Fui idiota y por eso me odias.
Narra Cassie.
Scorpius me lanza la quaffle, pero lo hace mal y ésta termina dos metros hacia mi derecha, siendo atrapada por Joy Rudd. Miro ceñuda a mi hermano y la sonrisa de idiota que tenía en el rostro desaparece por completo.
— ¿Qué demonios crees que haces, Scorpius? —le grito mientras me acerco a gran velocidad con mi escoba—. Llevas todo el maldito entrenamiento haciendo estupideces, estamos a pocos días de la final, idiota, concéntrate.
Era mi último año como capitana del equipo, quería ganar; también quería dejar a mi hermanito el puesto aunque sea sólo para su último año, pero él estaba haciendo tantas boberías que dudo que lo elijan. Faye Stone hacía las cosas mejor, no se lo diría en esas palabras pero la veo como futura capitana.
—Uh, lo siento —balbucea el idiota de mi hermano, se pasa la mano por el cabello y evita mirarme a la cara—. Fue sólo un error.
—Muchos errores a decir verdad. Y si hubiese sido en el juego estaríamos fritos.
Me vuelvo hacia el resto del equipo y señalo a Faye para que tome mi lugar mientras me elevo para ir junto con Albus. Él estaba sereno mientras montaba su escoba y miraba a su alrededor. Al parecer aún no ha descubierto la forma de atrapar rápidamente la snitch. Me sorprende que sea tan tranquilo con eso, yo comenzaría con un ataque de blasfemias si fuese la buscadora.
—No todavía, Cassie. Deja de insistir —dice antes de que siquiera abra la boca.
—Vamos, en serio no te entiendo —me inclino en la escoba y suspiro—. Aquí es tan aburrido, ¿cómo no explotas?
—Porque no soy Cassiopeia.
Me dedica una sonrisa divertida dando a entender que era broma, se la devuelvo rodando los ojos.
— ¿Qué se siente estar a poco de terminar el colegio? —pregunta girando completamente hacia mí.
—No lo sé... Normal, aún no siento la presión.
Asiente y luego se queda unos pocos segundos en silencio, meditando tal vez si lo que quería preguntar era terreno seguro. Ya me lo esperaba, su expresión me lo decía todo. Iba a tocar el tema de su hermano.
—Está bien —solté antes de que abriera la boca, volví a enderezarme sobre la escoba—. Creo que las aguas se han calmado con James, de verdad.
—Pero no han hablado directamente sobre el tema aún, que yo sepa.
Me encojo un poco mientras afirmo eso. Sé que yo soy la que debe acercarse y pedir hablar, últimamente estuve hasta el cuello con los deberes escolares y no pude meditar mucho en lo que iba a decirle. Pero por lo menos ahora ya no nos evitamos, saludamos de lejos, sonreímos un tanto incómodos pero lo hacemos. Aún así el merece que le explique... que pida perdón.
—Planeo hacerlo, Alb —llevo mi cabeza hacia atrás—. Pero déjame respirar, Dios, sé que estoy yendo por el camino de la nueva Cassiopeia pero pedir perdón sigue doliéndome en el alma, ni hablar del intentar conseguir un poco de su tiempo para eso.
Se ríe de mí, como siempre disfrutando de mis escenas dramáticas —Estás haciendo demasiado escándalo, si lo ves, sólo hazlo y ya. Te acercas, lo apartas de los demás y le dices todo lo que tengas adentro.
—Hígado, riñones, estómago... ¡Y para su sorpresa un corazón! —exclamo haciéndome la tonta—. Intentaré hacer eso alguna vez.
Estoy a punto de añadir otro tema de conversación cuando él pasa como rayo junto a mí. Abro los ojos como platos mientras volteo para verlo revolotear detrás del objeto brillante, la snitch. ¿Cómo demonios me prestaba atención y a la vez estaba al pendiente de eso?
Cuando la tiene entre sus dedos se acerca con aire altanero. Pone la snitch ante mis ojos y sonrío.
—Excelente, Potter, al menos tú harás bien tu trabajo.
— ¿Te refieres a Scorpius? Perdónalo, él sólo quería impresionar a Gabrielle Lancaster —me quedo con la boca abierta. Es mi hermano y yo no me entero de esas cosas. Albus se encoge de hombros ante mi expresión—. Recién hoy me entero de eso, noté que la miraba mucho mientras entrenaban.
Eso explica mucho, pero de todas formas el idiota debía concentrarse.
—Me alegra que haya olvidado a Rose —suelto, hago una mueca—. No pienses que he ofendido a tu prima en mi mente...
A esa maldita zorra pelirroja. No me importa que hayan terminado bien, igual es eso para mí. Seguro soy lo mismo para ella, se nota en su mirada cuando paso cerca de ella en el pasillo. Me detesta, aún más que antes.
—Sé que lo hiciste —bufa—. No voy a meterme en eso.
Un barullo más abajo nos hace descender. Me detengo sintiendo un aire frío en la espalda cuando noto que James está discutiendo con Faye. Él y su equipo parecen querer practicar, obviamente, nosotros jugaremos contra ellos...
Albus repite mi nombre hasta que sacudo la cabeza y sigo avanzando.
—Ni siquiera eres la capitana para poder decir eso —espetaba James con el ceño fruncido.
—Cassiopeia me dejó a cargo, de cualquier forma debes hablar con ella si quieren practicar aquí también.
—Tengo un permiso.
Se callan cuando notan que me acerco. James mira sus manos sujetando la escoba, Faye retrocede con expresión de incomodidad.
—Gracias —le digo e ignoro su mirada de sorpresa, ella asiente y va con los demás del equipo—. ¿Hola?
Idiota. Las conversaciones comienzan con eso pero ahora no debía... O tal vez sí... Hablarle es difícil, se ha tornado raro. Todo este tiempo he pensado en mil formas para iniciar la conversación y ahora lo arruino como la idiota que soy.
Él se da un respiro antes de mirarme al fin a la cara, lo veo sonrojarse un poco y me dan ganas de abrazarlo. Sujeto la escoba con fuerza para poder contener ese sentimiento. Ya no puedo hacer eso, lo arruiné.
—Hola —responde—. Yo... Sólo queremos... Tengo un permiso —suelta de forma atropellada, levanta el papel firmado y sólo le sonrío.
—Está bien, podemos compartir el...
Escucho un grito ahogado general y volteo a ver a mi equipo. Ellos tenían una expresión de horror marcada en el rostro. Les dediqué una mirada asesina y relajaron sus expresiones.
—Compartiremos el campo, no importa —digo más alto para que lo entiendan. Luego volteo a mirar a James—. Sólo unos minutos, nosotros nos vamos, ya practicamos demasiado.
—Demasiado —repiten a mis espaldas, totalmente de acuerdo.
Suspiro cerrando los ojos —O mejor terminamos aquí y que el campo sea suyo.
Festejan sin una pizca de disimulo. Bufo molesta, me dejaban como una explotadora. Noto que una pequeña sonrisa aparece en el rostro de James.
—Gracias.
Me quedo mirándole con ganas de decirle algo más, pero estamos rodeados de chismosos. Muevo la cabeza asintiendo y paso junto a él para retirarme. Sólo lo había hecho para poder estar más cerca a decir verdad.
Podría jurar que murmuró mi nombre, pero fue sólo mi imaginación. Me voy de allí repitiéndome que la charla que debemos tener será hoy, no puedo esperar más.
***
Narra James.
Su torpe hola me afectó más de lo que debería. Tuve su mirada sobre mí tanto tiempo que sentí que en cualquier momento me comportaría como un tonto. Todavía me sorprendía ver que sus ojos cambiaban de color cuando me miraban, se volvían tan cálidos.
Los amaba así. La amaba nerviosa e intentando hablar. Sé lo que quiere decirme, también quiero que me lo diga. He escuchado todas las versiones de la historia, incluso la de Davina.
Esa pelirroja se me acercó hace como una semana, fue extraño, ella se quedó cinco minutos mirándome y debatiendo si hacerlo o no. Finalmente se plantó frente a mí. Estábamos en la biblioteca, yo terminaba mi tarea de historia, ella me quitó la pluma para asegurar mi atención.
— ¿Ahora vas a golpearme? —le pregunté mirándola con aburrimiento.
—No —mordió su lengua antes de hablar—. Cassiopeia besó a ese chico para molestarme.
Suspiré cerrando el libro con rabia —Ya lo sé. Eso sólo empeora todo.
—Y otra persona estuvo animándola a hacerlo —añade, eso hace que la mire con interés—. Cassiopeia quiso terminar con esto, claro. Yo la hice enojar al culparla por lo de tu hermana, claro que quería joderme la vida pero no iba a hacerlo si esa persona no la empujaba a hacerlo... Sólo quiero que sepas que la culpa no es totalmente de ella.
Me quedé en silencio unos momentos, ella esperando impaciente.
— ¿Crees que con esto voy a...?
—Odiaba su relación —confesó de sopetón—. Porque de alguna forma ustedes eran felices en medio del caos. Confieso que intenté separarlos al mantener la atención de ella en mi pero... Ahora me siento culpable, y odio este maldito sentimiento —gruñe bajando la nariz.
Sus movimientos y gestos me recordaron a Cassiopeia.
— ¿Sólo intentas ayudar por eso? ¿O es que de repente quieres a Cassiopeia?
—No la quiero —ríe—. Noté que somos iguales. Entre malditas hay que ayudarnos.
Otro silencio incómodo. Me quedé pensando en Cassie, en el hecho de que siempre se me quedaba mirando pensativa, y que ahora ya no armaba tantos escándalos. Eso hacía un gran cóctel de emociones en mi interior.
—Te extraña —susurró como si no debiera decir eso en voz alta—. Si hasta yo lo noto es en serio.
Ella se fue y yo me quedé mirando la silla vacía como si fuese lo más interesante en el mundo.
Todos decían lo mismo, ahora hasta Levallois lo hacía.
Yo también la extraño.
Cuando pasó junto a mí luego de dejarnos el campo para entrenar volví a percibir su perfume en medio del sudor. Se me escapó su nombre en voz baja, pero ella no me escuchó.
Las siguientes horas hice todo lo posible para no pensar en ella. Me dediqué a gritarle a mi equipo para que hiciera las cosas como debían. Mi último año, mi último juego, necesito ganar.
—Bien —le digo al equipo mientras me seco el sudor con el dorso de la mano—. ¡Ya pueden irse!
Festejan dando gritos de júbilo y en dos parpadeos desaparecen hacia los vestidores. Me quedo en el aire unos minutos más antes de bajar a guardar las cosas. No sé en qué momento me volví su empleado, pero bueno.
En cuanto guardo mi escoba sólo quiero quitarme el uniforme sudado. Camino hacia las duchas ya vacías mientras tomo una toalla y jabón. Un baño rápido no me hará daño. Es refrescante sentir el agua tibia sobre mi piel, podría quedarme allí hasta la cena, pero escucho que algo cae en la zona de los casilleros.
— ¿Hola? —digo en voz alta y cierro la ducha.
Pongo la toalla alrededor de mi cintura y salgo para ver quién era. Noto que las cosas de Fred estaban regadas en el suelo, de alguna forma la persona que estaba intentando juntarlas se las ingenió para que el casillero se abra.
Me quedo petrificado cuando reconozco ese cabello de color cambiante. Naranja, rojo, amarillo. Todos los colores en segundos. Ella estaba nerviosa. Cassiopeia maldecía entre dientes mientras juntaba la ropa de Fred.
Alza la vista hacia mí, y ya no puedo volverme a las duchas. Su boca se abre en una o y su cabello al fin termina en un color. Rosado.
—No me preparé mentalmente para esto —la escucho decir con voz aguda. Vuelve a mirar al suelo y lanza la ropa de Fred de vuelta al casillero.
— ¿Qué haces aquí? —pregunto confundido e incómodo.
—Tomar las cosas de... de un amigo —miente mientras sujeta una de las camisetas de Fred.
Entonces suelto una risa sin poder evitarlo — ¿Ahora Fred es tu amigo?
La camiseta vuelve al suelo en cuanto escucha eso. Ella pone una expresión de asco y sacude la mano.
—Bien, no vine a eso —acepta cerrando los ojos y haciendo una mueca—. No tengo amigos en Gryffindor.
—Lo sé.
—Vine porque quería hablar contigo. Pero estás desnudo, digo, casi desnudo. Seguro estás desnudo debajo de esa toalla, no es que haya pensado en eso. Bien, ¿a quién engaño? Soy una sucia, sabes que sí pensé en eso —habla rápido, sin abrir los ojos, cada vez apretaba más los párpados y los puños—. Quería hablar a solas contigo, Lily me dijo que estabas aquí y nadie más te acompañaba. Bueno, fue así hasta que yo vine y ahora no estás sólo. Estás conmigo, estamos aquí, y estás desnudo.
Me quedo en silencio mirándola contenerse. Al menos ya dejó su verborrea. Sólo la miraba mientras sonreía, nunca antes había sido tan nerviosa cuando estaba conmigo. Me gustaba.
Abre los ojos lentamente y suspira cansada.
—Sigues desnudo.
—No prestes atención a eso y habla —espeto cruzando los brazos.
—Muy bien, lo haré —gruñe y camina a través de las bancas, hacia mí, toma una toalla que estaba frente a mi casillero y me la lanza encima—. Ahora sí puedo.
Borro mi sonrisa antes de sacarme la toalla del rostro. Ahora Cassie está mucho más cerca y puedo notar el leve tono rojo en su rostro.
—Ya sabes de qué quiero hablar... No hay otro tema que podamos tocar —comienza mirándome a los ojos—. Pasó mucho, mucho tiempo, lo sé. Yo funciono un poco diferente a las demás personas y tardo en aceptar mis estupideces, asimilarlas y animarme a pedir perdón por ellas.
Asiento esperando que siga.
—Lo lamento, James —dice al fin, sus ojos ahora eran de un color opaco y triste—. Fui egoísta, mentirosa, hipócrita, malcriada, todo lo que se ocurra y sea terrible. Y la realidad es que eso es lo que soy, pero eso no me daba derecho a lastimarte como lo hice —los costados de mis labios caen al recordar eso—. Tú fuiste genial, debes saberlo, que fue mi culpa todo este desastre.
Relame sus labios y respira hondo mientras aparta la vista por primera vez. No quiere que note la humedad en sus ojos, intenta que desaparezca. Lo sé, la conozco bien.
—Cuando dijiste que me amabas tuve... tuve pánico —confiesa moviendo las manos hacia su pecho—. Es estúpido, eras el primer chico que me quería de esa forma. Me asusté, porque es un sentimiento demasiado grande. Soy terrible con los sentimientos, James, lo sabes —ríe, se le cae una lágrima y la limpia de inmediato—. No me guío mucho por los sentimientos porque así las personas pueden lastimarme.
Su sinceridad se notaba a leguas, me dieron ganas de darle un abrazo cuando ya no detuvo sus lágrimas.
—Y yo te lastimé a ti. No lo merecías, eres una persona fascinante que ha cambiado tanto, para bien. Tú maduraste y yo no. Tú sí sabes lo que quieres —me señala—. Yo seguía intentando ser la reina del colegio, cosa más patética y sin sentido. Ahora lo noto... Fui idiota y lo lamento.
Aspiro por la nariz en cuanto dice eso. Siento que el frío se cola a mi cuerpo, sigo con el cabello mojado y eso me causa dolor de cabeza. O tal vez todo esto lo haga.
—Lo lamento, James —repite sin aire, me mira con cierta desesperación—. Por favor dime algo.
—No sé qué quieres que diga.
— ¡Lo que sea! —chilla, se aparta el cabello de la cara, parece acalorada a diferencia de mí, que estoy temblando de frío—. Dime que soy idiota, que fui una maldita, que doy pena, asco. Que me odias. ¡Dios, James! Sólo dime lo que sientes.
Miro al suelo pensando, cuento hasta diez para decidirme y tomar el valor para soltar semejante estupidez.
—Te amo.
Retrocede sorprendida, con la boca abierta y sin palabras. El miedo de que vuelva a salir corriendo me invade. Ya comienzo a decirme que soy estúpido y ella responde.
—Yo también te amo... Y siempre lo hice.
***
Fin.
NAH, JAJAJAJAJA, MENTIRA.
MI JASSIE, MI CORAZÓN, ESTOY LLORANDO.
Quiero saber lo que sientes ahora, dímelo. Puedes darme un golpe, lanzarme un tomate, lo que quieras.
Yo en particular lloré, no sé, me emocioné.
Nos queda tan poco, queridas, eso me parte el alma.
¡Hasta luego! ¡Saben que les amo!
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