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Temporada Nevada.

Abrí la nevera y cogí el paquete que tenía envueltas unas seis tocinetas, también saqué otros dos paquetes más, uno contenía jamón y el otro queso; ya estaban colocados en finas y pequeñas rebanadas. Luego me dirigí a los cajones que estaban arriba de la estufa agarré una bolsa con la palabra "Delicious"  calcada en el plástico de color azul y saqué cuatro rodajas de pan cuadrado. Encendí la primera hornilla y coloqué la sartén, reposé las tocinetas en el aceite y dejé que se cocinaran.

Haciendo esas acciones, me hacía recordar a las cocineras con sus tutoriales que salían en la televisión donde mostraban paso por paso sus recetas para preparar sus deliciosas comidas.

Mi siguiente paso fue activar la tostadora y meter los cuatro panes en ella hasta esperar que el olor de panes tostados tocara mi nariz; busqué por las divisiones alguna espátula para darle vuelta a las tocinetas pero lo que encontré fue un pequeño papel amarillo de forma cuadrada perfectamente recortado—que parecía más bien sacado de una pequeña libreta de notas—, pegado en la esquina de una de las gavetas, el mismo tenía escrito lo siguiente:  Abre el cajón y encontraras algo para entretenerte.

Obedecí a la orden que estaba escrita en el papel y cuando abrí la división encontré un pequeño control remoto, agarré el aparato era gris con botones blancos que indicaban con un signo de + como avanzar un canal y con un signo de –, como retroceder, los demás solo eran botones con números desde el 0 hasta el 9. En la esquina superior también se encontraban otros dos botones uno era verde, y debajo de este había otro de color rojo; encima de estos había otra pequeña nota pegada que tenía escrita otra indicación: Presióname, sin pensarlo mucho lo hice y di un pequeño salto con lo que sucedió.

En la pared justo al frente de mí, se encontraba lo que parecía ser un cuadro común en una pared gris, lo que no tenía de común, era que no había nada plasmado en él solo era un color negro; aunque luego supe el por qué de la situación. Era como si la pared se hubiera convertido más grande por un instante, el cuadro negro se movió hacia arriba quedando en un ángulo donde se notaba gigante y extenso, luego retrocedió y junto a eso las paredes tomaron el efecto de volverse más pequeñas, era como un robot que levantaba la cabeza y se acomodaba.

Lo que era un cuadro se había transformado en un lujoso televisor que de alguna manera colgaba de la pared. La pantalla adquirió una tonalidad gris primero, y luego se hizo negra otra vez, dejando que se leyera en grande en unas letras en blanco la marca del televisor que era: Yellow.

Era interesante nunca había escuchado el nombre de esa marca. Luego en la pantalla aparecieron diez puntitos blancos que se alineaban de forma circular y se movían de la misma manera indicando que estaba cargando la programación; en instantes un hombre de tez blanca, con canas pronunciadas en su cabello, luciendo un buen traje, sentado en una silla, con los brazos encima de un escritorio y agarrándose ambas manos—entrelazando sus dedos en esa acción—, apareció en el televisor. Detrás de él se encontraba un fondo azul y en medio de este una pantalla con lo que parecía ser varios reportajes; en la parte inferior de la pantalla aparecía una pequeña línea blanca con lo que se veía como títulos en letras negras, ya que algunos decían: "Fuerte sismo impacta a los pobladores de Cherbbyl.", "El problema de la economía en Willsther.", "Chica está desaparecida por dos años y aún no se sabe nada de ella".

<<chica está desaparecida por dos años y aún no se sabe nada de ella>>, ese título había llamado plenamente mi atención así que decidí quedarme, el señor hablaba del frio que estaba haciendo, del impacto del mismo y de cómo nos había afectado eso. Me entretuve tanto con la televisión que por un momento se me olvidaron los panes y las tocinetas; hasta que el olor a: Tocineta casi quemada, me sacudió la nariz.

Volví a buscar en la gaveta una espátula y al tenerla en mis manos fui con velocidad a la estufa, meneé la sartén y volteé las tocinetas. ¡Por poco se quemaban!

Luego me dirigí hasta la tostadora y cuando el hilo de humo con olor a: "Pan quemado", me besó la punta de la nariz, cogí un plato grande y dejé que reposaran en el mismo, volví a la sartén y saqué las tocinetas para dejarlas descansar en el plato.

Deslicé la hoja del cuchillo en la mantequilla y procedí a hacer lo mismo con las tostadas de pan, luego saqué otro plato y coloqué dos rebanadas de pan junto a dos tocinetas, y con el otro plato hice lo mismo. Mientras hacía eso escuchaba al hombre hablar desde la televisión, me daba gracia ya que asentía a todo lo que él decía. ¡Y es que tenía razón!, con solo escucharlo decir que el invierno nos había agarrado por sorpresa y el frio estaba muy fuerte, una oleada gélida subía hasta mi cabeza y exploraba todo mi cuerpo haciendo que me abrigara más con el suéter que tenía puesto.

Abrí la nevera para sacar la caja de cartón de jugo de naranja y lo vacié en dos vasos uno para mí y uno para Cass, agarré el plato tomé el jugo y lo llevé directamente a la habitación del pelinegro. De camino pensaba en cómo iba a hacer para abrir la puerta de la habitación, pero mis ideas siempre me dirigían a lo que ya había practicado, que era dejar el plato y el vaso en el suelo y luego abrir la misma, así que iba a aplicar lo mismo cuando me encontrara en esa situación.

Subí las escaleras y cuando pisé el quinto escalón un extraño ruido le dio un tirón a mi oreja. Era como si estuvieran cavando o golpeando tierra, escuchaba el roce que provocaba lo que mi mente imaginaba como la punta de la pala apartando los granos de tierra. Pero no le tomé tanta importancia y subí hasta la habitación sin acceder a otra distracción.

Dejé el plato y el vaso a un lado de la puerta y procedí a abrirla, Cass descansaba en la cama, el cuerpo se veía arropado por las sábanas y se movía al compás de su respiración eso me hizo saber que él estaba durmiendo; intenté no hacer tanto escándalo, dejé la comida adentro de la habitación y a unos pasos de la puerta, y luego salí.

Bajé otra vez a la cocina y cuando estaba por pisar el último escalón de nuevo el ruido de como si estuvieran escarbando tierra alteró mis oídos, me dirigí sigilosamente seguí el camino como si hubiese un rastro de gomitas en el suelo para atraer a un niño, iba en un paso lento aunque cuando empezó a sonar más fuerte apresuré mis piernas.

Cuando por fin estaba en la ubicación exacta de donde provenía el sonido una gota de preocupación rodó por mi frente arrugada, abrí la puerta del salón de la piscina y caminé lentamente hasta la puerta que te llevaba al jardín; tenía que ir en cuidado y silencio cualquier ruido que hiciera podía convertirse en el Abre puertas de mi muerte. Hundí la mano en el bolsillo de mi suéter, por suerte había logrado meter el llavero la vez que fui a buscar el mismo para abrigarme.

Metí la llave y le di dos vueltas a un paso despacio ya que la cerradura hacía un sonido que se sincronizaba con mi acción cada vez que movía la misma, y cuando por fin la logré abrir observé lo siguiente: el jardín cubierto completamente de nieve, junto a las estatuas del ángel en la piedra, la mujer en las espinas y el quiosco con decoraciones de rosas, pero había algo más una pala estaba tirada en un lado del jardín, junto a otras herramientas para cavar un hoyo para una nueva planta, ocultar un cuerpo o entrar en una casa.

Mis ojos se dirigieron completamente hacia un objeto que se caía contra la nieve en el césped y rápidamente tuvieron el carácter de subir hasta ver qué los dejó caer. Unos guantes azules se habían quedados intactos con la palma abierta, a esto le seguía una chaqueta roja que parecía ser muy peluda, una de aquellas que prestaban calor en los fríos de un 31 de diciembre, luego unos vaqueros negros, y por arriba de aquel suéter el viento helado jugaba con las hebras azules de la bufanda, más arriba de esto se encontraba otra tela de color negro que estaba enrollada en el rostro cubriendo precisamente parte de la nariz hasta la barbilla, como una mascarilla, y más arriba de la frente del sujeto había un pasamontaña felpado de color azul con una pequeña bola blanca que se paraba en el centro del gorro.

Noté las arrugas en el borde de sus ojos y como estos se achinaban, parecía un gesto de una sonrisa aunque no tenía idea de por qué me sonreía. No sabía qué hacer, no sabía quién era esa persona, no sabía si quería entrar a la casa a robar o si era un asesino, o un vagabundo; lo único que tenía claro en ese momento era que yo no estaba a salvo.

Retrocedí y la mano cubierta por el guante azul se movió a la vez, y solo bastó un rato para que el sujeto que estaba envuelto en telas extremadamente peludas y suaves me hablara.

—Alex.

El escuchar que dijera mi voz provocó en mí una puntada de preocupación, además lo decía en un tono lento y suave, y eso resultaba tenebroso. Me detuve por el momento y entonces volví a escuchar su voz:

—Alex,—la diferencia era que esta vez si había dicho algo más—¿Tienes miedo?

—¿Quién eres?—al preguntar eso me sentí la protagonista de una película de terror.

Avanzó, sin decir nada. Sentí el miedo recorrer por todas mis venas alineándose en si con la desesperación que estaba por ocurrir, aunque actuaba normal ya que tal vez si esa persona traía una intención de hacer algo malo y me notaba aterrada, podía ser presa fácil para él.

—Tranquila, Alex—su mano cogió la bufanda que bailaba contra la corriente de viento—. No tengas miedo—quitó la bufanda de su rostro, sentí un poco de miedo pero entonces las mejillas rosadas, la punta de la nariz roja,  los labios del mismo tono de la mejilla, y las mini pecas que resaltaban un poco en sus mejillas me hicieron recordar al chico nerd odioso con pinta de chico fuck boy,, aunque no estaba segura si era él; procedió a quitarse el gorro y los rizos dorados se liberaron por un momento cayendo sincronizadamente hacia su frente, los iris verdes me observaron y una sonrisa apareció en el rostro—. Hola, Alex, ¿Ahora si me piensas saludar?

—Idiota, ¿Qué pretendías?, ¿Qué muriera de un infarto?

Stephan sonrió soltando una pequeña risa, ahora sin esos trapos cubriendo su cara si podía confirmar que era Stephan.

Estaba un poco sorprendida, me había tomado por sorpresa verlo de nuevo en la mansión, él había renunciado y nunca pensé que volvería, aunque claro que el señor Faddei si estaba seguro de que regresaría por ello no se había ni preocupado en hablarle cuando renunció.

Stephan estaba parado moviendo sus brazos, como un niño pequeño esperando a que le den permiso de hacer algo. Como por ejemplo subirse a un tobogán.

—¿Y puedo pasar?

—Claro que puedes, eres el jardinero—le sonreí.

Él me devolvió la sonrisa y pasó por una tasa de chocolate caliente y unas tostadas. Mi curiosidad siempre se apuntaba en algo y esta vez se mantenía fijada en la cicatriz que él tenía en el cuello.

Y claro para romper el silencio incómodo mientras él comía ya sabía que iba a preguntar "¿Quién te hizo eso, Stephan?".

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Nota de autor: ¡Hola!, feliz día del libro casi atrasado. Esto aún cuenta JAJAJA.

Una rosa y un librito para ustedes: 🌹📔

Bueno, este capítulo lo escribí con cariño:) así no tenga mucho que decir y pasen cosas no tan interesantes, estaré ausente otro tiempo pero será porque estoy trabajando en el maratón de Cass, y no se preocupen la fecha está como para el 18 de mayo.

Ahora espero que les haya gustado este capítulo. Estoy trabajando en un próximo libro llamado "Congelados" y tiene la misma dinámica de romance oscuro. Bueno esas son todas las noticias del día de hoy.

Que tengan buenas noches y besitos!

𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.

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