28 Mel: Juguete relleno de helio
Fui expulsada de mi cuerpo y floté hasta el techo mientras que una silueta blancuzca se introdujo en mi figura. Esa yo de abajo despedía un aura fantasmagórica, se quedó quieta y con los ojos cerrados un momento. Cuando habló, me di cuenta de que todo había sido una trampa.
–Oh, Tyler –dijo la Melodía falsa–. ¿Por qué no estamos en Las Brujas?
Era mi voz, pero ¡también escuché a Aria!
–¿Quieres ir? –preguntó él.
–Me encantaría –sonrió la otra yo–. Voy por mis cosas.
Aria me jaló a la habitación como si fuera un globo atado a su muñeca y yo me desplacé sin control sobre ella. Dejó la puerta del cuarto entreabierta como si invitara a Tyler a espiarla. Comenzó a hurgar en mi guardarropa, descartando uno y otro atuendo hasta que encontró un vestido rojo con escote que nunca llegué a ponerme porque mostraba la cicatriz de mi hombro. Lo observó con detenimiento y sonrió. Oh, no. Ni lo pienses.
–¿Por qué no? –pareció responderme. Lo descolgó y buscó en mis zapatos. Encontró el par que le hacía juego en una caja sin abrir. Se desvistió frente a Tyler que se torció el cuello para admirarla desde el pasillo. Ya habíamos estado juntos, pero aún así me sentí expuesta. Aria me exhibía con descaro y yo quería cerrar esa maldita puerta. Estiré los brazos y mis dedos solo traspasaron la madera, como si fuera de vapor.
¡Devuélveme mi cuerpo!
Una vez vestida, mi yo maligna alzó la mirada. Me guiñó el ojo, se llevó un dedo a los labios en señal de secreto y le dijo a Tyler que estaba lista.
–¿Nos vamos en tu moto?
Tyler giró la cabeza como canino desconcertado.
–¿Quieres que te lleve en la moto? ¿Qué tenía el jugo, eh?
Aria Melodía asintió. Pero ¡qué idea más estúpida que un hombre con un brazo roto te lleve en su moto! ¡Vamos a morir!
Ella rió y le palmeó el brazo con coquetería.
–¡En serio! Estás súper rara.
Por supuesto iba a darse cuenta de que yo no estaba siendo yo, pero ¡se lo tomó a juego! Le ofreció el brazo y ambos partieron. ¡Ella ni siquiera se tapó del frío! Fui jalada a esa extraña cita, en mi papel de juguete relleno de helio. Caminaban hacia la acera cuando Tyler se dio una palmada en la frente.
–¿Sabes qué? Vine en autobús. Mi moto tronó hace unos días.
Tengo un ángel, tengo un ángel, ¡tengo un ángel!
Aria Melodía hizo un puchero y yo sentí tanto alivio. Alguien allá arriba me estaba cuidando. Con suerte el efecto del jugo se acababa pronto y volvía a mi cuerpo. ¡Diablos! Iba a agarrar un resfriado si esta mujer no me tapaba. ¡Cuánto tiempo más estaría flotando así!
–Vámonos en taxi –propuso ella.
Pero ¡qué mujer tan empecinada! ¿Qué quería ir a hacer a Las Brujas? Si Tyler ya ni trabajaba allí.
Cuando llegaron, hizo que Tyler pagara el taxi y no movió un dedo para pagar su entrada al antro. Se veía que quería sangrarlo de todas las formas posibles. Y Tyler lucía tan contento e inocente como un niño a punto de ser devorado por una demonia. ¡Pero qué tonto eres Índigo!
El ritmo pausado de un blues los envolvió al entrar. Se sentaron a la barra donde ella llamó al bartender. ¡Quiere meterme alcohol! ¡A mí que me emborracho con cuatro tragos de cerveza! Pero ¿qué bebida le estaban preparando? Roja, en un vaso curvilíneo, con una cereza y un limón en la orilla.
Tyler recibía saludos de varias manos, palmadas, risotadas.... «Te extrañamos», le decían algunos. Le preguntaban cómo se lastimó el brazo y cuándo volvería Demencia a tocar ahí. La banda de Tyler era en verdad popular. Yo hubiera observado todo con timidez y la boca abierta, pero en lugar de ello, Aria se comportaba con apatía y un aire de aburrimiento. Toda su atención se enfocaba en los movimientos del bartender que adornaba con una sombrillita su encargo.
–Sex on the Beach –anunció él al presentar la bebida roja ante la impostora. Aria Melodía dio un sorbo al popote, gimió de placer y codeó a Tyler para que pagara. Él echó un vistazo a la copa, alzó las cejas y le dijo algo a la supuesta «yo» al oído. Mi impostora soltó el popote, echó la cabeza hacia atrás y se carcajeó.
–Estaré bien, Tyler. Págame dos.
La sonrisa de Tyler comenzó a flaquear, pero le dio los billetes al bartender. Dio una vuelta al asiento giratorio de mi falsa yo y la estrechó por la cintura con una mano. No quiero ver, pero así no había forma de cerrar los ojos. Si la besaba, ¿me besaba a mí? ¡Maldita Aria! Afortunadamente alzó una mano justo antes de que Tyler llegara a sus labios y volvió a succionar del popote hasta que sorbió la última gota. El bartender le entregó la segunda orden sin que lo pidiera y ¡Aria se pegó al nuevo popote!
–¿No estás bebiendo muy rápido?
Aria se cubrió la boca para soltar un eructo de frutas.
–Tienes razón. –Se levantó de su asiento y se excusó para ir a los baños–. Ahora vuelvo.
¡Pero no llegó a los baños! Alguien la jaló de la mano.
–¡Melodía!
El chico era más joven que yo, quizá preparatoriano. Las fosas nasales de Melodía maligna se abrieron ante el exceso de perfume que emanaba. Llevaba el pelo largo amarrado y una pulsera delgada de cuero en el brazo.
Ay, sí lo conozco, pero... no sé de dónde.
Ella echó un vistazo a la espalda de Tyler que la esperaba en la barra, ignorante del encuentro. El chico continuaba tomándome la mano y Aria no hizo el intento por soltarse.
–Recórdame tu nambre.
¡Mi madre! ¡Ya sonaba ebria!
–¡Ya se te olvidó! –exclamó él, haciendo que su protuberante manzana de Adán brincara–. Soy Ziggy.
Rayos, no sé si lo conozco en serio ¡o qué! Sin embargo, Aria sonrió–. Ssoy mala pora los nambress, pero nonca olvido una cara guapa.
Pero ¡qué zorra! ¡Devuélveme mi cuerpo!
Aria Melodía equilibró en un pie antes de recargarse en el pecho del chico para darse apoyo. Esos zapatos eran demasiado altos para mis piernas desacostumbradas a usar tacón. Él le acercó demasiado el rostro y le preguntó si quería sentarse.
–Sssí, grraciass.
¡Nooo! ¡Ya lo recordé! Era el chico de la "guitarra penetrante". ¡Vete, Aria! ¡Vete de ahí! ¡Aria! ¡No me hagas hacer algo que no quiero! ¡Te odiaré toda mi vida!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro