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Casi buenos padres.

Albus llegó a la casa de su hermano mientras cargaba a su hijo de ya casi seis años, Damian Potter. El pequeño estaba en sus hombros y jugaba con el alocado cabello de su padre mientras este registraba la sala. Era extraño que aquella casa este tan silenciosa, puesto que todos hablaban a los gritos allí... y ninguno de los tres ocupantes podía cerrar la boca alguna vez.

— ¿James? —dijo en voz alta, llamando a su hermano—. ¿Estás vivo?

En respuesta algo se rompió en la cocina, seguido de un grito agudo. Albus de inmediato bajó a Damian para correr hacia allí. La escena que se encontró no tenia precio.

James estaba sobre la mesa, sujetando una escoba mientras miraba hacia todas direcciones. El pánico en su expresión era tal que parecía el protagonista de una película de miedo. Albus tuvo que contenerse para no reírse a carcajadas.

—Shh —el mayor se llevó un dedo a los labios—. No se muevan... está aquí.

¿Qué estaba allí? La respuesta fue una risita aniñada. Luego escuchó unos pasos sobre su cabeza. Albus levantó la vista lentamente.

— ¡Hola, tío Albus! —saluda la niña, de unos cuatro años y medio.

Una sonrisa apareció en el rostro de él al verla —Hola, princesa. ¿Qué haces ahí arriba? Harás que tu padre tenga un ataque.

Leonor Potter arrugó la nariz, que estaba plagada de pecas. Su cabello negro estaba trenzado con tal pulcritud que no se despeinaba a pesar de estar de cabeza. Tenía los pies pegados al techo, al parecer estuvo divirtiéndose con eso los últimos minutos, ya que había manchas de pisadas por toda la superficie blanca.

—Pero papi y yo jugábamos a las escondidas.

Miran a James, quien seguía sobre la mesa, pasando la escoba contra el techo. Intentaba sin éxito limpiarlo, a sabiendas de que Cassiopeia gritaría como posesa al ver eso.

—Ayuda —fue lo único que dijo antes de lanzarse derrotado al suelo.

Albus vio que su sobrina volvía a descender, sólo para sentarse sobre la espalda de su padre. Ella tenía una expresión tan angelical que no pensarías que hizo todo eso.

Una peculiaridad se notaba en uno de los ojos marrones de Leonor, una especie de lunar en su iris. Aquel punto negro que tornaba su mirada más interesante, pero a la vez parecía ser un mal para la niña. No de forma estética, sino más bien en su interior. Según los doctores aquel punto sólo era la muestra de algo que iba mal en el ojo, ella poco a poco iba perdiendo la capacidad visual en él.

—James, ¿debo recordarte que eres un mago? —pregunta entre risas mientras saca su varita y limpia el lugar.

—Gracias —respondió con el rostro pegado al suelo—. Entré en pánico... desde su brote de magia no ha dejado de...

Se calló para voltear y tomar el pie de su hija, que volvía a flotar.

—Caminar por las paredes y techo —tira de ella para volver a ponerla en el suelo—. No más de eso, señorita, a mamá no le gusta que lo hagas... y a papá no le gustan los gritos de mamá cuando se enoja.

Ella asiente haciendo un puchero —Solo quería jugar contigo, papi.

No, pensó James, no me mires así. Los ojos de corderito no.

Y los cuatro terminaron sentados alrededor de la mesa, con disfraces ridículos de piratas. Una especie de mapa hecho con crayones se encontraba en el medio, y todos se cernían a él. Leonor tenía el sombrero más grande, junto con un parche en su ojo derecho, el de la mancha. Hablaba con un acento que aprendió en las películas de piratas.

—Muy bien, sucios bacalaos, tendremos que pasar por las aguas de las sirenas para llegar al tesoro.

—Pero las sirenas intentarán comernos —saltó Damian, golpeando el mapa con su loro de plástico—. ¡O gritarán tan fuerte que nos dejarán sordos?

James suspiró —Si el tesoro está en la oficina de Cassie... Bueno, terminaremos más que sordos.

Luego tuvieron que seguir a los niños por la escalera, mientras cantaban una canción de piratas. Leonor iba al frente gritando las órdenes, igual a su madre. Y cuando al fin llegaron chocó contra el escritorio de Cassie, haciendo caer todas las hojas que estaban allí. La ventana estaba abierta, por lo que todo se esparció por la habitación.

La expresión de todos cayó, y sus rostros se tornaron pálidos. Y todo fue peor cuando escucharon la puerta cerrarse con fuerza abajo. Sólo una persona entraba con semejante brutalidad.

—La sirena ha llegado —susurró Leonor—. Debemos temer.

***

En invierno James tuvo un par de casos difíciles, por lo tanto a Cassiopeia le tocaba cuidar de Leonor. Era un tanto difícil, teniendo en cuenta que era la maldita mezcla de ambos. Se salía con la suya dejándote con la boca abierta, era sólo una niña que apenas iría al preescolar pero era muy inteligente. Cassie no sabía si sentirse orgullosa de ello o temer cuando llegue a la adolescencia.

— ¡Leonor! ¡No corras! —le gritó cuando estaban en el parque, y la niña salió disparada hacia las montañas de nieve.

—Eso debiste gritarle a James esa vez, ¡James, no te corras! —exclamó Davina a su lado, mientras tecleaba en su celular.

El rostro de Cassiopeia se tornó rojo al voltearse para mirarla. No debió traerla al paseo, pero de todas formas Levallois se auto invitó.

—Cierra la boca, o juro que te la rompo.

—Habla despacio, que la gente puede malpensar esa frase —guardó su celular en el bolso—. Como siempre.

Notaron al grupo de madres y padres que las miraban y cuchicheaban, señalando el hecho de que estaban muy cerca. Después años ambas mujeres ya podían notar cuando las creían un par de lesbianas. Esta era una de esas veces.

— ¡¿Qué les sucede, chusmas?! —Cassie les grita causándoles algo de miedo.

— ¡Sí! ¡Es el siglo veintiuno, supérenlo! —Davina concordó en cierta forma, mientras encendía un cigarrillo entre sus labios—. ¡Mi novia y yo deberíamos salir a pasear tranquilas!

— ¡¿Qué?! —el grito histérico de Cassie hizo que todos se vayan—. ¡Levallois!

La pelirroja sonrió mientras le soplaba el humo del cigarrillo en la cara, Malfoy tosió retrocediendo un poco.

—Dulce venganza... Después de años en los que me tachaste de lesbiana ninfómana.

Cassie rueda los ojos y voltea buscando a Leonor con la mirada. Pero su hija ya no estaba ahí, el pánico le envolvió.

¡Joder! ¡Que perdió a su hija otra vez!

Las dos comenzaron a correr entre la nieve buscando a la niña sin parar. Cassiopeia jadeaba y cavaba entre las montañas de nieve gritando el nombre de su hija una y otra vez. Davina se tambaleaba sobre sus tacones mientras también llamaba a Leonor, pero menos histérica.

—Mami —la escucharon decir.

— ¡¿Leonor?! —saca su cabeza de la nieve—. ¡Mi vida! ¿Dónde estás?

—Debo dejar la droga —murmura Davina mientras lanza su cigarrillo, ya que por más que mirara a todas partes no encontraba a Leonor.

Y ambas miraron el árbol junto a ellas, la niña estaba trepada a él y les miraba extrañada.

— ¿Por qué tía Davina dice que son novias?

Silencio, tenso e incómodo silencio. Davina aprovechó sus segundos para sacarse los tacones y ponerlos en un lugar seguro.

Luego Cassiopeia se le lanzó encima gritando y ambas cayeron sobre la nieve. Leonor bajó para tomar el bolso de su tía, y de allí sacó el celular de la misma. Como cualquier niño de esa época sabía usarlo. Así que se dedicó a grabarles, y luego lo envió a su padre tomando como referencia la foto de este en su perfil.

James abrió el mensaje de Levallois con expresión confundida, a medida que el vídeo pasaba él no podía decidirse.

Debía emocionarse al verlas pelear o... ¿sentir celos teniendo en cuenta los rumores de "Dassie" en la prensa?

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