9. Cuidando al enfermo
—Agh...
Dodoria se retorcía sobre sí mismo en la cama. Esa mañana se había levantado con un dolor de cabeza terrible y la temperatura demasiado alta. Debería haber hecho caso a Zarbon el día anterior cuando le dijo que se llevara un paraguas en lugar de aventurarse en la lluvia sin nada que le protegiese.
—Dodo, te traigo un paño húmedo...
El rosado entre abrió los ojos para ver al peliverde acercarse a él con una pequeña toalla en las manos. Soltó un leve gruñido y se quedó boca arriba para que pudiera colocárselo en la frente sin que se cayera.
Zarbon se quedó mirando el rostro sonrojado por culpa de la fiebre de su marido y se sentó junto a él tras ponerle el paño, acariciándole las manos que tenía demasiado frías.
—Estoy haciendo un caldo para que te tomes ahora. Se supone que te ayudará a recuperarte antes —dijo mirando con preocupación a Dodoria —. Y deberías quitarte el pijama para que la temperatura te baje más rápido.
—Claro... —la voz ronca del rosado emitió una leve risa —. Es por esa razón que quieres que me lo quite, ¿no?
Sin embargo, Zarbon hizo una mueca ante el comentario. No debía estar tan mal como para bromear así.
—¿Quieres que te cuide otro? —dijo levantándose de la cama —. Porque por mí no hay problema.
—Zarbon... —los ojos febriles de Dodoria miraron con dificultad al otro —. No te enfades, era una broma.
Zarbon frunció el ceño. Él estaba realmente preocupado y sin embargo a Dodoria le parecía un buen momento para bromear... Dió un suspiro derrotado y puso los brazos en jarras mientras negaba ligeramente con la cabeza.
—Voy a traértelo. Y quiero que te lo tomes todo.
Dodoria torció el gesto, imaginando que si decía eso era porque debía de saber horrible. Se puso a imaginar qué sabor podría tener como para que le resultase difícil tomárselo, pero apenas le dió tiempo a pensar algo concreto cuando Zarbon ya había vuelto.
El peliverde dejó el plato el la mesita auxiliar y acomodó las almohadas para que fuese más fácil que Dodoria pudiera comerlo.
—Ten —dijo sentándose frente al rosado y tomando el plato en sus manos —. Vamos, abre la boca.
El caldo no estaba tan mal, pero la desgana de Dodoria por tomarlo hizo que tardara mucho más de lo que habría tardado en otro momento.
Al final, Zarbon terminó suspirando cuando el plato quedó vacío y se marchó de nuevo a la cocina, dejando al otro recostado de nuevo.
Dodoria era terriblemente tozudo a veces y ese día no era la excepción, le había costado mucho convencerle para que se quedara en casa descansando y no hacía más que cuestionar todo lo que él hacía para tratar de hacerle mejorar.
Tras terminar de fregar lo que acababa de usar, fue de nuevo hacia la habitación y se apoyó en la puerta, observando con una sonrisa un poco amarga a su pareja. En verdad era difícil cuidar de él, pues no solía estar en ese tipo de circunstancias y prefería apañárselas solo... O ignorar por completo su mala condición, como había hecho siempre que Zarbon no había estado ahí para evitarlo.
Avanzó hasta el rosado y se sentó en el suelo, observando su rostro dormido.
—Te quiero muchísimo, Dodoria. Puedes confiar en que haré todo lo que esté en mi mano para que estés bien siempre.
566 palabras
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