Algo más que no sabías.
Me sobresalté cuando el tono de la llamada de mi celular llegó a colarse en mis oídos.
Me senté en la cama tan rápido como pude y reaccioné, ¡me había quedado dormida!, no había apagado la luz de la habitación y para culminar ya era de día, podía notar la claridad de la mañana.
Me restregué los ojos y suspiré cuando sentí cómo una punzada pisaba la punta de mi cuero cabelludo y luego se deslizaba hasta mis párpados, haciendo que sintiera la necesidad de cerrarlos y sobármelos con la yema de los de dedos. Necesitaba un buen café caliente y galletitas o quizás, unas tostadas.
Luego de estar unos segundos con los ojos clavados en las sábanas caí en cuenta en que mi celular seguía vibrando en la mesita de noche y debía contestar o al menos saber quién era.
Me levanté y cuando lo tuve en mi mano observé el nombre en la pantalla, Stephan.
—¡Hasta que contestas!—fue lo primero que escuché apenas respondí y eso me dio la curiosidad de ver las notificaciones emergentes, habían ocho llamadas perdidas y un mensaje de Connor; eso me extrañó un poco.
También observé la hora, eran las ocho y doce.
—¿Por qué me llamabas tanto?—me sobé la región frontal.
—Alex, no tengo las llaves de la mansión ¿o acaso se te olvida?
Si se me olvidaba, a veces llegaba pensar que en algún momento de mi vida iba a padecer de alzheimer.
—Cierto—aspiré y el silencio se acumuló por unos segundos, porque luego volvió a hablar respondiendo a lo que me preguntaba en la mente: ¿qué hacía él aquí?
—Vengo a despedirme, ya en un rato me voy y regreso en unas semanas.
—Cierto —me di cuenta que había repetido la palabra, pero no era porque me fatigaba hablar con él, sino por el dolor de cabeza que no me dejaba procesar sus palabras.
Otro silencio incómodo albergó la habitación nuevamente por unos segundos.
—Tengo buenas noticias sobre el celular de tu hermana.
Una oleada de serotonina se ocupó de liderar el comportamiento de mi anatomía y las comisuras de mis labios se elevaron por sí solas, pero tan rápido como esa sonrisa apareció, desapareció. Recordar a Ellen me hacía pensar en sangre, cadáveres y cintas adhesivas, y a la vez en mi mente visualizaba la imagen del cuerpo exánime de Zoé tendido en el jardín, quizás, con unas partes ya cubiertas por la nieve que descendía bruscamente.
Almenos Stephan no iría al jardín o por lo menos eso esperaba.
—¿Alex? ¿Puedes bajar a abrirme por favor?—me desencajó de mis pensamientos.
—Ah, sí, sí—me sobé la zona frontal y exhalé—. Enseguida bajo.
—Abrígate bien, está nevando un poco—asentí en respuesta, aunque él no me viera y apenas pude procesar un poco sus palabras bajé la vista a mis pechos y los recorrí hasta los hombros y mis brazos. Aún tenía puesto el vestido de la Sra. Malcolm.
Cerré la llamada y me encaminé hacia el espejo del baño mientras me desvestía, arreglé mi cabello frente al espejo que lucía solo un poco desordenado, me fijé en las ojeras tenues que descansaban en mi semblante, ellas eran testigo de que había ingerido mucho alcohol en mi sistema, pero no tenía ganas de remplazar mi rostro destruido por maquillaje.
Busqué en el armario cualquier suéter que no fuera para salir, un pantalón de algodón y salí de la habitación. De camino a la puerta de la mansión revisé el mensaje que me había enviado Connor.
<<¿Nos podemos ver hoy? ♡>>
Fruncí el ceño cuando lo leí. Había dejado un corazón en el texto.
Había quedado con Connor para vernos y conversar de todo, más en específico, sobre lo que había subido en sus historias de Instagram. El beso con aquella chica.
Y quizás era buena idea verlo, tal vez era mucho mejor que quedarme encerrada con el responsable de un cadáver que descansaba en el jardín. Ni siquiera quería verle la cara a Cass después de lo que me había dicho.
Pero debía pensar las cosas muy bien antes de tomar esa acción de verme con Connor.
Apenas abrí la puerta vi a Stephan protegido del frio y la nieve por una chaqueta de plumas, un gorro y una bufanda, sin olvidar los vaqueros impermeables. Me recordaba a los niños que van a sus escuelas abrigados para no resfriarse, llevaba hasta guantes.
Estaba exagerando, no nevaba tanto.
—¿Acaso vas a esquiar?—bromeé al abrazarlo.
—¿Acaso no sientes el frío que hace?—cerró la puerta después de pasar.
—Sí, pero estás exagerando—mientras conversábamos nos dirigíamos a la cocina, mis pasos eran exageradamente rápidos y soltaba palabra tras palabra, para que se olvidara ir al jardín si era lo que tenía en mente.
—Solo es para no resfriarme. Además, el viaje es largo.
—¿A dónde te vas en tus vacaciones?
—A una ciudad un poco lejos de aquí.
—¿Muy lejos?
—Queda a seis horas de aquí.
—Si es lejos—abrí la puerta de la cocina y la maravilla que captaron mis ojos fue que lucía perfectamente ordenada, sin vasos de fiestas en el lavaplatos, ni cajas vacías de pizzas en la mesa o alguna botella de alcohol por la mitad.
La escena de cuando tumbé la botella sin querer, me atravesó la memoria y casi quedo boquiabierta cuando deslicé la vista al suelo, donde debía estar la botella quebrada, pero no había ningún fragmento de vidrio allí.
Actué con normalidad como si el día anterior hubiera sido un sábado cualquiera.
—Sí, en treinta minutos me voy, pero antes decidí venir para despedirme y contarte lo del móvil de tu hermana—tomó asiento en la silla donde había estado sentada la noche anterior mientras sostenía un paño en mi nariz para intentar detener la sangre.
—Ahhh. ¿Quieres que haga un café mientras me cuentas?
—Claro, me encantaría—se acomodó en la silla y se quitó el gorro, los guantes y el chaquetón, actuando con dificultad.
Cuando finalmente se liberó de las prendas y revolvió con su mano los rizos dorados de príncipe, aplaudí y volví a bromear:
—¡Eso, vamos! Aquí ya puedes ser libre de la terrible tormenta que está cayendo.
—Silencio que si estaba nevando fuerte—trasladó la mirada verdosa hacia mí y rió siguiéndome el hilo. —. ¿Y qué quieres que te cuente primero? ¿La verdadera razón de por qué me voy de la mansión o sobre el celular de tu hermana?
—¿Qué?—me volví hacia él, me costó reaccionar a lo que dijo y lo volví a asimilar—. ¿Verdadera razón?
—¿Te hablo primero de eso?
Asentí.
—Bueno—soltó un leve hilo de aire por la nariz—. Me voy de vacaciones. Pero eso no es todo—se tronó los dedos y miró a un punto fijo de la mesa, como pensando en si dejar ir las palabras que pensaba o no, hasta que las soltó: —. Conocí a un chico y vive en la ciudad a la que voy—su rostro tomaba una expresión más relajante, de confianza—, de hecho, voy a pasar mis días de descanso con él. Y solamente estoy feliz, él me da pa
—¿Qué?—solté interrumpiéndolo apenas digerí las palabras.
—¿Qué?—la expresión en su semblate se frunció por un instante.
—Es que acabas de decir, que vas a pasar tus días de descanso con un chico.
—Sí, Alex. Soy bisexual—sonrió y quedé atónita, no parecía serlo, hasta había creído que iba a responder que era un amigo¬—. ¿Acaso parezco hetero?
—Un poco.
—Que ofensa—se llevó una mano al pecho y entonó con dramatismo, era un pésimo actor y fue inevitable no reír.
Veía a Stephan como un mejor amigo y me alegraba mucho saber que había conocido a alguien que lo hacía feliz, eso me hacía sentir como si una calidez abrazara mi pecho.
Stephan continuó hablando:
—Y, como seguía diciendo, ese chico me da paz y me da mucha ilusión pasar esos días con él—se ruborizó y quitó la mirada de mis ojos—. Nunca había tenido estos sentimientos por alguien—su mirada divagó en el aire.
—Eso me alegra mucho, Stephan—me di vuelta hacia la estufa para calentar el café y buscar las galletas en la gaveta, justo como lo había planeado sentada en la cama antes de empezar mi rutina matutina.
Por desgracia, no habían galletas.
—Sí, gracias, aunque no es lo único por lo que me voy.
—¿Hay otra razón?—encendí la hornilla apreciando cómo las llamas abrazaban la base de la tetera.
—Sí—los segundos que tardó en responder los sentí eternos. Levanté el brazo y le hice una seña con la mano para que continuara hablando, sin siquiera voltear un poco la cabeza. Terminó respondiendo: —. Cass.
Me tensé y probé otro poco de saliva, las piernas se me hicieron como rocas adheridas al suelo y solo pensé en el beso rechazado, y nuevamente en Zoé.
Giré sobre mi misma buscando su mirada y encargándome de sostenerla.
—¿Qué sucede con Cass?
—¿Te acuerdas de lo que te había contado de la cicatriz en mi cuello?—dijo llevándose la mano al costado del cuello.
Moví la cabeza con aprobación.
—Pues no sucedió así—se sostuvo el puente de la nariz y se aclaró la garganta—. Y si te lo preguntas, sí, Cass tiene que ver en esto—volví a sentir la piel de gallina y él continuó con la explicación: —. Te contaré todo como una historia, sin excederme tanto—entrelazó sus dedos—. ¿Entendido?
Asentí por tercera vez.
—Los Malcolm, eran una de las familias más pudientes de esta zona, poseían un gran valor económico en joyas, dinero y muchas más cosas, y mis padres habían sido los primeros en darles la bienvenida a ellos. En ese entonces, no habían nacido los hijos de los Sres. Malcolm, ni siquiera yo. Tiempo después, mi madre aceptó el trabajo que le habían ofrecido estas personas, ahora como servidora podía acercarse muchos más a ellos y saber algunas curiosidades que husmeaban en su cabeza. Y otro tiempo después la familia se extendió con tres pequeños niños, uno naciendo tras del otro. Seis años tenía yo cuando conocí a Cass, él tenía ocho, nos hicimos inseparables, como mejores amigos—lo escuchaba atenta sin dejar de observarlo—. Pero había una cosa, ocurrió algo extraño en esa familia, que mi madre renunció al trabajo e impidió mi visita a la mansión—arrastró los iris por la estructura de las paredes y los llevó hasta el techo para luego recaerlos en mí—, ella supo de la visita de unas personas extrañas, personas que guardaban relaciones muy secretas con los Malcolm. Duramos meses sin saber nada de ellos y digamos que el dinero en el bolsillo de mis padres no era suficiente, así que mi madre se dio una oportunidad de enviarme, debo aclarar que antes vivía cerca de la mansión así que caminé solo hasta acá—intentó tronarse otra vez los dedos, pero esta vez no sonaron—. Esa escena no me la quito de la mente. Antes de llegar vi varios autos negros saliendo de la mansión y luego de correr unos minutos hasta la puerta, vi a la Sra. Malcolm herida en las piernas de Cass. Estaba sentado en las escaleras y no despegaba la cabeza del pecho de su madre—pausó por un momento, parecía que tenía que tragar saliva y respirar un poco antes de continuar hablando—. Me acuerdo del sufrimiento en su cara porque supo de mi presencia y me miró fijamente, y estos gritaban ayuda, pero yo no sabía qué hacer, también había otro cuerpo tirado más debajo de la escalera, y eso fue lo que me hizo dar vuelta e irme corriendo a casa.
Caí en cuenta que Faddei no me había contado eso. Me había hablado de que Cass había visto a su madre fallecer, supongo, que no agregó la parte de que en sus brazos, porque podría ser muy traumático para mí; aunque, tampoco recordaba que me hablara sobre los tres hijos de los Sres. Malcolm.
Luego de una pausa y un respiro, Stephan prosiguió:
—Lo único que supe fue que no quedó nadie en la mansión y que el servicio de protección infantil se había hecho responsable de Cass. Pasaron nueve años, ya nos habíamos mudado a una casa, un poco lejos de la mansión, y esta zona agreste y antigua. Escuché a varias personas hablar sobre el regreso de uno de los Malcolm en la mansión, en una cafetería, y decidí investigar. Apenas llegué, el Sr. Faddei me recibió, primero alterado, preguntándome que quién era y qué hacía aquí, también le pregunté qué hacía él y quién más estaba en la mansión, él me respondió que Cass y eso me alegró, y le conté sobre mi vivencia con el chico que se encontraba en la mansión—volvió a suspirar y se restregó la yema de los dedos en la frente—. Entré y todo estaba como antes, me encontré en la primera silla del comedor a Cass sentado de espaldas, pensé en sorprenderlo, pero mis palabras salieron antes de tiempo. Si me extrañé en que se quedara tieso como una estatua, sin siquiera respirar, per pero—podía captar su voz temblorosa—. Nunca esperé eso—bajó la cabeza y suspiró.
Estaba nervioso, como la reacción del joven que no hizo la tarea y el profesor se la pide.
Tomé asiento en la silla frente de él y me encorvé un poco con los codos en la mesa.
—¿Qué sucedió?
—No fui capaz de observar sus movimientos—levantó otra vez la vista—. Él se abalanzó hacia mí, furioso, y luego sentí el dolor en mi cuello—alzó tembloroso la barbilla, mostrándome con sus dedos la cara lateral del cuello, donde estaba esa cicatriz sabía que no había sido ni por error, ni con una herramienta del jardín—. Me sorprendió ver lo alto que era y el miedo que me transmitía sus ojos. Era la imagen perfecta de un asesino con ese cuchillo en la mano. Por suerte el Sr. Faddei entró, sino, no sé qué hubiese sido de mí—carraspeó—. El Sr. Faddei luego me curó y me dijo que no le dijera a nadie, para callar mi voz me ofreció ser el jardinero de la mansión y que a cambio le pondría esposas a Cass, para que ya no intentara lastimarme ni a mí, ni a nadie que se le acercara.
Ahora comprendía todo. La historia mejor explicada me había inyectado un poco de pánico que se empezaba a trasladar por mis venas e incluso mis piernas titubeaban por debajo de la mesa.
—A partir de ese momento me convertí en el jardinero, conocí a las chicas anteriores que también cuidaron de Cass—me taladró la vista con el pasto verde oscuro de sus ojos—. Nunca nadie se había acercado tanto como tú —un escalofrío se ocupó de revolverme el estómago, y las palabras me atravesaron la piel con todas las reglas que había incumplido. Pero eso me construía una nueva duda, ¿acaso ellas habían cumplido todas las ordenes? Stephan seguía: —. Pero enfocándonos en el tema, él me quiere muerto. Y siempre que trabajo podando el césped y cuidando las plantas, siento que en algún momento saldrá de su habitación y vendrá por mí—sabías que debía guardar respeto ante Stephan, pero era como si contara una historia de las que son para intentar remplazarte el sueño por temor, y me daba gracia, aunque entendía su punto, Cass era una jodida figura, que así como hacía que tus vellos se colocaran de punta, te atraía y jugaba contigo—lo de atraer, al menos funcionaba conmigo—, y haberlo visto con el cuerpo indefenso de Zoé en sus brazos para terminar de acabar con su vida si me había hecho sentir pequeña ante él y perdida ante la ofuscación en sus ojos, así como él mismo me había designado: pequeña perdida.
El sonido de la cafetera a punto de derramar el café hirviendo alarmó mis oídos y me levanté tan rápido como pude para apagar la hornilla.
—Por eso decidí tomarme estas vacaciones, para darme un respiro de todo. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que con la persona que me gusta?—Stephan continuó con la charla.
—Tienes razón en eso—me apoyé en la encimera para buscar dos tazas en el armario.
—Sí—suspiró—. Y desde que entré te noto tensa.
—¿Tensa?—serví la bebida y las llevé a la mesa con el envase de azúcar.
—Sí, Alex, estás rara—cogió una taza y la acercó a sus labios para soplar dentro de ella, yo tomé otra vez asiento frente a él y agarré la otra taza—. ¿Cass te hizo algo?
¿Aparte de rechazarme un beso y traumarme con la chica que había asesinado delante de mí? No.
—¿Qué? No—actué con naturalidad cuando estuve a nada de darle un sorbido a mi café.
—¿Segura, Alex? Puedes confiar en mí, yo te ayudaré siempre y cuando esté al alcance de mis manos.
De eso no tenía dudas, pero Cass no había hecho alguna acción brusca contra mí y en lo único que necesitaba ayuda era en esconder el cuerpo de Zoé, y no estaba fuera de mis cabales como para pedirle a Stephan que me ayudara a esconder un cadáver, él no iba a aceptar y lo más seguro es que le revelaría todo a Faddei, causándome más problemas que no quería tener.
Tomé una pausa para rebobinar mi manera de pensar. No me gustaba razonar de ese modo.
—Seguro, Stephan—me apacigüe terminando de por fin probar el café.
El olor del café me llenó las fosas nasales y su sabor abrazó mi paladar y escarbó mi lengua, era justo lo que necesitaba.
—Está bien, solo digo eso—observó la taza en sus manos—. Y si puedes salir cuando estés libre, hazlo. No un día completo, me refiero a cuando tengas un rato donde te hayas liberado de la obligación de cuidar a ese a Cass. Sé lo que se siente estar encerrada en esta mansión, es como—probó otro poco de café—. No tener oxígeno.
Sí, era inútil tratar de llenarme los pulmones de oxígeno cuando estaba cerca de Cass, y a veces solo me sentía tan apretada con su presencia.
—Lo tomaré en cuenta—le traté de sonreí—, aunque eso es técnicamente imposible. Tú lo haces porque te ha dado vacaciones.
—¿Por qué dices que es técnicamente imposible?
—Estoy segura que Faddei no me dejaría. Debo estar acá todo el tiempo, y—me llevé el último trago de café a la boca—tengo un buen sueldo, no puedo perder esto.
—El Sr. Faddei no es así, no creo que te despediría por eso. Además, de ser así yo te ayudaría.
—¿Ayudarme en qué?
—A mentirle, el Sr. Faddei confía mucho en mí, así que le diría que estás trabajando sin salir ni un momento de la mansión, mientras en realidad estás saliendo a caminar, comer algo, al centro comercial o qué sé yo.
—¿En serio harías eso?—asintió. Pero la sonrisa que se formó en mis labios justo bajó cuando recordé que ni siquiera tenía mi bicicleta, y de tan solo pensar en ir caminando desde la mansión hasta la ciudad—que aún no conocía pero sabía que tan cerca no quedaba—, me daba un agotamiento mental que me hacía debilitar las piernas. Entonces, suspiré—. Igual no serviría de nada, no tengo como salir, los Uber no me dan tanta confianza y no tengo ni la bicicleta que usaba para ir a trabajar aquí.
—Entiendo—deslizó tres dedos sobre su barbilla como si estuviera planeando algo—. Bueno, tengo un amigo en la ciudad que tiene una agencia de automóviles, puedes alquilar o comprar uno.
La idea era estupenda, pero estaba ahorrando con lo que ganaba en la mansión, no podía alquilar y mucho menos comprar un vehículo.
—No puedo—no quería sonar como alguien que se hunde en sus penas para que lo ayuden, pero justamente creía haber sonado así—. No tengo suficiente dinero para eso.
—Bien—dejó la taza en la mesa—. Coge dinero de la mansión, hay mucho. Dudo que el Sr. Faddei se dé cuenta o te diga algo cuando él mismo toma de ese dinero para solventar sus cuentas.
Alcé las cejas. ¿Estaba escuchando bien? ¿Había dicho que tomara dinero de la mansión sin la autorización de Faddei? Aunque, Faddei había dicho que podía tomar el dinero que necesitaba ¿pero para eso? ¿Un auto?
Y como si Stephan hubiera leído mi mente en aquel momento prosiguió:
—Además, es algo que necesitas.
Me envolví en su razonamiento y sí, lo necesitaba, solo tenía miedo a que Faddei se molestara y se le pasara por la mente la idea de despedirme de este nuevo trabajo por tomar dinero sin su autorización.
Y volvió a leer mi mente:
—Luego le explicas el porqué lo hiciste. Y podrás desplazarte como gustes, conocer la ciudad y separarte un rato de la asfixia en esta mansión—miró las paredes y luego volvió a dejar sus iris sobre los míos.
—Lo pensaré, lo prometo.
—Hazlo—se levantó de la silla agarrando ambas tazas y se dirigió al lavabo—. Y es más, aunque no tengas auto, si tienes algún plan de salir hoy, hazlo también. Así sea por un rato—me miró por encima del hombro mientras se lavaba las manos—. Ya te dije que el Sr. Faddei no se enteraría.'
Esa idea también era reconfortante, para despejar mi mente del beso rechazado, mi vergüenza explosiva y el cuerpo tirado en el jardín... pero no tenía planes.
El mensaje de Connor se me cruzó por la mente.
<<Sí>>. La vocecita sin razón de ser apareció. Tenía tiempo sin revelarse. Y como siempre, no me ayudaba en casi nada.
Casi. Porque la idea que me mareaba en aquel momento no era de todo buena: visitar a Connor. Sin embargo, era el chico que me gustaba, el que había observado todo el tiempo cuando él solo veía otras cosas y me desmoroné cuando sus ojos por fin cayeron en mí; ese por el que moría por besar y ya lo había logrado, y ese por el que los celos me quebraban los huesos, y ya había pasado.
Y verlo y compartir un rato con él, podía salir, o perfecto o patético.
Pero una parte de mí extrañaba verlo, aunque la otra lo quisiera descuartizar. Debía ser firme ante mis sentimientos, pero también ante mi razonamiento.
Aquella decisión me danzó en la punta de la lengua y terminó de completar el baile en mis labios:
—De hecho —me miró ilusionado tomando otra vez asiento delante de mí— Sí tengo un plan para hoy.
—Perfecto, sal. Será una buena decisión, créeme.
Sonreí. Aunque la desilusión me llegó antes de lo previsto, Connor no vivía para nada cerca de la mansión y los Uber no eran de mi confianza. Por suerte, pensar por un rato y darle miles de vueltas a aquel asunto, hicieron que el coche de Stephan me iluminara la mente.
Le dije la idea que flotó de mi garganta tan rápido como pude:
—¿Dijiste que te vas cuándo?
Sacó el móvil del bolsillo de su pantalón.
—En unos treinta minutos debería estar saliendo.
—Y —frunció el entrecejo y eso me hizo que me cuestionara la manera de cómo hacerle la pregunta— ¿De casualidad el camino por donde te diriges tiene cercanía con mi casa?
Asintió.
Era el momento de decirle lo que planeaba, antes de que me enredara más, y los nervios me influenciaran.
—Bien, Stephan, necesito tu ayuda.
—Te escucho—se reclinó en la silla.
—Un chico me ha invitado a su casa—me mordí la mejilla por dentro—. Mi vecino—él alzó por un leve instante las cejas y volví a cuestionarme en cómo contarle o si siquiera iba a hacerlo, y entonces me decidí—. Es importante porque necesito hablar un tema un poco serio con él. Y solo me preguntaba, ¿si me podías llevar? Solo si no es molestia—mis pies tomaron actividad propia por debajo de la mesa meneándose, tan solo recordar lo rápido que pasó de besarme a publicar en su historia de Instagram cómo se besaba con otra chica, me hacía sentir intranquila—. Si no puedes lo entenderé.
—Alex—creí que iba a soltar un rotundo no y hasta me hice ideas en la mente de tomar la única opción que me quedaría: un Uber, porque quería salir de la mansión y también necesitaba hablar con Connor; era tan inaudito que de ser el chico que siempre observaba pasara a ser el chico que me había deseado con la melosa mirada y había quebrado mi corazón. Me sorprendió la respuesta: —. Obviamente que puedo llevarte, ¿en serio creíste que iba a decir que no?
Me encogí de hombros y el sonrió en una pequeña risa.
—Pero, arréglate rápido dentro de poco salimos, sino se me puede hacer más tarde y no quiero eso—asentí levantándome y cuando vi la mesa y noté el ambiente denso de la cocina, pensé en el desayuno de Cass. Estaba obligada a hacerlo y llevárselo antes de salir de la mansión, era un cumplimiento del trabajo.
—¿Me puedes hacer un favor?—asintió—. Tengo que hacer el desayuno de Cass,—no tenía ni una pequeña idea de si él sabía cocinar, pero imaginaba que sí— y al mismo tiempo debo arreglarme para salir y no retardar tus planes, así que, ¿podrías hacer el desayuno? Lo que encuentres y logres hacer, así sea un sándwich. Luego yo mismo se lo llevaré a la habitación.
Creí que diría que no. Pero otra vez me sorprendió.
—Sí, tranquila, yo te ayudo—sonrió—. Y, ni aunque me pagaran entraría a esa habitación.
Reí con la boca cerrada y él continuó levantándose de la silla.
Cuando por fin me marchaba a arreglarme Stephan me detuvo.
—Alex—giré mi cabeza hacia él sin soltar la manilla de la puerta—. Antes que se me olvide ¿te acuerdas que había una segunda cosa que tenía que contarte?—solté la manilla y al parecer se dio cuenta de la atención que ya había recargado sobre él. El celular de Ellen—. No, no te sientes, es rápido—solo lo miré esperando que continuara hablando, y cuando se dio cuenta de que esperaba paciente por su comentario prosiguió: —. Para donde voy tengo un amigo, creo que ya te había hablado de él y se propuso en ayudarme con el celular de tu hermana. Dijo que es muy probable que en diez días lo arregle y recupere los mensajes; quizás allí encontremos una pista de su desaparición. Y tranquila, no le hablé sobre que tú eras la hermana de la chica desaparecida.
Me sentí feliz. Una emoción que alteraba mis nervios e intoxicaba mi anatomía, como una droga, hasta pensé que en cualquier momento iba a despertar y todo sería una pesadilla, seguiría dormida en la habitación.
Salté hacia él con los brazos abiertos, lo único que quería hacer en ese instante era agradecerle y sabía que un abrazo era poco para lo que estaba haciendo, pero era lo mínimo que le podía ofrecer.
No dejé de abrazarlo hasta que sentí solo su mano paseándose con cuidado por mi espalda, como si estuviera acariciando a un erizo; recordé que ese tipo de contacto físico lo ponían nervioso y me separé de él.
—Lo siento, Steph. Me emocioné—sonrió cuando lo llamé así, y cuando noté que las comisuras de los labios le temblaban me separé de él.
—Tranquila. Solo quería decírtelo, sabía que te iba a poner muy feliz—me miró y despegó sus ojos rápidamente para volverse hacia la encimera.
Estaba nervioso. Lo sabía, y no quería incomodarlo más. Me volví a la puerta y luego de salir de la cocina subí corriendo a mi habitación.
Estaba pasando.
Otra cortina de creencia me había cubierto y me sobrecargaba de confianza, las ansias me consumían por pedazo. Ya quería teletransportarme a aquel momento, donde tendría el celular de Ellen reparado y quizás podría ver la persona responsable de su desaparición o la que más sospechas se llevaba. Después de todo por algo no encendía.
Después de una tranquila ducha, me miré en el espejo y sonreí. Tenía tiempo sin hacerlo y se sentía bien ver una sonrisa en aquella chica, y por más que quisiera bajar las comisuras de mis labios o relajarlas, no podía, ellas se alzaban con estabilidad, sin tambalear.
Busqué algo en el closet, pensé en la nieve, pero también pensé en lucir bien ante Connor, quería mostrarle que quizás había perdido mucho de mí, y eso era: la oportunidad de estar conmigo.
Había sido tan buena y tan idiota, que ahora era el momento de ser fuerte, determinante y valiente.
Al final, me decidí por un vestido camisero de azul celeste y sobre este un abrigo blanco que me protegía bien del clima gélido, con gorro de peluche, aparte me recogí el cabello en una cola de caballo y me calcé unas botas Panama Jack de un tono azul bebé, también con peluche por arriba de la lengüeta y alrededor de ella.
Antes de bajar me maquillé un poco: rímel, labios rojos y un mínimo de rubor. No iba a una fiesta solo iba a hablar con el chico que había roto mi corazón. Y tenía un buen conjunto puesto.
Abrí la puerta de la cocina y lo primero que vi fue el plato servido en la mesa, Stephan se había lucido parecía comida de restaurante: huevos revueltos, bacon, tostadas y esas eran ¿fresas en rodajas?, junto a un vaso de jugo. Se veía delicioso.
—Te ves increíble—ya tenía puesto otra vez el chaquetón, el gorro con algunos mechones dorados saliendo por afuera de la tela y los guantes.
—Gracias—me acerqué a tomar el plato—. Esto también se ve increíble. Ya regreso—le sonreí y él asintió devolviéndome la sonrisa.
Subí corriendo la escalera con un plato en una mano y el vaso en la otra. Si ya estaba acostumbrada a esto, ¿por qué me flaqueaban las piernas? ¿Por qué no se mantenían? ¿Y estos nervios que se adueñaban de mi sistema? ¿Por qué me costaba respirar? ¿Por qué sentía que con cada paso que daba para acercarme a la habitación del pelinegro, más asfixiada me encontraba?
<<Nada malo va a pasar>>. Me repetí, ¿pero realmente estaba seguro de ello?
Abrí la puerta y por suerte no estaba despierto.
Dormía boca arriba, con las manos sobre su pecho, la sábana blanca cubriendo su pecho y su abdomen, los mechones negros alborotados besando su frente y con el pantalón puesto que sobresalía de la manta. Era como la jodida escultura de un ángel perfectamente tallado.
Recordé la escena, cómo los ojos azules se reían de mí y sus palabras me volvieron a atacar, sin temor, solo con humillación.
<<¿Sabes por qué no te besé? Eres débil. Y no me beso con cualquier chica.>>.
Abandoné el plato en el suelo de la habitación y cerré la puerta, debía salir de ahí, debía pensar—aunque no era del todo bueno—, en que iba a ver a Connor. Y debía olvidarme de Cass, simplemente porque de una forma muy extraña me dañaba y me hacía sentir cosas que no debía sentir.
Habían muchos peces en el agua para solo fijarme en uno, aunque en el mar de sus ojos él reinaba más que cualquier otro.
★✰★✰★✰
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Nota de autor: ¡Holi! Feliz madrugada, he estado un poco enfermo y por eso me he tardado en actualizar, no hay mucho que decir de este cap, solo espero que les guste.
El libro pronto lo editaré desde el capítulo uno, es decir que si en el capítulo uno habían (1700 palabras), es muy probable que pase a unas (6000) JAJSJ. Y nada, esperen el martes 14! Hay sorpresa!
Los tqm!
𝑍𝐴𝑉𝐼𝐷13✍︎.
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