Adrenalina
Kanon se quedó petrificado mirando a Sorrento, quien abrió la boca para susurrar algo. En un ágil movimiento, Kanon tapó su boca, estaba totalmente aterrado de que los encontraran así. Se levantó tan rápido como pudo, se vistió al mismo tiempo que Sorrento tomaba sus cosas y volvía a recomponerse.
- Ocúltate bajo la cama.
- ¿Qué...?
- Hazlo.
Abrió la puerta. Ahí estaba Isaac, quien le comunicó que debían reunirse a la prontitud en el Salón de Poseidón, ya que algo había ocurrido y debían estar atentos.
- Y si ves a Sorrento, dile que por favor se apresure. No estaba en su habitación.
- Tal vez está entrenando.
- Debería estar pendiente, es su trabajo.
- Si lo veo, le diré. Voy en breves instantes.
Cerró la puerta tras de sí. Algo en él lo hacía tomar las cosas con menos severidad de la que debería. Sólo pensaba en una cosa...
- ¿Sorrento?
- Debemos irnos - dijo arreglándose.
- No quiero que te vayas así... No podemos separarnos ahora...
- Pero debemos ir rápido, puede que ocurra algo importante.
- Sí, es probable. Pero nada de lo que pueda ocurrir pasará por nuestras manos primero, tienen que pasar por otros pilares para llegar a los nuestros.
- ¿Y eso te hace sentir más tranquilo?
- Nos da tiempo. - dijo acercándose a él, volviendo a rodearlo con tus brazos, besándolo dulcemente. - No quiero dejarte ir.
- Tenemos responsabilidades...
- Lo sé. Estoy consciente de ello... - decía mientras se sumergía en su cuello.
- Debemos estar preparados...
- Lo estaremos en unos momentos más...
- Y ponernos nuestras armaduras...
- Debes sacarte primero esta ropa entonces... Déjame ayudarte... - decía desnudando a su amante.
- No deberíamos estar acá...
- Ni deberíamos besarnos - dijo Kanon sin dejar de besar su cuerpo - ni acariciarnos, mucho menos pensar en hacer el amor... Pero no puedo... No quiero nada más en este mundo que tenerte, Sorrento.
- Kanon...
- Si tú me dices que me detenga, lo haré. Sólo... Sólo dime si quieres sentirme. ¿Quieres lo mismo que yo? - dijo apoyando su frente sobre la suya.
- No... No lo sé, yo... No sé qué estoy haciendo.
- Yo tampoco, si te soy franco. Pero dime... ¿Sientes algo por mí? - Sorrento asintió con su cabeza, tragando saliva - Si algo nos llegara a ocurrir en esta batalla, no tendríamos otra oportunidad de estar así...
- No nos pasará nada...
- No lo sabemos.
- Eres muy fuerte.
- ... Y tú también, pero no conocemos a nuestros adversarios. Tal vez tengamos que tomar caminos distintos - decía mientras recordaba sus planes. Todo lo que estaba ocurriendo no era más que el inicio de su plan... - No quiero... Sorrento... - dijo besándolo nuevamente.
- ¿Qué quieres?
- Quiero todo. Te quiero a tí, ahora, en mi cama. Quiero hacerte el amor.
Sorrento se detuvo un momento a mirarlo. Los ojos suplicantes de Kanon se perdían profundamente en los suyos. Entonces, tomó una decisión: se entregó por completo. Jamás había deseado tanto a alguien como en ese momento de su vida. Sus lenguas se rozaban humedamente mientras buscaban avanzar hacia la cama, mientras se quitaban toda su ropa. Ambos desnudos nuevamente se miraron con deseo y respiraban agitadamente.
- Hazlo.
- ¿Estás seguro...?
Sorrento respondió con un beso.
Al comienzo, Kanon no dejó de besarlo. Sus manos recorrieron su piel, el roce generaba mucho calor entre ambos. La sed entre ambos aumentaba... Estaban listos para entregarse el uno al otro.
- Respira... Relájate.
Sorrento le hizo caso, y comenzó a sentir a Kanon moviéndose muy lentamente dentro de él. Luego de tanta incomodidad, sentía que el placer se acumulaba sin control en su interior. Comenzó a gemir, intentando respirar dentro de tanta satisfacción. Los cabellos de Kanon rodeaban su rostro, mientras que su amante clavaba sus ojos en los suyos cada vez que lo penetraba. Su mirada a cada segundo se perdía más y más entre tanto placer.
Entonces, Sorrento pudo sentir cómo Kanon comenzaba a gemir, como tantas veces lo había escuchado, haciendo que toda la escena se tornara increíble.
- Kanon, no puedo creer... No puedo... No puedo creer que estés así...
- ¿Así? - decía moviéndose más despiadadamente, provocando más gemidos de su amante.
- Así... Dentro mío... ¿Te gusta?
- Me gustas, Sorrento... Y ahora... Me gustas mucho más.
- Tú también me gustas...
- ¿Ah, sí?
- Sí...
- Ahora me lo dices...
- Sí...
- Ahora que estoy dentro tuyo, te gusto...
- Siempre me has gustado...
- Mientes...
- No... Siempre... Agh... Siempre, Kanon, siempre.
- ¿Me querías así?
- No... No pensé en esto...
- ¿Y ahora qué piensas...?
- Sólo... No sé...
- ¿Te gusta?
- Me gustas, Kanon...
- Y tú a mí...
Lo que debería haber durado tradicionalmente unos ocho a diez minutos, se extendió al menos por media hora. El apetito de ambos era voraz, crecía la necesidad de sentir más y más.
Se detuvieron porque tocaron la puerta nuevamente. La adrenalina los trajo de regreso a la realidad, pero esta vez, Kanon no quiso parar. Tapó con una mano la boca de Sorrento y comenzó a penetrarlo más fuerte que nunca, era tanto el placer que Sorrento sentía que sus ojos se perdían completamente y sus gemidos se ahogaban en esa mano. Jamás creyó posible tener un orgasmo tan profundo y mudo, pero lo hizo. Kanon en ese momento sacó su miembro del cuerpo de Sorrento y comenzó a tocarse fuertemente, mordiendo su labio para no gemir mientras volvían a tocar la puerta. Entonces su cara se transformó en un gesto de súplica, Sorrento se levantó un poco y tocó sus testículos, lo que hizo que Kanon acabara entre temblores sobre todo su abdomen, mientras el pelilila tapaba su boca para que no gritara.
Se quedó a su lado respirando agitadamente durante un largo instante. Besó el cuello de Sorrento, intentó ponerse de pie, pero aún temblaba.
- Jamás había tenido un orgasmo tan profundo... Me tiemblan las rodillas. - dijo recostándose a su lado.
Sorrento rió.
- Yo jamás pensé que podría sentir algo así.
- Yo tampoco.
- Pero tú... Has tenido muchas parejas...
- Sí, pero esto fue... Sublime. ¿No crees?
- Sí, bueno... Yo nunca había tenido... Ya sabes.
- ¿Qué?
- Ya sabes. Yo nunca...
Kanon lo miró sorprendido.
- ¿En serio? ¿Nunca...?
- Nunca.
- ¿Me estás diciendo que nunca habías...?
- Ya, no es para tanto. Sí, nunca había hecho el amor antes.
- ¿Tampoco sexo?
- ¿No es lo mismo...?
- No. En teoría, es lo mismo; en la práctica, diferente...
- Bueno, ninguna. ¿No estaban tocando la puerta?
- Cierto. Debemos irnos... Sorrento... Mírame.
- ¿Mmm...?
- Estoy enamorado de tí.
- ¿Por qué me lo dices ahora...?
- Porque nunca me había sentido así. Jamás me había enamorado de un hombre... De ningún ser humano en realidad... Esto se sintió diferente. Todo... Todo... No quiero guardármelo, quiero que lo sepas.
- ¿Eso cambia en algo las cosas...?
- Sí. Voy a pelear pensando en protegerte. Necesito volver a verte, necesito tenerte así de nuevo.
Sorrento sentía que su corazón se aceleraba.
- Vamos a estar bien.
- Por Poseidón... - dijo besándolo apasionadamente - que nos proteja a ambos, necesito volver a tenerte entre mis brazos.
- Kanon, yo...
Alguien tocó la puerta nuevamente.
- Dime. - susurró.
- No, mejor vamos...
- No, dime.
- Tal vez después. Así nos comprometemos a estar a salvo y encontrarnos.
- No me hagas esto.
Alguien tocó la puerta nuevamente. Desde afuera se escuchó a alguien llamando a Kanon.
- Dime, por favor. Necesito saber.
- Nada, es una tontería.
- Dime.
Seguían llamando a Kanon con urgencia. Sorrento miró la puerta.
- Kanon, gracias por esto. - dijo besándolo - luego hablamos. Debemos trabajar.
Se levantaron, arreglaron y salieron a toda prisa cada uno a su pilar.
Kanon no dejaba de preguntarse si sabría finalmente lo que Sorrento quería decirle.
Pasaron horas. Algo estaba sucediendo con su dios. Se acercaron al templo y ahí estaba, el gloria y majestad, sentado en aquel trono.
- Secuestraré a la encarnación de la diosa Atenea.
Kanon suspiró. Estaba apunto de desencadenarse una catástrofe en la Tierra.
- Inundaré todo el mundo. Acabaré con la raza humana que tanto protege la diosa de la sabiduría. Se ha equivocado en su camino, los seres humanos no merecen vivir más en este planeta. Necesito que vigilen sus pilares a partir de algunos días. Sabrán perfectamente cuando ocurra. Estén atentos, Generales Marina.
Kanon miró de reojo a Sorrento, justo cuando él también lo miraba. Estaban algo intrigados, pero la noticia de que no sería instantáneo produjo en ellos un alivio y un poco de picardía al pensar en pasar un poco más de tiempo al lado del otro.
Regresaron a sus habitaciones. Kanon observó su cama con las sábanas revueltas por completo. Se acercó y recorrió con su nariz aquellos lugares. La mezcla de los aromas de ambos cuerpos aún vivía entre aquellas suaves telas. Deslizó sus dedos y se dejó caer sobre ellas. Lo extrañaba, no sabía cómo, pero necesitaba verlo nuevamente.
Salió de su habitación y comenzó a caminar. En la ruta, se encontró con Isaac, quién lo miró con cara de sospecha. No quiso darle mayores explicaciones, simplemente siguió caminando. Sólo por precaución, se dió una vuelta innecesaria en el templo para desviar la atención de su colega.
Llegó a la habitación de Sorrento. No quiso golpear la puerta, simplemente intentó abrir la manilla. Estaba cerrado. No tuvo que forzar la puerta, porque Sorrento apareció y abrió.
- Sabría que vendrías.
- ¿Tan predecible soy? - dijo afirmado del marco de la puerta, mirándolo con su cabeza ladeada.
- Un poco.
- ¿Quieres que me vaya?
- No, claro que no. Entra.
Kanon ingresó. Habían muchas velas en una mesita, era lo único que iluminaba el lugar.
- Vaya, qué agradable. ¿Siempre las enciendes? - dijo apuntando las velas.
- A veces. Me calma esa luz cuando estoy algo nervioso.
- ¿Por qué estás nervioso?
- Porque me imagino cómo va a concluir todo esto.
- ¿Esto qué...?
- Da igual. Kanon...
- Dime.
Sorrento se detuvo a mirarlo un segundo. La luz tenue de las velas acariciaba su piel aterciopelada, provocando sombras en sus alucinantes curvas.
- Nada.
Kanon rió. Sorrento sintió que se derretía al verlo y escucharlo. Sus ojos se arrugaban exquisitamente cuando lo hacía, dejando ver sus hermosos dientes y su melodiosa voz ronca.
- Es muy agradable acá. - dijo observando el lugar.
- Se ve todo tan distinto contigo...
Kanon recorría con la yema de sus dedos la almohada de Sorrento. Ahí era donde todas las noches dejaba caer su hermoso rostro, su suave pelo... Agarró la almohada y la acercó a su nariz, aspirando el aroma profundamente. No pudo evitar cerrar los ojos al hacerlo. Sorrento lo miraba estupefacto.
- ¿Qué haces...?
- Tu olor... Es embriagante.
- No sabes lo que dices.
- Tú no sabes lo que dices.
Kanon se sentó en la cama. Sorrento lo siguió e hizo lo mismo. Se miraron un instante.
- No quiero que esto se acabe. - dijo Kanon.
- ¿Qué?
- Esto - dijo mirando alrededor - todo cambiará en algún momento. No quiero dejar de estar acá, contigo, en un momento así...
- ¿Qué te sucede, Kanon? Escucharte hablar así es... Desconcertante.
- ¿Lo es? No lo había pensado - dijo mirando las velas - pregunté por tí al oráculo. Jamás me había sentido tan confundido, pero después de tener respuesta, ya no tengo dudas. Quiero vivir esto contigo.
- ¿No es algo malo...?
- Y si lo fuera, ¿Qué? Los dioses siempre se involucran con almas mortales, y eso tiene una razón. No hay cómo resistirse a algunas pasiones, es parte de ser seres humanos.
- Sí, tienes razón. No pensé... Pensé que estaba enfocado en lo que debía hacer...
- Sólo háblame de una vez, deja de controlar tanto tus palabras y di lo que sientes.
- No es fácil.
- No te juzgaré, lo prometo.
Sorrento suspiró.
- Es difícil para mí pensar que me guste alguien como tú. Pensé que estaba libre de caer en estas cosas... Pero se siente tan bien estar contigo, nunca me había sentido tan vivo. Igual como dices tú, no quisiera que termine nunca, aunque ya sé que esto terminará.
- ¿Prefieres no vivirlo?
- No. Quiero vivirlo, quiero sentirme así... Aunque luego duela, eres... Vale la pena... Tú... - suspiró profundamente cerrando sus ojos - yo estoy enamorado de tí, Kanon. No puedo evitarlo.
- Y yo de tí, Sorrento. Esto es... - dijo tocando su mano tan bella y perfecta - ... Un regalo de los dioses. Sentimos lo mismo uno por el otro. Me siento afortunado de poder sentirme así.
Se miraron un instante largo mientras sus dedos no dejaban de acariciarse.
- ¿Y ahora qué...? - preguntó Sorrento.
Kanon se aproximó, quedando a escasos centímetros de su boca.
- No lo sé, dime tú.
Sorrento podía sentir el aliento de Kanon acariciando su rostro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro