6 Mel: Dueña de esas cuerdas
Sí, sí, he oído historias sobre toros y animales demasiado grandes que se aparecen a mitad de la noche en las afueras de Mefistópolis, cuando no tenemos cerca el bosque o la selva ni somos ganaderos. También he escuchado historias sobre los incubus que te chupan la energía o la sangre durante el sueño. Aunque no significa que las crea. Mefistópolis es una ciudad cosmopolita donde las mejores universidades han atraído a estudiantes de varios lugares del mundo. Tenemos atracciones turísticas incomparables: ruinas y pirámides, templos, colosos, un tesoro nacional que se exhibe en el Museo de Antropología, etcétera. Artistas, arquitectos, músicos, diseñadores, fotógrafos y escritores de renombre han salido de aquí. Y ahora resulta que también tenemos «brujas». «Los expedientes X» se quedan cortos.
Aria, como se llamaba en realidad la nieta de Marilyn Monroe, me aseguró que estaba en problemas.
–¿De verdad es tan cabrón el tipo? –preguntó Laila–, ¿como para que le hagas algo así de embrujarlo?
–¡Lo es! –replicó Aria–. Es un hijo de su puta madre.
–Y ¿por qué no lo cortas y ya? –pregunté yo. Todavía no me tragaba ni me creía eso de la brujería. Tampoco soy de caer en chismes ni soy ingenua, pero la mujer sonaba tan desesperada (y loca) que me dio lástima y la invité a pasar. Se miró las uñas sobre la mesa un rato antes de responder.
–Me dio coraje cuando me di cuenta de que no era la única. Ahora soy parte de una colección y esa colección está furiosa. Así que junté a un par de chicas para hacer un conjuro y castigarlo.
–¿Oye y no decía esa película de Jóvenes brujas que todo se regresa?
La boca sellada de la rubia produjo que su gruñido sonara animalesco y quizá fue pura coincidencia, pero el foco comenzó a parpadear. Le di un codazo a Laila para que callara. Se sentía una vibra demasiado pesada en el aire. Era evidente que el comentario incomodó a la bruja declarada, pero no dijo nada al respecto.
–El problema es –dijo– que mi plan ya no puede funcionar porque tú saliste de ese baño cuando no debías. Se supone que debía mirarme a mí primero después de beber la poción para que se volviera mi títere, pero ahora tú eres dueña de esas cuerdas.
–Títere como ¿tipo vudú? –preguntó Laila conteniendo la risa. Así de absurda sonaba.
Las mejillas de la bruja se alzaron y se le encogieron los párpados–. Ustedes no me creen, ¿verdad?
Ambas asentimos con fingida aceptación. Por supuesto que no le creíamos. Era una mujer despechada y la escuchábamos por solidaridad, y porque el cuento estaba buenísimo. Hasta pensé en pedirle usar su historia y que fuera modelo para mi proyecto, pero ¡por favor!, ¡quién se la tomaría en serio! Entonces las luces se apagaron y el foco parpadeó de un color rojizo. ¡Cómo es que un foco normal parpadea rojo! La sombra de la bruja pareció salirse del suelo y se le fueron los ojos hacia arriba hasta quedar blancos. La cabeza le colgó sobre los hombros en un ángulo imposible. Mi gata lanzó un maullido que sonó a guitarra maltratada. A la bruja se le retorció el cuello como serpiente que ataca al enderezar la cabeza y sus cabellos flotaron como si estuviera suspendida en el agua.
–Mel –dijo ¡la voz de mi padre!–. Recuerda no hacer cosas buenas que parezcan malas ni cosas malas que parezcan buenas.
¡Eso me lo dijo mi papá cuando entré a la adolescencia! Pero ¡llevaba muerto más de cinco años! Se me erizaron todos los vellos del cuerpo. ¡Era su voz! Y nunca creí volver a escucharla. Cómo me enojé de no tenerla grabada en ningún lado. Las películas de mi infancia eran mudas y mamá perdió las de 8mm en una mudanza. Me aferré a Laila y grité una majadería que, si me hubiera oído mi madre, se le hubiera encanecido el pelo. La luz volvió, la cabeza de la rubia golpeó la mesa y se levantó acomodándose el cabello algodonado.
–Deben –suspiró dos veces, como si hubiera perdido el aire– tomarse esto en serio. Tienes hasta la siguiente luna nueva. ¡El once de Noviembre!
–Ok, ok, y-ya te creo –aseguré–. No voy a pelar a tu novio. Le-le diré que no m-me busque.
La bruja dejó caer los hombros y alzó la mirada en hastío–. Tyler no es mi novio.
–¿No?
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