La felicidad es mi meta.
Adela masticaba lentamente su chicle mientras la veía ir de un lado a otro, al principio sentía diversión por ver a Cassie tan desesperada e histérica, pero ahora ella misma estaba por alcanzarle. Por un segundo se le ocurrió lanzarle un florero a la cabeza, pero lo pensó mejor y decidió que no debía recurrir a la violencia en este caso.
—Por favor, Cassie, ¿puedes dejar de moverte? Me mareas, maldita sea
— ¡Es una catástrofe! —chilló al detenerse, abriendo los ojos como platos.
Y Nott sólo pudo rodar los ojos mientras se levantaba.
—Dios, tienes razón —imita su tono desesperado mientras le toma por los hombros—. Tú, Cassiopeia Malfoy, embarazada de James Sirius... el hombre que te ama y te apoya, con el que compartes cama, casa, saliva e incluso tu valiosa comida. Debe ser terrible.
El sarcasmo en sus palabras era tan obvio que no necesitaba resaltarse. Adela miró a su prima mientras la respiración de esta se apaciguaba, era obvio que ya estaba cayendo en su realidad.
Cassiopeia tenía ya casi treinta y tres años, si quería tener una familia tal vez era el mejor momento. Su trabajo era estable, al igual que su antiguamente caótica relación. Para Adela el hecho de que esté embarazada era lindo, adorable y... envidiable en cierto modo.
Ella había deseado en algún momento de su vida un hijo, en medio de sus aventuras. Pero no tenía a alguien que compartiera su deseo, puesto que los que se acercaban solo la buscaban a ella, no a un tercero. Tal vez por ello dejó el sexo y las relaciones casuales, que no le llevarían a algo más allá de diversión momentánea.
Adela no necesitaba una felicidad de dos semanas... ella quería algo como lo de Cassie, algo que a pesar de sacarla de quicio también deposite una sonrisa en su rostro el resto del tiempo.
Ahí la tenía, con los ojos llorosos y una sonrisa de pura alegría en su rostro.
—Él llorará más cuando le diga —balbuceó riendo entre dientes.
La castaña le acompañó en su risa mientras con una mano le limpiaba las lágrimas. Ambas primas se fundieron en un fuerte abrazo, más tiempo del que alguna admita.
—Felicidades, Cass —le susurra al oído mientras deja caer sus lágrimas también—. Cuida tu boca sucia y tu violencia, así serás la mejor mamá del mundo.
—No digas boberías... Posiblemente le rompa la nariz cuando juguemos en la nieve, seguro será llorón como su papá.
Un rato más tarde, cuando debía retirarse al trabajo, Cassiopeia volvió a tomar su mano. Adela la miró confundida mientras en el rostro de Malfoy aparecía una expresión totalmente seria.
—Tu felicidad puede durar más que dos semanas, Adela, si tú te lo permites.
Alza una ceja — ¿Has leído mis pensamientos, Cassiopeia?
—Como si tú no lo hubieses hecho...
—Tienes razón —sonríe mirando hacia la calle, siente que su prima le suelta para que pueda irse.
—En ambas cosas —asegura Cassie.
Sólo pudo pensar en eso mientras se dirigía al trabajo. Se puso su bata blanca con la mirada perdida, diciéndose a sí misma que a decir verdad deseaba un compañero de vida.
Alguien que le hiciera sentir afortunada, con el que pueda sentirse comprendida y pueda comprenderlo a la vez.. Eso lo había sentido en el pasado, hace unos veinte años. Fue con Albus Potter, pero claramente ahora lo había perdido.
Terminaba su guardia, ya estaba entrando la noche. Bebía su café mientras caminaba hacia su consultorio, y lo vio. Él no estaba solo, su novia le acompañaba con un pequeño en brazos. A pesar de que el café de Adela era caliente, todo su cuerpo se enfrió. Quedó paralizada mientras los miraba.
Había olvidado al bebé de Albus, el pequeño de ya varios meses. Había olvidado el dolor al enterarse de la noticia, aquella borrachera donde terminó vomitando en un basurero mientras Cassie y Davina Levallois le sujetaban el cabello. Ahora apenas podía tragar saliva al verlos, quiso escapar por un momento.
Luego vio su sonrisa, esa sonrisa de felicidad que antes soltaba cuando lo besaba. Pero ya no le dolió, ya no quiso ir a embriagarse hasta olvidarlo, lo que duraba apenas un par de horas antes de desmayarse. Simplemente sintió ganas de sonreír también, y lo hizo. Albus volteó a verla, primero sorprendido pero luego le saludó moviendo la cabeza.
Ambos se perdonaron a lo lejos, de alguna forma dando punto final a todo el drama de los años. Lo suyo había acabado para siempre, sólo les quedaba buscar la felicidad cada uno por su parte.
Adela estaba bien con que Albus sea feliz sin ella. Ahora Adela debía intentar ser feliz sin Albus.
Después de todo él había sido la única razón por la que rechazó a aquellos hombres, porque ella llegó a pensar que volverían en algún momento. Pero no fue así, ya no sería así.
Decidió dejar de soñar y comenzar a actuar. Ya no era la jovencita que hacía estupideces, ahora era una adulta y debía enfrentar la vida como tal.
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