Capitulo 52
Mi primera reacción es sonreír al que alguna vez fuera mi mejor amigo. Él lo intenta, lo sé. Pero no lo logra y mi pecho se aprieta en respuesta.
Ha venido a dejar a Angelina a la puerta de su departamento. Eso quiere decir que durmieron juntos o muy probablemente no lo hicieron en absoluto.
Cierro rápidamente la puerta tras de mi y el me invita a seguirlo hacia el ascensor. Su paso es cansado y sus hombros caen como siempre que habíamos tenido una jordana extenuante de trabajo. Nunca le ha sentado bien trasnochar.
Muy a diferencia de mi, que siempre he sido una persona nocturna.
— Te ves cansado — le digo esbozando una nueva sonrisa.
— Lo estoy.
Al entrar al ascensor puedo apreciarlo mejor y su aspecto me dice que todo lo que sus palabras no.
Su ropa se ve arrugada como si hubiera dormido con ella y pero su cabello está perfectamente ordenado.
— Te veo a través del espejo ¿Por qué me miras así?
— Nada.
— Ok.
Este se limita a levantar levemente sus hombros y se gira completamente de cara a las puertas de metal. No hay mucho espacio en el ascensor, pero se siento como si hubiera un continente completo entre nosotros.
Él siempre ha sido muy pálido y sus ojeras tienden a ser de un color casi morado dándole un aspecto para nada saludable cuando le falta sueño. Cómo ahora. Pero eso no es lo que se lleva mi atención, si no su semblante ensombrecido. Este no es el Benja que yo conosco. ¿Quien es este?
Sin darme cuenta mi propia alegría se drena sin que pueda retenerla un segundo más dentro de mi.
Quisiera preguntarle que pasó. Si algo salió mal en la salida de ayer. Quizá Angelina le contó sobre la niña. Para mí no es un secreto que a Benja el tema de los niños no es algo que le agrade. Pero no creo que ella haya sido capaz de revelar eso tan pronto.
Tengo muy claro que ese es un tema muy delicado para ella.
Al llegar a mi hogar soy yo la que abro la puerta y realmente no se ve nada fuera de lugar, lo único que llama mi atención es que la puerta de la habitación de invitados está entreabierta y no recuerdo haberla dejado así cuando me fui ayer.
— ¿Todo bien? — pregunto sin esperar a que me conteste.
— Sí.
— ¿Estás seguro?
Benjamin termina de cerrar la puerta tras de él y se encamina al sillón pasando por mi lado sin detenerse en mi.
— Benja sabes que puedes confiar en mi.
— ¿Estás segura de eso?
Auch, eso me ha dolido y me lo he provocado yo sola.
— Me refería a que ayer te veías animado cuando saliste y hoy estás muy decaído — le digo con obviedad, mis manos ya han comenzado a sudar y es muy incómodo no poder secar mi mano que aún está vendada.
— ¿Y tu?
— ¿Yo?
— Sí, tu te ves muy contenta.
— Esto no se trata de mi Benja. Pero si no quieres contarme nada, está bien. No es mi problema.
Benja se detiene antes de tomar asiento y en pocos pasos llega dónde yo estoy. Trago sin querer haciendo ruido cuando ya está frente a mi.
— ¿Que quieres preguntar realmente Soledad? — inquieta con la voz contenida, está molesto.
Pero no me intimida, se manejar eso.
— ¿Por qué estás molesto conmigo Benja?
— ¿Realmente quieres saber?
Benja inspira y bota el aire de manera sonora, yo me quedo estática esperando un momento para tener la seguridad de que mi voz no me vaya a fallar antes de hablar.
— Sí. Quiero saber que es lo que pasa.
— Debes estar bromeando — suelta con una incredulidad genuina.
— No Benja. No lo sé.
— ¡Claro que no lo sabes! tu nunca has sabido que es lo que quieres y quieres que todo el mundo esté feliz así sin más. Pero no Soledad. No es tan fácil. Yo no quiero estar feliz. No importa que tú si lo estés.
Me mira un momento y estoy a punto de contestar pero me hace un gesto con la mano indicando que mejor no lo haga.
— Benja... — se lo digo arrastrando las letras. Aún no digiero todo lo que soltó sobre mi. Y estoy segura que en el primer momento que tenga de soledad repetiré todas y cada una de sus palabras para hacerme daño.
Se desplaza hacia la habitación donde guardo las toallas con paso decidido y sin mirarme ya. Yo en cambio no hayo otra cosa en que ocuparme que no sea mi teléfono. No sé por qué simplemente no me voy a la mía y me alejo de él. Pero no me puedo mover.
— Benjamin lo... Siento — y es en serio. Yo en su lugar no tendría ganas de sonreír ni mucho menos estar cerca de mi.
— Me daré un baño y después dormiré. Me siento cansado.
— ¿Me odias?
— ¡No! Claro que no Soledad, mira yo ya te perdone, es solo que... — su voz que en un comienzo fuera un grito indicando va bajando hasta convertirse en un murmullo —. Es difícil. Necesito tiempo.
— Lo sé.
Claro que lo sé maldición. Es obvio que lo sé.
Benjamin apoya su frente sobre su brazo que ya tenía apoyado en el humbral de la puerta del baño. Ya no me mira y desde aquí puedo ver cómo se debate entre si volver a hablarme o simplemente dejarme sola para entrar.
— ¿Estaras bien? — y aunque yo creía que me sentía de maravilla, su pregunta hace que mis ojos ardan sin explicación.
— Quiero creer que sí.
Pero no. Nunca pensé que esto podría pasar, no se suponía que sería así. Yo debía sentirme culpable por haberlo dejado y aguantar su frialdad. Pero a la primera muestra de desinterés me ha dolido y no sé cómo manejarlo.
Pero no seré la egoísta que suelta lo primero que se le viene a la mente con una situación desconocida. Esto se debe pasar, yo debo manejarlo. Él es una de las personas más importantes para mí y yo no tengo ningún derecho a exigir su atención, por más que me duela su lejanía.
Yo lo quise así. Yo decidí.
— Soledad — Benjamin ya no está de espaldas y espera que al llamarme yo reaccione.
Evitó mirarlo para que mi rostro no me delate, pero es bastante difícil hacerlo sabiendo que él es alguien que me conoce muy bien y podría adivinar que pasa conmigo si no salgo de su campo visual pronto.
— Tienes razón Benja. No debí presionarte.
— Bueno.
— ¿Ah?
— Dije que bueno — ahora sí me atrevo a mirarlo y en sus labios se revela una sonrisa tímida a la que no puedo contestar —. Me gustaría pedirte algo.
— ¿Que cosa?
— Me acompañarias al terminal. He comprado los pasajes para hoy en la tarde.
Mi corazón que estuvo apretado desde que lo ví en el pasillo hace un rato ahora ya no sabe que hacer. Me siento feliz por qué me lo pida, pero triste al pensar que esta será una despedida que podría ser definitiva. Si él no quisiera verme nunca más después de esto yo lo entendería y no lo presionaría. No puedes ser amigo de alguien a quien amaste.
Eso es una verdad que hasta yo sé.
— ¡Claro!
— Genial. Ahora sí me iré a bañar — y por un segundo se desaparece de mi campo visual, pero vuelve a aparecer por el costado de la puerta semi abierta —. No llores por mi Sole. No estoy enojado contigo.
Yo asiento y lo veo desaparecer al fin. No me muevo en un tiempo bastante largo hasta que logro salir de mi entumecimiento. El sonido de la regadera me recuerda que necesito ocuparme de algo pronto, no quiero que mi mente comience a girar y no sepa dónde estoy.
Pero no puedo cumplir lo que me ha pedido, por qué mi rostro se empapa en poco segundos. Y realmente no sé cómo llego a mi habitación, si mis ojos no dejan de llorar.
......
Al igual que la semana pasada los sábado tienden a ser mucho más relajados y eso me da chance de arrancarme al hospital un par de horas. Me llamaron en la mañana para una revisión de mi mano y la noticia de que mi madre sería despertada.
Eso me anima pero no lo suficiente como para llegar a sonreír. Estoy aterrada.
Una cosa es que la despierten y otra muy diferente es como vaya a despertar. He leído un poco en internet luego de esa llamada y lo que he encontrado no es para nada esperanzador.
Quizá ya no pueda volver a hablarme.
Quizá ya no me reconozca.
Quizá no pueda despertar.
No lo sé.
Dejo el teléfono a un lado y todos esos malos pensamientos con el concentrándome en algo que si puedo controlar. Mi trabajo.
Y lo que se suponía que era mi carga diaria de quehaceres los he terminado antes de las doce. Dejándome las horas que necesito para salir del restorán libres sin que nadie me necesite por ese tiempo. Al contarle a George lo que pasará con mi madre él no ha dudado ni un segundo en decirme que él se encargaría de todo.
— ¿No quieres que te acompañe? — la voz de André ya no me asusta como lo hizo hace muy poco, es más. Siempre lo estoy esperando entrar a mi oficina a robarme un beso o alguna caricia que termina demasiado intensa y debo ser yo la que le recuerde que este no es el mejor lugar. Aún sin estar deacuerdo conmigo misma.
— Volveré pronto. Prácticamente voy a que me saquen la férula y dar mi consentimiento para que a mi madre la despierten. No tardaré mucho — y lo digo en serio, no puedo ausentarme demasiado, aquí aun me quedan cosas que hacer.
— Si cambias de opinión y quieres que vaya por ti. Llámame, yo llegaré en cinco.
André me rodea por la cintura y pega su rostro a la altura de mi cuello, apoyando su mentón en mi hombro. Está muy encorbado y desde lejos debe ser bastante graciosa su postura. Sus manos me acarician suavemente desde la parte baja de mi espalda hasta que ya se decide por un abrazo apretado.
Podría darle la tarde libre y dejar que me acompañara. Pero realmente no quiero hacerlo, si ya hablan de que el está aquí solo por qué tiene una relación conmigo y no por lo excelente cocinero que es, esto fomentaría esos comentarios malintencionados.
Dice que no le importa, pero yo sé que en el fondo debe sentirse incómodo.
— Déjame en el taxi.
— A nada — dice con resignación sabiendo que mi decisión está tomada — . Vamos.
Y estira su mano para que la tome. Yo lo miro un segundo para entender que es lo que quiere. Pero al ver que dudo me vuelve a tender la mano, hasta que es el mismo quien la toma. Me conduce por toda la cocina sin importar que todo el personal puede vernos.
Yo camino todo lo erguida que me permites mis tacones, que si bien no son los más altos que tengo si me dan unos diez centímetros que ayudan a mi corazón a no salirse de mi pecho.
Los ojos de todos caen en nosotros y en nuestra unión, pero la única que se ve realmente feliz es Karina quien forma un corazón con las manos haciendo que mi boca esboce una sonrisa también.
— Ahora ya es oficial.
— Eres de lo pero André — y se lo digo sintiendo que mi rostro no puede estar más rojo —. Las chicas que atienden las mesas se veían bastante tristes.
— Bueno, puedo decir lo mismo de la mayoría de los cocineros.
Y antes de levantar una mano para pedir un taxi, André me atrae hacia su cuerpo. Al ser tan pequeña mi espalda se inclina por mi peso y estoy a merced de sus labios sobre los míos. En un comienzo no voy al ritmo que él impone, pero al sentir su sabor ya no me puedo negar. Lo besó cómo si no lo fuera a ver en mucho años.
Aún no entiendo cómo puede robarme tanto de mi con tan poco. Que al separarme un poco ya siento que mi cuerpo se comienza a enfriar.
Y al dejarme sola en los asientos traseros del taxi ya no tengo donde huir de mi misma. Tendré que convivir conmigo todo el trayecto y no me siento capaz.
Mi mente va de un lado al otro y de vuelta. Hoy Benjamin se irá definitivamente, ni siquiera me ha preguntado si volveré con él.
Ya a asumido que mi vida será está de ahora en adelante, una que podría no ser tan segura sin mi madre. Pero una que yo he escogido, una que en este preciso momento siento que me pertenece.
Yo podría haber luchado un poco más, lo sé. Pero al fin y al cabo el resultado habría sido el mismo, mi alma no pertenece a Viña. No pertenece a Benja. Mi alma siempre estuvo conectada a esta vida. Una que puedo recuperar.
Y si algo he aprendido en estas dos semanas, es que si no vez la vida en colores es por qué no es la tuya, vivir en escalas grises debería ser un indicativo de que no perteneces a esa realidad.
......
Al entrar a la clínica el aire acondicionado me recibe erizando todo el bello de mis brazos. Es una sensación agradable si no me dieran ganas de estornudar un par de veces antes de llegar a la recepción.
La muchacha que fácilmente podría más joven que yo me pide mis datos y me hace pasar en seguida por la misma puerta que salí la primera vez que estuve aquí.
La puerta de la habitación de mi madre tiene una pequeña ventana rectangular por la cual puedo ver hacia dentro aún sin entrar. Y aunque no he vuelto a hablar con el más que para pedir las fotografías, él si lo ha hecho. Y me ha escrito preguntando cómo me encuentro y yo solo he ignorado sus mensajes.
Su aspecto no podría decir que es impecable como habría esperado en cualquier otra ocasión, pero es obvio que no se iba a separar de mi madre en ningún momento. Al menos se ha cambiado la ropa, no lleva la misma de la última vez.
— ¿Usted es la hija de la señora? — suelto un grito para nada propio de mi cuando la que creo debe ser una enfermera me ha sorprendido viendo la escena tras la puerta.
— Sí.
— La estábamos esperando. Pasemos.
Y al abrirse la puerta los ojos del único hombre en la habitación están sobre mi con una expresión que no logro decifrar.
— Estos documentos debería firmarlos el esposo de la señora, pero no hemos podido comunicarnos con él. Así que usted era la segunda opción.
Los dichosos papeles llegan a mis manos y tras intentar leerlos decido entregarlos al experto.
Cristian sonríe al recibir los documentos, pero antes de comenzar a leerlos busca sus gafas que tenía sobre la mesita de noche de mi madre.
Ella aún está con la cámara de oxígeno y las vías donde pasan los medicamentos, también la máquina que cuenta sus latidos. Pero lejos de llevar un par de días aquí, su aspecto es de alguien que parece solo estar durmiendo. Incluso me atrevo a decir que Cristian a peinado su cabello.
Se ve perfecta.
— Bueno Sol, aquí dice que la despertarán, pero que será tu responsabilidad si ella padece cualquier efecto secundario — me da el resumen extra corto de las cinco hojas que me ha entregado la mujer —. Aquí hacen un recuento de todo lo que podría salir mal y déjeme decirle doctora que son bastantes cosas que podrían salir mal.
— Pero también dice que es muy baja la probabilidad de que eso ocurra.
El abogado mira a la que ahora sé es la doctora de mi madre, ella aprovecha de tomar revisar los aparatos de mi madre ignorandolo.
— Pensé que yo solo tendría que firmar para autorizar que la despertarán, no que me haría responsable si a ella le pasaba algo.
— Así son los contratos pequeña. Pero sea lo que sea que decidas, ella estará deacuerdo. Siempre confío en tú criterio, y yo también.
Sopesó la responsabilidad que cae en mis manos un momento y en un asentimiento sin palabras le pido los papeles al que hasta hace poco era solo el mejor amigo de mi madre.
Y firmo.
Está hecho.
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