Capítulo 15
No sabe cuándo se quedó dormido, tal vez a causa del sobreesfuerzo porque había pasado semanas en una cama. El rubio despertó cuando unas ramas picaron su rostro y al calor, para su sorpresa se encontraba atrapado junto a la burbuja entre las ramas de un gigantesco árbol. Tuvo mucha suerte de que la burbuja no se rompiera mientras dormía.
—¡Mierda! —exclamó al notar que estaba en medio de un incendio, la razón del fuego fue fácil de averiguar ya que él lo había iniciado, concentrando los rayos del sol con la burbuja—. Yo me largo —se dijo a sí mismo, sin embargo el humo lo rodeó y el fuego escaló rápidamente por el árbol en donde se encontraba. Gritó cuando parte de su ropa se incendió, esto lo llevó a mover la burbuja de un lado al otro, la misma se terminó rompiendo ya que perdió la concentración y acabó en el suelo.
Debido a la altura fue afortunado de llevarse sólo golpes y rasguños de las ramas de los árboles, sin embargo todavía debía huir del fuego, el cual se extendió rápidamente gracias al viento, convirtiéndose en un incendio forestal.
Su capacidad para atraer problemas debía ser otro poder que poseía, eso era lo que él creía así que rápidamente comenzó a correr. Ignora los dolores de su cuerpo, pero el gran corte de su pierna lo hacía cojear. No era nada grave como para morir desangrado pero era un problema.
El fuego resultó más rápido que el muchacho, rodeándolo al consumir un árbol seco y hacerlo caer frente a él. El humo comenzó a sofocarlo, sus ojos lagrimeaban y su garganta parecía estar muy seca.
—U-Una burbuja... necesito —su tos era incontrolable, se estaba asfixiando y ni siquiera podía usar sus poderes. Sólo era cuestión de tiempo para su final, aunque desconocía lo eficiente que podía ser el escuadrón de bomberos de aquella zona.
—¡Encontré a una persona! —exclamó uno de los rescatistas, él se abría paso entre las llamas con relativa tranquilidad. Detrás de él todo se congelaba, contrastando su alrededor de fuego con una helada—. ¿Estás bien? —le preguntó al rubio, quien tosía mientras estaba arrodillado en la tierra.
—Te-nemos... q-que-
—No te esfuerces en hablar, ¿puedes caminar? —el rescatista resultó ser joven, tal vez sólo dos o tres años mayor que él. Asintió a pesar de que la herida de su pierna, le dolía al respirar pero no quería ser un problema—. Estamos rodeados, es el viento —comentó para luego tomarlo y alzarlo sobre su espalda con facilidad.
—Otro muerto por mi culpa —se dijo Castel, ese era el momento perfecto para que un héroe apareciera para salvarlos.
—Cúbrete con esto —el rescatista lo tapó con una manta, sin embargo el rubio se sorprendió al ver que esta no era ignífuga sino que tenía un lado cubierto de lana muy suave y cálida.
—¿Qué?
El otro muchacho se aseguró que estuviera bien abrigado, luego dio una fuerte pisada al suelo y cientos de témpanos de hielo se formaron a su alrededor, los árboles, las rocas y más quedaron cubiertos de hielo completamente. La temperatura también tuvo un cambio repentino y empezó a hacer mucho frío hasta el punto de nevar.
Los compañeros del rescatista vieron cómo usó su poder a la distancia y corrieron a su encuentro, el fuego se había aplacado gracias al hielo.
—Está muy golpeado —les dijo cuando una chica y otro chico se acercaron a ambos, todos ellos usaban el uniforme de bomberos voluntarios.
—¿Cómo llegó aquí? No hay nada en kilómetros —murmuró ella pensativa.
—Necesita oxígeno —indicó su compañero al notar que Castel quedó inconsciente.
Los tres se apresuraron a llevarlo a su vehículo junto al resto del escuadrón donde inmediatamente atendieron al muchacho, era la única víctima que encontraron en ese lugar ya que alrededor solo había kilómetros de bosques.
—Buen trabajo, Simón —lo felicitó su superior, aunque le recordó siempre tener cuidado al momento de usar su habilidad para no lastimar a las personas que intenta rescatar.
Ya en la base, Simón esperaba que el joven despierte, cosa que sucede unos minutos después de su llegada a la habitación. Castel abrió los ojos con pereza y notó que tenía puesta una mascarilla que le administraba oxígeno, su pecho ya no dolía y se sentía aliviado.
Al mirar a un lado vio al rescatista con los brazos cruzados, iba a saludarlo, sin embargo este avanzó y tomó el cuello de su ropa para acercarlo a su rostro.
—¿Estabas jugando con tus poderes? —preguntó en un tono serio, además mantenía su mirada fija en él, como si pudiera ver su alma. Esos ojos, azules y profundos como el mar, eran aterradores—. Llevo un par de años como voluntario y ya estoy harto de pendejos que juegan con sus poderes y lastiman a los demás. No eres especial por tenerlos —le dijo con severidad mientras lo sacudía.
—Fue un accidente —se apresuró a decir—. Me quedé dormido.
—Tuviste mucha suerte de no morir, ¿crees que por ser tuyos, tus poderes no te harán daño?
—N-No, es un malentendido —negó para luego quitarse la mascarilla, el rescatista lo soltó para escucharlo con más calma—. Este es mi poder —murmuró al hacer burbujas pequeñas que comenzaron a flotar en la habitación.
—¿Burbujas? ¿Explotan en llamas? —cuestionó el otro tomando distancia.
—No, no hacen nada —dijo para luego hacerlas estallar, entre sus manos creó otra burbuja, esta vez sólida, para explicarle—. Me quedé dormido sobre una burbuja como esta y... concentró los rayos de sol como una lupa, eso inició el fuego... lo siento.
—Entonces eso sucedió —susurró el rescatista.
—¿Eres un Vega también? Lo que hiciste fue impresionante —comentó el rubio al recordar el momento de su rescate.
—No, soy Simón Barrios. ¿Cómo que también?
—No m-me hagas caso...
—Bien, te quedarás aquí hasta que un médico te revise —le dijo antes de abandonar la habitación. Castel se hubiera ido antes de que lo regañaran por el incendio, pero estaba muy cansado y golpeado como para levantarse de esa cómoda cama, así que decidió dormir un poco.
Por otro lado Simón debía averiguar quién era el muchacho y de dónde salió, por alguna razón el rostro del rubio le parecía familiar. Al llegar a su escritorio buscó información en su computadora, viendo también que tenía llamas de su padre en el celular.
—Perdón, estaba trabajando —le dijo al momento de que el hombre atendió su llamada.
—Está bien... sólo quería saber cómo estabas —contestó en un tono animado.
—Estoy bien, atrapamos a otro pirómano que en realidad no lo era —comentó para luego suspirar—. El tipo hace burbujas o algo así.
—¿Burbujas? Como el hijo de los Burjas.
—¿Quién?
—Matías, era tu amigo o bueno... Se quedaban en la sala de espera mientras su padre y yo hacíamos negocios en la oficina —le explicó, aunque Simón prefería no recordar esos aburridos momentos.
—¿Qué hace el hijo de un empresario importante en medio de la nada? —cuestionó y luego escuchó la risa de su padre.
—Bueno, eres mi hijo y también estás en medio de la nada.
—Buen punto —concluyó, en eso tenía razón. Sin embargo, debía estar seguro de que se trataba de Matías Burjas—. Te llamo luego, tengo que terminar el trabajo... si, adiós —se despidió y cortó la llamada. Ya tenía una pista por dónde comenzar con la investigación.
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