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Declaración de guerra.


Golpeo mi almohada con rabia. Luego de apalearla durante unos minutos, me lanzo a la cama boca abajo y doy un chillido.

La vida es cruel, es malvada. No lo vale. Soy demasiado bella e inteligente para tener esta vida. Dios, ¿Qué te hice yo para que me la des?

Mis pecados comenzaron recién cuando cumplí 2 años e intenté ahogar a Scorpius con una almohada... ¡No antes! Venga, pudiste darme algo mejor.

Estúpida francesita. Estúpido Chanel. Estúpido Hogwarts. Estúpido sombrero seleccionador.

Aún se repite en mi cabeza...

— Este año tenemos a una nueva alumna —la voz de la directora fue seguida por vitoreos y aplausos. En ese momento sentí que mi cuerpo se tensaba—. Viene de Francia... ¡Denle una cálida bienvenida a Davina Levallois.

Las cabezas giraron hacia la puerta. Yo permanecí mirando hacia la directora con los labios apretados y mis uñas clavadas en la mesa. Adela se volteó para mirarme e hizo una mueca.

Entonces la pelirroja francesa llegó a mi campo de visión. Y me sentí arder más que nunca.

Voy a arrancarle el puto cabello. Los putos ojos. Y toda su existencia.

— Ya tuvo una selección privada —ah, princesita maldita... Basta, malas palabras, basta, he de ser una dama—. Y el sombrero la llevo a Slytherin.

ME CAGO EN LA MIERDA.

Mi casa aplaudió y vitoreó. Bajé la cabeza y cerré los ojos.

— Estás que ardes —murmuró Adela a mi oído—. De forma literal. Nada sexy.

Sentí que me tomaban la mano, me fije en Scorpius a mi lado.

— Cass, te agradecería que calmes a tus ojos rojos, se ven tenebrosos... Y repito, no iré a sacarte Azkaban. Papá dijo lo mismo luego de lo que pasó en Francia.

Comprendí su miedo a mis instintos asesinos cuando el Chanel No. 16 llegó a mi nariz. La zorra francesa se sentó a mi lado, empujando a Adela. Quien no está muy feliz por ello (tal vez ambas terminemos en Azkaban)

Soltó una lenta sonrisa de lado y me rodeó los hombros con un brazo. Se acercó a mí y me susurró.

— Me has jodido la vida al traerme aquí —sus ojos brillan con malicia—. Ahora yo voy a joder la tuya.

— Será mutuo, te lo aseguro —mascullo.

Sacudo la cabeza para que el recuerdo se disipe. Luego de aquello, la francesita permaneció toda la cena allí, apenas comimos sin dejar de lanzarnos miradas. Y... Era obvio que la mitad del comedor nos miraba.

Pero lo jodido llegó después. Su habitación estaba delante de la mía. Al menos no era mi compañera pero... Cada maldita mañana, cada jodida noche, voy a verle la cara.

Gruño y muevo los brazos.

— Malfoy, si no quieres que la "zorra francesa" sepa que te molesta tanto, será mejor que dejes de gemir como gato en celo —me advierte Verónica, levanto la cabeza y la miro, entonces le muestro mi dedo medio—. ¡Uy niña! ¡Te has pasado! ¿Quién te enseñó eso?

Las demás ríen ante eso. Por el tono chillón que usó y su cara de horror. No pude evitar reír igual.

Verónica hace una mueca y con las mejillas sonrojadas se dedica a ubicar sus esmaltes como si fuesen un arcoiris. La miro, rememorando su cepillo de dientes en el inodoro, casi me siento mal por ello, pero me interrumpen los pensamientos.

— Sinceramente estoy extasiada con su rivalidad —admite Dinah, la nueva compañera transferida de... De unas dos puertas a la izquierda.

La miro fijo y alzo una ceja.

— ¿Eres una lesbiana que se excita con ver a otras mujeres pelear?

A Verónica se le caen los esmaltes. De pronto el dormitorio se llena de carcajadas. Pero Dinah no se ríe.

Oh oh.

— No soy lesbiana —seguiré virgen, wii—. Sólo digo que es interesante poder presenciar la rivalidad de las dos herederas.

Sigo mirándole, esperando explicaciones. Ella inhala indignada.

— Por favor, ella es Davina Levallois, es heredera del gran Imperio de los Levallois. Y tú... —sonríe de lado—. Eres Cassiopeia Malfoy.

Me volteo y la miro con interés.

— Me ha gustado el tono que usaste con mi nombre...

— Es que, de las dos, me fío más con que tú ganarás.

Preguntaría, ¿Ganar qué? Pero eso no es algo declarado.

Es simplemente ganar. Desde un primer momento fue impuesto. Una de nosotras debe ser mejor que la otra, tener más que la otra. Y esa seré yo.

***

Al día siguiente estoy más tranquila y fresca. Es extraño que todas nos hayamos llevado los turnos del baño con serenidad, sin gritos o golpes en la puerta.

Esto es un milagro de San Expedito. Gracias por los favores concebidos, aunque nunca me diste mi poni de oro.

— Hoy me siento extrañamente fresca — admite Adela alzando los brazos mientras yo arreglo mis zapatos.

— Tal vez sea porque sigues en ropa interior — propongo con diversión.

— ¿No puedo ir así? —pone las manos en sus caderas y hace una pose.

— Me temo que va en contra de las reglas, sensualona — río lanzándole su uniforme.

Se viste con un fingido puchero exagerado. Y, sólo por hoy, me siento con ganas de esperar a que las demás estén listas para ir todas juntas al comedor.

Ya no me avergüenzo tanto de ellas.

¡Al final sí eran humanos! Lo se, increíble.

— ¡Vamos! — Dinah corre hacia Adela y la tira a la cama para ponerle los zapatos — . ¡Quiero la tarta de fresas! Y anoche Lou-come-todo dijo que ya deseaba probarla.

Cuando estamos listas, voy al frente y abro la puerta.

Juro que estaba saliendo todo a la perfección, que no lo vi venir.

No se qué cayó sobre mi, sólo se que era asqueroso y que me embarró por completo.

Solté un chillido y limpié mi rostro con furia.

— El verde es tu color, definitivamente — alzo la vista y veo a Davina y otras chicas junto a ella, todas sonríen divertidas — . ¿Recuerdas el vestido? Ojalá hubiese sido verde.

— ¡Tú! —la señalo respirando hondo — . Tú vas a querer irte a Alaska luego de lo que te haré.

Entrecierra los ojos sin dejar de sonreír con seguridad en sí misma.

— A ver quien compra el boleto primero.

Se voltea y comienza a caminar hacia la salida con los hombros cuadrados. Aprieto los labios y veo que Lou va trotando tras ella con los ojos brillando. Casi puedo ver en ellos escrito las palabras TARTA DE FRESA. YOMI YOMI.

— ¡Nooo! — Dinah lloriquea y cae al suelo, embarrándose aún más con esa mierda — . ¡Mi tarta! ¡Maldita Lou!

— Con tranquilidad, sólo debo usar ese shampoo que compré... — comienza a decir Verónica respirando apenas.

La interrumpo alzando mi varita y deshaciéndome de toda esa cosa sin dejar de mirar hacia el lugar donde estaba Davina Levallois.

— Vamos por tus malditas tartas — le digo a Dinah tomándola de su brazo y comenzando a dar zancadas hacia el comedor.

Cuando llego a la puerta veo a James limpiándose la camisa con una mueca molesta. Levanta la vista y al verme sonríe. Yo voy más lento hacia él.

— Hola — dice y mira a las chicas trotando tras de mí, y repite el saludo — . Hola.

— Hola chico sexy — suelta Verónica y Lindsey le da un codazo poco disimulado — . Quise decir, Potter sexy... Yo sólo quería tarta — lloriquea cuando la miro, se esconde tras Lindsey.

Dinah chilla — ¡Las tartas son mías!

Ruedo los ojos y miro la mancha en la camisa de James.

— ¿Y eso?

— La reina de Francia está un poco enfadada conmigo — suelta sarcástico y mira la mancha — . La mataría — murmura y nos mira — . Uh, pero jamás lastimaría a una chica.

Sonrío y saco mi varita, señalo la mancha — Existe la magia, Potty — hago un ligero movimiento de muñeca y la mancha desaparece.

— Lo se, pero temía hacer algo mal y terminar sin camisa en medio del comedor — admite y alisa su uniforme.

— No habría sido problema — murmura Verónica una vez más.

La ignoro y me acerco a besar a James.

No es que esté marcando territorio, para nada.

Cuando volvemos al comedor él se dirige hacia su mesa llena de leones y yo voy hacia las serpientes y la jauría de perras.

Lou ha acaparado unas cuantas tartas y se las traga casi sin masticar. Hay otras chicas junto a Davina pero no las conozco. Además, sólo me concentro en ella.

— Comencemos — le murmuro al oído y poniendo mi mano en su nuca, con fuerza hago que su cara se estrelle contra su plato con muffins.

¡Yo soy la chica de los muffins!

Escucho las exclamaciones de los demás y bufo.

Soy Cassiopeia Malfoy, te metes conmigo y hay violencia, es ley. No puedo evitarlo.

— Juro que voy a matarte — dice con la voz aguda mientras se sujeta la nariz con una mano.

Río y volteo.

Mierda.

— A mi despacho, señorita Malfoy. 

 

 





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