Aceptando sentimientos, buenos y malos.
Cuando la profesora de Runas nos pilló a Levallois y a mí lanzándonos pedazos de papel en clase pareció tener un ataque de histeria. No se si a la mujer le dejó el novio, o la engañó el esposo, tal vez es una solterona urgida, pero se puso tan exageradamente enfadada que nos puso un castigo después de clases.
Y esa sería la explicación de por qué estoy en el aula sentada junto a Davina Levallois mientras golpeó la mesa con las uñas y miro mi reloj esperando a que pase la hora. Cada segundo que pasa hace que quiera golpear con más fuerza la mesa.
Entonces aspiro profundo para calmarme, un olor conocido me llena. Volteo hacia Davina con expresión de asesina y ella me sonríe mostrando los dientes. Se ha puesto el mismo perfume que lanzó a mis ojos hace meses.
— ¿Aún no lo superas? —susurra tan bajo, que si no estaba sentada a cinco centímetros de ella siquiera la escucharía.
—Tú tampoco —bufo y me acomodo en la silla para darle un poco la espalda.
La profesora hace crujir su cuello de una manera que él mío comienza a doler. Se levanta mientras recoje sus papeles y está alejándose de la mesa cuando nosotras nos levantamos. Ni ha llegado el fin de la hora, pero me alegra que el castigo ya...
— ¿Alguien les dijo que ya pueden retirarse? —sisea la mujer y es casi como una cachetada.
—Pero usted ya se iba —chilla Levallois con su extraña manera de hablar.
—Yo me iba, pero eso no significa que ustedes puedan irse —abro la boca, pero la profesora me corta—. Y si hablan, quince minutos más... —nos observa con la nariz alzada, esperando a que soltemos alguna estupidez como siempre—. Bien, disfruten la media hora que les sobra juntas.
Cuando ya no escuchamos sus tacones contra el suelo, ambas soltamos el aire retenido y mascullamos "perra". Vuelvo a mi lugar arrastrando los pies. Alzo una ceja cuando Levallois arrastra una silla hasta quedar frente a mí.
— ¿Qué? —sigo mirándola igual—. Estamos solas, me aburro cuando estoy sola.
—Pensé que hacías cosas interesantes cuando estabas sola —muevo los dedos y ella suelta un chillido ahogado.
—Esa eres tú, seguro.
—Nah. Mejor dejamos el tema —mascullo cruzándome de brazos.
Ella se inclina sobre la mesa y suspira comenzando a golpear la mesa con sus uñas como yo hace rato. Por mi parte, sólo me balanceo sobre la silla, inclinándola de atrás a adelante mientras me sujeto de la mesa.
—Vas a caerte —me dice luego de cinco minutos, sacándome de mis pensamientos.
—Pero si eso te encantaría.
—Por supuesto, pero si hay sangre van a señalarme a mí primero —para molestarla sigo haciéndolo—. Dios, Malfoy, basta.
Mientras río y sigo haciéndolo, siento que las patas de la silla se resbalan y abro los como platos. Puedo sentir cuando me caigo para atrás, y estaba segura que iba a darme con la cabeza contra la mesa. Entonces Levallois se levanta y me toma de las muñecas para tirar de mí.
Suelto el aire con los ojos aún muy abiertos, miro a Levallois sorprendida. Ella se mostraba molesta, pero su expresión cambia a horror de un momento a otro.
— ¿Te lastimaste? —me pregunta soltándome y retrocediendo unos pasos.
—No, ¿qué te pasa? No tengo sarna. Sé que nos odiamos o algo así, pero no te me alejes como si...
Mientras hablo siento un sabor metálico en la boca. Frunzo el ceño y miro la mesa, hay gotas de sangre en ella. Subo las manos a mi boca y luego más arriba, mi nariz... Está sangrando.
Grito asustada y mi corazón se acelera mientras me levanto y tiro todo a mi alrededor. Tengo las manos en la nariz, y no deja de sangrar. Esto nunca me había pasado.
Puedo escucharme cuando respiro por la boca con fuerza. Comienza a desesperarme que la nariz me sangre de semejante manera. Camino de un lado al otro mientras chillo.
— ¡Ey! ¡Malfoy! —me toma de los hombros por atrás, obligándome a dejar de caminar—. Tranquilizate, vamos a la enfermería.
—Está pasando lo mismo —tartamudeo mientras me empuja fuera del aula—. Ella también sangraba así.
Siento mis ojos arder por las lágrimas mientras me tropiezo al caminar. Bajo las manos de mi nariz y las observo, manchadas otra vez con sangre. Pero ahora era la mía.
—No mires —me reprende Davina—. Sigue caminando.
—Es lo mismo —sigo balbuceando, tal vez en medio de un ataque de pánico.
Me lanzo contra la pared de espaldas mientras intento respirar. Y todo se llena de sangre, en todas partes. Cuando aspiro por la nariz me ahogo con la sangre y toso un poco. Ahora salpico la camisa de Levallois.
— ¡¿Por qué hay tanta sangre?! —grito llorando.
— ¡No hay mucha sangre, Cassiopeia! —me dice ella tomando mis hombros—. Sólo estas imaginándolo, no hay tanta sangre.
—Es como con mamá, es como con mamá —repito retorciéndome—. Es igual a mamá.
— ¿Potter? ¡Potter ayúdame! —la escucho decir mientras caigo al suelo.
— ¡¿Qué le hiciste?! —el grito furioso de James me hace pegar un salto.
— ¡Nada! Maldita sea, a esto me refería —masculla y veo cuando él la hace a un lado sin un poco de delicadeza—. Estaba ayudándole, tiene un ataque de pánico.
— ¿Cass? ¿Me escuchas? —asiento aún temblando.
—Estoy sangrando, mucha sangre —susurro alzando las manos, veo que parpadea varias veces y sé que debo estar llena de sangre.
—Vamos a la enfermería —intenta levantarme y yo me niego, así voy a sangrar más—. Por favor, a la enfermería.
—Mamá —lloro cuando me cargan y ahora sólo veo el techo—. Quiero a mamá, ella sabe, ella sabe que hay mucha sangre.
***
Narra James.
Cassiopeia no deja de repetir que necesita a su mamá mientras vamos a la enfermería. Está desesperándome un poco, ella piensa que está bañada en sangre cuando apenas se ha manchado las manos, y unas gotas en su camisa.
Cuando miro hacia ella al bajarla en la camilla tiene los ojos casi transparentes y abiertos como platos mirando al techo.
— ¿Por qué...? —comienzo a preguntar horrorizado y la enfermera me empuja—. ¿Por qué se pone así?
—Está alucinando —responde y toca el rostro de Cassie—. Señorita Malfoy, ¿puede mirarme por favor?
Cass dirige sus ojos hacia la enfermera y grita.
— ¡¿Por qué todos sangran?!
—Sí... Está alucinando —asiente madam Pomfrey apareciendo con una jeringa—. Nunca antes había tenido tanto problema con la sangre.
¿Problemas con la sa...? Su mamá. Parpadeo varias veces mientras a Cassie le inyectan lo que sea que había en esa jeringa, pero ella cierra los ojos hasta quedar dormida.
—Tal vez sea por lo de su mamá —digo intentando tomar su mano, la enfermera me empuja lejos—. ¿Por qué...?
—Quiero que nos digas por qué estaba sangrando, Potter —me mira como si fuese un criminal.
—Yo... Ella estaba con Levallois en el pasillo —la señalo.
Davina hasta ahora sólo había estado cruzada de brazos mirando a Cassie. Ahora parpadeaba mucho mirando a las enfermeras.
— ¿Se pelearon?
—Claro que no, estábamos en un castigo —suelta ofendida, como si ella no fuese capaz de golpearla. Sí claro—. Casi se cae de la silla y luego comenzó a sangrar. Después gritaba por su mamá.
Vuelvo a Cassie, está dormida con el ceño levemente fruncido, como si tuviese miedo. Eso ciertamente me dio algo de pena. Astoria tenía leucemia, y se que sangró de nariz frente a ella y Scorpius la primera vez.
—Tuvo un golpe en la cabeza el año pasado —madam Pomfrey se le acerca con un paño para limpiarle la sangre mientras la otra enfermera está caminando hacia la puerta—. Podría ser algo de eso, o un golpe en la nariz...
Miro a Davina de inmediato. Ella alza la barbilla enfadada—No la he golpeado, ni hoy, ni en toda la semana. Que conste, no la he golpeado —repite moviendo el dedo.
Sigo observándola sin creerle hasta que ella me maldice en francés y declara que se irá. Madam Pomfrey le pide que llame a la directora, eso sólo logra asustarme un poco.
— ¿Y entonces por qué sangra? —murmuro colocándome al otro lado de la cama.
—Podría ser cosa de una gripe, aire frío, cosa normal —toma las manos y las limpia—. Pero también está su golpe, y... —resopla y me mira con una mueca—. Siquiera debería decírtelo, Potter, se supone que no debo divulgar los expedientes médicos.
—... ¿Por qué se pone así?
—Porque aunque la leucemia no es hereditaria —responde la otra enfermera entrando con varios papeles— sí puede afectar a más de una persona en la familia, si tienen el mismo riesgo.
Pomfrey la mira algo mosqueada y la mujer se encoge con pena. Yo trago saliva y miro a la mayor con los ojos muy abiertos.
— ¿Apenas la traigo y ya me dices que tiene esa enfermedad?
— ¡No lo digo! —exclama—. Ella vino diciendo eso como si fuese la última palabra —sacude la mano—. Sólo que tengo como órdenes llamar a la directora si veo algo inusual, incluso de llevarla a hacerse análisis... El señor Malfoy fue muy específico con eso.
Suelto todo el aire y me dejo caer en la silla, madam Pomfrey sigue molesta y la otra enfermera ya ha murmurado muchas disculpas. Después de unos minutos me piden que salga y en la puerta choco con McGonnagall.
— ¿Va a llamar a sus padres? —inquiero cuando la veo.
—Ahora veremos si hace falta —fue lo único que respondió y luego cerró la puerta.
***
—Quédate en el pasillo.
— ¡Papá! No puedes hacerme esto.
Veo a Scorpius y Draco Malfoy llegar discutiendo. El mayor frunce tanto el ceño que intimida un poco, pero Scorpius sigue insistiéndole.
Es extraño verlos a los dos molestos. Usualmente el que parece estar a punto de golpear a todos es el señor Malfoy, pero ahora Scorpius parece estar a punto de golpear a su papá. Retrocedo cuando ellos se acercan a la puerta.
—Te quedas, punto final —declara con la mano en la puerta.
—Yo quiero hablar con ella... Quiero estar ahí.
—No hace falta, yo te lo digo todo después.
Los ojos de Scorpius se endurecen—Prefiero la cruda explicación de un doctor a tu vago "está enferma"
Abro los ojos como platos cuando la tensión me da como un choque eléctrico en el aire. Más pasos atrás, ellos deberían tener más privacidad con esto. Yo no pienso irme, y la verdad parece que no notaron mi presencia.
—Luego hablamos —masculla el señor Malfoy, y parece estar conteniéndose—. No voy a discutir contigo, menos ahora.
—Sólo quiero saber qué pasa.
— ¡Yo también! —resopla y restriega su rostro con una mano—. Bueno, vamos a calmarnos, no es la gran cosa, no hagamos escándalo.
—Ahora mismo haces un escándalo al decirlo.
Draco Malfoy gruñe y abre la puerta —Yo me encargo, tú espera.
Su hijo queda estático en la puerta luego de que esta se cierra en sus narices. Veo las manos hechas puños de él, y yo estaría igual. La verdad me gustaría estar ahí dentro, pero posiblemente el señor Malfoy me golpee con lo nervioso que está.
Scorpius camina hasta quedar frente a mí, luego se sienta en el suelo con la mirada perdida. Yo lo imito, porque no quiero irme, y porque parece querer hablar. Pasa un minuto en silencio para hacerlo.
—Ella se hace esos análisis cada maldito año. ¿Te lo dijo? —niego lentamente con la cabeza, en silencio. Él suelta una corta risa—. Claro que no te lo dirá, siquiera me lo dijo a mí. Yo no lo sabría si no fuese un maldito metiche que revisa los papeles en el escritorio de papá.
— ¿Desde hace cuánto? —inquiero entrecerrando los ojos.
—Desde lo de mamá —responde apartando la mirada a un lado—. Son casi iguales en todo, dicen que —respira hondo— hay un mismo nivel de riesgo.
Mi corazón late con fuerza mientras juego nervioso con mis dedos.
—Pero no significa que igual la tiene.
—No, pero podría —él se restriega el rostro con las manos, se ve realmente preocupado, asustado—. Cada sangrado... Cada vez que papá veía un raspón y sólo veía la sangre se mostraba desesperado —suelta un bufido y mira por sobre mi cabeza—, mientras mamá se sentaba a mi lado, tranquila, diciendo que no era eso, que él era un estúpido exagerado que no podía comprender que la gente sangra si se hace una herida.
Sólo hago silencio al escucharlo. Scorpius nunca se había sentado a abrirse conmigo. Aunque parece que ahora él habría hablado de ello con cualquiera que se encuentre en mi lugar.
—Ella siempre decía que no era —veo sus ojos brillar por las lágrimas—. Mientras que un pañuelo rodeaba su cabeza, unas ojeras a sus ojos y se veía tan pálida que parecía un... un...
—No digas eso, Scorpius —suelto al notar que iba a decir muerto. Él respira hondo otra vez.
—Creo que soy peor que papá —declara limpiándose la cara con sus palmas—. Él no lloraría frente a alguien mientras le habla de sus problemas... No lloraría frente a un Potter.
Ambos soltamos una corta risa que más bien parecía un bufido.
—No hay problema con llorar —le digo—. Y tampoco importa que llores frente a mí. Imagina si soy yo el que llora, yo sería más dramático y...
Hago gestos y él ríe. Entonces la tensión se libera por los siguientes dos minutos, hasta que Scorpius vuelve a hablar.
—Tú le quieres —suelta.
— ¿Ah?
Me he hecho el estúpido, pero sé a qué se refiere. Puedo sentir mi cara arder.
—Realmente le quieres —repite—. No lo digo porque estás aquí, ya que cualquier persona estaría preocupada si la veía así. Lo digo por tu expresión —me señala, y realmente creo que mis orejas se cocinan—. Es la misma que tiene papá mientras espera por mamá. Es... La expresión que tienes cuando estás preocupado por alguien importante.
Él me mira como si no pudiese creer que realmente quisiera a su hermana.
Bien, que Cassiopeia no es una flor delicada y adorable. Quererle duele en muchos sentidos (más cuando dices estupideces y ella te golpea) Pero tampoco es imposible quererle. Con el tiempo... con paciencia notas que ella vale todo lo demás.
— ¿Te molesta que ame a tu hermana?
Sus ojos se abren aún más—He dicho quererle, no amarle.
Miro mis manos, siquiera había notado lo que dije. Relamo mis labios y vuelvo a mirarlo asintiendo.
—Yo dije amarla, y sí, es así.
—Bien... Eso no era lo que esperaba. Y admito que siento una ligera molestia al respecto.
***
Narra Cassie.
Cuando abro los ojos estoy rodeada de blanco. Ya no quiero gritar y llorar, ese momento de desesperación ha pasado. Noto que ya no estoy en el colegio, que estoy en un hospital y sé perfectamente lo que significa.
Me acomodo en la cama y veo a papá sentado junto a mí. Sólo me mira en silencio mientras me remuevo en las sábanas. Ya no llevo el uniforme, sólo tengo la conocida bata encima.
— ¿Tan rápido acabo aquí? —digo luego de un rato, mi voz suena rasposa.
—No quise esperar, quería hacerlo lo más pronto posible —responde sin dejar de mirarme fijo.
—Esperas que vuelva a gritar y a perder el control —muerdo mi labio y niego con la cabeza—. Sé que te lo dijeron, y sí, me desesperé y no se por qué —suelto una risa sin gracia.
—Porque te asustaste.
Hago una mueca y miro mis manos jugar con el borde de las sábanas.
— ¿Sólo estás tú aquí?
—Adela y Scorpius esperan afuera.
Le miro con las cejas arriba— ¿Los sacaste del colegio?
—Ellos nos siguieron fuera del colegio —me corrige y mis labios tiemblan cuando evito sonreír—. Me odian justo ahora.
—Porque no les dejas escuchar lo que dice el doctor.
—No hace falta que lo hagan, si yo puedo decirles después.
—Tú no lo dices todo —admito mirándole un poco resentida—. Das explicaciones vagas de la verdad.
Suelta una sonrisa—Me dices lo mismo que Scorpius. Y lo acepto, a veces no puedo decirles las cosas como son.
—Y a veces nos haces llorar pensando que mamá está en su lecho de muerte —me cruzo de brazos, él hace una mueca.
—Aún no puedo notar cuándo pintar la verdad y cuándo decirla sin retoques.
—Te doy la corta explicación. Al decirle a tus hijos que su madre está enferma, no sólo digas "enferma" como si fuese gripe o algo así. Di la realidad y explica todo lo de la leucemia.
—Bien, dejemos de hablar sobre eso —sacude la mano antes de poner su cabeza en ella.
Miro la puerta. En cualquier momento va a entrar una enfermera y otra vez pasaré por todo eso que ya me sé de memoria. Aún así siento mi corazón latir con fuerza, no son nervios, es miedo. Estoy aterrada y no puedo decirlo en voz alta.
Posiblemente niegue cuando la enfermera diga ¿Tienes miedo? Está bien tener miedo, todos lo tienen. Porque no quiero que me mire con pena, menos que me trate con delicadeza por ello.
— ¿Y si da positivo? —pregunto luego de quién sabe cuánto tiempo.
— ¿Y si es negativo como siempre?
Respiro hondo sin mirarlo, pero sé que se levantó y está acercándose —Quiero que sea negativo, papá.
—Yo también.
Parpadeo sintiendo mi nariz arder, y ese ardor subir a mis ojos—Quiero que sea negativo siempre.
Me abraza y murmura pienso lo mismo cada vez.
Trago saliva.
—Tengo miedo.
***
So... *las mira con seriedad* Continuará...
pd: sí a los tomates, no a los patos, maripatos, o cualquier cruce de gato y mariposa. Lancen tomates si les apetece ah
*se retira retiradamente* Voy a escribir el siguiente...
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