—Vale... El horno...

Dodoria miraba fijamente las instrucciones de la receta que quería probar. Se rascó la cabeza pensativo y dirigió la vista hacia el peliverde, que asomaba la cabeza por la cocina.

—¿Quieres ayuda? —preguntó divertido al ver la confusión en el rostro del rosado.
—Me vendría bien, sinceramente.

No pasaron más de dos minutos cuando Zarbon ya se encontraba allí tras haberse preparado para cocinar.

—Bien, veamos... ¡Oh! ¿Ibas a hacer un bizcocho? —sus ojos se dirigieron curiosos a Dodoria, que se sonrojó levemente y asintió —. Estupendo, pues vamos a ello.

Entre ambos se pusieron a preparar los ingredientes, el molde y el horno; todo listo para comenzar a prepararlo.
Zarbon empezó a untar el molde con mantequilla al tiempo que Dodoria iba haciendo la mezcla con mucho cuidado de no saltarse ningún paso.

—Ahora añado azúcar... ¡Ah!

Dodoria giró la cabeza sorprendido, viendo a Zarbon tras él con expresión juguetona y las manos yendo más allá de su cadera.

—Zarbon... Realmente quería hacer esto... —dijo con un hilo de voz, esforzándose por obviar la invitación.

El peliverde torció el gesto, pero no tardó en encontrar otro modo de estar cerca de su marido en ese momento... Así que dirigió las manos a las de Dodoria y pegó su torso con la espalda de éste.

—Estabas batiendo esto, ¿no? —susurró en el oído del rosado mientras retomaba la actividad que estaba haciendo Dodoria momentos antes de que le interrumpiera.
—S-sí...

Los dos estuvieron así durante un rato, con Dodoria realmente nervioso por aquel exceso de cercanía que a pesar de todo le había sacado una sonrisa temblorosa.
Y es que adoraba que Zarbon actuara de ese modo de vez en cuando. Había pasado muchas décadas imaginando aquellos gestos y desde hacía un tiempo sus fantasías habían cobrado vida.

¿Cocinar mientras su pareja flirteaba con él? Realmente era un sueño hecho realidad.
Cerró los ojos y dejó que Zarbon le guiara, abriéndolos poco después al notar un beso en el cuello y de nuevo la distancia entre ellos. Aunque esa distancia no fue demasiada, pues Zarbon se quedó justo a su lado mientras terminaban de mezclar la harina con las yemas y las claras montadas, acción acompañada de eventuales gestos y palabras cariñosas hacia él.

Cuando por fin metieron la mezcla en el horno, Dodoria esbozó una pequeña sonrisa maliciosa y llevó un dedo al paquete de la harina para instantes después restregarlo en la nariz de Zarbon, dejándola completamente blanca.
El peliverde parpadeó sorprendido, pero al ver a su amado reírse de aquello no pudo evitar contagiarse de esa actitud y arremetió contra él con los ojos chispeantes, dejando a Dodoria acorralado contra la vitrocerámica.

—Zarbon...
—No te importará si me vengo en lo que tarda el bizcocho en hacerse... ¿Verdad?

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