¿Qué se está ocultando?
El frío seguía colándose en el comedor, la pantalla del televisor que guindaba en la pared que estaba al frente de la mesa del comedor seguía encendida, y ahí aún aparecía el señor del noticiero, informando sobre los reportes del día; aún esperaba que dijera la noticia de la chica desaparecida, algo me decía que se trataba de Ellen. Las manos de Stephan sostenían la tostada y se detuvieron a solo unos centímetros de sus labios cuando escuchó mi pregunta:
—¿Quién te hizo eso, Stephan?
Me miró por un segundo, y luego volvió a morder otro pedazo crujiente, actuando como si no hubiera ocurrido nada.
Yo no me detuve en volver a interrogarlo, sabía que esa cicatriz ocultaba una historia, y volví a preguntar:
—¿Stephan?
Me volvió a mirar, terminó de masticar y respondió:
—Nadie, Alex.
—¿Seguro?
—Sí. No fue nadie, solo me caí.
Por un momento solo asentí, aunque tenía aún fijada mi mirada penetrante de acuso en sus ojos. La respuesta que me había dado de caerse no me parecía muy creíble así que no me límite a seguir preguntando:
—¿Y cómo te caíste?
Él tardó en responder, como si estaba buscando una buena mentira en su lista de engaños:
—En el jardín, mientras podaba el césped.
—¿Y con qué te cortaste?
—Había una herramienta que uso para cortar el jardín y estaba justo donde me caí. Y me dio en la cara.
Eso que había dicho me había parecido completamente falso, no tenía mucho sentido y había captado un poco temblorosa su voz.
—Mmm —dije en un lapso un poco largo como las personas que piensan mucho sobre si algo que le están diciendo es real o no.
—¿Qué pasa?
—No te creo—me cruce de brazos.
—¿Y por qué?
—No lo dijiste con seguridad. Parece algo un poco inventado.
—¿Y por qué te tendría que mentir?
—Hay muchas razones. Puede ser porque no me quiere contar, ocultas algo, o solo no quieres contarme para salvarme de una cosa o estar más segura.
Al escuchar eso se quedó callado pero luego volvió a abrir la boca para hablar.
—No me pasa nada, Alex. Solo me caí y me corté con las herramientas que estaban mal puestas en ese momento, ¿Ok?, eso es lo único que debo contar.
Aún no le creía pero sentía que tantas preguntas lo incomodaban, así que lo que hice fue asentir y quedarme en silencio, solo viendo la televisión mientras él terminaba de comerse la tostada; y rápidamente me centré en la pantalla del televisor cuando apareció como título principal: <<Chica se encuentra desaparecida desde hace dos años >>.
En ese momento era como si Stephan no estaba a mi lado, se me había olvidado por completo la pregunta que le había hecho sobre la cicatriz de su cuello y solamente escuché al señor de la televisión, con la certeza de que hablara sobre Ellen.
El señor aparecía sentado en una silla, el fondo que antes era de un color claro había pasado a ser un color más oscuro y junto a esto las pantallas que se presenciaban detrás desaparecieron, sus dedos se cruzaron, su cara se enfocó un poco más en la pantalla y a continuación empezó a dar la noticia.
Yo estaba un poco distraída aunque luego mi atención fue llamada completamente hacia el televisor cuando el señor dijo:
—Hablemos de la chica desaparecida, Ellen Coulent.
Un frío tuvo la acción de desplazarse por mi piel, haciendo así que los vellos de mi brazo se levantaran. Ellen Coulent, iba a hablar de mi hermana, de eso se iba a tratar la noticia, de la desaparición de mi hermana.
Aunque el señor había mencionado Ellen Coulent solo una vez, en mi mente se seguía repitiendo constantemente. Observé otra vez por un rato a Stephan, él había dejado un pedazo de tostada mordida en su plato, y había girado su cuello hacia el televisor, estaba muy atento a cada palabra que decía el señor; como la atención que le ponen los aficionados del futbol a un partido en un mundial.
—Como, bien se puede observar en el título. Esta chica ha estado desaparecida por dos años. Y lo único que se ha encontrado de ella es un collar.
Otra frase se acostó en mi mente y no se despegó de allí, "Y lo único que se ha encontrado de ella es un collar". Recordé la vez que Ellen me había regalado la cadena, no era la misma pero era idéntica a la que siempre cargaba Ellen y eso me hacía recordarla mucho; al mismo tiempo que los pensamientos daban un recorrido por mi mente me llevé la mano al cuello solo por curiosidad, y sobresalté un poco cuando no sentí el delgado metal rodeándolo.
Stephan me miró rápido, al parecer se había dado cuenta de mi extraño comportamiento, ya que hizo la siguiente pregunta y agregó un poco de aclaración:
—¿Sucede algo, Alex?, te siento un poco incomoda.
Sin embargo, actué como si la acción que había desempeñado nunca hubiese ocurrido, y respondí:
—No,—rocé solo un poco las puntas de mis dedos en mi cuello mientras continuaba hablando—solo que, eso que dijo el señor me hizo recordar mi collar que no lo traigo puesto.
—Ah, ok—creo que iba a fruncir el ceño pero remplazó eso por una sonrisa—. ¿Entonces todo bien?
—Si, todo bien.
Él solamente asintió y volvió a ver la televisión, yo hice lo mismo me volví en busca de la pantalla del televisor y entonces escuché las palabras de aquel hombre:
—Otra cosa que se sabe de esta chica es que si tiene familia. Son únicamente su padre y su hermana—me sorprendí un poco al mismo tiempo que las palabras salían de su boca; acababa de nombrar al padre y a la hermana de la chica desaparecida, y seguro iba a mencionar los nombres de ellos, los cuales eran: Alex Coulent y Franck Coulent.
Algo me era muy inseguro y era que Stephan supiera que yo era la hermana de esa chica, el señor siguió hablando y entonces dijo algo que me hizo actuar rápidamente:
—Su padre conocido como, el señor Franck un...—miré la pantalla, miré la cara de Stephan, y mi inseguridad me empezó a dominar; no puedo negar que lo que hice no fue extraño, pero era necesario. Me paré de la silla, visualicé el control remoto que estaba reposando sobre la isla de la cocina, lo agarré y lo apunté hacia la pantalla del televisor presionando al mismo tiempo el botón de apagar.
La pantalla quedó totalmente negra.
Stephan me miró, dejó el pequeño pedazo de tostada en el plato y preguntó con un poco de desesperación:
—¿¡Qué haces!?
—Solo apagué la tele.
—¿Y por qué?, si estabas concentrada en ella.
—¡Ay ya!, no exageres, era una noticia que no me interesaba—al decir eso pensé en mi mente: "eso es mentira Ellen, yo te quiero pero no quiero que él sepa que soy tu hermana". Luego lo miré otra vez, Stephan parecía esperar una respuesta.
—¿Noticia que no me interesaba?, ¿Cómo sabes eso?. Se trataba de una chica que está desaparecida por dos años. Era interesante.
—Bueno ya no importa—dije dirigiéndome otra vez a la silla para sentarme.
—Alex, si importa. Mira desde que el señor empezó a decir la noticia sobre esa chica, te empezaste a comportar de una manera muy rara, y no lo quería decir pero era como si la conocieras.
En es instante lo miré, él hablaba un poco desesperado pero a la vez la calma se notaba en el habla, como pequeñas pausas, yo solo lo miré sin decir otra palabra y él prosiguió hablando:
—Alex, enserio ya es suficiente estás actuando muy extraña, quiero saber qué pasa con esa chica, ¿La conoces?—afincó las manos sobre las mesas, y lo que noté de ellas es que sus venas estaban muy visibles dándole un toque de masculinidad; ignoré esa parte de Stephan y procedí a preguntar:
—¿Por qué te interesa tanto la chica?
—Alex, no me interesa la chica—se paró de la silla—. Me interesas tú y tu comportamiento.
—¿Yo?
—Si, Alex, tú. Y me preocupa la forma en que actúas, es por ello que te pregunto si conoces a esa chica.
Lo volví a observar, Stephan se veía como alguien bueno, alguien en el que podía confiar y claramente solo tenía dos opciones.
La primera: Confiar en él y decirle la verdad sobre Ellen.
Y la segunda: Mentirle otra vez.
Y claro, tenía poco tiempo para escoger una. Así que solo pensé bien un segundo y me decidí por contarle sobre Ellen, tal vez eso hasta me haría sentir mejor.
—Bien, Stephan, ya no lo ocultaré más además creo que sería muy obvio. Y ya me he estado escondiendo de muchas cosas o he fingido varias veces que estoy bien y no pasa nada; aunque no sea así.
—¿Qué?, ¿Qué pasa?—sus dudas habían sido con la misma desesperación e impresión con las que había dado mi respuesta.
—Si conozco a la chica—dije en un corto hilo de voz.
—¿Qué? ¿Pero, cómo que la conoces?
—Pues sí, ¿No era lo que esperabas?
—No. En realidad no, lo sospechaba pero esperaba que tu respuesta fuera un: No Stephan y ya cállate por favor.
—Pues lamento decepcionarte.
—No, tranquila—paró de hablar por un momento y volvió a sentarse— ¿Y cómo la conoces?
Ese era el momento, era ahora o nunca, o le decía la verdad o le mentía otra vez, ¿Pero más mentiras? ¿De nuevo?, haberle contado que conocía a esa chica me había hecho sentir una sensación que no sentía hace tiempo tranquilidad. Así que decidí decirle la verdad de todo, además tenía una idea bajo la manga, y era que le diría todo pero a cambio él tenía que decirme la verdad sobre la cicatriz de su cuello; claro eso lo iba a saber después que le contara sobre quién era Ellen.
Puse las manos sobre la mesa y ordené en mi mente las palabras que le iba a decir—Bien, Stephan, esto no lo puede saber nadie ¿Ok?—él asintió—. Esa chica es mi hermana—pude notar su cara de sorpresa y aunque yo no lo expresara también estaba sorprendida pero solamente por la razón de que había contado algo de mi hermana sin decir una mentira—. Y como lo dice allí, desapareció hace dos años y aún no sé nada de ella. Por eso puede que a veces sea distante o asocial. Perder a mi hermana fue un cambio muy fuerte en mi vida, créeme que aún no lo he superado.
Separó un poco los labios, tal vez para hablar aunque yo no lo dejé ya que continué hablando.
—Ella lo era todo para mí, y vivo con un constante pensamiento todos los días que me hace creer que ella está muerta y también por una culpa, ya que por mí fue que desapareció.
Las cejas de Stephan se arrugaron y su rostro expresó una pizca de confusión—¿Cómo que por ti fue que desapareció?
—Sí. Tal vez si yo le hubiese hecho caso a mi padre de regresar a casa temprano. Tal vez si yo no hubiera ido a esa fiesta, tal vez si Ellen no me hubiera buscado a esa hora, todo sería diferente. Todo es mi culpa—no me contuve más y los ojos empezaron a cristalizarse y al mismo tiempo a arder—. Todo es mi culpa, Stephan. Por mi culpa Ellen desapareció.
—No, Alex. No te culpes de algo que estaba destinado a pasar—él extendió sus manos hasta unos centímetros de mi pecho y mostró sus palmas como una señal de que le prestara mis manos, yo seguí la orden que me estaba dando y posé mis palmas en las suyas—. Mira así tú no hubieras ido ese día a esa fiesta eso iba a suceder. Así ella hubiera estado en otro lugar, iba a ocurrir ya que estaba destinada a desaparecer. Y tranquila, estoy aquí para ti cuenta conmigo en lo que necesites.
Eso me dio mucho de qué pensar, pero no en manera para sospechar de él, sino en lo que había dicho ya que pudo haber tenido algo de razón. Tal vez el destino de Ellen era desaparecer. También sentía un poco de empatía y felicidad o tranquilidad, por lo otro que había dicho.
—Gracias, Stephan—le regalé una sonrisa; pero esta no era como todas las anteriores que le había obsequiado a las personas, esta era real, una sonrisa como las que me sacaba Ellen. Por un momento nos quedamos en silencio aunque ya se me estaba haciendo incómodo el momento, así que decidí apartarme—. Bueno, yo creo que iré a mi habitación y ceo que tú seguirás podando el jardín—me solté del agarre de sus manos y me levanté de la silla, él también se levantó y solamente me miró.
Luego de unos dos segundos reaccionó—Sí, tienes razón aunque ya me faltaba poco por podar en realidad.
Yo solo sonreí y a partir de ahí lo llevé otra vez a la salida trasera.
—Bueno adiós, Alex, y ya sabes cualquier cosa que necesites estoy aquí para ti—me dio un abrazo yo respondí amablemente, él sonrió y salió al jardín , pero entonces cuando iba a cerrar la puerta se devolvió—. ¡Alex, por poco se me olvida!, ten—revisó en los bolsillos de su pantalón y cuando por fin encontró lo que tanto buscaba en su pantalón me extendió la mano entregándome un pedazo de papel—. Ahora si me voy, hasta luego, Alex, fue un placer hablar contigo y conocerte un poco más—después de decir eso se alejó, tal vez esperando a que yo cerrara la puerta, aunque claramente no lo hice.
Quería saber qué tenía el papel, y quería saberlo delante de él. Me recosté del marco de la puerta, lo abrí y leí un número que estaba escrito en el mismo, estaba un poco sorprendida ya que ese podía ser su número telefónico.
—¿¡Es el número de tu móvil!? —grité aún recostada del marco de la puerta ya que él estaba un poco alejado.
—No—él se volvió hacia mi—. Es el número de mi perro. ¡Pues claro que es el número de mi móvil!—pude notar el sarcasmo en lo que había dicho, pero ignoré eso.
—¿Y cómo tuviste tiempo para anotar tu número?, si estabas todo el tiempo conmigo y nunca te vi agarrar un bolígrafo o algo.
—No lo anoté contigo. Lo escribí en mi casa y pensaba dártelo hoy.
—Ah, claro, eso tiene mucho sentido ¿Y no piensas pedir mi número?
—Pues en realidad estaba pensando mejor que me escribieras y de allí podía agendarte en mis contactos—sonrió.
—Ah, sí, eso también tiene más sentido.
—Sí.
—Bueno. Adiós, Stephan.
—Adiós, Alex.
Finalmente cerré la puerta después de darle una última sonrisa ya que se me estaba haciendo todo muy incómodo. Luego subí a mi dormitorio.
Stephan me había dado su número así que me senté en la cama, tomé mi celular y lo agendé rápidamente entre mis contactos, luego procedí a enviarle un mensaje que decía: <<¡Hola! Soy Alex, agrégame cuando puedas.😊>>. Stephan era un buen chico, y que me apoyara y dijera que pudiera contar con él había sido increíble, eso lo apreciaba mucho.
Recordé algo.
Su cuello, la cicatriz en su cuello. Mi plan había sido contarle sobre Ellen decirle toda la verdad y después a cambio preguntarle cuál era la verdadera razón de esa marca en su cuello; pero claro eso se me había olvidado, y después de golpearme la frente con una mano en una señal de desaprobación pensé en ordenar mis ideas la próxima vez, y salir victoriosa con una creíble respuesta.
El día pasó rápido tan solo ordenando algunas cosas en la habitación, tomando un descanso y pasando paginas por paginas mientras leía uno de los libros que me había regalado el señor Magnus. Y cuando menos lo esperaba solo me di vuelta y ya el reloj marcaba: <<6:45 pm>>.
Y eso significaba: hora de la cena.
Me decidí por preparar unas coquetas, con patatas fritas y alas de pollo que también eran fritas; puse un poco de Queen en mi celular para que fuera un ambiente diferente y procedí a cocinar.
Mientras iba cocinando de manera divertida, daba vueltas, me movía de un lado para el otro, tarareaba algunas partes de la canción y sonreía todo dependiendo del ritmo de las canciones; eso me hacía feliz, me sentía libre aunque también me colocaba un poco nostálgica.
Hacer eso me recordaba a Ellen. Bailar o cantar mientras hacía alguna comida eran acciones que siempre realizaba ella; recordaba cuando yo me sentaba en la silla, con los brazos en la mesa y veía como Ellen batía unos huevos en un recipiente que sostenía con la mano o volteaba unos ricos panqueques y luego se acercaba a mi con la paleta, la espátula o lo que sea que tenía en la mano en ese momento, ponía el objeto cerca de mis labios y esperaba a que le siguiera la canción fingiendo que era un micrófono, luego se volvía y seguía cocinando.
—Te extraño tanto, Ellen—salió de mi boca sin ni siquiera pensarlo, y al instante un olor a quemado hizo un llamado de atención a mi nariz; me volteé tras él y entonces vi unas papas que ya estaban perdiendo un poco el color casi dorado—¡Las papaaaas!—abrí una de las divisiones y saqué una espátula y para no perder tiempo abrí también otra de las divisiones que se encontraban del otro lado y agarré un plato hondo.
—¿Qué? ¿Acaso creían que las dejaría quemar?, ¡Pues no!—les hablé a las inofensivas papitas mientras las sacaba de la sartén—. Se han portado muy mal, y ahora de castigo les echaré kétchup y luego me las comeré—enserio me comportaba como si tuvieran vida y estuvieran rogando por ella.
Dejé el plato en la mesa, procedí a sacar las alas de pollo y luego las croquetas. Saqué otros dos platos más, conté ocho alitas así que puse cuatro en un plato, y cuatro más en otro, dividí la ración de papas en los platos y ordené las croquetas; de la nevera saqué la kétchup y la mostaza, coloqué solo un punto cerca de las orillas del plato de Cass—pues no sabía si las salsas eran de su agrado—, serví un poco de Coca-cola en un vaso y luego procedí a llevar todo a su habitación.
Una vez al frente de la puerta de la habitación de Cass, toqué tres veces hasta poder escuchar un: ¿huh?. Y si no lo escuchaba la abriría sin hacer mucho ruido y entraría, justo como lo demandaba la regla.
Pero esta vez si respondió.
—Ya tardabas en traer la comida. Deben ser como las doce de la noche—escuché como se acercaban los pasos mientras él hablaba.
Abrí la puerta y cuando lo podía ver enfrente de mi le entregué el plato y el vaso.
—Son las ocho—aproveché a decirle.
—Eso es casi las nueve—me guiñó el ojo divertido.
—Claro que n—iba a protestar por lo que había dicho pero me interrumpió.
—Ya, silencio, Se ve muy buena la comida, pero no me gusta la mostaza. Así que quítala por favor.
Me quedé solo viéndolo fijamente, ¿Qué?, ¿Cómo pretendía que le quitara la mostaza?
—¿Cómo esperas que haga eso?
—Lame donde está la mostaza y se quitará.
Ahora estaba más sorprendida, incluso me había quedado solo quieta, procesando lo que había dicho.
—¿Qué?, ¿Crees que ha—me volvió a interrumpir.
—O mejor hagamos esto—tomó el plato con su mano derecha e intentó alejar su mano izquierda de ella, pero cuando vio que la tenía ocupada con el vaso, como pudo se trató de agachar, flexionó las piernas y lo dejó adentro de la habitación a un lado de la puerta, aunque se le dificultaba por la cadena de las esposas y por las mismas esposas; a veces me preguntaba cómo haría para comer, pero la cadena no era tan corta así que sus manos podían manejarse con un poco de facilidad. Parecía un niño pequeño.
Cass se levantó, seguía controlando sus manos y entonces con su mano derecha pudo sostener el plato, dejando su mano izquierda libre. Su dedo índice alcanzó la salsa amarilla, lo pasó por la misma, esta enseguida desapareció quedando solo un pequeño rastro de mostaza en la base blanca.
Ahora tenía el dedo lleno de mostaza. Me pregunté a mí misma qué haría con él, ¿Chuparlo? ¿Pasarlo por el marco de la puerta?... pero entonces enseguida supe la respuesta sin preguntar.
Él alargó su brazo izquierdo hasta que su dedo tocara mi sudadera, dejando toda la mostaza allí
—¿¡Pero eres imbécil!?—alcé ambos brazos con molestia y luego con la punta de los dedos tomé el centro del suéter y se lo mostré—. Mira lo que has hecho ¿Te parece gracioso?
Él no respondió absolutamente nada, solo sonrió soltando una risita a lo bajo para luego cerrar la puerta y decir:
—Adiós, pequeña, pasa linda noche y que tengas buen apetito.
—¡Eres un, idiota! —chillé sin ninguna repuesta por esperar.
Pero me sorprendió.
—¡Si, niña freaky, ahora ve a comer se te enfría la comida! —él respondió con casi un grito.
—¡Y un maldito bipolar!
—¡También te amo!—eso hizo que perdiera por completo la paciencia, no lo podía soportar.
Volví a chillar para mis adentros y golpeé su puerta con la punta del tenis. Pero pensándolo bien Cass tenía razón había preparado una rica cena y no podía dejar que se enfriara, luego ese idiota me las pagaría.
Bajé a la cocina otra vez, al llegar tomé un paño, lo humedecí con un poco de agua de la llave del lavaplatos y lo pasé suavemente por donde estaba la mancha de mostaza. En ese instante detestaba a Cass.
—Te odio. Te odio. Te odio—repetí mientras restregaba el paño húmedo en la tela blanca de la sudadera, lancé el trapo con malas ganas dentro del lavaplatos y me senté en la silla, atraje con mis manos el banquete que me había preparado, encendí la televisión y disfruté de un episodio de "FRIENDS" mientras disgustaba mi comida.
Cuando terminé de comer, apagué la televisión y subí a mi dormitorio pues ya el sueño empezaba a dominarme ya que mis párpados empezaban a tapar mi vista poco a poco, pero entonces cuando decidí apoyar mi cabeza sobre las almohadas mi móvil empezó a temblar encima de la mesita de noche.
Cansada y con las piernas ya débiles y perezosas fui hasta él, al leer: Número desconocido. No quise responder aunque la curiosidad tuvo poder en mi y no tarde en contestar.
—¿Aló? ¿Quién es?
—Señorita Alex, ¿Cómo está?—iba a preguntar: ¿Quién es?, pero esa voz se me hacia muy familiar y solo bastaron tres segundos para reconocer que era la de Faddei.
—¡Señor Faddei!, muy bien ¿Y usted?
—Bien bien, ¿Qué tal?, ¿Qué me cuenta?, ¿Por qué no contesta mis llamadas?
Me quedé pensativa, ¿Llamadas?, no tenía ninguna llamada perdida ni de él ni de ese número.
—Señor Faddei, no tengo ninguna llamada perdida de su número y tampoco de este número—fruncí el ceño.
—¿Qué?, no. Me refiero al celular que se instaló en la mansión.
Torpe.
La vocecita en mi cabeza apareció mágicamente, pero tenía razón era muy tonta no recordaba el celular que se había colocado especial para la mansión.
—Ahhh. No me acordaba de ese—reí—ni lo he tocado.
—Eso tiene mucho sentido, seguramente está apagado.
—Sí—no sabía qué más responder y un silencio no estaba entre mis planes.
—Bueno, señorita Alex, solo llamaba para preguntar de usted y también si ya hizo el horario para los días de Cass, y cómo van los preparativos para su cumpleaños.
¿Horario?, ¿Ya había incumplido una orden del señor Faddei?. Me había quedado pensando hasta que
—¿Señorita Alex?—el llamado de mi nombre me había hecho volver a aterrizar en la tierra.
—El horario realmente,—me costaba decirlo, pero lo hice—no lo he hecho, señor Faddei—con eso me sentí como cuando en la preparatoria el profesor pedía un trabajo que yo no había realizado y era para ese día, y me costaba admitir la verdad aunque lo hacía.
—¿Por qué?
Sentía que me iba a regañar y por esa razón decía las cosas lentamente.
—Solo se me olvidó.
—Bueno—él tomó un tiempo—. Puede hacerlo aquí mismo en llamada. Es fácil elegirlo, es igual o más fácil del que ponen en preparatoria.
Pensé por un momento en decirle que no, aunque luego analicé que había incumplido con una de sus órdenes que había sido hacer antes el horario de Cass, y entonces acepté a realizarlo en llamada. Aunque no tenía idea de cómo sería ese proceso.
—Vale, señor Faddei, si me explica lo hago ahora mismo.
—Bien—lo oí sonreír—. Debe elegir cuatro días en los que Cass pueda salir de su habitación, aún con las esposas puestas. Son seis horas en las que puede estar afuera de su habitación, usted decide el horario. Es decir—pensó por un rato—. Desde las dos de la tarde hasta las ocho de la noche, o puede ir eligiéndolo por parte—explicó—. Un ejemplo sería , primero de ocho a once de la mañana, y luego de una a cuatro de la tarde ¿entendió?
La verdad es que al principio si se me dificultó un poco entender, aunque luego comprendí. Y antes de responder pensé en mi mente en un horario que sería seguido y en unos días que a mi parecer serían los ideales.
—Sí.
—Bien ¿Y cuál será el horario?
Su pregunta no me tomó de sorpresa y respondí rápidamente lo que ya había pensado.
—Los días en que Cass podrá salir de la habitación serán los jueves hasta los domingos. Y el horario sería corrido,—me senté en la cómoda—o sea desde la una hasta las seis de la tarde.
—Oh, perfecto, muy buen horario, señorita Alex.
—Gracias—sonreí, la verdad no había sido nada difícil escoger el horario.
—Ahora si ya estamos listos con eso—dijo en medio de un bostezo—. Así que la dejaré descansar, recuerde que ese horario tiene que anotarlo en una hoja de papel y pegarlo en el cuarto de Cass.
—Vale, igual descanse. Mañana haré ese horario sin falta.
—Bien, señorita Alex. Hasta luego—se despidió y antes de que yo pudiera decir: adiós, colgó la llamada.
Supuse que estaba cansado y quería asegurarse de que yo tuviera el horario de Cass listo, así que no le di mucha importancia y decidí volver a retomar mi sueño aunque algo lo impidió.
Cuando decidí apagar la pantalla del celular esta enseguida se volvió a encender, indicándome que había llegado un nuevo mensaje.
Me dirigí a notificaciones y si, había llegado un mensaje aunque de un número desconocido, en la parte superior de la pantalla se podía leer el mensaje:
<<Hola:).>>
No iba a responder, aunque la curiosidad tomó mi mano, y mandé de respuesta un:
<<Hola, ¿Quién eres?>>
Tal vez hubiera sido buena idea no responder el mensaje e ignorar mi curiosidad, ya que no pude creer qué esa persona me estaba escribiendo cuando el próximo mensaje fue su nombre.
★✰★✰★✰
.
.
.
.
.
Nota de autor: ¡Hola!, buenas nochecitas. ¡Otro capítulo de Cass!, espero que les agrade he estado enfermo y por eso no he podido actualizar anteriormente. El maratón viene luego de este capítulo y está en camino, espero que lo disfruten mucho lo bueno bueno está por venir JAJAJA.
Tal vez puedan ser un poco aburrido pero recuerden que esos son los pasos para que algo emocionante pase, y bueno ya espero que les guste tanto como a mí. Y si tiene algunos errores es el cambio desde la laptop al celular, por la laptop escribo y por el celular edito.
besitos y linda noche!
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro