Mansión Malcolm parte I.
Frío. Todo era frío, mi cuerpo ya estaba en un punto helado, un punto dónde no conocía el calor. Sentía mis labios resecos y al mismo tiempo congelados. Con ayuda de mi mano y de el suéter que tenía puesto, terminé de cubrir mi cabeza.
El sol aún no se daba a revelar. El sol era muy tímido en las noches, aunque era la madrugada. El reloj cucú que estaba colgado de la pared marcaba las 5:00 de la mañana. La luna lo opacaba con su brillante luz, y el sol hacía lo mismo con la luna en el día. Era sencillo el reglamento que estos tenían. En la noche la luna podía brillar y dejar que todo el mundo apreciará su luz, mientras el sol permanecía oculto entre las montañas; pero ya en el día, la luna tenía que esconderse y dejar que el sol iluminará a todos con sus delgados hilos brillantes.
Sonreí ante mis extraños pensamientos. Pensaba cosas sin corduras . Ya estaba lista para salir, así que sin pensarlo una vez, salí de la casa. Al mismo tiempo que salía por la puerta; la vibración del celular en el bolsillo del pantalón, tuvo el poder de detenerme.
Busqué mi celular en el bolsillo, y cuando ya lo tenía en mis manos, lo llevé a mi oído para luego pulsar el botón que indicaba que tenía que contestar la llamada.
Respiré una vez. Estaba nerviosa, la respiración de la persona se escuchaba al otro lado del aparato, seguida de una voz muy gruesa, que al escucharla supe que no se trataba de una mujer, sino de un hombre, y que era idéntica a la del señor Faddei; aquel hombre que me había contestado la vez pasada. Pensé dos veces en que estaba usando un filtro de voz.
-Buenas-respondí en un tono de voz muy bajo, tan bajo que estaba cien porciento segura que no me iba a lograr escuchar.
-¿Qué desea?
-Soy la chica de la vez pasada. Soy Alex Coulent-dije recordando aquella conversación que tuve con el hombre que poseía esa peculiar y ronca voz. Él me dijo que lo tenía que llamar a esa hora, a las 5:00 de la mañana, y que después él me daría indicaciones para verlo. No voy a mentir, me dió una sensación un poco extraña y sentí un poco de miedo cuando escuché la palabra "indicaciones"
-Ah, hola, señorita Alex, ¿Cómo está?, si, me acuerdo de usted. Le explicaré que debe hacer.
-Vale-dije con el mismo tono de voz bajo que había mostrado la vez anterior.
Mientras esperaba la indicaciones, la respiración del hombre que hablaba a través de la llamada, se filtraba por el aparatito; haciéndome sentir un poco incómoda. Su respiración parecía ser un poco forzada.
Sujetaba el celular en el oído, mientras el hombre soltaba palabras del otro lado del aparato. Su acento era un poco extraño, también se le dificultaba un poco hablar en español.
Le indiqué donde estaba, y caminé los pasos que dijo que caminará.
Algo no está bien.
La voz del lado oscuro de mi cabeza empezó a susurrar, me advertía pero yo no le hacía caso y continuaba las indicaciones que me daba el hombre.
-Muy bien, ¿Está parada al lado del árbol?
-Si-miré el gran árbol, con el celular aún pegado al oído. El tronco estaba agrietado, las ramas estaban casi muertas, eran de un color más oscuro que el tronco, no parecían formar parte del árbol. Habían muchas hojas tiradas en la cera de la calle; hojas que se desprendían del árbol y se quedaban allí esperando a que el viento se las llevará.
-De acuerdo, pasaré en un auto negro y abriré la puerta. No mire a otro lado. Cuando abra la puerta usted solo deberá entrar, ¿Entendido?
-Entendido-dije y rasqué mi nuca. No me sentía bien por lo que hacía, la verdad es que ni sabía por qué lo hacía. Creo que era por la compañía, ya que me sentía un poco sola, sin mi padre y sin Ellen. Sabía que lo que estaba haciendo probablemente molestaría muchísimo a mi padre, y ni hablar a Ellen.
Pero era algo que quería hacer, ya tenía la curiosidad de conocer al hombre que poseía esa gruesa voz, y ya tenía las ganas de empezar el trabajo. Aunque ni siquiera sabía de qué se trataba. Así que cuando el carro se estacionó en frente de mí, sin pensarlo dos veces subí a él.
Siguiendo todas las indicaciones, y calculando todos mis movimientos. Sin girar la cabeza a un lado, ni voltear; solo caminando hasta el vehículo negro.
Cuando la puerta del copiloto se abrió, entré rápidamente y permanecí en el asiento, sin hablar por unos segundos. La voz del hombre ya no era por el teléfono, ahora la voz la sentía a mi lado. No fuí capaz de voltear y mirar su cara. Ahora estando más cerca del hombre se me hacía un poco extraño su acento, y su voz si era tan ronca, como la que mostraba a través de la llamada.
Cualquier persona me creería demente; pues está era la escena perfecta para un secuestro. El celular dónde el hombre daba las indicaciones para verlo, el árbol donde tenía que estar parada, y el vehículo al cual tenía que subirme.
-Cierre la puerta-aquella voz me ordenó, aún no conocía el rostro del dueño de esa voz.
Sin hablar, extendí mi brazo, tomé la manilla y cerré la puerta. Las ventanas del auto se veían totalmente oscuras, aún dentro. No sabía si era buena idea verlo. No sabía que tan bueno era lo que estaba haciendo. No sabía ni a dónde me llevaría.
Estás perdida.
La vocecita en mi cabeza no paraba de hablar.
Bajé la cabeza, mi cabello negro a cado lado de mí, como si me estuviera cubriendo. Sentí una mano en mi hombro, y me tense un poco al saber que era la de ese hombre. Le tenía un poco de miedo, no era capaz ni de respirar.
-Puede hablar, yo no muerdo.
Abrí mi boca, pero no deje salir ninguna palabra, no podía. La presencia del hombre me hacía sentir muy incómoda.
Él se aclaró un poco la garganta-Un gusto, soy el señor, Faddei Kuznetsov-extendió su brazo y acercó su mano en gesto de saludo a unos centímetros de mi rostro, su acento era un poco extraño. Mire su mano de reojo. Dos anillos decoraban su mano, uno se encontraba en el dedo índice y otro en el dedo pulgar. También había una cicatriz que se extendía perfectamente en ella.
Aquellas palabras que salieron de mi boca, fueron suficientes para comenzar un tema de conversación.
-Alex Coulent-solté en un suspiro.
-¿Perdón?
-Soy Alex Coulent.
-Eso ya lo sé-su voz tenía un poder de intimidación ante mí-. Sólo le dije que era un gusto conocerla.
-Igualmente-hablé y quité la parte de cabello que cubría mi rostro para poder verlo. La verdad era que no lo había imaginado así. Había pensado en un señor de cabello blanco y arrugas que estaban tatuadas en su cara por todos los recuerdos, y momentos de su pasado.
Pero en cambio, me había encontrado con un hombre de unos cuarenta años de edad. Tenía el cabello peinado, liso y perfectamente cuidado; por alguna extraña razón se veía que brillaba cuando movía la cabeza. Su rostro era totalmente perfilado, no había ninguna marca en él. El color de sus ojos no los conocía aún, pues unas gafas de sol los cubrían, pero me imaginaba que eran azules o verdes. Tenía una camisa negra, con solo dos botones en la parte superior que lograban tapar su pecho, unos vaqueros de un color más claro, unas botas de un color café oscuro y un saco marrón que cubría sus hombros.
Lo oí sonreír, pero no habló más. Encendió el vehículo y emprendimos nuestro viaje. El señor Faddei, no soltó otra palabra hasta que llegamos al lugar.
No conocía nada, no sabía dónde estaba. El vehículo siguió hasta cruzar una calle sin personas, ni ningún tipo de puesto de negocio. Solo árboles con ramas enormes y hojas muertas; el color de ellas era entre una mezcla de negro y marrón, y eso lograba darle un toque más oscuro y terrorífico a la situación.
El señor Faddei procedió a estacionar el auto delante de un gran portón de rejas negras, parecían que eran de una época antigua o de un castillo. Las rejas eran delgadas desde el principio hasta el final, y arriba de ellas se podían ver unas figuras en forma de romboides puntiagudos. Sin duda alguna era un elegante portón, aunque con algunas características un poco espeluznantes.
Él se bajó del auto y fué directamente al portón. Tomó las rejillas negras y abrió el mismo, solo haciendo un poco de fuerza mientras sostenía los pies firmemente en el suelo. Cuando el portón quedó totalmente abierto, reveló lo que se podía ver desde lejos, una gran casa de color gris oscuro.
Mis ojos se abrieron un poco. Desde donde estaba se veía hermosa, tenía un estilo antiguo y moderno a la vez, y parecía ser tan grande como una mansión.
El señor Faddei volvió a subirse al auto, cerró la puerta y a continuación encendió el auto, para seguir el camino. Cuando ya estábamos adentro volvió a estacionar el auto, para bajarse y cerrar el portón, y luego finalmente subió para empezar a avanzar en un camino un poco estrecho. Las ramas de los árboles parecían estar furiosas, apuntando hacia la carretera de asfalto y rozando la parte superior del auto.
El cielo se tornaba otra vez de un gris escandaloso y gotas que eran como pequeños bastones de cristal caían como impacto en el parabrisa, para luego deslizarse con lentitud en la misma superficie.
-Empieza el invierno,-el señor sonrió mientras veía como las gotas caían en el cristal-nieve y lluvia, un hermoso espectáculo.
-¿Puede haber una tormenta?-lo miré, aunque él no a mí, solo mantenía la vista en el camino que lo guiaba a la casa.
-Si. Una tormenta seguro se avecina. Sangre y mucha tragedia está cerca-otra vez me enseñó su sonrisa torcida. Hablaba como un demente-. Deberías cubrirte más, puedes resfriarte y sentirte mal, y esa no es una muy buena opción para el trabajo que te daré.
-El suéter me proteje lo suficiente.
-Lo dudo, señorita Alex-me vió por un momento y luego fijo nuevamente la vista en lo que parecía ser un camino de tierra, que estaba después del camino de asfalto-. Ya llegamos-sonrió mientras contemplaba la hermosa casa. Con la ayuda del volante estacionó el vehículo cerca de unas escaleras blancas y cuando ya estaba estacionado, reposó su cabeza en la cabecera del asiento durante unos segundos. Pude observar como respiraba fuertemente, con dificultad, como si le faltará el aire. No pude evitar sentir curiosidad por como respiraba, y no pude evitar que escaparan esas palabras de preocupación de mi boca.
-¿Se encuentra bien?
-Si-asintió sin levantar la cabeza; volvió a respirar y se quitó las gafas de sol para guardarlas en el bolsillo de la camisa. Se quedó un rato más en esa posición hasta que decidió bajarse del auto.
Yo lo seguí; me bajé del auto abriendo la puerta del mismo cuidadosamente. Apenas salí del vehículo la brisa entró en contacto con mi piel, apoderándose de ella a la vez. Crucé mis brazos, y me cubrí un poco con ellos, el frío en esa zona se sentía más, era como estar en la época de invierno; que ya se acercaba, pero aún no era. No lo pude evitar y alcé mi vista para ver el cielo. Las nubes se amontonaban unas arriba de otras, eran idénticas a muchos algodones acumulados; solo que en vez de ser blancos, eran grises y liberaban pequeñas gotas heladas de agua. Pequeñas gotas que me tenían totalmente empapada.
El señor Faddei subió las escaleras blancas que eran de grandes y anchos escalones, no tan grandes como para no poder subir, pero si como para avanzar cuidadosamente. Lo seguí y subí la escalera lenta y tranquilamente, pues a veces era muy torpe y podría caerme.
Faddei sacó una llave del bolsillo de su saco, una llave que parecía ser dorada por el reflejo, aunque no estaba muy segura si era de ese color, ya que yo estaba a unos pasos atrás de él. Sentí que alguien me observaba desde una de las ventanas de arriba de la mansión, tomé valentía y alcé la vista, algo que no debí hacer; apenas hice esa acción, pude ver cómo la cortina de la ventana se movía, como si alguien estaba ahí, escondido detrás de ella. Me atemorice, pues según yo, no había nadie ahí adentro y podía tratarse de un fantasma.
Finalmente abrió la puerta y ésta dejo escapar un chillido muy irritante, como si de una puerta muy antigua se tratase. Con el temor aún extendiéndose con facilidad por mis venas y mi piel, entré.
La mansión era hermosa por dentro. Sin embargo, los colores la hacian ver un poco oscura y deprimente; como si fuera el hogar de una bestia. Las paredes eran de un gris oscuro, cada vez tenía más aspecto al hábitat de un monstruo que alberga un oscuro secreto. La parte principal por donde habíamos pasado era un pasillo; una alfombra larga de un color negro cubría el mismo. Seguí los pasos del señor Faddei, él se dirigía con tranquilidad por el lugar, seguramente ya lo conocía.
Después del pasillo llegamos a una parte un poco grande, parecía ser el centro de toda la mansión. Otra gran alfombra de color negro y con forma circular, rodeaba y cubría gran parte del suelo; aunque en las esquinas se podía ver que el suelo era de cerámica y que al igual que la pared, era gris.
-Esta es la sala principal-dejó de caminar por un momento y volteó a verme-. Muy linda ¿No?
-Si, es muy linda-dije y lo copié observando todo el lugar, la verdad era muy elegante, aunque los colores y algunos objetos la hacían ver espeluznante y deprimente.
La sala principal estaba acompañada de una gran escalera un poco moderna, que bajaba en forma de cascada. El pasamanos era del mismo color de la escalera y el barandal tenía forma de ramas y barrotes puntiagudos. Esta también estaba vestida por una alfombra que era del mismo color que las anteriores; al final de ella estaba el escalón de descanso que conducía a otra dos escaleras cortas que estaban a cada lado del mismo y te llevaban a la parte de arriba de la residencia. Parecían sacadas del castillo de un monstruo.
El techo era gris y también de un estilo remozado, varios focos negros estaban encajados en el mismo, y alumbraban el lugar con la luz tenue que salía de ellos.
Mis ojos fueron totalmente atraídos hacia un enorme cuadro que estaba colgado en la pared de la escalera. Era un retrato de una mujer y un hombre que se veían como pareja, y un niño en el medio de ellos. La mujer que estaba pintada era hermosa, se veía muy elegante y parecía ser muy joven; tenía los ojos azules como el cielo, el cabello negro y los labios pintados de un rojo escandaloso. Tenía el cabello amarrado en una coleta alta y algunos mechones permanecían a los lados de sus cejas, traía puesto un vestido negro de encaje muy elegante que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, y su mano, la cual estaba posada en el hombro del niño, estaba decorada con anillos dorados.
A su lado estaba el hombre, lucía muy apuesto. El señor era más alto que la mujer, era de un color de piel más pálido, se podían notar sus grandes ojos azules y estos eran más oscuros que los de ella; parecían ser el color del mismísimo océano, sus labios eran grandes y rosados, y la comisura de los mismos apuntaban sigilosamente hacía arriba, su cabello negro estaba perfectamente peinado, y sus cejas eran rectas, gruesas y lineales. Su rostro era perfilado y de rasgos finos. Un traje negro que se ajustaba perfectamente a su cuerpo lo hacía ver más varonil; y como la señora, éste también posaba su mano llena de anillos, en el hombro del niño.
En el medio de ellos estaba el pequeño que se veía de unos cinco o seis años de edad. Tenía la piel blanca, casi igual que la del señor. El cabello del niño era tan negro como la noche, y se veía suave y liso; unos mechones acariciaban su frente tiernamente. Las mejillas del pequeño eran rosadas y sus labios eran pequeños y adorables. Al igual que los señores, que suponía que eran sus padres, tenía los ojos azules. Un pequeño traje negro, y una corbata roja, lograban hacer que demostrara más inocencia.
Creo que mi reacción ante la hermosa pintura fué muy obvia, ya que el señor Faddei me miró por unos segundos y procedió a hablar.
-¿Hermoso cuadro, no cree?
-Si, es precioso.
-Son la familia Malcom, son los dueños de la mansión, o eran.
-¿Eran?
-Si, eran.
-¿La vendieron a otra familia?
El señor Faddei se quedó en silencio durante unos segundos, dejo de mirarme y direccionó los ojos hacia la pintura.
-Fallecieron.
Silencio fue lo único que hubo en ese momento. Me quedé quieta y sin hablar.
-¿Hace cuánto, y por qué?-dije sin pensar.
-¿Quiere que le cuente una pequeña historia?
-Si-lo miré.
-La familia Malcom, era una de las familias más adineradas de estos lugares-no dejaba de mirar a la pintura-. Cuando se trata de dinero siempre surge la envidia, la traición y la ambición.
Mientras el señor Faddei hablaba se enfocaba más y más en el cuadro, como si este le estuviera contando la historia de la familia. También dirigí mi mirada al cuadro y me enfoque en el tierno niño que aparentaba una edad muy pequeña.
-Ellos pudieran estar vivos en estos momentos, pero lamentablemente no pudo ser así.
-¿Por qué?
Él tomó aire y metió las manos en los bolsillos de su pantalón, parecía que no le gustaba mucho hablar del tema, pero prosiguió haciéndolo.
-Pasó algo muy trágico, que sin duda alguna marcó al pequeño que está ahí-expresó sin apartar la mirada del cuadro.
No resistí en saber que había pasado y solté la pregunta que se movía con intensidad en mi boca.
-¿Qué pasó?
-Ellos eran una familia muy feliz e ingenua-volvió a tomar aire-. Siempre creyendo que todas las personas eran buenas. Cosa que no es así-ahora sus ojos claros se fijaban en mí-. La vida no es color de rosas, y las sonrisas que son falsas, siempre con facilidad se pueden pasar por buenas.
Lo miré con confusión, no lograba entender nada y él seguía hablando.
-La señora Malcolm confío en alguien que no debió. El señor Malcom siguió sus pasos. Al final de todo nada salió bien. La señora Malcolm murió a los ojos de su pequeño hijo. El señor Malcom indefenso y sin saber que hacer, huyó, creyendo que estaría a salvo, aunque al final también lo asesinaron. El pequeño de ojos azules, solamente se quedó en la mansión huérfano y oculto-sus ojos escaneaban con intensidad al hermoso retrato-. Esa es la historia-me miró y mantuvo el habla por unos segundos mientras me miraba, creo que esperaba una respuesta.
-Wow, no sé qué decir... es una muy trágica historia-fué lo único que logré comentar. Mi cabeza había recopilado mucha información, tenía dudas, pero no eran capaces de salir de mi boca.
-Si, lo fué. Pero ahora no nos enfoquemos en eso, tengo aún cosas por enseñarle, así que sígame-dijo caminando hacía otro pasillo, y otra vez lo volví a seguir.
El pasillo era un poco estrecho, podía pasar una persona, pero de seguro que un auto no. El mismo tenía un toque muy oscuro y una pinta un poco antigua por el color gris de las paredes, y las alfombras negras que cubrían el suelo; habían muchas por toda la mansión. En el pasillo también se encontraban varias puertas negras, grandes y de un estilo moderno, parecían que cada una escondían algo muy valioso.
Ya estábamos llegando al final del pasillo, ya habíamos pasado por cuatro puertas que estaban a cada lado del mismo, y el señor Faddei no había abierto la boca para comentar ni una sola palabra. La curiosidad me mataba y no pude evitar cerrar mi boca.
-¿Y esas puertas?-entone un poco curiosa.
Se volteó para mirarme y luego miró a las puertas-Solo son algunas partes de la mansión, después le enseñaré mejor, ahora sigamos-volvió a tomar su posición y siguió caminando, sin soltar otra palabra.
Después del pasillo habíamos llegado a lo que parecía ser el comedor, era enorme y parecía ser sacado de un cuento de fantasías. Una gran mesa estaba en el centro, vestida con un mantel negro, varías sillas de un color muy oscuro estaban a su lado, candeleros dorados que reposaban sobre la mesa con las velas ya gastadas y la cera derritiéndose por los mismos, y en el techo permanecía un gran candelabro que al igual que los candeleros de la mesa, era dorado. También habían algunos sillones más lejos de la mesa, un piano y largas cortinas que no permitían que ningún rayo de luz invadiera el lugar.
Al fondo, después de la mesa, se encontraba otra gran puerta negra, más grande que las anteriores. Otra vez sentí curiosidad por saber que había detrás de ella, pero esta vez no hablé, ya que el señor Faddei fue directamente a la misma.
Me quedé quieta sin moverme mientras el avanzaba. Él abrió la puerta y al ver que no lo estaba siguiendo, me dió una mirada penetrante y un poco cansada. Era muy obvio lo que estaba pidiendo, quería que lo siguiera, así que lo hice.
Cuando entré quedé encantada con el lugar, parecía ser un pequeño comedor, era muy elegante y pequeño. Una mesa de forma circular estaba en el centro, cuatro sillas la acompañaban, al lado también estaba una nevera, una cocina eléctrica también estaba pegada a la pared, se veía muy actual, arriba de ella habían varios cajones negros que estaban pegados y tenían varias divisiones, y al lado de la cocina de color gris, había un lavavajillas del mismo color.
El señor Faddei se dió vuelta y habló con una mirada decisiva-Tome asiento, señorita Alex.
Hice lo que pedía, tomé asiento en una de las sillas, y pose los brazos encima de la mesa redonda, él seguía hablando.
-¿Quiere algo de tomar, un café tal vez?-agregó.
-Si,-le di una amable y pequeña sonrisa-un café no estaría mal.
Él se volvió a dar vuelta para dirigirse a uno de los cajones, lo abrió y saco una pequeña cafetera mientras hablaba-Entonces, ¿Le ha gustado lo que ha visto hasta ahora de la mansión?
-Mucho, es muy linda en realidad.
-Si-lo pude oír sonreír mientras se dirigía a otro cajón y abría una de las gavetas para sacar un envase que llevaba calcada la palabra "café", dejó el pequeño recipiente en la mesa y llevo la cafetera al lavavajillas para llenarla de agua-¿Entonces está interesada en el trabajo?-terminó de llenar la pequeña cafetera.
-Pues no me ha dicho aún de que se trata el trabajo.
-Cierto-llevó la cafetera a la hornilla de la cocina, y encendió la misma, agarró el recipiente lleno de café y lo colocó en la base que estaba al lado de la cocina-. Pues, el trabajo es muy sencillo, pero antes de decirle debo hacerle unas preguntas.
-Vale.
-¿Puedo comenzar?-él se volteó otra vez para sentarse en la silla que estaba frente a mí.
-Claro, cuando quiera-le dí una pequeña sonrisa de boca cerrada.
-Bueno, ¿Por qué quiere trabajar para mí?
Esa pregunta la pensé muy bien, pensé tener la respuesta, pero no era así, ya que yo no quería trabajar aún para él. No tenía idea qué tenía que hacer, tampoco me había explicado el trabajo, solo me había contando la trágica historia del cuadro que colgaba en el centro de la mansión. Así que con toda la sinceridad del mundo le respondí.
-No sé si quiero trabajar para usted. No me ha dicho nada sobre el trabajo, solamente me habló de la historia de una pintura y ni siquiera me ha mostrado bien la mansión.
-Tiene razón, aunque con la pregunta me refería a, ¿Por qué no buscó otro trabajo y vino directamente hacía mí?
Lo miré y me quedé en silencio por un momento, pensando las palabras que serían conformes para la respuesta.
-Pues nadie más me ofreció trabajo, usted era la única opción-y claro también porque me siento sola sin mi padre, sin mi hermana, sin Leyla, sin nadie a mi lado... a veces está bien un poco de compañía. Pensé pero no tuve la valentía para dejar ir esas palabras de mi boca.
-Bien-un silencio se manifestó en el espacio que había entre nosotros, mientras él pensaba lo otro que iba a decir-¿Puedo hacerle una pregunta?, pero está es más personal.
-Si-asentí.
-Bueno, su apellido "coulent", se me hace muy familiar.
Mierda, no.
Él prosiguió hablando, mientras yo ya estaba pensando en qué me iba a decir, y qué le iba a responder.
Abrió los ojos un poco, me asusté por un segundo, me sentí incómoda por su expresión-¡Oh! ¿No me diga que su padre es, Franck Coulent?
Miré hacia otro lado, no estaba segura si era buena idea responder eso, pero aún así lo hice.
-Si, es él, ¿Por qué?
-Lo conozco desde hace mucho tiempo,-sonrió no sabía con exactitud si la sonrisa era por ira o por felicidad; pero lograba hacer que se me pusiera la piel de gallina-éramos muy buenos amigos.
Algo me decía que no era así y que el sarcasmo era una herramienta perfecta que solía utilizar.
-¿Ah, si?
-Bueno, no tan amigos, pero si lo conocía. Cuando trabajaba como oficial del pueblo, tuvo la valentía y el poder de detenerme en las vías a horas muy altas de la noche, mientras me ocupaba de uno de mis trabajos-otra vez las comisuras de sus labios se guiaron hacía arriba-. ¿Sabías que eres muy conocida, cierto?
-¿Qué?-tragué grueso.
-Si, se hizo muy conocida en el pueblo con la desaparición de su hermana.
Me mordí el labio por dentro cuando escuché lo que había dicho. Mis piernas se empezaron a mover sin control por debajo de la mesa.
-Lastima, ¿La han encontrado, o han descubierto algo nuevo sobre el caso?-siguió hablando.
Lo miré fijamente y apresuré mis palabras, antes que dijera algo más.
-No-me llevé la mano a la nuca-. No me gusta hablar mucho de ese tema.
-Bien,-respetó el silencio por unos segundos-lo siento, señorita Alex.
-Tranquilo-hablé en un tono bajo mientras seguía rascando mi nuca.
-Bueno. Entonces, ahora sí le hablaré del trabajo.
-Perfecto.
-El trabajo es sencillo-colocó las manos en la mesa y se empujó hacia atrás para levantarse de la silla-. No tiene que tener ningún tipo de práctica o experiencia.
-Vale ¿Y de qué va?
-Pues,-revisó la cafetera, supongo que para ver si ya estaba listo el café-solo tiene que cuidar a alguien.
No hablé.
-¿Recuerda las personas del cuadro?-me interrogó.
-Si.
-Ellos eran la señora Alicce Malcom y el señor James Malcolm, les dije que ellos fallecieron, pero su pequeño hijo no, Cass Malcolm-cogió la cafetera y la coloco en la mesa, luego se dirigió a otro cajón negro, abrió una de las divisiones y sacó dos tazas pequeñas.
Mientras él hablaba yo solo lo miraba fijamente, creo que ya entendía de que se trataba el trabajo.
-Su trabajo sería cuidar a Cass.
El nombre me parecía muy lindo, pero no sabía cómo era el individuo que poseía ese nombre. En mi cabeza sonaba a "niño consentido que hace berrinche por todo".
-Ok, no soy muy buena como niñera, ni tengo experiencia en eso.
Él solamente rió bajito mientras llenaba las tacitas de café cuando me escuchó decir eso. No entendía que le daba gracia, tal vez era que Cass era un pequeño de edad muy mínima, y como todos los niños eran insoportables.
-No es necesario que tenga experiencia en eso, solo debo saber si está dispuesta a cuidarlo.
-¿A Cass?-estaba un poco nerviosa, los niños no me agradaban mucho. Siempre formando berrinche cuando quieren algo o cuando no quieren comerse toda la comida, también gritando y dejando juguetes regados por toda la casa.
-Si-arrimó la taza en la superficie blanca de madera, para entregármela.
-Pues-llevé la taza de café a mis labios mientras pensaba y saboreaba las ricas semillas de café. No tenía dinero y lo necesitaba para los gastos en mi casa, también estaba sola y aunque el niño probablemente sería muy travieso, me haría compañía y tal vez me acostumbraría más a él. De todas maneras era un pequeño, no podía pasar nada malo, ¿Cierto?, así que acepté cuidar al pequeño sin pensar nada más-si, creo que no estaría mal.
Él sonrió.
-Perfecto, hay unas cosas que debe saber, la edad de Cass y algunas reglas que debe seguir para cuidarlo-se volvió a sentar en la silla.
Lo miré, estaba bien que me dijera la edad del crío, pero, ¿Para qué reglas para cuidarlo?, ¿Tan inquieto era?
-Vale.
-Primero Cass es un poco intolerante, amargado e incluso un poco odioso a veces
...-bebió un trago de café-y tiene venintiún años.
¿Qué?, ¿Qué acababa de decir?, ¿¡Cómo que venintiún años!?, no entendía lo que pasaba, abrí mis ojos exageradamente y casi escupí el café que tenía en la boca.
-¿Qué?, ¿Venintiún años?, ¿No dijo que era un pequeño huérfano?-dije rápidamente, no lograba comprender nada.
-No. No me entendió bien al parecer o quizás no le expliqué bien. Verá, cuando los padres de Cass murieron, él solo tenía seis años y se escondió en la mansión, aunque alguien lo encontró, un señor que lo crío hasta sus quince años-hablaba como si tenía que tener cuidado en todo lo que decía-. Pero a sus quince años asesinaron a ese ente que tanto aprecio le tenía. Desde ese entonces cambió algo en Cass, se volvió más frío, odioso y...
-Asocial-terminé por él sin cuestionar, sabía exactamente por lo que pasaba ese chico, era difícil estar en sus pies, y tal vez requería un poco de ayuda
-Si, tal vez le caiga bien.
-Si, puede ser, pero hay algo que aún no entiendo, ¿Por qué buscan a alguien para cuidarlo?
-Pues, en realidad ese es mi trabajo pero ahora no puedo y por eso busqué a alguien que lo cuide. Pero lo otro es que ha hecho cosas muy malas, y esto es una especie de castigo para él.
No sabía porqué el castigo, ni qué había hecho para recibirlo, pero quería reírme por el castigo que le estaban dando.
-¿Castigo?, ¿En su propio hogar?-no pude evitar soltar una risita.
-Así es,-suspiró-pero eso no importa, le diré las reglas que tiene que seguir y respetar.
-Vale-llevé nuevamente la tacita de café a mi boca.
-Son ocho reglas-se levantó de la silla
¿¡Ocho reglas!?, ¿!Qué!?
-¿Por qué tantas?
-No lo sé, pero creo que es mejor seguirlas.
Tragué grueso y él prosiguió hablando.
—La primera es que no puede hablar con Cass—se colocó las manos atrás.
Lo miré confundida y no evité en preguntar.
—¿Por qué no puedo hablar con él?
—Pues el tiende a confundir a las personas con lo que dice, a envolverlas en sus peligrosas labias.
Quedé inmóvil y sin palabras, ¿Peligrosas labias?, no sabía que decir al respecto, solo esperé a que dijera la segunda regla.
—La segunda es que debe mantener la distancia, dos o un metro y medio lejos de él—caminó hacia un lado.
—¿Por qué la distancia?
Bajó la mirada, un silencio un poco tedioso interrumpió nuestro espacio.
—No sé, Cass...mmm—hablaba con dificultad-es mejor que mantenga la distancia.
Yo solo asentí sin decir ninguna palabra, esto no me daba muy buena espina. Acordé en decirle mis dudas cuando terminará de decir todas las reglas. Él solo prosiguió hablando.
—La tercera es que le de todas las pastillas a Cass en la noche, antes de dormir, puede enterrarlas en la comida que le vaya a dar para que no se de cuenta—caminó al otro lado.
¿Pastillas? ¿Acaso el chico estaba enfermo?, ya nada pintaba bien, las reglas me asustaban un poco, ¿esto podría ser acaso una mala idea?
—La cuarta es que no le puede quitar por nada del mundo las esposas a Cass.
Estaba inmóvil, ¿esposas?, ¿qué?, las reglas se hacían cada vez más fuertes y un poco tétricas. Pero otra vez solo dejé que continuará hablando.
—La quinta es que,—se dio vuelta para abrir una de las divisiones del cajón negro que estaba cerca de él, sacó un recipiente y de él sacó varias llaves doradas, idénticas a la que abría la puerta principal de la mansión—estas llaves tiene que mantenerlas alejadas de Cass. Cada una abre una puerta de la mansión—volvió a meter la mano en el recipiente para sacar una llave que no era del mismo color que las otras, pues esta era negra—. Y esta abre la puerta de la habitación de Cass.
Respiré, al menos esta regla era más normal que las otras, aunque aún sentía curiosidad de por qué las tenía que mantener alejadas de Cass.
-La sexta regla es que tanto como las llaves, aleje cualquier arma de las manos de Cass-me miró y volvió a guardar las llaves en el recipiente-. No creo que tenga dudas con eso, debe saber perfectamente para que es.
Él tenía razón, aunque esa regla otra vez me incómodaba un poco, sabía perfectamente que era para más seguridad.
-La séptima regla es que todas las noches, cuando vaya a dormír y ya le haya dado la pastilla a Cass, cierre la puerta del cuarto de Cass y del suyo con seguro.
Me tense al escuchar esa regla, también entendía que era por protección, pero lograba hacerme sentir más incómoda, y lograba hacer que se me pusieran los pelos de punta.
Él lamió levemente su labio, y me miró, como si él mismo se estuviera preparando para decir la regla.
-Y la última y octava regla es-silencio, mientras me miraba ese silencio se metía en el medio de nosotros-. No lo deje salir. Por más que le pida, por más que lo intente. No lo deje salir. Es una regla muy importante, es la que más importa en realidad-fijó sus ojos claros en los míos-. Ahora. ¿Alguna duda?
Lo miré casi boquiabierta, las dudas corrían por mi cabeza.
-Si.
-¿Cuál?
-La regla tres, la de las pastillas.
-¿Qué pasa con eso?
-Quería saber para qué son las pastillas.
-Son pastillas para dormir, es para que Cass pueda dormir, solo puede darle una cada noche.
-Vale-tomé aire, se me hacía muy raro que tendría que darle pastillas para dormir.
-¿Alguna otra duda?-preguntó.
-Si. En la regla cuatro-tragué grueso y traté de recordar lo que decía la regla-¿Por qué Cass tiene que tener esposas?
Él me miró y suspiro, por un rato se quedó sin decir nada, pero luego habló.
-Cass puede llegar a ser un poco... peligroso. Por ello las esposas, para la protección de usted.
-Entiendo-pasé mi dedo índice por el borde la taza.
-¿Tiene otra duda que se presente?
-Si. De hecho tengo dos dudas. La primera, ¿Por qué encerrar a Cass en su habitación mientras duermo?-no me acordaba muy bien de la regla, así que pregunté-¿Era así la regla, no?, y la segunda, ¿Por qué no puedo dejar salir a Cass?
Él agarro la taza y se bebió lo último que quedaba de café.
-Señorita Alex, todo es por su protección. Todas las reglas son debido a su protección. Cass tiene que estar encerrado a la hora que usted duerma, ya que es muy peligroso que usted duerma y el tenga la puerta abierta, podría escapar de la mansión o hacer otra cosa peor. Y no puede dejar salir a Cass, porque es alguien muy peligroso afuera y vendría un gran problema, ¿Entendido?
-Si-asentí, ahora todo tenía más sentido, aunque si esperaba que todo era para la protección de la persona que cuidará a Cass.
-Entonces, ¿Ya terminaron las dudas?, ¿Aceptará el trabajo?-me interrogó rápidamente.
-E...-iba a hablar pero entonces me interrumpió.
-Si no quiere aceptar el trabajo, lo entenderé, no está obligada.
Lo volví a mirar. No estaba muy segura de aceptar el trabajo, pero ya tenía curiosidad del chico, quería conocerlo. Aunque no solo me daba curiosidad, un poco de miedo también, las reglas eran muy peculiares y terroríficas. Tal vez la idea de pensarlo por unos días era mejor. Así que con un poco de temor por la respuesta que me podía dar, pregunté:
-¿Puedo pensarlo por unos días?
-Si-el empezó a jugar con los anillos de sus dedos con impaciencia-. Pero solo le daré un día para aceptarlo.
-Bien,-le di una pequeña sonrisa de boca cerrada y dejé de jugar con la pequeña tacita, para ofrecerle mi mano-entonces más tarde le daré la respuesta.
-Perfecto que sea cuanto antes.
Con una última sonrisa me levanté de la silla. El señor Faddei se ofreció a llevarme hasta mi casa otra vez y yo acepté.
El señor Faddei me caía muy bien, su voz grave lo podía hacer ver un poco odioso, pero en realidad era muy amigable y educado. Me dejó en la entrada de mi casa, yo salí del auto y me despedí con una sonrisa.
Las reglas no paraban de visitar mi mente, no entendía porqué tantas y de ese estilo, era un poco extraño; aunque más extraño era las ganas que tenía por conocer a ese chico que poseía ese extraño nombre "Cass". Me di vuelta, desde mi casa se podía ver la casa de Connor, los ventanales de su casa estaban tapados por largas cortinas, pero aún así pude ver su sombra, alterada, como si estuviera peleando con alguien.
No le tomé mucha importancia y entré a mi casa... tenía muchas cosas que pensar. Debía tomar una decisión.
Aceptar el trabajo de cuidar al misterioso chico o no.
★✰★✰★✰
Nota de autor: ¡Hola lector!, nos vemos de nuevo *inserta emoji de diablito* ¿Qué tal todo?, ¡Capítulo nuevo !, ¿Qué tal les pareció?, esta vez tarde un poco menos con el capítulo, y tranquilos ya pronto conocerán a Cass. No olviden comentar, me divierto muchos con sus comentarios, gracias por leer Cass y por darle tanto apoyo, lxs amo.<3
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
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