—¿Aquí?

Zarbon emitió una risa entrecortada al sentir el beso que su pareja le había dejado tras la oreja.

—Más abajo —susurró, notando los labios de Dodoria deslizarse por su cuello —. Debajo de la mandíbula. Ahí, justo.

Cerró los ojos y se dejó llevar por los suaves y efímeros besos que le brindaba Dodoria por toda la zona.
Cuando comenzó a bajar por la garganta, Zarbon se separó de repente con un sonrojo y negó con una media sonrisa.

—Déjame a mí también —dijo acercándose al cuerpo del rosado.
Puso la cabeza de Dodoria apoyada en su hombro y le besó varias veces en la nuca, consiguiendo que emitiera un suave murmullo que denotaba lo a gusto que se encontraba.
Zarbon se separó un poco, acariciándole las mejillas y se acercó a su rostro para darle un pequeño beso en cada párpado.

Dodoria rió entre dientes y le miró a los ojos con el cariño reflejándose en ellos.

—En la espalda —pidió en voz baja con un suave rubor.

Zarbon asintió complaciente y dejó que Dodoria se tumbara en la cama para proseguir con la petición de su esposo.
Y no tardó en ponerse a ello, cerniéndose sobre su espalda y dejando infinitos besos repletos de amor a lo largo y ancho de toda la superficie.

Sin embargo, una duda le asaltó al estar llegando al final. ¿Debía proseguir? ¿Cambiar a una parte más "segura"?

—Dodoria...

Él rió al saber perfectamente a lo que se estaba refiriendo y giró la cabeza haciéndole un gesto para que se pusiera a su lado.
Zarbon llegó enseguida hasta su altura y se recostó tal y como le indicó el rosado, mirándole con curiosidad.

—Te adoro —susurró entonces Dodoria.

Tomó el rostro del peliverde entre sus manos y le dió un profundo beso que alargaron hasta que se quedaron sin aliento, tras el cual siguieron muchos otros que cubrieron sus cuerpos de principio a fin. Besos que dejaban salir todo ese amor que se profesaban el uno al otro.

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