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Nueva rutina.

Desperté gracias al escándalo que provocó la alarma encima de la mesita de noche. Abrí con mucho esfuerzo los ojos y cuando me di cuenta de los rayos de luz que traspasaban la fina tela gris de la cortina y se derretía en el suelo me senté en la cómoda con prisa.

—Mierda el trabajo—me levanté rápidamente de la cama y por el apuro casi caigo de boca ya que se me había enredado el pie derecho en la sábana—maldición—solté al liberarme del agarre de la cobija y me dirigí a la alarma para apagarla.

El aparato indicaba que eran las <<7:00 am>>, al mismo tiempo que veía la alarma mi mente me hacía un breve resumen de mis trabajos anteriores. Rebobiné mis pensamientos y me di cuenta que no era mi vieja habitación, sino mi nueva habitación que era la recámara antigua de la señora Malcolm; y por ende, me di cuenta que ya no trabajaba en la librería para el señor Magnus y que ya trabaja en la mansión Malcolm para el señor Faddei, cuidando de Cass.

Así que no tenía que cumplir la arcaica rutina de hacer el desayuno temprano, arreglarme y salir con prontitud de la casa; mi nueva rutina sería bañarme, acompañar a bañar a Cass, preparar mi desayuno y el de Cass y elegir los días en que Cass podría salir de su habitación.

Me metí en la ducha y me di un baño caliente mientras pensaba en el siguiente paso de mi rutina que proseguía: Acompañar a bañar a Cass.

Salí y me dirigí al armario para colocarme un atuendo sencillo, el cual contaba de una franela blanca, un pantalón negro y unos tenis del mismo color de la franela ya desgastados con la marca "Adidas" calcada en ellos que antes solía usar para entrenar. Eso que había hecho ya era parte de mi vieja rutina, que era: Despertarme temprano, bañarme, cepillarme los dientes y arreglarme para bajar a hacer el desayuno para mí; pero ahora mi nueva rutina contaba con algo nuevo que iba a ser, agarrar la llave de la habitación de Cass, hacerle compañía a Cass mientras se bañaba y preparar su desayuno.

Salí de la habitación y cuando me encaminé hacia el pasillo de las pinturas la única palabra que solté de mi boca fue: Mierda.

Miré hacia el corredor, la puerta del salón de copas, la puerta de la habitación de los huéspedes y el pasillo izquierdo, el cual lo había designado como El pasillo del hospital de terror, gracias a la luz tenue que alumbraba el camino , la puerta de la habitación de Cass, el color de las paredes y las lámparas que colgaban con dificultad de las mismas.

Por un momento se me había olvidado que mi siguiente paso era acompañar a bañar a Cass. Me dirigí a su habitación, tenía otra opción en mente que era bajar a preparar mi desayuno y luego acompañar a que Cass se duchara, pero me di cuenta que sería lo mismo si iba en ese momento o después, así que me dirigía a su habitación obedeciendo todas las órdenes del señor Faddei; actuaba como si él estuviera ahí, me lo imaginaba parado detrás de mí indicándome órdenes que tenía que cumplir, pues ya imaginando eso lograba hacer un mejor trabajo.

Toqué la puerta como él lo indicaba, a un movimiento lento, primero un toque, luego otro y cuando iba a dar el tercero escuché un: ¿Hmmm? proveniente de una voz con disfonía. Quise responder, pero no lo hice, tenía que seguir las reglas de mi trabajo y una de ellas era no establecer conversación con Cass, al menos que fuera necesario. Retrocedí la mano y saqué la llave para abrir la puerta, y en cuanto estaba completamente abierta lo observé.

Estaba de pie a una distancia normal de mí, el matero negro de cabello estaba revuelto como siempre, tenía el mono de ositos un poco bajo y por ende, se podía ver la liga del boxer y su acompañante que era la marca que estaba calcada en el mismo; también se notaba un espacio pálido que estaba en el medio de la liga del boxer y el borde de la franela. De sus manos colgaban las cadenas que iban en conjunto con las esposas que atrapaban sus muñecas.

—Hola, Alex—avanzó un poco pero se detuvo cuando se dio cuenta que iba muy cerca de mí, incluso retrocedió un paso.

No sabía si ignorarlo en ese momento era importante o no, pero de todas formas no lo hice y lo saludé.

—Hola, Cass, buenos días—tenía planeado detenerme y esperar su respuesta pero mi acción fue distinta y proseguí hablando—. Debes ir al baño, tienes que bañarte.

—Lo sé,—bajó la mirada hacia la esposa que atrapaba la mano izquierda y luego la deslizo por la cadena hasta la mano derecha—¿Me las quitas?

—¿Qué?—si había comprendido que eran las esposas, pero el ¿Qué? había sido por lo que había dicho, no podía quitarle las esposas al menos que fuese necesario.

—Las esposas ¿Me las quitas?

—¿Para qué?

—Pues, para poder bañarme, necesito quitarme esta franela y no puedo con las esposas—bajó la mirada y la volvió a subir—. Además tampoco podría lavarme bien.

Mientras un silencio desafiaba la distancia que había entre nosotros, pensaba en lo que había considerado, lo cual había sido quitarle las esposas; una idea que era claramente asertiva ya que una de las órdenes que había dicho el señor Faddei era: Quitarle las esposas sólo si necesitaba bañarse o nadar en la piscina.

Me provocaba darme un golpe en la cabeza, era muy obvio que necesitaba liberarse de ellas para poder quitarse la camisa, no era una excusa para quitárselas y sentirse libre por un rato. Pero luego recordé que no tenía la llave de las esposas encima, así que tenía que buscarlas y luego liberarlo de las esposas.

—Espera aquí un momento—retrocedí para abrir la puerta—. Se me quedaron las llaves en el cuarto, iré a buscarlas. Enseguida regreso.

El pelinegro solo asintió y yo salí de su habitación para buscar las llaves en mi recámara. Una vez que ya las tenía en las manos me dirigí nuevamente a la habitación de Cass, apenas entré el chico lo que hizo fue avanzar hasta mí, alzar las manos para mostrarme las esposas y cuando ya lo había liberado de las mismas su siguiente acción fue avanzar un poco más y pedir con amabilidad que me saliera de la habitación.

—¿Para qué quieres que me salga?—no seguí retrocediendo y más bien lo que hice fue avanzar dos pasos.

—Pues, Alex,—él miró las esposas que sostenía en las manos—voy a desvestirme y a colocarme una toalla para cubrirme, y luego te abriré para que me acompañes a la ducha—sonrió—. Suena raro y comprometedor si lo digo en voz alta. Pero en fin, haré eso. Ahora, si te quieres quedar acá dentro viendo como me quito la ropa y me coloco la toalla, pues eres bienvenida pero si no, puedes salir de la habitación, tú decides—musitó en las últimas palabras que soltó y se dio vuelta para encaminarse al armario; mientras hacía eso flexionaba sus brazos para librarse de la franela de ositos y tirarla a un rincón del cuarto, dejando que apreciara su entrenada espalda desnuda.

Me sonrojé un poco por sus palabras, aún no lo podía imaginar desnudo, además tenía que apartar esas tontas ideas de adolescente y concentrarme en cuidar a Cass y en cumplir un buen trabajo. Viendo su espalda podía notar que Cass era un chico de hacer ejercicios físicos, era como uno de los tantos que habían en mi antiguo instituto, entrenaban mañana, tarde y noche; aunque para él era imposible hacerlo por las esposas.

Cass se detuvo al frente del armario y lo abrió, yo aún seguía parada vigilándolo, pero entonces le di la espalda rápidamente mientras arrugaba el ceño y me cruzaba de brazos cuando observé como sus manos bajaban su pantalón largo de ositos junto al boxer negro dejando revelar sus nalgas. Y no podía negarlo tenía un buen trasero pero eso había sido imprevisto para mí.

—¡Caaass, joder!, ¿¡Te costaba mucho avisar!?—me quejé.

Primero escuché una risita y tuve ganas de matarlo, y luego habló:

—¡Ay vamos, Alex!, solo me viste el culo y todos los culos son iguales, y a veces lo único que cambia es el color—bufó—. Así que deja el drama que no viste mucho.

Seguí con los brazos cruzados y mostrándole la espalda, y en cuanto decidí avanzar para salir de la habitación él volvió a hablar:

—Ya no tienes porque salir, puedes voltear, ya me cubrí.

—¿De verdad? —aún no me atrevía a voltear y seguía con los brazos cruzados.

—Sí, ya me puse la toalla.

—Bueno—tomé aire y cuando volteé me encontré con un Cass semidesnudo, por un segundo quedé estupefacta, si creía que entrenaba pero nunca imaginé que estuviera tan formado. Desde su abdomen a la parte de arriba empezaba un camino de montañas, eran tres de cada lado que subían hasta sus pectorales, se notaban pero no tanto como aquellos hombres que salen del gimnasio y se les nota los musculosos que están por encima de la ropa. Debajo del ombligo se marcaban las entradas que subían desde el pubis en forma de V, y cuando caminaba algunas venas sobresalían, era el mismo efecto en sus brazos.

—Se te va a salir la saliva—hizo que subiera la mirada rápidamente.

—Cállate, ¿Quieres?

Él rió un poco—No te molestes—avanzó hasta estar al frente de mí—¿Lista para acompañarme a bañar?

—Ay, solo camina y entra.

Él asintió con una sonrisa y se dirigió al baño; la puerta del mismo era casi imposible de ver ya que era del idéntico color de la pared y parecía no tener una separación, hasta la manilla estaba pintada de blanco, incluso la primera vez que había entrado a la pieza de Cass no lo había notado. Por un momento llegué a pensar que el baño si iba a tener un color distinto, como azul, verde o tal vez seguiría blanco pero con azulejos, claro que eso que deducía era inexacto y lo supe cuando abrió la puerta.

El baño era totalmente blanco, no había nada de otro color que le daba un ambiente al lugar, era como los hospitales, aunque en esos lugares los baños al menos tienen carteles con frases plasmadas en ellos y estos de alguna manera le obsequiaban un ambiente de tranquilidad y alegría a las personas que van, más que todos a los niños.

El pelinegro no dijo otra cosa, solamente se subió un poco más la toalla, cerró la puerta y sin ni siquiera mirarme se dirigió a adentro de la ducha, como lo había mencionado antes el señor Faddei las puertas que cubrían la ducha eran de cristal solo que estas no eran trasparentes, si no que eran como un espejo, podías ver tu reflejo perfectamente y eso impedía que vieras por dentro de la ducha.

Bajé la tapa del inodoro que estaba justo al lado de las puertas de la ducha, me apoyé en el tanque y permanecí sentada en el mismo mientras esperaba que Cass se terminara de bañar. Todo era silencioso y tranquilo, oía como el agua caía sucesivamente produciendo un estruendo relajante cuando impactaba contra el suelo, el vapor que salía de la ducha se extendía por el techo y al no tener más escapatoria y sentirse acorralado recurría a la otra parte del baño.

Por un segundo hubo más silencio, la regadera parecía no producir más agua y no se escuchaba ni la respiración de Cass.

Decidí sacar el móvil del bolsillo del vaquero para calcular los minutos que llevaba Cass duchándose mediante la hora que indicaba desde la parte superior de la pantalla, y cuando saqué la cuenta mentalmente y supe que habían pasado unos veinte minutos le hablé, ya había pasado mucho tiempo en la bañera y ni siquiera estaba cayendo agua.

—Cass, ya es momento de salir.

Hubo un silencio por un tiempo pero se desvaneció cuando volví a hablar:

—Cass, es hora de salir de la ducha—ordené.

—¿Alex, podrías dejarme por unos minutos más?

—¿Qué?—me asenté en la tapa tomando una posición recta.

—Es que—respetó un silencio—. Se siente bien estar un rato libre, sin tener las manos esposadas—lo oí sonreír—. Se siente como cuando papá estaba aún vivo.

Pensé en decirle que no, aunque no lo hice no podía ser tan cruel, además lo entendía un poco, comprendía como se sentía. Pues, así yo me sentía cuando siempre estaba cerca de papá, con solamente sentir su presencia, con solo oír su voz, y ver sus ojos que eran la réplica de los míos, me sentía esposada, apresada, sin salida. Pero en cuanto llegaba Ellen todo eso desaparecía, desde las esposas que sentía que no me dejaban ser feliz, hasta la inseguridad de estar cerca del hombre que le decía papá. Por eso también extrañaba tanto a Ellen, desde el día que ella desapareció las esposas se volvieron más fuertes, las cadenas indestructibles, y cada vez que lograba romperlas estas se volvían a armar; hasta que decidí irme de casa y trabajar en la mansión Malcolm. Y trabajando en este lugar no me sentía atada ni insegura, solo libre y feliz.

—Está bien, pero solo por un rato más—me volví a apoyar del tanque del inodoro.

—Gracias, Alex—dijo y yo solo asentí. El silencio volvió a aparecer y para que el ambiente no fuera más incómodo cogí el móvil otra vez y navegué por Instagram, pero solo bastó un segundo para que me fatigara cuando apareció en grande en la pantalla: NO ESTÁS CONECTADA y la web no es lo mismo sin ti. ¡Vamos a volver a conectarte!

Rodé los ojos, suspiré, cerré la aplicación y volví a entrar. Esta vez aparecían en la parte superior las historias destacadas y lo que le seguía eran publicaciones que ya había observado de personas que seguía, como ya había visto esas publicaciones decidí explorar un rato por las historias. Pasé una historia, pasé otra, otra, y otra, y cuando iba a pasar la siguiente el interés apareció e hizo que aferrara mi dedo pulgar en la pantalla.

En el circulito que se ubicaba en la parte superior de la pantalla a mano izquierda se encontraba la foto de un chico con franela blanca, viendo hacia el cielo y una parte iluminada de su rostro por la luz del sol, y al lado de esto se situaba el nombre de usuario: Connor_D23.

La historia ya había cargado y lo que vi no me dejó feliz, sino más bien un poco decepcionada, el que me besara ya me había dejado un poco confundida y el que me haya dado su número, ilusionada, y con esa publicación estaba un poco, dolida. Era un pequeño video repetitivo, Connor aparecía sentado en un mueble negro junto a una chica muy elegante de cabello rojo, mechas negras, ojos azules o al menos así se veían y pechos sobresalientes; delante de ellos se podía percibir una mesa con botellas de licor y dos copas, una estaba por la mitad y la otra parecía recién servida, por la iluminación roja del lugar parecían estar en un bar.

Pude notar la mano de Connor que pasaba por detrás de la espalda de la chica y agarraba su cintura, luego la dirigía a su barbilla, la miraba plenamente, apretaba la misma y la conducía hacia su boca, succionando y mordiendo sus labios para luego tomar un trago de lo que sea que tenía en la copa.

Me limité a seguir viendo y lo único que hice fue salir de la aplicación y borrar todas las aplicaciones que tenía abiertas, volví a guardar el celular y solo me quedé mirando fijamente la pared. Sentí como un ardor empezó a asediar desde el lóbulo de la oreja hasta mis mejillas y a cada paso que iba sentía como un frío que resguardaba un poco de fervor subía por mis hombros hasta hacer un encuentro con el que se dirigía a las mismas.

Las lágrimas también amenazaron con salir de mis ojos y la vista comenzó a tomar un estado nublado por el efecto de la cristalización, aunque no las solté ya que la voz de Cass desde la ducha me distrajo:

—¿Alex?

—¿Sí?—me aclaré la garganta y deslicé el dedo por el párpado de mi ojo para que no salieran los sollozos.

—¿Podrías poner un poco de música en tu celular? No me agrada mucho estar en silencio.

—Sí, claro,—procedí a sacar el móvil—¿Qué quieres que ponga?

—Cualquier canción está bien. Solo... no quiero silencio.

—Vale—dije dirigiéndome a la lista de las canciones que tenía descargadas y pulsé mi dedo pulgar justo donde se encontraba un circulo con dos flechas cruzándose, estás indicaban que las canciones se pondrían en aleatorio. Salí de la lista de canciones, subí todo el volumen y esperé a que sonara la primera canción; mientras esperaba que la melodía empezará a invadir el espacio en donde nos encontrábamos me volví a recostar del tanque del retrete permitiéndome sentir un poco más cómoda.

Todo era silencioso, no podía escuchar la respiración de Cass; hasta que empezó a reproducirse aquella melodía que me era muy familiar:

Put your red boots on
Baby, giddy up
Baby wants a dance
Baby gets her way.

Dreamy nights
Talk to me with that whiskey breath
Twirl me twice
I'll treat you like a holiday.

And don't say you're over me
When we both know that you ain't
Don't say you're over me
Baby, it's already too late
Just do what you do best with me.

Dance me all around the room
Spin me like a ballerina, super high
Dance me all around the moon
Light me up like the 4th of July.

Once, twice, three times
The guy I ever thought I would meet, so
Don't say you're over me
When we both know that you lie.

El ritmo era lento, te transmitía felicidad, tranquilidad y hasta un poco de tristeza. Era la canción perfecta para una película de romance basada en épocas arcaicas, donde el mismo romance era una aventura a lo desconocido y el amor una amenaza a la obsesión.

Esa canción la había escuchado muchas veces, sabía su significado, la historia que contaba y el mensaje que quería transmitir. Y todo se apuntaba a Connor; llegué a pensar que Connor me llamaría Novia, llegué a pensar que saldríamos a caminar juntos, solo él y yo agarrados de la mano.

Lo imaginé ya con Ellen en casa, todo sentados en la mesa esperando los platillos que corresponden en la cena. Lo imaginé con un traje negro esperándome en un altar. Lo visualicé conmigo en la cocina, él con el delantal un poco arruinado por una salsa que le había caído encima ya que no sabía cocinar muy bien y yo soltando fuertes carcajadas. Lo imaginé acompañándome en la sala de parto. En pocas palabras había imaginado una vida con él.

Una vida que al parecer solo se reflejaba en mis ojos; seguramente mientras mis ojos percibían cada movimiento de aquel chico rubio, sus ojos color miel captaban aquellas acciones de aquella chica de cabello rojo y mechas negras.

Traté de impedir que las lágrimas corrieran por mis mejillas pero fue difícil evitarlo, el sabor salado ya se adaptaba en las comisuras de mis labios, respiré y tomé otro poco de aire para hacer un minuto de silencio, no quería que Cass me escuchara llorar, pensar que me vería en ese estado me daba un poco de vergüenza.

La melodía continuaba y en ella podía escuchar algo más; una voz masculina se mezclaba entre las cuerdas de aquella canción, la hacía resaltar más y que produjera un ritmo diferente. Decidí bajarle volumen a la canción para poder oír bien de dónde provenía ese sonido y lo que pasó me dejó boquiabierta.

La sonoridad provenía de la ducha, la voz era lenta, dulce y a la vez varonil, era la voz de Cass.

—The long haul freight train, burnt by fire, without trial like a stowaway—cantó por un momento, tenía una grandiosa voz, sabía cantar y lo hacía muy bien, podía tener un buen futuro si decidía adentrarse en el canto—. And don't—continuó por un lapso pero paró; supuse que se detuvo porque no seguía sonando la canción, lo único que llenaba el espacio en ese momento era su voz, aunque lo que pasó luego nunca esperé que sucediera, fue una acción muy repentina.

La puerta de la ducha se deslizó rápidamente permitiéndome ver un poco adentro de ella, aunque no lo vi a él solo vi la bañera que se veía muy alta, mi vista rápidamente se deslizó hacía la toalla que colgaba de las puertas, Cass no la tenía y si salía de ahí prácticamente saldría desnudo, la puerta se volvió a deslizar, solo que esta vez para cerrarla; en ese momento me sentí aliviada y como si no hubiera ocurrido nada, le pregunté:

—¿Ya estás listo?

Silencio, ese silencio se marcó durante un instante, recordé las palabras que decía Ellen cuando aparecía en nuestras conversaciones un silencio abrumador, incómodo o hastío, ella decía que ese silencio había sido porque un ángel había pasado por el medio de nosotras, así que se me ocurrió decir una frase con ese mismo mensaje, debido al tiempo que llevábamos en silencio:

—¡Vaya!, ese ángel se quedó por un buen tiempo acá.

Esperé su respuesta o al menos una risita de parte de él, pero nada, solo silencio, sin que sonara ni una gota de agua cayendo. Y entonces justamente a mi lado donde se encontraba la otra puerta que creí que no se abría, se deslizó, pegué un pequeño brinco y luego lo vi.

Tenía la cabeza reclinada en la base de la bañera, los mechones negros permanecían alargados en la contextura blanca, su rosto estaba completamente mojado al igual que su pecho, era lo único que podía ver, más debajo de ahí no. El cabello negro se veía más oscuro y se estiraba por toda su frente, tal vez le daba ese efecto por lo mojado que estaba o por el contraste del color negro en la piel casi pálida.

—¿Por qué lloras?—sus ojos azules me observaron a través de sus largas pestañas húmedas.

—No estaba llorando, Cass—lo dejé de ver y fijé la mirada en mis zapatos.

—¿Ah no?—noté que hizo una acción por el rabillo de mi ojo, como si se estuviera apoyando el brazo de la tina—¿Y qué es eso? ¿Sudor?—al instante que dijo eso sentí el tacto de su dedo en mi pómulo.

—¡Oye!—salté apartando su dedo de mi cara.

—Perdón,—él rió un poco y retrocedió en la bañera—solo quiero saber por qué llorabas.

—No estaba llorando—volví a mentir.

Entonces mostró el dedo que me había pasado por la cara mientras alzaba las cejas. Sus dedos estaban húmedos y sospeché que culparía a mis "lágrimas", las cuales yo ya había limpiado de mi rostro.

—¿Y esto?—preguntó él.

—Vamos, Cass, te estabas bañando por eso tienes los dedos mojados. No fueron por mis lágrimas—lo vi apoyando los brazos otra vez de la base de la bañera y volviéndose a acercar.

—Claro que no—se defendió y contraatacó—. Tenía los dedos secos en ese instante.

Eso me hizo perder un poco la paciencia, ya estaba deprimida y agobiada por el vídeo de Connor y aquella chica pelirroja, y ahora estaba aún más estresada, su comentario—aunque había sido en sarcasmo—, lo había tomado como algo muy estúpido y sin sentido.

—En vez de ser cuidado por alguien, deberías trabajar en un circo—mostré una mirada cansada.

Pensé tal vez que dejaría de hablar, pero lo que procedió a ocurrir fue una gran risa que se desprendió rápidamente de sus cuerdas vocales, seguido de un momento serio establecido por una sola pregunta.

—Lo siento, Alex, pero ya enserio dejando todos los chistes,—me miró, en ese momento todo se sintió como un momento dramático y serio de una película de misterio—¿Todo está bien?

Pensé primero en ignorarlo, luego en decirle que sí, que todo estaba excelente. Pero la necesidad de decir que no, de que alguien me escuchara, y de desahogarme con esa persona, me urgía. Además, ya estaba cansada de actuar siempre una sonrisa y reflejar que todo estaba bien. Así que antes de pensarlo varías veces solté:

—No, la verdad nada está bien—seguí mirando perplejamente mis zapatos.

—¿Y qué pasó, puedo saber?—noté como posó ambas manos en el borde de la bañera y estableció su mirada en mi rostro.

—Creo que me enamoré de una persona incorrecta—las palabras salieron de mi boca y al mismo tiempo mi cerebro me hizo recordar de la mirada de Connor, de sus suaves labios rosados y de cómo besaba a aquella chica—. Jugó conmigo.

—Vaya, eso es un caso difícil de tratar—pausó por un momento—. ¿Era tu novio?

Negué con la cabeza para responder su pregunta y luego dirigí mi mirada hacia él:

—Mi crush, sonará un poco estúpido pero lo era.

—¿Por qué estúpido?

—No lo conocía tan bien en realidad, solo sabía que era apuesto y divertido. Pero llegué a pensar que seríamos novios—hundí los dedos en mi cabello y lo moví hacia atrás—. Algo que fue claramente muy estúpido.

—Alex, enamorarse y gustar de una persona no es estúpido.

Eso me había dejado muy sorprendida, no sabía mucho de Cass, pero llegué a pensar que él era de esos típicos chico a los cuales no les interesa el amor y se burlan de ello.

—¿Alguna vez te has enamorado?—lo vi fijamente aunque el chico apartó su mirada de la mía y volvió a apoyar la cabeza de la bañera.

—No, Alex, no me he enamorado—respondió él—. Pero, ¿y tú?

Pensé muy bien esa pregunta, incluso la vocecita en el rincón más oscuro de mi cerebro la formuló en mi cabeza.

<<¿Te has enamorado, Alex?>>

No sabía con exactitud qué responder, pero la respuesta que se afincaba en la punta de mi lengua era: No. Y era correcta, aunque lo que respondí fue otra cosa.

—Creo que sí. No lo sé, imaginé una vida con él, aunque creo que eso no tiene nada que ver.

El silencio volvió a tomar lugar en el medio de Cass y yo, y esta vez el mismo agarró la mano del pelinegro como un niño pequeño, el gesto en la cara de Cass me daba a entender que me estaba cuestionando.

—¿Alex, en qué piensas cuando escuchas la palabra amor?—tan solo con esa pregunta algo en él cambió, por un momento no lo vi como un apuesto chico de cabello negro, piel casi blanca y ojos azules; sino más bien como un psicólogo, la manera en que se expresaba y enunciaba sus palabras. Me observaba con escrúpulo, sin timidez, haciéndome sentir insegura y tímida a mí, parecía que estuviera leyendo todo lo que yo pensaba en ese momento.

Sin pensar mucho solo dejé que mi boca actuara por si sola soltando un nombre al respecto de esa pregunta. Ya que ese nombre era el que me había hecho sentir varías cosas en el estómago, sensaciones raras que sonrojaban mis mejillas y deseos que acostumbran a hacer las personas que se tienen ganas cuando están a solas.

—En Connor, pienso en Connor.

Cass movió los labios e hizo otra mueca de cuestionamiento.

—¿Y que sientes por él?

—Gusto.

—Entonces no estás enamorada—por un momento pensé que yo era su paciente—. Tal vez obsesionada, pero no enamorada

—Ni siquiera te has enamorado, Cass—ataqué aunque hablé pasivamente.

—Lo sé, pero sé que el amor no es solo un gusto—se detuvo un momento y cuando yo iba a hablar prosiguió—. Seguro piensas eso que no me he enamorado y es verdad, pero algunas chicas que me cuidaron tenían novios. Unas estaban muy enamoradas de sus parejas y otras si los amaban de verdad no hubieran hecho lo que hicieron—deslizó los dedos entre las hebras de cabello y luego dirigió uno a su labio—. Además, el amor lo podría describir no solo como una atracción, ni una dependencia, tampoco como una necesidad. Más bien como una atracción, pero emocional. Una armonía que surge entre esas dos personas.

Lo observaba fijamente mientras hablaba, sin decir nada, solo escuchando sus palabras, él continuó:

—También podría decir que cuando amas a una persona no la dejas ir, ni la lastimas, antes te lastimas tú que a esa persona. Siempre estás pendiente de ella, la escuchas y es como si no puedes vivir sin esa compañía a tu lado. Y luego se convierte parte de ti, como tu alma. Y en ese momento si que no la puedes dejar ir porque sientes que vas a morir—tomó otra pausa para mirarme y luego sonrió—. Cuando las personas se enamoran tampoco le importan el físico de otros individuos, al estar con su pareja puede ver a otra persona muy apuesta, una cara muy linda, su cantante favorito o actor, pero no la cambiarán por eso, puede hasta ser el gemelo de ese sujeto y no lo cambiarán por ello. Porque físicos hay muchos, idénticos y hasta más lindos, pero personalidades y almas solo una. De eso es lo que se enamora una persona, de tu alma y absolutamente ninguna es igual.

Sus palabras fueron claras y concisas. Y aunque una parte de mí sabía que él tenía razón, otra se negaba y decía que lo que hablaba eran puras falacias; aunque por una parte el razonamiento de Cass me hizo entender que lo que sentía por Connor era una simple atracción, ya que ningún otro chico me había demostrado tanto como él.

Asumí que por la argumentación de Cass él si se había enamorado aunque tal vez no lo tenía muy claro ya que el mismo me había dicho que nunca había experimentado ese sentimiento, aunque igualmente decidí preguntar:

—¿Cass, estás seguro que no te has enamorado?

Los luceros azulados me observaron como si me estuvieran interrogando, era como si ese piélago helado que invadía sus iris me estuviera ofreciendo una invitación para hundirme y explorar adentro de ellos. Y a la vez parecía que me dijeran: ¿Te vas a perder esta invitación, pequeña?, era como un método de distracción.

Hasta que respondió:

—Ya te dije que no, Alex.

El tono de su voz había cambiado un poco, ya no era pasivo ni hablaba con imperturbabilidad, ahora hablaba como alguien ofendido, alguien que se defendía. Como el paciente que pelea con su psicólogo, solo que el volumen de su voz no era alto.

—¿Seguro? ¿Nunca experimentaste todo lo que dijiste con una persona?

—Puede que sí—bajó la mirada.

—¿Y?

—Y ya, Alex. No quiero hablar más del tema, ¿Ok?—alzó un poco la voz y me dio la espalda.

—Per...

—Pero nada—me interrumpió y me miró por encima del hombro—. No hablemos más del tema, ahora, ¿Puedes pasarme la toalla?, por favor.

Asentí sin hablar, si seguía hablando e insistiéndole sobre si había experimentado el amor con una persona se podía alterar más. 

—Gracias—dijo en cuanto su mano agarró la toalla que yo le entregaba y luego cerró la puerta de la ducha.

Seguí sentada en el inodoro esperando a que Cass terminara de hacer lo que sea que estaba haciendo, que suponía que era: secarse. Después de unos segundos la puerta se volvió a deslizar esta vez del otro lado, por donde había entrado cuando se iba a bañar. Su alargada pierna salió primero, era más blanca que todo su abdomen y pecho, estaba completamente rasurada y muy entrada, como la tendría un jugador de fútbol, luego salió su cuerpo completo; la toalla seguía enrollada en su cintura, tapando la mitad de las líneas que marcaban sus entradas, y bajaba hasta un poco más abajo de la rodilla.

Cass me miró por un momento y prosiguió su camino hasta la puerta del baño, las gotas de agua aún caían por las montañitas que formaba su abdomen, también por la espalda se deslizaban con tranquilidad haciendo que luciera como un modelo de revista. Los hilos negros de cabello estaban oscurecidos y jugaban por su frente hasta cubrir algunas partes de sus cejas dando el efecto de firmeza, y las pestañas empapadas hacían resaltar más sus ojos azules.

—Alex—Cass se detuvo cuando estaba por cruzar la puerta—, no salgas, iré a cambiarme y luego te vas—me volvió a mirar por encima del hombro y finalmente salió del baño; ni siquiera se tomó el tiempo para ver como movía la cabeza torpemente para decir: "Ok".

Pasaron otros segundos y entonces lo volví a escuchar:

—Ya me cambié, ya puedes salir.

No dije nada, solamente me levanté y salí del baño, Cass caminó hasta estar al frente de mí otra vez, sostenía las esposas con ambas manos y su rostro era un poco circunspecto; llevaba puesta otro conjunto de ositos, idénticos al anterior incluso llegué a pensar que se había colocado la misma ropa, la fragancia de hombre que exhalaba su pecho y su cabello abrazaba mi rostro y se colaba en mis fosas nasales.

—¿Te pusiste la misma ropa?

—No. Tengo varias pijamas iguales—bajó un poco la vista pero inmediatamente la subió cuando me entregó las esposas—. Ya puedes apresarme otra vez.

Apenas escuché sus palabras sentí un poco de lastima, no entendía como una persona podía estar esposada todo el día, me daban ganas de soltarlo podía notar el cansancio y la tristeza en el azul helado de sus ojos. Sim embargo, no lo hice, no podía. Una de las reglas era: No liberar nunca a Cass de las esposas. Y ya había incumplido una que era: No establecer nunca una charla con Cass.

Las esposas se enrollaron en sus muñecas, denominaban un claro concepto: Se acabó tu libertad.

Cass me miró y sin más se despidió, se volvió y fue directo a la cómoda, yo también me di vuelta para coger camino a la cocina pero en cuanto coloqué la mano en la manilla de la puerta las palabras de Cass me detuvieron:

—Gracias, Alex, por dejarme otros minutos libres. Hasta pronto—expresó para luego ocultarse entre las sábanas blancas.

—Hasta luego, Cass—procedí a retirarme de la habitación.

Esa experiencia había sido alucinante. Había descubierto nuevas caras de Cass, primero había sido como un bufón, bromista como cualquier chico divertido, luego había sido adusto con palabras diáfanas como las de un especialista, y luego una cara neutra con gran severidad, y la misma había sido por el comentario que correspondía a si había experimentado el amor, con alguna persona ya que hablaba muy bien del tema, pero no quiso responder.

Algo ocultaba Cass. Detrás de ese semblante perfecto y esos increíbles ojos azules se escondía un secreto, un misterio, y yo Alex Coulent lo iba a descubrir.

Procedí a ir nuevamente a mi habitación, necesitaba abrigarme, hacía mucho frío y yo estaba con una sola franela, así que me dirigí rápidamente para luego bajar a la cocina. Tenía un cuerpo que cubrir y un buen desayuno que preparar.

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Nota de autor: Seguro deben odiarme, perdón es la universidad, pero bueno.

¡Nuevo Capítulo de Cass!, ya se viene lo bueno, este capítulo está resumido en dos partes, el próximo capítulo es la siguiente parte y se viene con sorpresa.

Ahora Alex quiere descubrir que esconde Cass. Cada acción tiene un precio y hacer eso le saldrá muy caro.

Los tqm.

𝑍𝑎𝑣𝑖𝑑13✍︎︎.

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