Conversaciones.
—No tenía que haber bebido tanto—Leyla me hablaba desde el inodoro donde permanecía sentada, vaciando su vejiga, yo estaba con las piernas cruzadas en la cama.
Ella divagaba en el baño y yo intentaba escucharla, aunque mi mente seguía infortunadamente enfocada en recordar esos labios, que al estar tan cerca de ellos persistía con la sensación de que ya los había probado.
Me odiaba tanto como a él, porque me había regalado la experiencia de las chicas adolescentes que son rechazadas por la persona que les gusta, no obstante, no sabía si el sentimiento que demostraba ante Cass era un gusto o simplemente una tenue obsesión.
Tenía la necesidad de besarlo y sentir cómo sus labios se podían apoderar de los míos.
Pero era un deseo más que, aparte de ser una acción inmadura, era inútil, porque no se cumplían. Había deseado que apareciera Ellen, pero aún no había rastros de ella y deseé muchas veces que Frank dejara de ser un alcohólico que se acostaba con cualquier mujer que se le cruzara por el medio, solo para desquitar su molestia o apartar el aburrimiento de su cuerpo. Y lo único que había recibido, era un engaño por su parte y seguramente más picos de botellas que se llevaría a la boca.
Leyla me despejó de aquellos pensamientos:
—¿Alex?
—¿Uhmm?
—¿No te has puesto a pensar que a veces solo existimos?
—¿A qué te refieres con eso?
La oí suspirar.
—No sé cómo explicarlo—escuché el sonido al tirar de la cadena y enfoqué mi vista en las paredes mientras la escuchaba hablar—. Es que, somos personas normales que siguen reglas y más reglas, todas puestas por una sociedad. Y no importa en la posición que estés porque puede haber alguien con un fuerte más grande que el tuyo.
Ella dejó de hablar y un silencio embarazoso nos engulló. Creo que esperaba una respuesta, pero al no decir nada ella siguió:
—Lo que te trato de explicar al decir que solo somos personas que existen, es que estamos forzados a cumplir reglas y estamos bajo el mandato de personas con más poder que nosotros—suspiró—. No importa el papel que desarrolles en esta vida, siempre habrá alguien superior que tendrá el poder de mandarte—pensé en Faddei y las reglas que tenía que seguir mientras cuidaba a Cass—, y siempre tendrás que cumplir esas reglas puestas por la cultura social, porque si incumples una eres raro, diferente. Y es como si quebraras el sistema de la sociedad. Y te hacen sentir fuera de ese círculo—oí la bocanada de aire que sostuvo—. Siempre debes seguir el patrón social para ser "perfecto".
Aunque escuchaba su voz con el inigualable tono de ebriedad podía comprender lo que decía y tenía mucho sentido, parecía reflexionar la existencia estando en ese estado de ebriedad.
Leyla aún no salía del baño, ella seguía hablando, sola, porque no le respondía, ni la oía, mi pensamiento se concentraba en algo más: Zoé, y había una violenta batalla en mi cabeza entre en contarle lo que había pasado o mejor quedarme callada.
Aunque ambas opciones me llevaban a contarle, por más que no quisiera. Y si le mentía, podía resultar peor.
Entre todas mis opciones resaltaba una: arriesgarse, relucía en un rojo brillante y muy llamativo. El color era un signo de advertencia, pero había aprendido desde pequeña que la vida se rodea de riesgos, solo tú tienes la decisión de enfrentarte a ellos o rechazarlos.
Y entre quedarme en el aeroplano, rondando en el cielo asfixiante y gris que se cernía sobre mí, preferí tomar impulso y lanzarme hasta donde sea que tuviera que llegar.
Todo podía salir perfectamente bien o perfectamente mal.
—¿Si me entiendes?—Leyla se sostenía de la puerta del baño aferrándose a no caerse, como si estuviera en un precipicio.
—¿Qué?—su pregunta me tomó por desprevenida, tuvo que haber dicho algo más antes de esa pregunta pero no sabía qué.
—¿Me estabas escuchando?—arrugó la frente y dirigió la vista a mí sin soltarse de la puerta.
—Lo siento, Leyla—me acaricié la sien y suspiré fuerte—. Tengo la mente perdida en otra cosa.
—¿En qué?
La viva imagen de el cuerpo de Zoé tirado en los escalones del jardín, se me venía a la mente, la delgada línea roja manchando la textura de la nieve, como vino tinto en hielo.
—¿Me apoyarías a pesar de cualquier cosa?
—Claro—otra vez el tono ebrio—. Somos mejores amigas.
No sabía cómo decirlo, pero supongo que era mejor actuar rápido, como cuando te arrancas un diente que ya está por salir y para que no duela, lo halas sin pensar, ni contar los segundos. Las palabras ya se acomodaban en la superficie de mi lengua.
—¿Así sea un asesinato?—pensé en la locura que estaba diciendo y creí que me diría loca o quizás, aún estando en esa situación, se espantaría. Para mi sorpresa resulto ser todo lo contrario.
—Si lo llegaras a hacer comprendería que algo no estaba bien con la otra persona. Y solo querías defenderte—espetó volviéndose entorno a mí y doblando las piernas en su caminata rápida hasta acercarse a donde yo estaba. No cualquier persona reaccionaría así
Se sentó en frente de mí, sin quitarse sus zapatillas y en ese momento no le di tanta importancia a que podía ensuciar con sus calzados el edredón que cubría el colchón.
Los labios me temblaron y la voz se me envolvió un poco ronca. Tuve que toser para poder expresar bien mis palabras. Y cuando una vibración se apoderó de mi mano ella posó la suya encima de esta, asintió como un: tú puedes, y sin darle más vueltas al momento solté todo.
Tragué suficiente saliva y aunque tartamudeé y la voz me tambaleó pude controlarla mientras le confesaba lo que se suponía que sería un secreto. El calor de mis manos trepó poco a poco hasta mi cuello, y luego me escaló hasta el anverso, sentí que en cualquier momento iba a entrar en colapso y un leve ardor amenazó con salir del lagrimal.
Cuando terminé de hablar volví a respirar, a coger ese poco de oxígeno que necesitaba y la miré, ella pestañeó dos veces y se ocultó un mechón plateado detrás de la oreja. Hasta parecía que por tanta información que había acumulado su cerebro parte de su ebriedad desaparecía.
Le había contado todo, sin excepcionar nada, desde la tragedia con Zoé hasta que Cass no se llamaba Ice; y también, le había pedido que necesitaba que todos se retiraran de la mansión.
Ella solo me mantuvo por unos segundos en sus brazos y eso también me impresionó, en mi mente suponía que me trataría muy distinto a aquello.
Me comprendía.
—Puedes contar conmigo, ¿está bien?—limpió con su dedo una lágrima que descendía por mi mejilla—. No fue tu culpa—una pequeña sonrisa se asomó en sus labios y fue como un abrazo cálido a mi alma, luego retomó la postura con seriedad—. Y no te lamentes por Zoé. Se lo merecía.
Quedé fría. Nunca había pensado escuchar algo así venir de su boca.
—¿A qué te refieres con que se lo merecía?
—Que se lo merecía y ya—suspiró y puso una cara de fastidio.
—¿Por qué dices eso?
No quité mi mirada de la suya, y pude notar el desprecio en aquellas esferas grises.
—Alex, Zoé era un zorra—soltó una pequeña risa y apartó unos mechones plateados que le impedían el paso a su vista—. Además, ¿no es irónico, que su nombre empiece por "z", al igual que las zorras?
Tragué grueso, no conocía a esa Leyla y nunca pensé ver esa parte de su rostro. Por un momento, hasta llegué a pensar que solo bromeaba y en cualquier instante se derramaría a llorar en las sábanas porque extrañaría ver una vez más a su amiga; pero supe que me equivoqué minutos después.
—¿Por qué la odias tanto?
—Odiaba—me corrigió—. Se supone que ya pasó a mejor, o peor vida.
La sonrisa que sus labios dibujaron tras decir aquellas palabras hicieron que los vellos de mi piel se elevaran. Era una sonrisa de labios arqueados, digna de alguien para nada cuerdo.
Leyla se levantó, se despidió con un abrazo y caminó hasta la puerta como si el alcohol ya no gobernara su sistema, yo estaba aún helada con todo lo que había ocurrido, sus palabras, su comportamiento, me costaba procesar aún toda la escena.
Antes de que ella saliera, pensé algo en mi mente, y no ejercí suficiente fuerte para tragarme las palabras, porque estas salieron antes de que yo las recapacitara.
—Leyla. ¿Alguna vez tuviste la intención de hacerle algún daño a Zoé?
Ella se quedó quieta justo a pasos de salir, se volvió un poco y sonrió encogiéndose de hombros.
—Ya Cass se encargó de eso—se peinó el cabello con la mano—. Ahora iré a abajo a decirle a los chicos que la fiesta se ha terminado, y mañana te escribiré—parecía que iba a decir algo más, pero no lo hizo y terminó con un: —. Te quiero—y esas fueron las últimas palabras antes de cerrar la puerta de mi habitación.
Tuve la sensación de que mi pieza se hacía pequeña y el aire me sofocó, también sentí un fervor invadiendo parte de mi pecho y caí en cuenta en que aún no conocía por completo a mi mejor amiga.
Hasta presentí que alguien me acompañaba en la habitación y era como si esa persona invisible tuviera la habilidad de juntar las paredes convirtiendo el lugar más pequeño, para no dejarme respirar.
Cerré los ojos como lo hacía cuando las sombras no me dejaban dormir en mi dormitorio, tenía doce años en ese tiempo y cantaba una canción que me había enseñado Ellen, eran como una protección porque apenas enunciaba la melodía aquellos monstruos se desvanecían.
En cuanto menos lo pensaba me dormí sin darle importancia a nada de lo que había ocurrido, no podía detener mis párpados.
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Nota de autor: me tardé un poquito pero es que ya comencé la universidad! Igual ya actualicé, capítulo corto, porque lo que se viene es largo, ya entraremos en el desenlace. Espero le esté gustando, porfa voten y compartan que eso me ayuda mucho, los tqm.🫶🏻
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
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