Una buena acción.
Estoy un tanto avergonzada, he salido durante dos años con un tipo gay. No odio a los gays pero... ¿Qué sería peor? ¿Que te engañe con una zorrita o con un tío de dos metros? ¡El prefirió al tío de dos metros!
Lloriquee pegando mi cara a la mesa, me di un par de golpes.
Esto me dio justo en mi... Oh, ¿Mujeria? ¿Una patada en los ovarios? ¿Un puñetazo en los senos? Mi orgullo de mujer suena mejor.
Luego de una semana, en la que me pasé fingiendo sonrisas e iba a las aulas más abandonadas a chillar histérica, al fin era sábado. Medio colegio estaba en Hogsmeade, era bueno estar sola en la sala común.
Me decidí a dejar de ser una niñata y tome mi libro de Historia de la Magia para poder empezar el informe... Es para el miércoles, pero ¿Y eso qué?
Dos horas después, al fin había terminado. Frote mis ojos y estire las piernas. Todos mis huesos hacían un crack doloroso.
Tal vez debería salir a correr un poco antes del almuerzo.
Me puse ropa muggle deportiva. Aún recuerdo la cara de papá cuando me vio con ella. Parecía que iba a desmayarse. Pero mamá lograba que el señor Draco Malfoy olvide sus prejuicios y ya casi no le interesaba que Scorpius y yo estemos tan metidos en el mundo no-mágico.
Casi.
Al llegar al exterior una brisa un poco fría me recibió. Cerré mi chaqueta y comencé a hacer flexiones. Las piernas, los brazos, el cuello, estaba toda tensionada, pero supongo que correr hará que mi mente se despeje.
Minutos después iba alrededor del colegio cada vez aumentando más la velocidad. Podía ver a los niños de primer año jugando, otros simplemente charlando. Creo que acumulé tanta adrenalina que ni me importaba mis piernas temblando a cada paso.
Me escocian los pulmones, pero no intersa, mientras más rápido voy, menos me interesa el mundo.
—¡Malfoy!
Volteé un poco el rostro para ver al pequeño Potter mover frenético sus manos por sobre su cabeza. Daba tanta risa que abrí la boca para lanzar una carcajada, no deje de correr, un bicho horrendo ingresó a mi boca, se atascó en mi garganta.
Y tropecé. Caí de estrépito al suelo. Me dolieron los pechos que fueron lo primero en tocar el suelo, y comencé a toser para sacar al bicho. Estaba prácticamente llorando en el suelo con un sabor horrible en la boca.
Mi cabello estaba de todos los colores. Avergonzada, molesta, divertida, demasiados sentimientos para mi dulce cuerpecito.
—¡Cassiopeia! Merlín, ¿Estás bien?
Hice un horrible ruido con la garganta y escupí, el bicho cayó muerto ante mi, lleno de baba. Quiero vomitar.
—¡Llamen a Scorp! —Chillé limpiándome la lengua con la manga de mi ropa—. ¡O a Albus! Necesito a alguien coherente ahora mismo.
—Oh, si estas bien.
Miré a Potter con molestia. Fue su maldita culpa.
—Estúpido.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo —Me levanté con las piernas temblorosas y llenas de raspones ardiendo.
—¿Te duele? —Pregunta riendo.
—Es casi como preguntar, ¿Te caíste? Es estúpido, pero igual lo haces.
—Bueno, perdona.
Miró para atrás y aproveche el momento para frotar mis pechos adoloridos. Casi me los reviento.
Se volvió a mi de nuevo y me crucé de brazos adoptando una pose despreocupada.
—¿Para qué me buscabas? No tengo tiempo para tonterías.
—¿No es obvio? ¡Yo no quiero ser un niño por toda mi vida!
—Pero vas a crecer —Reí satisfecha de ser al fin la que lo supera en altura—. En varios años, pero lo harás.
Me miró con disgusto.
—He hablado con la profesora Sybill, ¡No voy a crecer, Malfoy! Voy a quedarme así hasta que se cumpla enserio tu maldito deseo.
Me relamí los labios y noté que estaban lastimados, un sabor metálico me invadió la boca. Encogí mis hombros.
—Si sigues así, nunca se cumplira.
Él gruñó algo por lo bajo.
Me duelen los senos enserio, maldición, necesito ir al baño y asegurarme de que no haya algo malo.
—¿Eso es todo?
—Si, digo no... Yo... —Suspira derrotado—. ¿Me ayudas Cassie?
Finjo pensarlo, aunque la verdad el dolor intenso de toda la parte del frente de mi cuerpo era lo único que estaba en mi mente ahora.
—Por favor, Cass, por favor, haré lo que sea.
—¿Estás rogandome?
—¡Agh! Eres imposible —Se queja enrojeciendo—. Y si, maldita sea, te lo estoy rogando.
Alcé las cejas.
—Wow, pequeño, esas palabras no deberían salir de tu boca —Le doy una sonrisa de lado—. Supongo que serás mi buena obra del día.
—¿Me ayudarás?
—En palabras que comprendas —Ahogue un rugido de dolor cuando me abrazó, le empuje lejos—. Si te ayudo, pero no te me acerques a más de un metro.
—Bien, lo que sea.
No dejaba de sonreír mostrando unos dientecitos de leche.
Para que negarlo, James Potter era adorable a los nueve años.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro