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Capitulo 9

Los rayos del sol entran sin piedad en mi habitación genérica. Ayer llegue tan agotada que no fui capaz de cerrar las cortinas.

Me giro para intentar esconderme y dormir un poco mas. Pero me duele todo.

¡Malditas escaleras!

Saco mi teléfono de debajo de la almohada y releo los mismos mensajes que leí ayer en la noche, pero que no me moleste en contestar.

Mi madre pregunta como me fue con la visita al restorán del norte y le respondo con un "tan terrible como el del centro". Ya veo su sonrisa tras leerme.

Tengo mensajes de Benjamín, pero solo me detengo en el que tiene el número de su jefe. No estoy de humor para fingir tan temprano.

Fuera de eso no hay nada más interesante que la hora en el odioso aparato y me apresuró a resolver lo que haré con mi imagen el día de hoy. No puedo bajar la guardia y un hermoso vestido negro con cuello cuadrado tendrá que bastar. Y mis tacones stilettos que tendré que llevar en la mano si el ascensor sigue malo.

Abro lentamente la puerta de salida tomándome el tiempo de mirar en todas direcciones antes de poner un pie en el pasillo. No quiero toparme con André tan temprano, menos en un lugar donde ya hemos tenido discusiones que han terminado en portazos y gritos.

Mis vecinos ya nos deben conocer. Y como lo predije el ascensor aún está en mantención.

—El joven ya se ha ido señorita —la voz del conserje me sorprende mientras aun coloco mis tacones en el ultimo peldaño de la escalera.

La sola mención de André hace que el calor suba por mi pecho hasta mi rostro. Aún debe estar enojado conmigo por pensar que he salido con alguien el día de ayer y eso me hace querer gritar otra vez.

—No tiene que informarme eso. No somos amigos él y yo —le respondo fríamente mientras paso por su lado.

—Bueno no parecía eso estos últimos días. Recuerde que hay cámaras en todos los pasillos y también recibimos quejas de un inquilino hace muy poco. Mire yo se lo digo por que usted viene recién llegando —me congelo por un largo minuto y creo hacerle entender que puede continuar —. Él tiene una hermosa familia ¿Me entiende?

—Claro.

Claro que lo entiendo maldita sea, se lo que quiere decir y mi día se arruina muy temprano.

Familia.

Mi estómago amenaza con hacerme vomitar. Tomo todo el aire que puedo y me concentro en seguir caminando. Hasta mis latidos se han vuelto dolorosos. No soy capaz de volver a hablar. Solo me preocupo de salir a la calle. El aire cálido de la mañana me recibe y sería reconfortante si yo no tuviera tan hundida en mi propia miseria.

Las palabras del conserje me envuelven y la realidad me da una bofetada.

¡Que es lo que esperaba! si esto es algo que yo debía saber. Pero no he querido pensarlo ya que en el fondo de mi alma he sido feliz con su cercanía.

Sé que me he mentido a mi misma creyendo que no está mal que me busque, pero si lo está. Él tiene una familia y una pareja que debe esperar por él a diario.

André vive con ellos en el edificio. Y es cosa de tiempo para que yo tenga que toparme de frente con esa realidad.

—Necesito cambiarme mamá.

—¡¿Que?! — ella casi grita del otro lado del teléfono —. ¿Pero que paso? pensé que te gustaba tu departamento. Es por André.

—No. Bueno si. ¿Me puedes ayudar o no?

Sé que ella debe estar pensando que si se niega yo podría entrar en pánico y volver en bus a Viña del mar esta misma tarde.

No sé equivoca.

—Hija — su tono ya es más calmado y suave, es uno que conozco. Intentará convencerme.

»Primero que todo no tienes auto y con tan poca antelación fue lo único que pude comprar cerca del restorán«

—¿No lo podías solo rentar?

—Digamos que fue es algo que tengo bajo la manga por si acaso.

Inspiro profundo, aun me cuesta tragar el aire y un antiguo tic nervioso se apodera de mi mentón. No será fácil de ocultar si continuo bajo tanto estrés.

—Solo dime que harás algo — vuelvo a pedírselo —. Por favor.

—Veré que puedo hacer. Pero al menos podrías darme un poco más de información ¿Qué fue lo que pasó?

—Pasa que André es un idiota mamá y no lo soporto.

—Eso no me dice mucho, pero no me dirás nada más ¿Cierto?

—No.

—Bueno en ese caso te llamo cuando ya tenga alguna respuesta, ¿está bien eso para ti?

Afirmo lo que me pregunta y le cortó.

Su respuesta no fue un sí, pero tampoco un no.

Siento mi cuerpo demasiado pesado, por la actividad física y emocional a la que he estado exponiendo mi vida esta semana.

No se si llegue cuerda al día domingo.

Como todos los días entro por la puerta principal saludando a todo el personal que me encuentro en mi camino hacia la cocina. Me detengo más de lo que acostumbro, pero sin que se note mi poco entusiasmo por entrar ahí.

—Bonjour, jeune femme Soledad-George abre antes de que pueda poner una mano sobre las puertas de la cocina y dice algo que creo es un buenos días soledad.

—Para ti también George.

Una risa casi infantil me hace girar hacia la entrada y encuentro a un Joven Javier doblado sobre si.

—¿De que te ríes?

—¿Sabes que te ha dicho George?— me responde con otra pregunta cuando ya se ha repuesto de su ataque.

—La verdad no — respondo un poco avergonzada.

—Por eso me he reído. Vamos será mejor entrar yo estoy a un minuto de llegar atrasado y yo no soy tan imprescindible como para hacerme notar.

La que se ríe ahora soy yo, pero solo es un momento.

Entramos juntos a la cocina al final, cada uno empuja una puerta. Ya dentro los ojos de Karina me saludan antes que su mano. Ella parece siempre estar de muy buen humor.

Los demás siguen en lo suyo. André nos ignora por completo y continua su conversación sobre lo que sea que estaba hablando con Luis y Camille. Esta última fija su mirada en mí todo el trayecto que recorro hasta entrar en mi oficina.

Una razón mas por la cual caminar erguida y demostrar que yo si sé caminar en tacones.

Es muy cansador esto de llevar una mascara a diario. Hoy mas que nunca me siento desvalida. No sé en que estaba pensando dejando que André ocupara casi la totalidad de mis pensamientos, cuando en su vida solo soy un recuerdo antiguo, uno que quizá le agrada.

Pero que solo es un recuerdo después de todo.

Hoy decido que buscaré la forma de trabajar sin estar en este lugar. Quizá pueda hacer todo lo que hago de manera remota y no volver a pisar Flores. O incluso mejor, ayudar a mi madre para que lo haga.

Me emociono cuando mi mente tiene trabajo por hacer. Buscar una solución a problemas que a simple vista no la tienen.

Con Benjamín siempre fuimos un buen equipo en la agencia. Él planteaba el problema y yo la solución. Él pedía un programa que ayudará a un emprendimiento y yo lo creaba.

Podía pasar horas incluso días sin dormir hasta que conseguía al pie de la letra lo que él me pedía.

Si fui capaz de hacer todo eso solo por que era mi trabajo, me imagino lo que podre hacer si esto se trata de una cuestión de vida o muerte.

Recaudo toda la información que puedo en lo que va la mañana, he estado tan ocupada que no he tenido tiempo de comer. Si estuviera en mi antigua oficina no me molestaría, pero en este lugar rodeada de olores es un poco difícil no pensar en comida cuando sabes que tras la puerta están preparando cosas deliciosas.

—Ella te mataría si te viera sentada en el suelo — estaba tan absorta en mi investigación que no he escuchado a mi hermano entrar —. Llevas un vestido Soledad ¡Levántate de ahí!

—Lo siento, olvide que venias Daniele — llevo tantas horas frente a la computadora y leyendo documentos que olvide por completo que hoy también tendré que salir a terreno y mi Uber ha llegado.

—Así veo ¿Pero que hacías ahí?

—No puedo decírtelo.

—¿Y por qué? — me pregunta sin creer que hable enserio.

—No me gusta decir lo que hago hasta que lo tengo terminado. Eso da mala suerte. Solo te diré que cualquiera lo podrá usar. Hasta tú — me sacudo el vestido que por lo demás olvide que era negro y ha quedado lleno de polvo al estar sentada en el suelo.

No lo pude evitar, pienso mejor cuando estoy descalza y a ras de piso.

—¿Ok? Eres igual a mamá. Demasiado bonitas para ser tan inteligentes ¿Estas lista?

Cuando ya he terminado de verificar que no tengo ninguna mancha en mi vestimenta enfoco mis ojos en mi hermano. Este no tiene un muy buen aspecto. Se ve demasiado cansado. Lleva unas ojeras que no recuerdo haber visto el día de ayer.

—¿Te encuentras bien?

—Claro.

—¿Estas seguro?

—Solo estoy un poco cansado.

Lo miro ladeando un poco la cabeza para que entienda que quiero que me dé algo más.

—Estoy en algo. Cuando esté terminado serás la primera en verlo ¿Está bien eso para ti?

—Por supuesto.

Intento ordenar un poco antes de dejar la oficina como la encontré en la mañana, no sé dónde se habrá metido mi hermano. Pero tampoco me preocupa, este lugar es tan de él como mío.

Me llevo solo lo necesario para poder continuar con lo que hacia cuando ya este en casa y me cuelgo mi bolso.

La saliva casi cae de mi boca al sentir un intenso aroma a salmón cuando salgo a la cocina. Huele delicioso o yo tengo demasiada hambre.

—¡Dime qué podemos almorzar antes de irnos! — escucho la voz de mi hermano exclamar en algún lugar de la cocina, y solo pido a Dios que no este metido donde creo que lo está — . André dice que ha hecho tu plato favorito para pedirte perdón. Vamos podemos comer antes. ¿Sí?

El ojiverde me mira desde su estación, pero no es el único que lo hace. Siento en la piel los ojos de todos sobre mi, pero yo solo puedo verlo a él y su sonrisa apenada a lo cual mi boca se esfuerza por no responder.

—Veo que ya reconociste a mi hermano. Al fin — le digo mordaz a este sin esperar que me conteste.

—Si, así es. Me costo un poco, hace años que no lo veía, ya no tiene la cara de bebé.

—¡Nunca tuve cara bebé! —se queja Daniele —. Eres un mal agradecido, yo que te quería ayudar.

—¿De verdad?

—Si — le responde Daniele exagerando en su actuación de indignación.

Le doy una mirada reprobatoria que aleja todo entusiasmo de mi traidor hermano, que a pesar de tener un aspecto cansado se ve bastante contento en compañía mi ex novio.

Pero a mí no me cuesta mucho recordar la escena que viví ayer por este malentendido.

—De verdad no pensé que fuera él Soledad. Lo siento. No debí comportarme así.

—¡No me digas que le hiciste una escena! — grita mi hermano.

Ambos lo miramos a Daniele con cara de que se debe callar en este mismo instante y buscar algo que hacer, pero lejos de nosotros.

—En efecto eso es precisamente lo que hizo.

Karina tiene la delicadeza de tironear a mi hermano lejos de aquí. Este se resiste un poco alegando que la comida se enfriará, pero se va con ella cuando ve que el duelo de miradas ya está sobre nosotros.

—¿Decías? — ahora sí me concentro en el guapo cocinero.

—Decía que lo lamento — su voz suena cansada y es obvio que está arrepentido pero eso no me sirve en estos momentos —. No tenía que comportarme así, ni decir las cosas que dije.

André me mira y lo veo concentrarse en una mancha imaginaria que esta en su mesón y espera mi respuesta. Yo en cambio aprieto contra mi pecho las cosas que había sacado de la oficina y me obligo a mantener mi mente enfocada.

—No. No debiste.

—Pero tu debiste decirme que era él y no dejarme actuar como un idiota.

—Tu actúas así sin ayuda — le digo ya elevando un poco más la voz, pero me recuerdo a mi misma que este no es nuestro edificio —. Debes parar.

—¿A que te refieres?

—Tu familia vive en el edificio André — le respondo entre dientes.

—Ah eso. Pero siendo vecinos es bastante probable que nos encontremos. ¿No crees?

Me gustaría creer que todos los encuentros que he tenido con él en el edificio han sido mera casualidad. Pero se bien que no ha sido así.

—No necesitas ir a mi piso para salir a la calle. No quiero salir de mi casa pensado que te encontraré. El conserje ya piensa que soy una roba maridos.

No logro ver lo gracioso de lo que acabo de decir, pero el ríe y eso me molesta

—Nadie piensa eso Soledad.

—Hoy me acorraló para decírmelo. Creo que tengo fundamentos para decir lo que digo.

—Hablare con él.

—¡No!

Me mira un momento demasiado largo cuando ya ha dejado de reír y me debato en si debo acotar algo más. Al final solo asiente.

—Esto se debe haber enfriado. Puedo empacarlo para ustedes — su expresión cambia de inmediato y me preguntó si realmente entendió lo que quise decir.

La que asiente ahora soy yo.

Tomo la bolsa que me entrega y por accidente nuestras manos se tocan. Por poco la dejo caer, me odio por sentir esa electricidad cada vez que estoy cerca de él.

Evitó volver a mirarlo y me apresto a buscar a mi hermano.

—¡¿Que?! ¡No comeremos!

—Vamos tarde. No hay tiempo.

Mi hermano bufa cuando ve que no me puede convencer y subimos a su auto en silencio. Yo me despido de Karina con la mano cuando ya nos ponemos en marcha.

......

—¿Puedo preguntarte algo?

La voz de mi hermano corta el silencio y la verdad no estoy de humor para contestar nada pero aún así asiento.

—¿Qué fue lo que paso?

—No quiero hablar de eso.

—Secreto por secreto.

Lo miro y encuentro su sonrisa, es la misma que yo recordaba, pero ahora esta en un rostro adulto de alguien a quien deje de ver por mucho tiempo.

—Tu primero— le digo solo para hacer tiempo y ver si lograre ser valiente o no.

—Estoy rentando un departamento, pero no me atrevo a decirle a mama que me pretendo ir.

Mi boca se abre sin pedirme permiso y como solo me lo ha contado para que yo le cuente algo mas, solo asiento.

—EL dinero lo he sacado de Flores, Cristian me ayudo. Pero dijo que solo me cubriria hasta fin de año.

—Pero eso es dentro de tres meses.

—Si.

—Vaya.

—Te toca.

—André me engaño. 

—Eso si esta cabrón.

—Si. Con alguien que tu conociste.

—Eso si esta doblemente cabrón.

Ambos suspiramos al mismo tiempo, pero antes de que pueda subir la música para no tener que volver a hablar mas, mi hermano me detiene.

—Deberías hablar con mama. Cambiarte de sucursal o algo, para no verlo. Debe ser doloroso para ti.

—Ya lo había pensado. Pero no se puede, por qué los otros restoranes tienen sus encargados. Y trasladar a uno de ellos para acá sería un abuso.

—Pero de todas maneras. También lo es tener que trabajar con él. 

—Sí, pero no conseguí nada cuando hable con mama.

—Bueno al menos, tu eres muy madura como para qué el se vuelva un problema para ti ¿no?

Quiero reír a carcajadas con eso último. Lo que menos tengo sobre André es control. Prácticamente le he tenido que rogar que no merodee por mi piso y el en vez de disculparse por su comportamiento, solo lo ha justificado.

Trabajar con él es uno de los menores problemas si lo ponemos así.

El día ha sido abrumadoramente largo, el encargado de Flores del sur, ha sido igual o peor que Camille, casi ha gritado que soy una oportunista por tomar un negocio que no me pertenece.

Tuve que ser igual de tajante como en las veces anteriores e incluso lo he amenazado con relevarlo de su cargo si volvía a sentir que su pensamiento no iba acorde con las exigencias de mi madre.

Lo único bueno es que el ascensor ha sido reparado y he podido subir en un minuto a mi piso, pero al igual que en la mañana miro en todas direcciones antes de dirigirme a mi departamento.

André no se ve por ninguna parte y un lugarcito en mi pecho se ha sentido desilusionada. El lugar donde guardo la estupidez.

Pero es cuando llego a mi puerta que lo entiendo, su lonchera cuelga de la manilla y la reconozco es la misma que he traído anteriormente. Solo que esta vez tiene una notita sobre ella y dice:  Lo siento, no es tu culpa que yo sea un idiota.

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