Temporada de malas noticias.
Oh, nuevamente narrando el chico más dulce... Sí, Cassiopeia, es dulce, deja de mirarme así... En fin, la razón por la que James narra es una verdadera pena...
Pov. James Sirius.
El que Cassiopeia no haya aparecido en la cena me preocupó.
Por ello me atreví a seguir a Albus hasta las mazmorras, donde le insistí hasta que se restregó la cara y me hizo jurar nunca mencionar que fue él quien me lo dijo. No dude al hacerlo, si Albus se ponía así, la situación debe ser seria.
Astoria tiene cáncer. Me dijo y abrí los ojos al máximo, totalmente sorprendido.
Nunca creí que la señora Malfoy tendría semejante enfermedad, ella no se veía enferma, las pocas veces que la he visto, siempre fue sonriendo y siendo vivaz, la verdad nunca me he imaginado a esa mujer enferma y postrada en una cama.
Pero así era como estaba en esos momentos, Draco Malfoy envió una carta a Scorpius y Cassie para informarles sobre ello, y era eso lo que hizo que Cassiopeia no vaya a jugar ajedrez conmigo antes de la cena, y tampoco haya aparecido en ella.
Vi a Albus correr hacia su sala común y una oleada de celos vino a mí.
Sé que mi hermano anda tras Adela Nott... pero él podría estar yendo directo al cuarto de Cassie a abrazarla y decirle que su madre saldrá de esto, y yo quiero ser el que haga eso.
Una milésima de segundo, juro que fue una milésima de segundo la que desee ser Slytherin para poder entrar ahí, o al menos, saber la contraseña.
Metí mis manos en mis bolsillos y volví a paso lento a mi sala común, ignorando todas las bromas pesadas de Peeves en el camino.
Espero que Cassiopeia vaya al desayuno mañana...
Así fue, a lo lejos vi a Nott y a Cassie ir al comedor en la mañana, estaba a punto de dejar a Lyssander y a Lorcan para ir corriendo como un pequeño idiota tras ella, pero noté que más adelante, estaban Rose y Scorpius.
Cuando Cass se volteó, noté su nariz roja y su disgusto al ver a su hermano con mi prima. Observé atento cuando Adela arrastró a Rose dentro del comedor.
Podría haberme quedado hasta que ellos dejaran de hablar para luego ir a hablar con ella, pero escuché a la profesora McGonnagall llamarme.
—Señor Potter —tenía los ojos hinchados y expresión miserable, además, su voz no sonaba tan imponente como siempre.
— ¿Sí? —me giré hacia ella un poco extrañado.
—Acompañeme, por favor.
Di una última mirada hacia Cassiopeia y me despedí de Lorcan y Lyssander para luego seguir a la directora en silencio.
Durante todo el camino me pregunte qué debía decirme la directora que no podía decírmelo ante mis amigos.
Me senté ante su escritorio, observé con una mueca mis pies colgando de la silla, eso no me pasaba desde tercer año, en realidad, antes de todo esto, ese asiento era sumamente incómodo ya que mis piernas apenas cabían.
— ¿Qué hice ahora? —le pregunté ignorando mis pies y la miré con una sonrisa que desapareció al ver su expresión—. Estoy seguro de que no hice algo tan malo como para que esté así.
Rio, pero no había gracia en su risa.
—Señor Potter, usted no ha hecho algo malo... que yo sepa. No lo llamé para eso.
—Entonces.
Entrecerré los ojos mientras ella respiraba hondo y se estremecía antes de decírmelo.
Escuché atento cada una de sus palabras, siquiera abrí la boca en los siguientes diez minutos, comencé a sentir que me faltaba el aire.
Me levanté y salí de allí apenas la directora McGonnagall dejó un silencio luego de su discurso sobre lo mucho que la conocía, lo mucho que lo sentía y otras cosas a las que no presté atención.
No me interesaban las palabras que vinieron después de Tu abuela murió. Esa era la única información que necesitaba, no me interesa qué tanto se conocían ellas, sólo me importa el hecho de que yo no tuve el tiempo para estar con ella antes de... que muera.
Infarto. Mi abuela, que yo sepa, ha tenido al menos dos infartos en lo que llevo vivo. Uno cuando mi padre y el tío Ron fueron al hospital por un ataque de ex mortífagos vengativos, otro cuando mi abuelo falleció.
Y la tercera es la vencida, supongo.
Ahora siento como si vaya a darme un infarto a mí. O simplemente puede que esté separándose un pedazo de mi corazón, porque mi abuela se lo está llevando consigo.
Agradezco que todos estén en clase ahora, porque nadie ve mi cara de muerto mientras corro hacia los pasadizos del colegio, y de alguna forma termino en la Casa de los gritos.
Hasta el momento no había llorado, pero mi mente tenía que jugar conmigo y repetirme todos mis momentos con mi abuela.
Presioné mis manos contra los costados de mi cabeza, como si eso fuese a detenerlos, era en vano, podía sentir a mi abuela abrazándome hasta dejarme sin aire, oírla insistiéndome con que debía comer más. Supondré que esta navidad no habrá suéteres con iniciales.
Respiré hondo y abrí los ojos, mi vista era borrosa, supongo que llevo más tiempo de lo pensado aquí... y he llorado.
—James —Fred está en la puerta, agitado y con la cara más roja de lo normal.
— ¿Qué haces aquí?
—Pues la directora nos llamó luego del almuerzo y... —se encoge de hombros y guarda sus manos en sus bolsillos—. Me dijo que ya te lo había comentado... me dije a mi mismo que mi primo necesitaba compañía.
—No la tuya.
—Ah, es lo único que tienes ahora —se sentó a mi lado.
— ¿Debería resignarme a eso? ¿Aceptarte nuevamente como amigo? —inquirí en tono no muy agradable.
—De todas formas somos familia... aunque ya quisiera yo ser aceptado como amigo, pero he sido condenado a ser una paria desde que hice lo que hice.
—Jum.
Intenté ignorarlo, pero me dio un golpe en la nuca, me voltee furioso hacia él.
— ¡No me ignores, maldito idiota! ¡Quiero ayudarte, maldita sea! Nuestra abuela está muerta —respira hondo intentado calmarse—. Lo único que pensé cuando nos lo dijeron es en cómo te sentirías.
—Ah, pero qué dulce, ¿Quieres que te de un estúpido beso o algo así? Lamento informarte que no pateo para ese lado... en verdad no lo lamento.
Rueda los ojos—. Eres un idiota. Tú amabas a la abuela, James, eran uña y mugre, Merlín... sólo me preocupo por ti —tragué saliva y miré para otra parte—. Todo lo que hago es porque me preocupo por ti, hermano.
—Anda, sigue, ahora que estás inspirado —le insistí cuando se quedó callado—. Creo que esta es la parte donde confiesas que hiciste eso con Cassie sólo por mí.
—Fue así.
—También fue estúpido —gruñí y golpee su hombro con todas las fuerzas que tenía—. Innecesario, estúpido, ¡Tú sabes que... que Cassiopeia me gusta!
—También sé cómo es ella —otro golpe, en verdad, por alguna razón, ahora quería golpearlo hasta ya no poder—. Admito que me pasé de la raya, pero no voy a cambiar de opinión con respecto a ella.
— ¡Arpía! ¡Le dijiste arpía, estúpido! Ella no es una arpía.
—Estás ciego, James, creo que no ves...
—Veo todos y cada uno de sus defectos, Fred —entrecerré los ojos, furioso—. Déjame hacer lo que quiero, no te entrometas, diablos... —apreté los labios—. Quiero gritarte.
—Hazlo.
— ¡Y golpearte!
—No te detendré —abre los brazos.
—También quiero matarte.
—Bueno, no te pases, no creo que quieras ir a Azcaban, amigo.
— ¡No soy tu amigo! Y... y... —mi voz se rompió—. Ella está muerta.
Bajé la cabeza mientras lloraba como el niño que era. La mano de Fred golpeo mi espalda.
—Sabía que en algún momento terminarías en esto.
— ¿Llorando como nena para que te burles?
—Admitiendo la verdad, en realidad... pero la parte de burlarme no creo, yo también he llorado, no se si recuerdas que era mi abuela igual...
A la hora de la cena, fui al comedor un poco más tranquilo, lo que sucedió al cruzar las puertas, en verdad no me lo esperaba.
Cassiopeia estaba parada junto a Lily, quien tenía la cara hinchada, luego giró la cabeza hacia mí, su rostro nunca me había regalado tal expresión, caminó hacia mí, mientras seguía atónito por todo eso. Me arrastró fuera del comedor, lejos de todos los curiosos que se quedaron mirando.
Y ella me abrazó, a voluntad propia.
— ¿Cómo te sientes? —su voz me volvió a la realidad.
— ¿Eso... te importa?
—Tu abuela adorada murió, James... sí me importa.
Creo que se lo dije todo al mirarla a los ojos, una amarga sonrisa apareció en su rostro.
—Temporada de malas noticias, eh.
—Supongo que sí.
Volvió a abrazarme, estoy alucinando... pero diablos, es vergonzoso que deba arrodillarse para hacerlo.
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