27. Mascota
Zarbon iba corriendo bajo la lluvia con una mueca de disgusto y su camiseta enrollada alrededor de una pequeña criatura que llevaba en sus brazos. Había visto aquella cosita temblando en la calle y por una razón que le carcomía se había quitado la prenda de su torso y la había envuelto para ir enseguida a su apartamento.
—¡Dodoria! —gritó conforme entró —. ¡Tengo mucha prisa por aclarar una duda pero antes tengo que adecentarme! ¡Me he puesto perdido por culpa de la estúpida lluvia!
Dodoria se quedó tratando de procesar lo que estaba pasando después de ver a Zarbon desaparecer en el baño y dejarle aquel bulto que se movía en los brazos.
Observó la tela retorcerse y lo dejó enseguida en el suelo con cuidado, tratando de ver qué era lo que había traído el peliverde... Cuando vió aparecer un diminuto hocico peludito seguido de unos vistosos ojos amarillos y con grandes orejas en lo alto de la cabeza.
—¡¿Zarbon?! —exclamó asustado, temiendo que la pequeña criatura pudiera causar un desastre con tan solo un gesto —¡¿Por qué has traído un mini Lord Bills?!
—¡Ese es el problema! —gritó Zarbon desde el baño —. ¡Lo parece pero no lo es! ¡Fíjate en su cola, es anillada!
—¿Anillada...? —separó con cuidado la tela, descubriendo por completo al animalito y viendo una voluminosa cola que, en efecto, era anillada —. Aún así... Sé reconocer un gato cuando lo veo.
Se alejó lentamente, tratando de no realizar movimientos bruscos que pudieran hacer que el animal le atacara y fue hacia la puerta del baño.
Se quedó muy quieto, viendo cómo la pequeña criatura daba pequeños pasos inseguros y se caía al suelo de forma graciosa. Aunque el rosado estaba demasiado preocupado para encontrar aquello gracioso.
—¿Qué vamos a hacer con... Eso? —preguntó hacia Zarbon pero pendiente de vigilar los movimientos del recién llegado.
—Pues... —Zarbon se enrolló en una toalla mientras que con otra se quitaba la humedad del pelo y abrió la puerta del baño —. Ese es el problema. No sé si quedárnoslo...
—No.
—No me has dejado terminar —dijo entornando los párpados ante la interrupción —. No sé si es buena idea, pero es que no podía dejarlo a la intemperie... No sé por qué. Solo... No podía.
Los dos se quedaron mirando al gato, que les devolvía la mirada tras haberse recostado en el suelo como si fuese a dormir.
—Si quieres puedo intentar cocinarlo —dijo Dodoria tratando de encontrar una solución.
—¡¿Cómo puedes ser tan bruto?! —Zarbon le miró horrorizado ante la idea de su compañero —. ¡Es demasiado adorable para ser devorado!
—Oh... Así que es por eso que lo has traído. Porque te parece adorable —Dodoria torció el gesto y le dirigió una mirada reprobatoria al peliverde, que apartó los ojos.
—Sabes que tengo debilidad por las cosas bonitas —susurró.
—¡Pero no es una cosa! ¡Es un animal!
—¡Estaba temblando y haciendo ruiditos lastimeros! ¡Todo por culpa de la maldita lluvia! ¡No podía dejarlo ahí!
Un gruñido ronco salió de la garganta de Dodoria. Con que se trataba de eso... Pero que se hubiese apiadado de esa criatura no signicaba que pudiera llevarla a su casa y esperar que no hubiese problemas.
—De todas formas, no podríamos hacernos cargo —dijo tratando de convencer al peliverde —. Pasamos mucho tiempo fuera de casa y viajamos demasiado. No podemos quedárnoslo.
—Ya lo sé —Zarbon frotó su brazo confuso por la decisión que tenía que tomar. No quería desprenderse del gato, pero no tenía otra opción —. ¿Y si nos lo quedamos esta noche y mañana le buscamos un hogar?
Dodoria suspiró resignado y terminó aceptando. De todas formas ya era muy tarde y dado que Zarbon se negaba a desacerse de ello... Era la única opción. Se tendría que conformar.
Así que mientras él preparaba la cena, el peliverde se encargaba de secar al gatito y acariciar lentamente su pelaje. Dodoria le miraba de vez en cuando, pensando que aquello sería muy difícil. Parecía que Zarbon ya le había tomado cariño.
Antes de ponerse a cenar, Zarbon dejó en el suelo un plato pequeño con un poco de leche y automáticamente el pequeño animal comenzó a alimentarse. El hombre sonrió acariciándole suavemente la cabeza y se levantó para reunirse con Dodoria y comenzar su cena.
—No te encariñes demasiado, por favor —susurró Dodoria al notar que su pareja miraba hacia el plato de vez en cuando —. Mañana ya no lo tendremos.
—No me encariño —negó tratando de fingir que no le daba importancia al asunto.
Sin embargo, Dodoria sabía bien que aquello era una burda mentira y pensó en algo que quizás podría funcionar... Algo que comprobaría al día siguiente.
Y efectivamente, tras haber desayunado el rosado hizo que Zarbon agarrara al animal y le siguiera... Al apartamento que estaba al otro lado del pasillo.
—Dodoria... —los dorados ojos de Zarbon miraron brillantes al rosado, que le sonrió de medio lado.
—A ver si le parece bien —dijo acariciando la espalda de su pareja —. Así podrás ver a ese mini Lord Bills aunque no lo cuidemos nosotros.
Zarbon mostró una gran sonrisa, agradeciéndole de todo corazón aquel gesto.
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