—¿Lo tienes todo listo? —Dodoria comprobaba que no se le olvidara nada mientras esperaba que Zarbon hiciese lo mismo.
—Sí, vámonos.

Los dos se pusieron en camino a un campo de lavanda que habían descubierto hacía poco, dispuestos a pasar uno de sus días de picnic allí.
Los ojos de Dodoria se fijaron en Zarbon, que andaba con despreocupación y una sonrisa leve mientras tarareaba una melodía. Se había hecho un recogido con un montón de trencitas dejándose dos pequeños mechones de flequillo sueltos. Estaba tan hermoso... Y cuando se giró hacia él con alegría cuando llegaron al lugar que tenían en mente, las florecillas moradas tan solo reflejaron su belleza aún más.

—¿Cómo eres tan bonito? —preguntó embelesado, arrancando una suave risa del peliverde.
—Genética y arduos tratamientos de belleza —respondió con una media sonrisa arrogante.

Ambos se instalaron tranquilamente en donde les pareció mejor y comenzaron a preparar las cosas sobre el mantel.
Sin embargo, antes de que cualquiera de los dos comenzara a comer, Dodoria aprovechó que Zarbon le estaba dando la espalda para agarrarle de la cintura, acercarle a él... Y aprovechar para darle un beso en la nuca lleno de pasión que consiguió llenar el hermoso rostro del peliverde de un gran sonrojo.

Cuando finalmente se separó, Zarbon se giró hacia él completamente acalorado y esbozó una sonrisa maquiavélica.

—Dodoria... —se inclinó sobre su marido con la intención de vengarse, cuando de repente sus ojos se desviaron de su objetivo y se fijaron en un punto concreto de su brazo en el que de repente había comenzado a sentir un cosquilleo... Y todo el calor se le fue de golpe, dejándole lívido por completo —. ¡BICHO! ¡BICHO! ¡BICHO!
—¿Qué? —Dodoria trató de comprender qué es lo que había pasado, pero los gritos de Zarbon se lo dejaron más que claro casi al momento —. Zarbon, tranquilo. Deja que...
—¡NOOOOOO! ¡SEGURO QUE ES VENENOSO! ¡Y MIRA QUÉ FEO ES! ¡ME ESTOY MAREANDO!
—¡Pero cálmate! ¡Así sólo conseguirás que no te lo pueda... !
—¡QUÍTAMELO! ¡QUÍTAMELO! ¡QUÍTAMELO! —gritó Zarbon histérico, sacudiendo su brazo izquierdo tan rápido como podía para tratar de quitarse de encima el bicho que le había puesto así.

Dodoria trataba de averiguar dónde tenía lo que le estaba dando tanto repelús, pero al no ser capaz terminó agarrándole el brazo para que lo dejara quieto y poder mirar...

—¡MÍRALO! ¡SIGUE AHÍ! ¡QUERRÁ PONER SUS HUEVOS DENTRO DE MÍ Y...!

Dodoria agarró entre sus garras la cosa que según Zarbon le iba a matar y lo separó de su brazo con cuidado. Los gritos del peliverde se calmaron, dejándole sofocado y con lágrimas en los ojos.

—Mátalo —susurró tembloroso —. Tíralo al suelo y lánzale un rayo de ki.
—Pero Zarb... —Dodoria le miró con un poco de diversión que trató de ocultar lo mejor que pudo —. Es solamente una oruga. No va a matarte, ni a poner huevos dentro de ti, ni...
—¡Me da igual! —gritó dejando salir finalmente las lágrimas que se habían comenzado a formar a causa del susto —. Por favor, acaba con esa odiosa criatura.

Dodoria observó el pequeño bichito y torció el gesto. Sabiendo cómo era Zarbon, entendía perfectamente por qué se había puesto así... Y terminó accediendo a su petición.

—¿Ves? Ya está —dijo en voz baja tratando de tranquilizarle mientras agarraba el gel hidroalcoholico y echaba un poco en el brazo de Zarbon, para que se convenciera de algún modo que nada le iba a pasar —. Todo está bien.

Los acuosos ojos dorados miraron impresionados a los del rosado. Admiraba la calma que mostraba en una situación de riesgo como aquella y cómo en un momento lo había solucionado.

—Mi héroe —susurró abrazando a su amado, sintiendo de nuevo la calma llegar a él... Y acordándose de lo que iba a hacer antes de la aparición de esa cosa asquerosa —. Creo... Que teníamos algo entre manos.
—Tú me tenías entre tus manos —corrigió Dodoria, notando que el ambiente había vuelto a cambiar... Y que parecía que sí que podrían disfrutar a pesar del incidente anterior.

673 palabras