Capítulo 5
Al momento de regresar en sí, el muchacho abrió los ojos perezosamente, aunque, al recordar lo que pasó, miró a su alrededor. Sin embargo algo sostuvo su cabeza y, viendo reojo, se topó con los ojos verdosos de la mercenaria.
Ella sostenía su cabeza con su mano y acerca algo. Se trata de una brocha con espuma de afeitar, al terminar de distribuirla por todo su rostro alejó la brocha y tomó una filosa navaja.
-No, aléjate -exclamó, aunque sólo provocó que ella sonría.
-Sólo voy a afeitar esa barba. Tu cuerpo maduró y me pregunto... -ella pasa la hoja por su rostro de manera rápida pero a la vez cuidadosa, quitando cada vello junto con la espuma-. Oh, parece que recuperaste tu cara de bebé.
-¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? -preguntó aunque la mujer simplemente lo calló con una mordaza y luego también cubrió sus ojos.
-Estás en los huesos y hueles mal... No puedo llevarte así a casa. Tus padres se molestarán conmigo -dijo mientras limpiaba el resto de espuma de su rostro-. No te alimentaste bien, aunque tu cuerpo no está mal.
Al escuchar eso, él notó que se encontraba completamente desnudo, sin embargo no podía hacer nada al respecto al encontrarse atado a la silla de metal en el centro de la habitación, sin mencionar que tenía mucha hambre. Sus burbujas no podían crearse de la nada y exigían algo a cambio, eso era energía producida de vitaminas, proteínas, azúcares, grasa y otras cosas de los alimentos que él consumía. Era simple, sin comida no hay poderes.
Un poderoso chorro de agua tibia lo golpeó, la responsable era la mujer quien tenía una manguera de bombero en sus manos. Abrió las llaves un par de veces más, entre chorros también arrojaba jabón hacia él y finalmente lo enjuagó.
-Ya está, hámstercito. Sólo es un poco de agua -comentó mientras lo escuchaba toser, realmente se estaba ahogando debido a la húmeda mordaza-. Agradece que no fue agua helada -susurró al acercarse.
Él sintió que sus ataduras que lo fijaban a la silla se soltaron pero la mujer lo tomó de las esposas para jalarlo. Antes de abandonar el lujoso baño, ella arrojó una toalla sobre el muchacho, aunque no cubría su desnudez, si ocultaba su rostro para que los habitantes de esa mansión no descubran su verdadera identidad.
-T-Tengo frío -se decía mientras controlaba los temblores de su cuerpo. No sabía a dónde lo llevaría, se sentía avergonzado, inútil y asustado-. ¿Quién es ese? -se preguntó al escuchar una voz masculina.
-Señorita, le dije que mis sirvientas podían ocuparse del baño.
-Y yo le dije que me ocuparía de él -respondió en un tono serio, haciendo temblar al hombre trajeado. Él solamente quería ayudarla para no invocar su ira pero comprendió que había conseguido todo lo contrario. El rubio comenzó a balbucear cosas, estaba pidiendo ayuda, aunque la mercenaria lo jaló para acercarlo a ella-. No te resistas, si no, no te voy a dar ropa -le dijo en voz baja a su oído, haciendo que el muchacho quede muy quieto y tranquilo al recordarle que estaba desnudo.
La mujer siguió su camino, dejando al dueño de casa detrás. El muchacho casi tropezó con el umbral de la puerta cuando ella lo empujó dentro de la habitación. Al tener los pies descalzos sintió una suave alfombra, además allí no había ninguna corriente fría de viento.
-Vístete -le ordenó al quitarle la venda de sus ojos. Él miró a su alrededor encontrando un cambio de ropa, ella lo pateó y lo hizo caer sobre una cama de dos plazas-. Que buena vista -la escuchó decir, entonces volteó rápidamente y tomó la toalla de su cabeza para taparse.
-No puedo... Estoy atado -respondió luego de quitarse la mordaza, no quería hacerla enojar al decir algo obvio pero sorpresivamente las esposas de sus muñecas se abrieron.
El rubio pensó en escapar inmediatamente en ese momento, sin embargo se tomó un segundo para calmarse y optó por vestirse. Al momento de colocarse los pantalones las esposas de sus muñecas regresaron y las de sus tobillos se soltaron.
-¿Es enserio? -dijo en voz baja al ver el estampado de hámster que tenía la camiseta que estaba usando.
-Si ese inútil dio la orden seguramente ya-
Un golpe de la puerta interrumpió a la mujer, por lo que se acercó para dejar pasar a los sirvientes. Ellos trajeron un carrito con bandejas de comida e inmediatamente el agradable aroma de la comida inundó el lugar y él sintió su estómago rugir.
-El amo envía esto para su acompañante -dijo una de las sirvientas antes de retirarse inmediatamente.
-Se te cae la baba, ¿dónde quedaron tus modales? -comentó al verlo-. Adelante, es para ti. -agregó ella al momento de acercar las bandejas a él.
-¡Perfecto! Con todo esa comida recuperaré mis poderes -se dijo, teniendo un brillo en sus ojos-. No, si ella ve que la quiero va a sospechar y me matará de hambre.
-Come para recuperar peso -ordenó esta vez en un tono más severo.
-¿Y si está envenenado? -cuestionó mostrándose serio, aunque por dentro moría por probar un bocado.
-No lo está -comentó al tomar un trozo de pollo con el tenedor-. Yo misma lo probaré un poco.
Él hubiera preferido cualquier tipo de tortura en lugar de esa. Ella dijo sólo un poco pero casi terminó devorándose todo el pollo asado en minutos.
-Y-Yo también-
-No deberías comer, el veneno puede tardar en hacer efecto así que... -ella se divertía con su sufrimiento.
-¡Muero de hambre! -exclamó para luego abalanzarse sobre la bandeja. Con desesperación comió los primeros bocados teniendo cuidado de no atragantarse-. ¡Mmm! Que delicia -murmuró con la boca llena.
Desde el sillón la mercenaria lo miraban comer en silencio, entonces él se detuvo para tomar un poco de agua y notó su mirada.
-Lady Terminator, ¿quieres más? -preguntó teniendo un pedazo de pan en su mano.
-Ese no es mi nombre.
-¿Dama roja?
-No.
-Entonces es...
-Es inútil, es muy evidente que quieres información sobre mí -comentó luego de soltar una risa-. No puedes hacer preguntas ni nada parecido. Debes fijarte en los pequeños detalles, los detalles son datos y los datos en conjunto se convierten en información.
-¿Por qué me dices esto? -preguntó el rubio, estaba confundido realmente.
-La comida es tuya, yo ya no quiero -contestó aunque ya no quedaba mucho. Por su parte Matías estaba en una encrucijada, si huía en ese momento expondría la fuente de sus poderes, sin mencionar que no podría comer nuevamente a un manjar como ese-. ¿Hay un poco más de agua? -preguntó mirando a las copas.
-Un vaso es suficiente. -Notó en ese momento un cambio en el tono de la mujer. Entonces pensó en lo que acababa de decirle, los detalles.
-Pero tengo sed -insistió, provocando que ella golpee la mesa de las bandejas, casi arrojando todo al suelo-. M-Mejor no... estoy bien así -murmuró manteniendo la mirada abajo.
-Así me gusta, mi hámstercito -dijo al momento de levantarse y llevar el carrito con las bandejas y platos vacíos.
Una vez solo, él dedujo que la mercenaria creía que sus poderes venían del agua y no la culpaba. Sus burbujas podrían ser muy engañosas.
Los días pasaron y tuvo la confirmación de sus sospechas. La mujer sólo le daba un poco de agua, la suficiente para no morir pero no para aplacar su sed, al otro lado de la moneda estaba la exquisita comida que probaba tres veces al día. Sin embargo, una semana después, él decide que ya es suficiente pues recuperó su peso y ya estaba listo.
Quería esperar para el almuerzo, sin embargo la mujer comía con él siempre, así que decidió escapar antes de que ella regresara a la habitación. Creó una burbuja al levantar su mano hacia el techo de la habitación, la fina estructura transparente se formó, cortando todo lo que estaba a su paso hasta tomar una perfecta esfera. Lentamente bajó los restos sin hacer ruido y miró el cielo azul, lo había extrañado esos días.
Sin importarle sus ataduras, se montó sobre otra burbuja y salió volando del lugar, viendo desde las alturas que se encontraba dentro de una mansión muy lujosa.
-Debo irme muy lejos, a un lugar que nadie me encuentre.
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