Luego de dos años viviendo con su abuelo, Matías pensó que fue la mejor decisión que pudo tomar. Nadie lo vigilaba, tampoco lo perseguían y al fin alguien lo escuchaba. Claro que había continuado con sus estudios por orden de sus padres y los llamaba cada semana para mantenerlos tranquilos.

En su cumpleaños número 19, él despertó por los gritos de su abuelo, quien cantaba de manera muy desafinada la mítica canción del feliz cumpleaños. Matías le dio una sonrisa a pesar de que apenas podría mantener los ojos abiertos, todavía seguía dormido, y su cara terminó cayendo sobre el pastel.

—Es... un poco temprano... —dijo para luego soltar un profundo bostezo.

—No, son las 7 a.m —respondió mientras veía a su nieto comer el pastel con la mano, ni siquiera le importaba ensuciarse con la crema al estar tan dormido—. Planeé actividades que podemos hacer juntos hoy y esta tarde vendrán tus padres.

—Bueno, voy a cepillarme los dientes —con pesadez salió de la cama mientras que su abuelo llevaba el resto del pastel al comedor para acompañar el desayuno.

Había dos baños en la casa, uno era el común que incluso usaban los sirvientes y el otro estaba en la habitación de Maximiliado, estaba adaptado a él.

Matías mojó su rostro para despabilarse, estaba cerca de la cocina y escuchó el sonido de unas ollas caerse. No le hubiera tomado importancia pero fue un gran estruendo.

—¿Qué pasó? ¿Nadie se lastimó? —preguntó al pensar que había sucedido un accidente con el cocinero pero quedó con la boca abierta al verse asaltando la heladera. Ambos se quedaron paralizados con la misma expresión de susto y sorpresa al verse.

Era como estar frente a un reflejo de carne y hueso, él reaccionó al escuchar la voz de su abuelo llamarlo desde el comedor.

—Puta madre, el abuelo pensará que rompí la promesa por tu culpa —maldijo al momento de tomar a su otro yo del cuello de su ropa.

—Espera, espera... ¿dónde estoy? —le preguntó al salir del shock.

—Fuera de tu universo, volverás por donde viniste —ordenó al comenzar a arrastrarlo.

—Los otros no crean esto, increíble...

—¡Matías, tu café se enfría! —ambos escucharon el grito del hombre.

—El abuelo... ¿puedo verlo? —con esa pregunta el Castel de esa realidad dedujo que su otro yo venía del espejo 4.

—Puedes estar con él hasta la tarde, planeó actividades y todo eso —le dijo, aunque también le dejó las cosas bien claras—. A las 17 de la tarde regresarás a tu universo, no menciones nada de tu mundo y no intentes nada raro porque soy tú, conozco todos mis trucos.

—E-Entiendo, después de todo llegué aquí por error. Pero si eres yo... ¿por qué tienes una cicatriz en el cuello? —cuestionó.

—Suicidio, para deshacerme de Iron Hell —resumió para terminar la charla, sin embargo su otro yo hacía cientos de preguntas sin sentido.

—¿También hay una Lady aquí? ¿Conoces a un doctor enojado o a alguien llamado Nathaniel? ¿Ya vencieron a Cy?

—¿Quieres que responda o irás con el abuelo? —lo interrumpió mientras lo empujaba hacia fuera de la cocina. Su otro yo asintió, entonces siguió el camino que le indicó hacia el comedor. Desde el pasillo escuchó los regaños de su abuelo, preguntándole por qué lo abrazó repentinamente y la razón de sus lágrimas.

~~~~~Continuará~~~~~