—¡Venga, no seas perezoso! ¡Hoy toca limpieza general!
—Pero Zarbon... ¡Estoy viendo la tele!
—¿Acaso quieres... —puso las manos en su cintura y miró seriamente a su pareja —. Que ocurra lo mismo que en nuestra primera semana como compañeros?
—¡Ni te atrevas! —Dodoria se levantó rápidamente del sofá y agarró un trapo y limpiacristales —. ¡No dejaré que me vuelvas a dejar todo fuera de la habitación!
—¡Y da gracias a que no lo tiré al incinerador!

Los dos comenzaron a limpiar la casa, con un tanto de desgana a decir verdad... Pero no había de otra.
Dodoria suspiró mientras se encargaba del extractor. A parte de las pocas ganas, se le sumaba la grasa que se acumulaba ahí por lo que aspiraba de cuando cocinaban...

—Qué asco —maculló cuando terminó con ello. Miró momentáneamente a Zarbon que en ese momento estaba con la pantalla del televisor, pensando en qué tipo de excusa podría ponerle... Pero recordó lo que le había dicho que haría si no colaboraba, así que reanudó la limpieza con la primera ventana que encontró —. Qué asco de limpieza. Siempre igual.
—Dodoria —el rosado se sobresaltó al escuchar la voz del otro y se giró hacia él temiendo que le hubiera escuchado —. He terminado aquí, voy a encargarme del baño. Cuando acabes tú limpias la habitación.

Dodoria le observó mientras se marchaba y dejó caer la cabeza contra la ventana. Qué iluso había sido al pensar que podría librarse de aquello.
Al cabo de unos minutos se fue con los productos de limpieza a la habitación de no muy buen ánimo. Sin embargo... Al pasar junto al baño pudo ver al peliverde fregando la bañera con fuerza. Su cabello recogido con una pinza dejando el cuello al aire y el sudor que le perlaba la piel consiguieron que Dodoria esbozara una sonrisa de medio lado. Se quedó junto a la puerta del baño, apoyándose en el marco mientras le observaba ensimismado. Incluso limpiando se veía hermoso.
La presencia del rosado fue notada por Zarbon al poco, haciendo que dirigiera la mirada a él con curiosidad.

—¿Qué haces? ¿Ya has terminado?
—Aún no... —Dodoria se rascó levemente la cabeza y torció el gesto —. Es tedioso. Y observarte es mucho mejor.

La mirada de Zarbon se quedó fija en los ojos contrarios. Completamente inmóvil, entrecerró los párpados escudriñando a su marido... ¿La amenaza no había surtido efecto? Necesitaría entonces otro modo para hacerle cooperar... Y para su fortuna no tardó en dar con uno.

Se levantó y caminó hasta el rosado, que le miraba con dudas sobre la forma en la que iba a reaccionar. Pero lejos de la posibilidad de que le gritase que se largara a hacer su parte o algo parecido, Zarbon tomó su rostro entre las manos y le dió un suave y largo beso.

—Cuando terminemos con esto, haremos lo que quieras —dijo suavemente. En casos así no valía la pena enfadarse, el cariño era mucho más efectivo y evitaba posibles discusiones.
—Oh... —Dodoria le miraba sonrojado al no esperarse aquello. Una sonrisa temblorosa asomó en sus labios y asintió —. Vale. Entonces supongo... Que iré a terminar ahora mismo.

Los dorados ojos de Zarbon se quedaron mirando a Dodoria mientras se dirigía al dormitorio y sonrió satisfecho. Los besos siempre funcionaban en momentos así.

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