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Capítulo 12

Ella esperó pacientemente mientras soportaba el dolor de su brazo, ahora la piel alrededor de la prótesis se veía un poco morada. La mercenaria oyó el timbre, así que se colocó un saco y caminó a pasos veloces hacia la gran puerta de entrada. Al abrir se topó con aquel hombre con su uniforme de trabajo.

—Oh, eres tú. Ya me estaba despidiendo de mis órganos —bromeó, aunque el rostro de la mujer se mantuvo serio.

—Entra ahora —ordenó. Él dio unos pasos dentro de la mansión, estando impresionado por los detalles en mármol y en madera de los pilares y las puertas.

—¿Cómo está el chico? No tuve tiempo de visitarlo en el hospital —comentó él con una sonrisa.

—No lo sé, realmente no lo conocía. Supongo que sus padres lo están cuidando —respondió mientras lo guiaba hacia la sala de estar del ala sur. Allí, si el hombre intenta hacer algo extraño, podría limpiar la sangre con más facilidad.

—Ah, entiendo... A mí también me gusta ayudar a los demás, salvar vidas como mi hermano, por eso soy paramédico.

Su molesto invitado habló de su mentado hermano y de un récord personal que tenía todo el trayecto hasta la sala. Ella simplemente trató de ignorarlo, de hecho quería correrlo a patadas de la casa pero todavía lo necesitaba.

—Este lugar es muy lujoso, los candelabros son-

—Basta de charla —lo calló al sentarse en un sillón. Él copió su acción y permaneció en silencio—. Te llamé porque sabes de medicina, mi doctor está de vacaciones y necesito que alguien revise esto —le explicó para luego quitarse el saco, dejando así su prótesis descubierta.

—Ay no... —negó para luego acercarse rápidamente—. Tiene una fea coloración, debemos ir a un hospital urgente.

—¡No! —exclamó para luego aclarar su garganta—. Yo odio los hospitales —murmuró sin mirarlo.

—Es grave, no sé mucho de prótesis pero diría que este es un trabajo rápido y mal hecho. Si no se trata, el resto del brazo se gangrenará —le explicó mientras observaban a su paciente.

—Eso duele —dijo entre dientes cuando él tocó la zona afectada.

—Lo sé, la mala circulación provoca ese dolor y pinchazos —el hombre regresa a su botiquín para ofrecerle unos calmantes que ella ya tomó, sin embargo vuelve a hacerlo—. Puedo hacer que la sangre circule con mi habilidad, eso ayudará un poco pero debes ir a un hospital.

—Nada de hospitales, ni clínicas —negó nuevamente, lo que lo hizo suspirar.

—Está bien, comenzaré —indicó al tomar su brazo con ambas manos. Ella lo vio cerrar los ojos, tal vez para concentrarse, entonces sintió como algo caliente comenzaba a circular por todo su cuerpo. Inmediatamente comprendió que era su propia sangre. El hombre abrió los ojos al colocar la mano en su hombro y la bajó lentamente hacia el resto del brazo.

—No sólo puede controlar la sangre que está fuera del cuerpo, este tipo es más peligroso de lo que pensé —se dijo a sí misma, considerando asesinarlo allí mismo, sin embargo la idea se desvaneció al escucharlo.

—Listo, ¿cómo te sientes? —preguntó al darle una sonrisa.

—Bien... —susurró para luego sacudir levemente su cabeza—. Tu poder es impresionante, podrías matar a cualquiera sólo deteniendo su circulación —comentó, pensando que tenerlo de aliado sería de mucha ayuda contra sus enemigos.

—Eso me halaga pero prefiero usarlo para salvar vidas y no quitarlas. Todos piensan que una habilidad como la mía es macabra, aunque es todo lo contrario —ella rodó los ojos pues hizo que vuelva a hablar de su vida—. Te hablé de mi récord personal, nadie murió en mi guardia hasta ahora y pienso seguir así.

—Eres una buena persona —murmuró la mujer sin pensar.

—Ah, gracias. Es la primera vez que alguien coquetea conmigo —comentó luego de soltar una risa nerviosa. Eso hizo que la mujer se ponga de pie para caminar hacia la puerta.

—Ya terminaste, puedes irte —ordenó al señalar la salida.

—Está bien. Llámame si el dolor regresa —Él no dijo nada más y la acompañó a la sala en silencio, una vez fuera cerró la puerta en su cara.

Una vez sola fue a su habitación, en una esquina de esas cuatro paredes había un espejo de cuerpo entero. Al acercarse notó que el color de la piel que rodeaba la prótesis era normal y esos agudos dolores ya no los sentía. El hombre ni siquiera sabía algo de ella, muy confiado para su gusto, aunque ella por otro lado ya sabía mucho de él.

—Darío Espinoza —murmuró al recordar el nombre de su placa—. Había una V abreviada, tal vez su segundo nombre, pero cuál. ¿Valentín, Víctor, Vicente? No, son horribles y no combinan.

Rápidamente se saca de la mente eso y llama a uno de sus contactos. Del otro lado de la línea escucha la voz temblorosa de otra mujer, preguntándole qué necesita.

—Tranquila. Somos amigas, ¿no? —dijo en un tono calmado—. Necesito un nuevo brazo izquierdo.

C-Claro, considéralo hecho. L-Lo enviaré inmedi-atamente, llegará mañana y-

—No, no tengo apuro. Tómate tu tiempo en hacerlo, ¿okey? —la interrumpió pues comenzó a escuchar como la otra mujer comenzaba a hiperventilar.

Sí, entiendo.

—Bien, ya hice la transferencia a tu cuenta —la mercenaria cortó la llamada.

Al día siguiente la rutina inicia, Castel come el desayuno con ayuda de la mujer. Él insiste en que quiere que deje de sedarlo para poder ir al baño sin ayuda.

—Dije que no.

—¡Es vergonzoso! No voy a poder mirar a ninguna chicas a los ojos porque recordaré como limpiabas mis pañales —se quejó el rubio, a lo que ella soltó una risa—. ¿Qué? ¡No sé quien eres pero debes ayudarme! ¡La mujer que me tiene secuestrado es una desquiciada!

—Soy yo, idiota —respondió al darle un golpe con la almohada.

—Pero... nunca te había escuchado reír —comentó el muchacho, su voz amortiguada por dicha almohada—. ¿Qué cambió? Oh, conociste a un hombre.

—Eso es sexista.

—¿Pero tengo razón? —Ella lo calla nuevamente, llenando su boca con una gran porción de pastel de chocolate—. Ahg, a-agua... ah, L-Lady.

—Toma un poco de jugo de naranja y cállate —dijo entre dientes al acercar el vaso.

Luego de terminar su propio desayuno, ella miró la prótesis, nuevamente comenzó a notar que ese tono morado regresaba. Maldijo por lo bajo para luego tomar su celular.

Un par de días después, Castel notó un ligero cambio en el semblante de la mujer, ya no tenía esa mirada seria y aburrida. Incluso la escuchó tararear por lo bajo mientras entraba a la habitación con su almuerzo.

—Lady... Estás muy alegre, sea quien sea ese sujeto quiero conocerlo —comentó el rubio, esperando la reacción de la mujer, él sabía que estaba jugando con fuego pero lleva días en esa cama, adormecido y sin celular—. La ciencia dice que las mujeres fuertes buscan a un hombre aún más fuerte para que la proteja —agregó, haciendo que ella suelte una risa.

—Si claro, él es un idiota.

—¿Cómo se llama? ¿Tiene alguna habilidad? —pregunta rápidamente.

—No te interesa, come rápido porque tengo cosas que hacer —ordenó llenando sus mejillas.

—Una cita, estás más arreglada de lo normal.

—¡No jodas! No iré a ningún lado y no me arreglé, es tu imaginación —gruñó, aunque vio el rostro de Castel con una sonrisa diabólica.

—¿Qué pensará él al saber que tienes a un chico drogado en la cama? ¿Sabe de qué trabajas? ¿Te preguntó cómo perdiste el brazo?

—A nadie le interesa eso —respondió para luego inyectar algo en las vías intravenosas que estaban conectadas al brazo de Castel—. Es horas de tu siesta.

—No, espera... n-no es... justo —el rubio poco a poco cierra los ojos al quedarse completamente dormido por los sedantes. Ella sonríe levemente mientras acomoda los rizos del muchacho y luego lo cubrió con las sábanas.

—A nadie le interesa —susurró para luego salir de la habitación.

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