30 Mel: Voluntad cobarde
Desperté junto a Tyler.
Rodeaba mi cintura con su brazo sano y roncaba. El pelo le cubría la cara y apenas veía la punta de su nariz. Tuve que escurrirme debajo del abrazo hasta el suelo de su habitación para huir. No podía quedarme. Tenía una resaca equivalente a una erupción volcánica y una laguna mental tan grande como el Lago Ontario. Solo esperaba no haberlo besado la noche anterior.
Tanteé el suelo en busca de mis zapatos y oh, por Dios, ¿en qué momento traje esto...? Ay, si es cierto. Aria me hizo usar esta ropa de meretriz con todo y zapatillas. ¡Qué horror! Era tardísimo y no podía ir así al trabajo. Necesitaba ir a mi casa cuando menos por un par de zapatos. Jalé una playera negra de Tyler de una silla y me la puse. Intenté no estremecerme cuando su aroma me empapó.
Me sentí como mujer convicta: culpable y formulando el mejor escape para alejarme de la causa de mi caída.
Voy a irme al infierno.
No sabía qué me había hecho Aria, pero estaba segura de que por influencia de su tonto embrujo ya había manipulado a Tyler varias veces sin querer. Tenía que cuidar mis palabras con él de ahora en adelante, porque creo que fui yo quien le robó la voz. Salí a la sala que parecía el campo minado que boicotearía mis sueños de fuga; había un sin fin de cables, tripiés platillos ruidosos y tambores.
Empleé mis habilidades de espía para saltarlos con las zapatillas en la mano y sin tirar nada. Esquivé todo sin hacer un solo ruido. No quería enfrentar a Tyler después de lo de ayer. Otro día mejor. Abrí la puerta del departamento tan despacio como pude y me topé con un hombre de ojos grises que alzó una ceja al verme. Sostenía unas llaves que imagino había estado a punto de introducir en la cerradura. ¿Será que mi suerte también se vio afectada con este conjuro? No pensé que Tyler viviera con alguien. Sonreí con timidez y quise esquivarlo para salir, pero ambos dimos un paso del mismo lado.
–Tengo que entrar –dijo– y tú tienes que irte. –Asentí en respuesta. Señaló un costado para coordinarnos y finalmente dejé el lugar del crimen.
Giré para ver el edificio donde Tyler vivía, imaginando que se asomaría por la ventana para gritarme que no me fuera.
Mi celular comenzó a sonar en mi bolso y era Laila. Victor la estaba torturando, ya que era la única diseñadora presente. Por Dios, van a correrme. Me disculpé como pude y prometí llegar en menos de una hora al trabajo. Me estuve reprendiendo a mí misma por haberle abierto la puerta a Aria y permitido que se inmiscuyera en mi vida. Voy a ahorcarla. Nunca debí dejar mis clases de jiu-jitsu, pero juré que en cuanto la viera le rompería algo.
Como era de esperarse llegué tarde al trabajo y todos se hallaban reunidos en la sala de juntas. No alcancé a oír lo que se discutió, ya que salieron justo cuando me disponía a entrar. Víctor tenía cara de entierro y Laila parecía haber salido de un juego de feria. ¿Por qué traía esa sonrisa?
–El despacho está en la cuerda floja.
–No mames, Laila y ¿por qué sonríes?
–Porque vamos a emigrar a la mejor revista del momento.
–Tú estás loca.
–Sí, pero loca con un propósito.
–Y de dónde vas a conseguir que nos contrate alguna revista.
–No. No nos va a contratar «alguna revista». Nos contratará «El Cráneo» y tú vas a meternos ahí.
–¿Yo? Ya se te zafó de verdad.
–Necesitan una ilustradora.
–Yo no tengo tiempo de andar haciendo nuevos proyectos, Laila. ¡La expo!
–Oh, ¿sí te inscribiste?
–Voy a hacerlo.
–¿Cuándo? ¿Ayer?
–E-en la semana.
–Ay, amiga. Eres tan predecible. Ni siquiera te has dado cuenta de que ya se te pasó la fecha.
Balbuceé que estaba en tiempo. Anoté la fecha en mi agenda y ahora mismo lo estaba abriendo para corroborar y decirle a mi amiga que... diablos. Mis hombros cayeron como si me hubieran vertido plomo encima. No puede ser. Me volví a quedar fuera.
Laila se levantó a abrazarme. Me sonrió y me peinó unos cabellos como diciendo «Ya sabía yo que desde que viste que te iban a entrevistar en televisión te ibas a boicotear». Gemí de frustración. De verdad quería una oportunidad así. Vencer ese estúpido miedo y saltar a un escenario como hacía Tyler, y hablar con inteligencia y seguridad. Me llevé las manos al rostro. Soy una looser.
–Ya, deja de maltratarte. Esos dibujos con la partitura y todo son perfectos para mostrarlos al Cráneo. Son oscuros, rockeros... Entran por completo en el estilo que ellos manejan. Los vas a cautivar.
Seguí encorvada, pensando en todas las veces que me había propuesto entrar a exposiciones y siempre sucedía algo o más bien yo hacía que no sucediera, y ahora Laila esperaba que mi voluntad cobarde nos metiera en una de las mejores revistas de Mefistópolis. Apoyé la cara en mis manos. Vamos a quedar desempleadas.
–Anda, enderézate. Hagamos como que trabajamos para que Victor siga soñando conque podemos ayudar a rescatar sus metidas de pata. Oye, ¿y por qué llegaste tan tarde?
Hice un puchero y me mordí los labios para no escupir que salí con Tyler.
–Me quedé dormida.
Por suerte Laila estaba tan feliz y distraída que se lo creyó. Se acomodó en su silla frente a la computadora y se puso a arreglar unas imágenes. Todo iba bien y tranquilo hasta que llegó la hora de nuestro lunch y me jaló para que comiéramos fuera. Nos encaminó al estacionamiento del edificio y me extrañó un poco que no se dirigiera a su carro. Entrelazó su brazo con el mío y pasó de largo con esa sonrisa de payaso de fiesta que ya me estaba poniendo nerviosa. Casi la hago tropezar cuando me detuve de golpe al ver que se dirigía a un Pontiac rojo. Era el carro de Carlos y él nos esperaba recargado en la puerta del conductor. Se enderezó en cuanto me vio y su manzana de Adán saltó en su garganta.
No es que no lo hubiera visto en el despacho, pero ambos hacíamos un buen trabajo evitándonos. Lo peor es que no le había contado a nadie el incidente. Solo Tyler sabía que casi lo mato con una llave de estrangulación cuando intentó propasarse conmigo estando ebria.
–¿Y ora ustedes? –nos espabiló Laila–. ¿Pasó algo?
Los dos dijimos que no. Carlos se subió a su carro. Se notaba que apretaba los dientes por el abultamiento en su mandíbula. Se agarró fuerte del volante y echó el carro a andar.
–Oye, voy a quedarme a reponer las horas de la mañ...
–Ay, si serás boba, yo ya hice todo. Me la debes eh. Anda, súbete para que Carlos nos cuente lo que le dijo su prima.
–¿Su prima?
Y a mí qué me importaban los asuntos familiares de este estúpido. Como yo permanecí congelada en mi lugar, Carlos volteó hacia mí para decirme que su prima era modelo de algunas revistas.
–Y ella sabe cómo está el asunto del Cráneo. ¿Vienes o no?
Atención, esta historia no ha sido abandonada; repito, esta historia no ha sido abandonada. JLGrimson simplemente se está enfrentando las bolas que le arroja la vida. Malabarea con cinco gatos, dos gremlins y dos nuevas historias que está tratando de no abordar antes de concluir las que están en línea.
Y aclarado esto, ¿cómo ven la reaparición de Carlos? Lo sé, yo también lo detesto y detesto que Mel se calle, pero todo karma se regresa tres veces en esta vida, eso es una certeza. Por eso procuro portarme más veces bien que mal.
Gracias por seguir por aquí a los que se han quedado, no se me vayan.
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