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Con, y sin orgullo.

—Malfoy, en verdad no le veo la necesidad de que vayas en una silla de ruedas.

—Estoy herida —respondí con mi mejor expresión de dolor.

Lilian Potter rodó los ojos y se plantó ante mí.

—No me hace gracia que uses a mi hermano como tu sirviente.

Moví un poco la cabeza hasta ver a Potter tras de mí, sosteniendo la silla, esperando mis órdenes para seguir empujando.

—A mi tampoco —admitió el niño—. Pero ella me amenazó porque dejé que Madame Pomfrey la drogara.

—Además, él se propuso para ser mi sirviente —añadí levantando levemente el mentón.

—En realidad, yo sólo iba a...

— ¡Me drogaron y no hiciste algo para evitarlo!

— ¡Está bien! ¡Pero no voy a pasar dos semanas empujando una jodida silla de ruedas! ¡No eres ligera, cariño!

Mi cabello se tornó negro mientras me volteaba a mirarlo como una fiera.

— ¿Me estás catalogando como gorda? —susurré con un tic en el ojo.

—No, pero tampoco eres una pluma...

— ¡Perderás la cabeza! —declaré en un grito mientras me levantaba.

De inmediato, Potter salió corriendo, y yo iba a hacerlo, pero alguien me cargó por atrás. En cuanto percibí el aroma a su perfume, comencé a lanzar patadas para que me suelte.

— ¡No me toques, Albus Severus! —chillé—. ¡No quiero verte!

— ¿Por qué? ¿Por que dejé ir a la snitch para salvarte de una muerte segura al estamparte contra el suelo? —dijo con algo de enojo a mi oído.

Apreté los dientes y gruñí en respuesta.

Mis pies al fin tocaron el suelo y Albus aflojó su agarre. Al soltarme, me rodeo para poder mirarme a los ojos.

Podía notarlo, estaba decepcionado, u ofendido, no lo sé, pero su mirada me revolvió el estómago y sentí algo raro... estoy ¿arrepentida? Arrepentida de haberme enfadado porque él dejó ir la snitch.

Él lo hizo para salvarme. No debería estar enfadada, sino agradecida...

Pero no sería yo si admitiese eso.

—Deberías ordenar tus prioridades —expresó y su tono me hundió aún más.

Me abracé a mi misma mientras mi mejor amigo se iba, no hice algo para detenerlo, el orgullo me tomaba de los pies para que no corra y le diga que lo sentía.

Entonces recordé que tenía público, miré a Lilian Potter, ella ladeaba la cabeza al mirarme, como queriendo descifrarme.

— ¿Por qué? —me dijo frunciendo el ceño—. ¿Por qué eres así?

—No te incumbe —declaré y me posicioné tras la silla de ruedas para comenzar a empujarla y dirigirme a mi cuarto.

No sé en qué punto del camino dejé a un lado la silla, ni en qué punto la voz de Albus repetía una y otra vez que yo era una idiota malagradecida, él no lo dijo, claro, pero yo sé que eso era lo que pensaba.

Cuando atravesé la sala común me dije a mi misma, en un intento de alegrarme, que Albus pronto volvería y me perdonaría, todo volvería a ser como antes y felices, tan tan. Pero había una parte de mí que no se lo creía y me exigía que vaya y le pida perdón, y esa parte era diminuta y débil a comparación del orgullo que no me permitía arrepentirme de todo lo que hice.

Al ingresar a mi cuarto, vi que Verónica me miraba de reojo y salía de inmediato, dejándome a solas con Adela, quien me miraba de forma severa sentada en su cama.

—No puedo creer que seas así, Cassiopeia.

Embocé una sonrisa ladeada que no llegó a mis ojos.

—Siempre fui así.

— ¡Y ya lo sé! ¡Lo que no me creo es que seas así con tu mejor amigo! —sus mejillas se colorearon.

—Pues créelo, porque así es.

Me lancé a mi propia cama, de espaldas, lancé un largo suspiro y cerré los ojos a la espera de que Adela me deje sola.

Pero ella no iba a hacerlo, porque al parecer en verdad estaba enfadada.

—Él se lanzó para atraparte, te salvó la vida —susurró y de pronto noté que estaba cerca.

Abrí los ojos para toparme con los suyos, se inclinaba sobre mí, ella solía hacer esto antes, pero nunca lo hizo estando enfadada, ahora siento como si fuese a ponerme una almohada sobre mi cabeza hasta que deje de patalear.

—Le debes al menos un gracias...

Por supuesto que lo sé, mi querida prima, le debo un gracias y un lo siento. Quisiera admitirlo en voz alta, pero me produce un nudo en la garganta que me impide decirlo.

—Yo no le debo, ni a él, ni a nadie —dije al final y de inmediato noté que la cagué.

La mirada casi azul de Adela desapareció de mi vista, ahora sólo podía ver el techo de la habitación, luego oí un portazo y me declaré una eterna idiota.

Los días siguientes Albus no me hablaba, Adela tampoco, y gracias a mi arranque de ira, Scorpius también dejó de hablarme.

—Vamos hermana, no te cuesta ir y pedir perdón —él había dicho y yo ya sabía aquello.

Pero estaba cabreada porque la situación no estaba a mi favor, entonces le miré con los ojos casi echando chispas, para su mala suerte y la mía, noté que Rose Weasley estaba tras él, esperándolo. Mis celos de hermana se mezclaron con el previo cabreo.

— ¿Por qué no me dejas como siempre y vas con tu zorrita?

¡Bien! ¡Fui yo la zorra! ¡Y lo admito! Me lo admito a mí misma, nunca se lo admitiría a otra persona.

Ahí estaba yo, en el jardín del primer piso, jugando ajedrez mágico con la única persona que al parecer podía soportarme, Potter, es decir... mini Potter.

— ¿Y qué tal tu día? —preguntó luego de hacer su movimiento.

Yo analicé el tablero con suma atención, a sabiendas de que él me miraba fijamente.

—Creo que tú ya lo sabes.

—Quisiera oírte igual.

Me rasqué el cuello y levanté la vista.

— ¿Desde cuándo te detienes a preguntarme cómo estoy y no declaras lo buena que estoy?

Una sonrisa se formó en sus labios.

—Que no lo diga no significa que no lo piense —alza los brazos y los coloca tras su cabeza antes de recostarse por el muro tras él—. Estoy aprendiendo a callar ciertas cosas.

—Que bien —mascullo con cierto malhumor.

Potter aprendía a no ser tan... Potter, y yo perdía amigos por ser tan Cassiopeia.

— ¿Y bien?

— ¿Qué?

—No me has dicho qué fue de tu día.

Me crucé de brazos—. ¡Lo mismo que ayer y antes de ayer! ¡No quieren hablarme! Malditos ineptos, me dejan comiendo sola —mis hombros cayeron—. Adela ignoró mi pregunta esta mañana y todos en la mesa se rieron de mí...

—Pobre mujer.

—Y Albus ya no quiere ayudarme con nuestro proyecto para el profesor Slughorn —comienzo a decir bajando la voz—. Scorpius no quiere ni dedicarme una mirada.

Me quedé mirando el suelo, y de pronto, haciendo bizcos, pude notar que mi nariz estaba roja. Clara señal de que estoy a punto de llorar.

¡Pero mierda de vida! ¡Voy a llorar ante Potter!

Con pánico, pasé mis manos por mi rostro, esperando espantar las ganas de llorar, cuando volví a ver a Potter, él me observaba atento, con la expresión de... de pena que tanto odio.

—Cassie... ¿No has pensado en... pedir perdón?

Muy bien, yo no quería escuchar eso, para nada, yo quería más bien una especie de Ellos se lo pierden. Pero no, debía decirme la realidad.

— ¡No!

—Tu orgullo te lastima.

— ¿Desde cuándo dejaste de ser un chico estúpido? —gruñí.

El se quedó en silencio un minuto, y supe que le dolió, porque yo ya sabía que James se declaraba un tonto y odiaba eso.

—Desde que con nueve años te gané en ajedrez... jaque mate —miré el tablero, efectivamente era así.

Suspiré antes de darle una patada al juego, me recorrió un calor por todo el cuerpo antes de decirlo. Voy a odiarme por esto.

—Lo siento, no debí decirte estúpido.

Creo que Potter se mini desmayó luego de eso.

Estaba más blanco que la leche, sus ojos abiertos al máximo. Se cayó y seguía mirándome como si yo fuese el diablo ante él.

— ¿Qué dijiste? —tartamudeó.

— ¡Que lo siento! ¡No te atrevas a obligarme a decirlo de nuevo! ¡O voy a partirte el trasero!

Enrojecí hasta las orejas y miré para otro lado. Él carraspeo.

—Muy bien... ¿Cuánto tiempo crees que nos queda?

— ¿De qué? —le inquirí confundida.

—Para que comience el apocalipsis... Cassiopeia Malfoy se ha disculpado... conmigo, con James Potter.

Luego de haberme disculpado con Potter, eso de las disculpas pareció ser más fácil. Digo, si de primera me disculpé por haber dicho estúpido al chico que detestaba, ahora ir a disculparme con mis amigos por ser una idiota debería ser más fácil.

Pero lo difícil estaba en la parte de lograr sentarme junto a ellos sin que se alejaran de inmediato, o que no lanzaran al basurero las notas donde les pregunto si podrían escucharme un minuto.

Siquiera teniendo como compañera de habitación a Adela era fácil. La última vez que me disculpé con ella, me escucharon todas las demás, menos Adela.

—Adela —había dicho luego de respirar hondo, plantándome ante ella con las manos sudorosas—. Lamento mucho haber sido tan idiota —comencé y oí a una de las chicas chillar—. Estoy arrepentida de mis palabras, debí haber sido menos...

A Verónica se le cayó el esmalte de uñas, pero ella no lo notó, siguió mirándome con la boca abierta. Yo carraspee y volví a dirigir mi vista a la Adela que me ignoraba.

Entonces, cuando puso un mechón de su cabello tras su oreja, note que llevaba tapones para los oídos.

Pegué el grito al cielo para luego comenzar a amenazar a todo el que se moviera, y todo tomó su rumbo normal, Verónica lloriqueo por su esmalte, yo me senté en mi cama con cara de pocos amigos, Adela leía un libro sin saber que yo había dicho una disculpa hace pocos minutos.

Seguí jugando ajedrez con Potter en mis tiempos libres, tomando mi medicina cada ocho horas, luchando por no salir corriendo a matar a todos. Le daba clases al chico que tenía loca a Lilian Potter. Hablaba de vez en cuando con Lilian Potter.

De pronto, estaba rodeada de todas esas personas a las que antes no conocía, o no soportaba.

Ya nada más me falta jugar a las escondidas con Fred Weasley.

¡Hola gente!

Ya sé que tardé *llorando ahre* pero no encontraba mis notitas de planificación de capítulos, entonces volví a hacerlas, y creo que ahora son mejores ideas que las de antes ew.

Cassiopeia y su orgullo loquillo 7u7

Comenzaré con el otro capítulo, ya no quiero tardar tanto en actualizar, y aprovecharé el tiempo libre de ahora y el hecho de que Wattpad al fin me permite ingresar desde la computadora

¡Hasta pronto! :*

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