jodan.
Meiling hizo un ademán descartando el comentario y se dió la vuelta para ir a su oficina, debía editar la entrevista a la influencer. Esas pequeñas intervenciones en el noticiero y periódico pasaban desapercibidas, pero entrevistar a alguien de la política...
Escuchó pasos detrás y supo que su mejor amigo la seguía. Una vez que llegaron a su oficina, ella se encaminó a su escritorio y prendió su Mac.
De reojo notó que Lien se quedó apoyado en la puerta y miraba hacia arriba.
—¿Sakura? —preguntó casi sabiendo la respuesta.
—Tomamos el bus juntos... Casi se lo confieso.
Meiling lo vio con sorpresa, pero él no desvió la mirada del techo.
—¿Casi?
El chico se encogió de hombros. Sonrió ante el recuerdo.
—Salió tan mal que terminé bien parado —explicó.
La pelinegra se apoyó en su silla y cruzó brazos y piernas. Lien parecía divertido ante lo que sea que estuviera rememorando.
—¿Entonces no sabe?
Él clavos sus ojos grises en sus carmesí. Fue una mirada intensa, seria, llena de secretos que ella no quería descifrar por miedo a lo que podía encontrar. Pero se limitó a arquear una ceja retándolo a no contar.
—No, y prefiero que se quede así.
Meiling entornó los ojos pero no dijo más, presionó las teclas de su teclado para poner su contraseña y vio de reojo a Lien caminar hacia la ventana de su oficina. Daba a la calle, no tenía una vista magnífica ni mucho menos, de hecho, su vista era la de una panadería.
—¿Pero estás bien?
Lien observó su reflejo. En su mente volvió a escuchar la carcajada de Sakura que, aunque lo hizo sentir un tanto mal, ahora que traía a la memoria, su gesto de liviandad y la felicidad detrás de la risa lo hicieron sonreír.
Incluso al romperle el corazón se vio hermosa.
—Obvio.
—Hoeeee, esa regla no duró ni una semana —gimió Sakura poniendo las manos sobre su rostro y apoyando todo en sus rodillas.
Syaoran se mordió la lengua, había perdido la cuenta de las veces que le pidió a la chica que no subiera los pies al asiento. Ella siempre se quitaba los zapatos, pero se hacía tan chiquita para entrar con todo el cuerpo en el asiento, que sentía que sus articulaciones lo resentían.
Pero ella no dejaba de hacerlo y él se cansó de regañarla como si fuera un viejo amargado.
—Creí que seguía de viaje —musitó él mientras esperaba que el semáforo cambiara de color.
Escuchó un fuerte suspiro. Su acompañante negó varias veces.
—Volvió antes, no avisó, nunca avisa, no le gusta ser una carga... Y no lo es...
El castaño asintió y rememoró el encuentro con su suegro de chocolate...
Si algo le quedó claro fue lo unida que era la familia Kinomoto, pues le contaron la verdad, la dura y cruel verdad de como se conocieron y el asunto en el que estaban metidos.
Fujitaka no dijo ni una palabra, se dedicó a escuchar y darle miradas calculadoras de vez en cuando. En todo momento Touya se mostró en contra del plan, pero dejaba en claro que mientras sirviera para alejar al cuatro ojos, se dedicaría a observar.
Al final el padre de Sakura le pidió mantener la última regla hasta el final, que esa era su única petición. Cosa que descolocó a los tres narradores de tan absurda situación.
Después de eso, entró a la fábrica para platicar con su hijo mayor sobre los nuevos contratos de materia prima que ayudarían a mejorar la economía de la fábrica.
Ingresó al estacionamiento de su trabajo y tras apagar el motor y tomar el celular de en medio, abrió la puerta para salir del vehículo.
Otra cosa que la chica nunca hacía era esperar a que le abrieran la puerta, ella se bajaba siempre así un valet parking estuviera a la espera.
—Ví un restaurante en el maps, dicen que venden de todo y muero por una hamburguesa con papas.
Syaoran entornó los ojos, llegaron al elevador y presionó el botón para que bajara por ellos.
—¿Por qué no tomas cianuro? Es más rápido y menos doloroso.
Sakura le sacó la lengua cuál niña chiquita mientras veía el teléfono del restaurante en su celular. Ya lo haría probar la comida rápida, se dejaría de llamar Sakura si no.
Cuando el elevador abrió sus puertas para que subieran, el castaño decidió contestarle a Nakuru, entre tanto que pasó olvidó la desesperación de su secretaria.
—¡Jefe! Por fin contesta —exclamó aliviada la aludida—. Aunque ya no sirve de mucho porque ya la están despidiendo...
Syaoran frunció el ceño al sentirse confundido, su secretaria siguió balbuceando sobre visitas inesperadas y el edificio casi en llamas.
—Akizuki, ¿qué pasó?
Supuso que tenía un gesto de preocupación, porque Sakura lo miró consternada.
—Es que... Su madre...
El elevador se detuvo, las puertas se abrieron y él levantó la mirada para encontrarse con una casi idéntica, pero bajo cejas delgadas y bien delineadas, que rápidamente viajó hacia la chica a su lado.
—Madre —dijo totalmente contrariado.
Bueno, hasta ahí llegó esa regla.
NA: Me tardé horrores en este capítulo porque el trabajo y la vida me absorbieron. Últimamente cada que inicio un proyecto la vida me quita ánimos, pero no me dejo caer.
En esta historia necesito una antagonista, y qué mejor que la matriarca Li jejejeje. Se esperaban eso? O que Akiho cayera sin querer en el juego?
Han leído que las mentiras son una bola de nieve que viene y te aplasta? Bueno, aquí todos están contribuyendo a la desgracia, creo que el único ajeno es Eriol, pero lo haré sufrir de todos modos, se lo merece ;)
Este capítulo llegó a las 5k palabras y me faltaron escenas, así que me salió otro capítulo, pero lo subiré hasta la otra semana, eso de subir muy seguido no me funcionó.
Leyeron el capítulo pasado? Creo que pasó desapercibido, dense una vuelta por ahí, no vaya a ser que se perdieron de algo ;)
A veces quiero escribir una historia solo de Lien y Sakura jajajaja, los amo juntos. Al menos en esta ya le cerraron la puerta al pobre ^^'
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