Capitulo 57
Un intenso pitido atraviesa mi cabeza cuando intento abrir los ojos. En un comienzo pienso que he quedado ciega por qué todo es oscuridad a mi alrededor y solo escucho el llanto lejano de una niña pequeña.
Pestañeo rápido intentando que mi visión vuelva pero solo consigo que el dolor que nace desde mi nuca hasta mi frente me obligue a cerrar los ojos nuevamente.
Mi alrededor se materializa borroso a través de mis pestañas y así compruebo que nos encontramos en un contenedor en desuso. El olor a humedad me escose la nariz y por la evidente suciedad en el lugar es obvio que ellos tuvieron que forzar la cerradura para entrar.
Logro enfocar a un individuo mas en el lugar, pero este lleva el rostros cubierto y no lo logro identificar.
El llanto no cesa y dentro de mi aturdimiento me sirve de guía para encontrar a la pequeña. Ella me ha reconocido e intenta venir hacia mi, pero María la sujeta sin ningún cuidado haciendo que la niña grite mi nombre. Mi corazón se encoge en mi pecho al ver su cabello desordenado y su vestido rosa ensuciado por la mugre del suelo.
—¡Suéltala! — le gritó haciéndome daño en la garganta, pero de nada sirve intentar acercarme a ella.
Un violento agarre hace que mi cuerpo se gire y quede cara a cara con mi atacante, que para mí sorpresa ya lo he visto en otro lugar. Es quien acompañará a María al restorán con el equipo de filmación. Es el enorme vikingo que no supe cómo se llamaba, el también tenía la cara cubierta, pero la tela se ha corrido por el mismo inpetud de su movimiento.
— ¡Maldición! Ha visto mi rostro — le grita el rubio de casi dos metros. Yo solo niego en silencio intentando aclarar que no soy una amenaza, al menos no si eso significa salir de aquí.
— Que estúpido eres. Es una enana y no puedes con ella.
El enorme sujeto bufa molesto ante las palabras de María.
—Te quedarás quieta y harás exactamente lo que te diremos que hagas — mi vista se nubla presa del pánico.
No se que creía que estaba haciendo al venir aquí sola, no podría poner a la niña a salvo, ni siquiera lo puedo hacer conmigo misma. Apretó la quijada hasta doler para mantener las lagrimas dentro, pero estas salen de todos modos
— No llores. Asustas a la niña y no querrás que ahora vaya por ella. ¿No?
—¡No! — le grito con la bilis subiendo por mi garganta, André me dijo que lo habían amenazado con deshacerse de su hija si llamaban a la policía y ahora no dudo de que puedan ser capaces de eso o algo peor —. Por favor, es muy pequeña y ella no tiene la culpa...
— ¡Esto es tu culpa Soledad! Todo esto es tu maldita culpa y si te niegas a cooperar o llaman a la policía ella será nuestro boleto para salir de aquí. Así que déjate de estupideces — me interrumpe la que alguna vez fue mi amiga, la misma que me ve con un odio que no logro comprender —. Ahora llamaras a tu mamita y le pedirás que te entregué todo el dinero que tenga. ¡Escuchaste Soledad!
Muerdo mi labio para obligar a mi cuerpo a mantenerse en control, pero este no deja de temblar.
No puedo llamar a mi madre ni dejar que se involucre en algo como esto. Eso podría significar su fin uno que ya estaba pronto de por sí.
Debería poder resolver el esto sin su ayuda, pero lo único que hago es perder tiempo valioso. André puede estar viniendo hasta acá en estos momentos,
Busco a María con la mirada para hacerle entender que estoy dispuesta a hacer lo que ella me pide y mas, pero cuando la encuentro ella le hace un gesto al sujeto enmascarado para que vaya hacia la pequeña y la reemplace.
Inmediatamente intento soltarme otra vez. No quiero que la toquen. Pero el enorme sujeto me sostiene con fuerza y temo que pueda romper mi mano recién recuperada. Mi corazón late a mil por hora en mi cien y acelera aún mas con el grito de la pequeña al ser tomada con fuerza por el sujeto con la cara tapada.
—¡María por favor no! hare lo que me pides, lo hare. Solo deja que se vaya con su padre, María el la ama y la necesita. Yo... yo no importo. Hagan lo que quieran conmigo. ¡Solo déjenla!
La ojiazul me mira como si me viera por primera vez y se tarda lo que creo es una vida hasta que se dibuja una sonrisa horrenda en su rostro.
—Me sigues sorprendiendo Soledad. ¿Ella de verdad te importa?
—Si, me importa mucho. Por favor...
Le indica al sujeto que suelte a la pequeña y ella corre hasta mi. Me rodea en un abrazo apretado que el gorila rubio a mi espalda me deja contestar. Mi cuerpo se vuelve de gelatina al tener a la niña junto a mi.
Incluso mantenerme respirando parece difícil en estos momentos, pero me las ingenio para susurrarle que todo estará bien. Que estoy aquí.
María lleva una de sus manos a sus vaqueros que no distingo de que color son debido a la poca luminosidad y saca un teléfono, no me lo tiende de inmediato ya que se dedica a buscar algo en el primero.
— Llamaras y pedirás trecientos millones en efectivo. Alguien lo debe transferir a las cuentas que yo te diré. Cuando el dinero este depositado necesitaremos un auto para que nos saque de aquí. Sin trucos Soledad.
Asiento en silencio y recibo el teléfono sin despegarme de Valentina, ella tiene el rostro escondido en la piel de mi pecho y sus latidos acelerado solo hacen que quiera hacer esto lo mas rápido posible.
No compruebo si el numero le pertenece a mi madre, solo doy al marcador y el teléfono suena una vez y alguien contesta.
— Necesito dinero.
Del otro lado solo se escucha la pregunta de cuanto necesito y a que cuenta. En pocos segundos mis instrucciones son entregadas. Lo hago sin despegar los ojos de la pequeña que ya no llora, sino que estrangula a su conejito entre nosotras. Quisiera decirle que tengo todo bajo control, pero mi cuerpo no ayuda. Sigo temblando de pie a cabeza.
— Esta hecho ¿Puedes revisar?
Ella le hace un gesto al encapuchado y este en segundos le da la respuesta afirmativa.
— Perfecto, y en tiempo récord — María da un par de golpes con sus palmas celebrando para si misma y su equipo, pero algo pasa en su cabeza un segundo después, ya que su semblante se vuelve duro otra vez, busca en el bolsillo trasero de su vaquero y saca algo metálico —. Malditos pretensiosos, tienen tanto dinero que ni se arrugan por botar trecientos millones a la basura.
—Ya tienes lo que me pediste, ya no la necesitas. Puedes dejar a la niña en el ascensor y la estarán esperando abajo...
María suelta una carcajada escalofriante que hace que mi espina vibre y la pequeña también lo hace ya su agarre en mi cintura se hace más fuerte.
Pero no solo es su risa ya que un frío real se acentúa en mi cabeza y al voltear lo veo. El cañón de un arma apuntando sobre mi frente.
— Ella no irá a ningún lado Soledad. Así que despídete, por qué no la volverás a ver — mis propias palabras se ahogan en mi garganta y si antes mi cuerpo temblaba, ahora mis dientes suenan en mi cabeza con el choque entre ellos.
— ¿Por qué haces esto? Éramos amigas María.
— ¿Éramos? No me hagas reír, la gente como tú no tiene amigas, tu solo me usaste por qué nadie más quería estar contigo — el tono de María esta lleno de odio hacia mi y no tarda en apuntarme con su arma ella también — .Cómo ahora, te aferras a una niña ajena solo por qué no puedes tener hijos. Eres patética.
— Eso no es cierto...
— Quiero ir a casa... — el llanto de Valentina ahoga todo intento por seguir hablando, y por más que intento consolarla no puedo. Mi llanto solo hace que el de ella se acreciente —. ¡Quiero a mi papá!
— Yo también pequeña...
Y no alcanzo a acariciarla un segundo más cuando uno de los tipos enmascarados la arrebata de mi lado. Grito que la suelten, lo suplico, pero no me hacen caso. Valentina también se desgarra la garganta al llamarme una y otra vez, sin que ese maldito sujeto se inmute. Ella me tenía agarrada tan fuerte que rompe un poco de mi camisa y yo no puedo hacer nada para mantenerla a mi lado, ya que el sonido del seguro del arma sobre mi cabeza me hace quedar inmóvil.
— Te quedarás muy quieta.... — su voz se ahoga en medio del vacío. Mis ojos lo ven mover sus labios y decir algo más, pero no lo puedo escuchar. Solo se que este no es el final que pensé tendría mi vida.
No puede ser cierto.
La imagen de André antes de que el ascensor lo dejara fuera está muy fresca en mi memoria, no quiero pensar en la que tendrá cuando sepa que deje ir a María con la niña. Todo esto es mi maldita culpa, jamás debí callar todo lo que sabia de ella. Si yo la hubiera denunciado años atrás, ella estaría en la cárcel junto a su familia y no aquí.
Mis lágrimas ya tienen mi rostro anegado y siento mi pecho hipar.
No volveré a ver a mi madre, y puede que yo sea la culpable de adelantar su muerte. Ella tampoco se merecía esto, tenia tres meses para estar rodeada de las personas que la aman y ahora no estaré para acompañarla. Debí abrazarla un poco mas. Debí decirle que fue una buena madre, que no la juzgo por todo lo que hizo. Que la amo a pesar de todo.
Siempre tomo la decisión equivocada.
Si tan solo me hubiera sentado a pensar un poco mas y hubiera sido mas madura. No habría perdido tanto tiempo que ya no puedo recuperar. Si solo le hubiera preguntado a André que era lo que estaba pasando y no hubiera huido como una tonta, ahora no tendría que despedirme de el sin siquiera poder verlo.
Que no daría por verlo una ultima vez.
Por acariciar su mejilla.
Por besar sus labios.
Por decirle lo mucho que lo amo.
Pero dentro de toda esta maraña de pensamientos, solo espero que el plan siga su curso y André no logre subir antes que la policía. Lo que pase conmigo no importa.
Un estruendo rebota en las paredes del contenedor industrial cuando alguien patea la puerta de metal, está sale disparada dejando entrar a un iracundo André con el rostro desencajado. Mi corazón que ya pensaba no podía latir mas fuerte se las ingenia para hacerlo.
— ¡¿Que haces tu con mi hija?!
— Ya te habías tardado. Dispárenle le a él también. Nos vamos.
Mi cuerpo reacciona sin que pueda impedirlo.
— ¡No! Ya tienes el dinero, el auto también. Solo deja a la niña.
Mi nombre sale de los labios de André y por un segundo creo que vendrá por mi, pero María niega con el arma apuntando a la pequeña.
— ¿Qué te hace pensar que estás en posición de negociar conmigo estúpida? ¿Ah?
La mujer arrastra a la pequeña hacia la puerta en lo que sus matones apuntan a André con sus armas. Este no parece tener miedo y mi alma se comprime al verlo aquí. No pude hacer nada por evitar este momento.
— ¡Suelta a mi hija! no me iré de aquí sin ella — le grita André sin importar su posición desfavorable. La pequeña grita sin lograr que la pelinegra la suelte.
— También es mi hija maldito cretino.
Los ojos verdes mas hermosos sobre la tierra y me buscan, puedo leer su furia en ellos, pero también la preocupación. Quisiera decirle que no es necesario, que yo soy lo menos importante en estos momentos.
— Ella no es tu hija María. Tu hija murió al nacer y no era mía.
— ¡Mientes!
— No. ¡Ya basta! Arruinaste mi vida una vez, no dejaré que lo hagas otra vez.
La ojiazul mira a la niña como si intentará reconocerse en ella y al comprobar que no hay nada ahí la empuja sin cuidado lejos de ella. Pero sin antes apuntar con su arma al cuerpo de la pequeña.
Mi cuerpo se mueve por voluntad propia y piso con todas mis fuerzas el pie del matón a mis espaldas, el lanza un grito de dolor que yo aprovecho para ponerme fuera de su alcance, pero solo para llegar al cuerpo de la pequeña.
El estallido de la pistola hace que el tiempo se detenga. Los ojos de la pequeña caen en mi y yo intento sonreírle para decirle sin palabras que todo estará bien. Dentro de poco estará con su padre y todo esto será un mal recuerdo. Uno que su familia se encargará de sanar. Pero no lo logro, ya que un segundo disparo llena el lugar, pero no viene solo. Ahora un profundo dolor se expande desde mis costillas y hasta lo mas profundo de mis ser.
Seguido de un tumulto de voces que no reconozco, un escuadrón de no sé cuántos policías entra en el contenedor, los dos acompañantes de María se quitan las capuchas y arrojan sus armas. La única que sigue en su posición es María quien me mira con lo que creo es pánico. No mira los policías, solo me mira a mi y es así como tengo el primer plano del arma sobre su cabeza cuando jala el gatillo.
André grita algo que no logro entender, solo se que grita por que sus ojos están muy abiertos y su boca gesticula mi nombre con todas sus letras. Todo pasa muy rápido. Solo siento un intenso dolor en mis costillas. Mi rostro a golpeado duro contra el metal del suelo al caer, no logro decir absolutamente nada y el dolor se propaga con tal intensidad que ya no logro hilar dos pensamientos coherentes. Solo veo un par de ojos que tantas veces vi en mi niñez, unos que siempre estuvieron para mí y yo no entendí su propósito. Solo me contentaba con verlos alegrarse cada vez que me veía. Cristian.
André tiene a Valentina entre sus brazos y por su rostro veo lagrimas caer.
Están a salvo.
Y el mundo se desmorona a mi alrededor.
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