Capítulo 4
El tiempo había pasado, ya había cumplido los 17 años y era también un año más fuera de casa, siendo perseguido por una tenaz y persistente mercenaria.
Sin embargo ese día iba a ser diferente ya que él mismo esperó a que ella apareciera. Estaba dentro de una fábrica abandonada hasta que el silencio del lugar fue interrumpido por una explosión, de entre los escombros y fuego pudo ver la figura de esa mujer, vistiendo como siempre su traje de combate rojo.
—Lady Terminator, te estaba esperando —le dijo el rubio, quien se encontraba de pie sobre una de sus burbujas.
—Ese no es mi nombre —corrigió en un tono serio para luego sonreír—. ¿Ya te cansaste de huir, pequeño hámster? —respondió, viendo el aspecto desalineado y demacrado del rubio. Su ropa estaba sucia, su cabello desordenado y sin mencionar las horribles ojeras debajo de sus ojos. Ella muchas veces lo había privado del sueño con el fin de debilitarlo mentalmente pero todavía no era suficiente, aunque notó un cambio considerable en la mente del muchacho.
—Si, estoy muy, muy, muy, muy... ¡muy cansado! —dijo para luego extender la mano hacia su dirección—. Todo este tiempo traté de hacer lo correcto pero ahora creo que matarte es mi única opción.
—Ah, ¿de verdad?
—¡Deja de burlarte! —exclamó para un segundo después crear una burbuja, atrapando a la mujer dentro de ésta. A pesar de que quería desquitarse por todo lo que le había hecho, prefirió hacerlo de esa manera porque la culpa luego le pesaría.
Con la mujer dentro de la burbuja ya no tenía de qué preocuparse, no la rompería y tampoco podía escapar por debajo ya que la burbuja cortó el suelo al cerrarse completamente. Así que se acercó a pasos lentos para terminar frente a ella.
—Lo sabía... ni siquiera está asustada —susurró al ver su mirada, ella simplemente se mantenía tranquila, ni siquiera golpeaba la burbuja para intentar liberarse—. Ni siquiera le importa.
La mujer golpeó un par de veces para llamar su atención, entonces la vio empañar parte de la burbuja con su aliento para luego escribir.
—"No eres el único... ¿con poderes?" —leyó y él soltó un grito al momento que algo se envolvió por sus piernas, eran cables de acero. La mujer de dos simples golpes con su prótesis logró romper la burbuja y tomó con fuerza al muchacho de su ropa.
—Tienes tanta suerte de que no pueda matarte porque te aseguro que ganas no me faltan —le digo mientras los cables se envolvían más y más por el cuerpo del rubio—. Tienes otra opción: volver a casa.
—¡No! —él intentó forcejear con sus ataduras, entonces ella lo calló de una fuerte cachetada.
—Mírame... he estado el mismo tiempo, incluso más, sin dormir que tú. Duraste más de lo que creí pero ya desesperaste —le explicó para luego tomar los cables de un extremo y comenzar a jalarlo—. Si ni siquiera puedes manejar esto no deberías vivir en la calle, un niño rico y mimado siempre lo será.
—Suéltame... por favor... por favor.
—Awww, chilla que chilla —se burló—. Ya, ya, te daré algo delicioso para comer porque eso se oye muy mal —comentó al escuchar el insistente rugido del estómago del muchacho.
Utilizando de nuevo una jeringa, inyectó un sedante mucho más efectivo en su cuello. Teniendo al muchacho como un peso muerto, lo levantó sobre su hombro izquierdo y lo llevó como si fuera un costal hacia su nueva camioneta.
—Listo, eso será suficiente —pensó luego de atarlo nuevamente de pies y mano con esposas aseguradas de acero, además también lo envolvió con el cinturón de seguridad de los asientos traseros. Ella había aprendido la lección, por lo que también cubrió sus ojos con una venda para que no pudiera usar sus poderes otra vez.
Mientras terminaba de hacer los preparativos observó que el muchacho tenía un terrible aspecto. Había crecido y tenía una desordenada barba, sin mencionar su ropa rota y sucia. Esto está mal, pensó la mujer. Con cuidado levantó un poco la camiseta, descubriendo que él tenía las costillas muy marcadas, claramente era una señal de que había pasado días sin probar alimento.
En ese instante ella cambió los planes, en lugar de llevarlo al aeropuerto donde abordarían un jet para volar a la casa de los Burjas, decidió visitar la mansión de un cliente que le debía un favor.
El hombre al verla llegar, la recibió notablemente nervioso. Pero accedió a darle todo lo que ella pidió, el viejo estaba aliviado ya que sólo debía darle techo y comida a un muchacho que trajo consigo.
—Disculpe mi curiosidad pero... ¿Quién es el chico? —preguntó mientras ambos cenaban. La mujer comía con toda confianza porque sabía que el hombre era muy cobarde como para atreverse a envenenarla.
—Sin preguntas, sólo cuido de él —respondió de manera seria.
—Oh, entonces eres como su guardaespaldas. Debe tratarse de alguien muy importante —supuso.
—No en realidad. Lo saqué de la calle, será mi pequeño hámster.
—¡¿Qué cosa?! —el hombre casi se atragantó con un pedazo de carne que estaba masticando—. Bueno... En ese caso podrías tener a cualquiera, ¿no sería más fácil pagar por compañía? Conozco a alguien que-
—No me interesa, prefiero a ese chico. Haré que se acostumbre a mí y terminaré de criarlo —la mujer pone fin a la charla luego de terminar de beber una copa de vino de la más alta calidad—. Me retiro, la cena fue exquisita —dijo antes de retirarse e ir a su habitación.
De camino, se sintió un poco asqueada. Me oí como una proxeneta, pero es mejor así. Nadie puede enterarse quién es ese niño realmente, pensó mientras tomaba el picaporte de la puerta.
—Buenas noches hamstercito —saludó al rubio que continuaba inconsciente. Sólo que esta vez estaba amarrado a la cama.
Sin más rodeos ella se sentó en el sillón que estaba cerca de la cama y finalmente cerró los ojos. Estaba acostumbrada a sólo dormir una hora por día, aunque en ese momento podía relajarse y dormir hasta cuatro. Después de todo ya tenía al muchacho controlado y despertaría al momento que él lo haga.
Aunque su celular interrumpió el silencio del lugar.
—Diga... Oh, señor Burjas. Tengo muy buenas noticias —respondió mientras sonreía—. No volverá a escapar... Espere, ¿me está amenazando?
Ella quería reírse, aunque se controló ya que era muy seria cuando se trataban de negocios.
—No le conviene dejar de pagarme. Sería un problema de que alguien avisara a los medios que el heredero de la familia Burjas está desaparecido o aún peor, algún mercenario o mafia podría encontrarse con su pequeño —dijo en un tono desinteresado—. Entonces lo entendió... Espero mi depósito. Yo siempre cumplo con mi palabra y les entregaré a su hijo sano y salvo.
Cortó la llamada un segundo después, entonces se acomodó mejor en el sillón. Necesitaría recuperar sus energías porque mañana sería un día muy interesante.
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