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Capitulo 44

Realmente no se que hora puede ser, solo se que no me he tomado mi medicación para el dolor de mi dedo y muñeca, porque me duele hasta mas arriba del hombro. Y es esa misma incomodidad la que me hace mirar que hay a mi alrededor. 

La estancia donde tienen a mi mama es bastante amplia y para ser un hospital es todo lo que se puede esperar de una habitación de hotel. Siempre que evite pensar en el insistente repiqueteo de la maquina que registra sus latidos.

Mi brazo bueno es invadido por miles de piquetes al estar en una mala posicion por tanto tiempo, pero debo aguantar para poder enderezarme. Mi madre sigue en la misma posición, gracias a dios con mi arrebato no he movido ninguno de los aparatos que tenía conectados.

Le doy un beso en su frente y me terminó de bajar de la amplia camilla.

No alcanzo a sentarme a su lado cuando la puerta es abierta por una enfermera, ella me mira y me reconoce aún sabiendo que no nos hemos presentado.

— Es mi madre — aclaro antes de que ella pueda hablar.

— El señor que está afuera me dijo que estaba aquí. Siempre es un agrado ver qué se preocupen por alguien enfermo.

Yo asiento sin poder acotar nada, solo la observó como revisa todo y lo atona en lo que creo es la bitácora clínica. Yo me hago a un lado y busco mi bolso. Agradesco que aún no se haya apagado. Pero mi alegría solo dura un instante.

Mi buzón está lleno. Hay mínimo unos cien mensajes y otras cien llamadas perdidas. Deslizó la pantalla aún sabiendo quien a colapsado mi teléfono.

André.

Y al leer los mensajes puedo comprobar cómo va de la preocupación a la irá y de la irá a la preocupación otra vez. Al parecer aún no sabe donde me encuentro y eso alivia un poco mi aún delicado estado anímico.

— Su padre a preguntado si puede pasará a ver a su madre. Le digo que pase...

— El no es mi padre — mi voz sale sin permiso y por la forma en que me ve la enfermera entiende que es mejor dejarlo así.

— Bueno, ese señor estuvo toda la noche con su madre. Y el resto del día de hoy. Debe apreciarla mucho.

— Sí...

Bloqueo mi teléfono y le indico que no hay problema con que lo deje pasar. Solo por qué pretendo irme lo antes posible. No quiero compartir el. Sería demasiado incomodo.

Al verlo entrar mi corazón se encoge, al notar lo evidente. Él no se ha movido del hospital, en todo el tiempo que yo estuve aquí dentro. Tiene el cabello tan negro como el mío revuelto y sus ojos que no se parecen a los que yo tengo se ven muy cansados.

Me sonríe antes de llegar a mi madre como si pidiera ni aprobación. Y no habría podido decirle que se fuera. No cuando sus ojos se entristecen de esa manera al mirar a mi madre.

— Yo me quedaré con ella Soledad. Si no te molesta ¿Está bien? — casi súplica.

Yo niego sin decir nada y prefiero mirar en otra dirección. Su dolor me lastima.

— ¿Dime como puedes hacerlo? — y ya no puedo evitar preguntar lo que más me carcome en estos momentos.

¿Cómo pudo estar para ella aún sabiendo que ella le pertenecía a alguien más?

— En un comienzo no me importo lo que ella hubiera hecho, yo solo quería estar para ella y para ti. Así que solo tome lo que podía tener con ustedes y nunca pedí nada más. No podía perderlas otra vez.

Sus palabras quedan en el aire un momento y luego caen sobre mi envolviendome en un abrazo asfixiante. El usa su tono casual como si está verdad fuera una que el está gustoso por contarme. 

— Dijiste que te habías ido sin saber que mi mamá estaba embarazada. ¿Por qué te fuiste?

Ahora yo ya no me resisto en mirarlo directo a los ojos, quiero saber. Es algo que el me debe.

— Bueno para empezar con tu madre habíamos terminado. Y yo tenía una gran oportunidad de estudiar una magistratura en derecho civil fuera del país. Fueron seis meses. Bueno la verdad yo solo huí de una situacion que se estaba tornando complicada, era bastante cobarde en ese tiempo.

El suelta una carcajada suave que solo dura un aliento y su rostro vuelve a su estado melancólico.

—Tu madre siempre ha tenido el mismo temperamento. Yo simplemente me asusté y me fui. Cuando volví ella ya te tenía. Y a Rafael también.

Cristian se ha sentado al lado contrario de la camilla y lo primero que hace es despejar el rostro de mi madre se su propio cabello. Y la besa en el mismo lugar que antes lo hiciera yo.

— Bueno, tu ya sabes cómo fue todo después de eso. Yo quería estar cerca y ella me dejó hacerlo. No volví a huir nunca más.  Y hasta el día de hoy he tenido que trabajar en mi para no hacerlo.

Mis ojos se abnegan y no me había dado cuenta como las ganas de llorar se abrían paso en mi pecho hasta que la primera cae.

— Yo no sé cómo hacerlo Cristian. No sé dejar de huir — mi voz suena rota pero no demasiado como para que no pueda continuar —. Quizá si mi madre no estuviera aquí yo habría vuelto a dejar todo y me habría ido a Viña otra vez.

No lo veo cuando llega a mi lado, pero en un segundo me toma de la mano buena y me susurra que todo estará bien. Que mi madre estará bien, que mi hermano también lo estará y que todo se resolverá.

— ¿Puedo darte un consejo?

Busco sus ojos y estos están vidriosos. Su semblante triste solo hace que quiera volver a llorar. Pero de todas maneras asiento. Necesito aferrarme a algo y mejor si ese alguien quiere dejarme hacerlo.

— Piensa en ellos, piensa en cada una de las personas que ocupan tu corazón y resiste. Si ese alguien es tan importante para ti como para que dudes si tú vida podría ser la misma sin ella. Entonces debes luchar por los que quieres.

Personas importantes para mi. Personas que quiero en mi vida. Personas por las que mi vida tiene el sentido que tiene. Estén o no estén conmigo. Mi mente se llena del rostro de todos ellos y solo hay algo que puedo hacer. Y no es estar sentada aquí con los ojos llenos de lágrimas.

— Gracias Cristian.

— No me agradescas Sol. Y no era mentira cuando te dije que te he extraño bastante desde la última vez que te fuiste. Fue mucho tiempo.

— No quiero volver a hacerlo.


Al entrar a Flores lo hago por la puerta principal, todo el personal que me ve me saluda como si no lo hubiera hecho en la mañana. Hay muchos rostros sonrientes en el trayecto a la gran cocina. Y eso me da un poco más de confianza en mis misma y en lo que soy capaz de hacer.  A pesar de que mi brazo dañado debe quitarme toda la sofisticacion que se supone me daría mi outfit.

Pero no alcanzo a llegar a las puertas cuando estás se abren en mi dirección. André no viene mirando hacia mi y son esos escasos segundos dónde lo escucho gritar algo hacia la dirección en la que viene que puedo ver lo molesto que esta.

Yo retrocedo antes de que choque conmigo de frente y al apoyar mi mano buena en su pecho es que el mira hacia mi. En un comienzo estruja mi brazo al sentir mi toque. Me duele lo suficiente como para que me queje y me suelta de inmediato.

Poco a poco su semblante molesto pasa a uno muy preocupado y sus ojos me estudian un segundo que parece eterno sin que ninguno diga nada.

— ¿Estás bien?— me pregunta con la voz contenida.

— Si.

— Soledad yo pensé que tu... — cierra los un momento como si no pudiera continuar con lo que iba a decir —. Yo pensé que te habías ido.

— André.

Se calla abruptamente pero no más que la forma en que abraza, me envuelve sin mucho cuidado de mi mano herida y es cuando me escucha quejar otra vez que me suelta un poco. Pero no demasiado, solo lo suficiente para no hacer presión en mi brazo.

— Soledad yo te llamé muchas veces y no supe que pensar.

— Lo sé, lo sé — y no he querido contestar ninguna sin verlo primero, no fue mucho tiempo pero mi piel lo extraña y eso sumado a su embriagador aroma me recuerdan que este es mi lugar —. Fui una tonta, me deje amedrentar y salí huyendo. Perdón.

— No, no te disculpes. Yo tendría que hacerlo...

— ¿La viste?

— Sí — su voz se escucha cansada y me imagino por qué.

—¿Dónde está ahora?

— En tu oficina.

Las puertas a espalda de André se vuelven a abrir y no necesito ver a George para reconocerlo por su acento francés.

— Señora Sol.

Me despegó poco a poco de André para ver al cocinero y para mí sorpresa no se ve molesto, parece aliviado.

— Fui a ver a mi madre George, ya estoy aquí.

Su sonrisa se acaba cuando menciono a mi madre.

Le resumo en pocas palabras que ella se encuentra estable y que prontamente ya la sacarán del estado en el que está, pero la preocupación no se aleja de el. Y de mi tampoco.

Para mí no ha pasado desapercibido que André no llevará su uniforme y eso es solo un indicativo de que iba a ir a buscarme. Que suerte que llegue antes que eso.

Me abro paso a la cocina aún sabiendo que ambos me siguen y no me detengo en nada más hasta que estoy frente a la puerta de mi oficina.

André lleva busca mi mano delicadamente y me detiene antes de que pueda entrar ahí.

— La última vez ella logo arrebatarte de mi lado Soledad.

Sus palabras llegan casi en un susurro pegado a la parte trasera de mi cuello, el vello de todo mi cuerpo se eriza con su cercanía y me tardo un pestañeo en llegar a sus labios. Es un beso suave y delicado.

— Ya vuelvo. Esto es algo que debo hacer.

El asiente y se aleja de mi un poco, pero no va a ningún lugar. Quiere estar presente.

Al abrir la puerta de mi oficina lo hago sin tocar. Y las miradas de todos en el lugar se sienten pesadas sobre mi. El lugar lo han convertido en un centro de operaciones temporal, hay varias computadoras y equipo de filmación por todo el lugar.

María esta apoyada en el hombro de Benjamin mientras le apunta algo en la pantalla. Ellos están ubicados en mi escritorio y sería gracioso pensar que solo por eso quiero quemar todo este lugar. Pero realmente en estos momento no lo estoy pensando de una manera irónica.

Me aclaro la garganta solo para que ellos me presten atención y lo consigo. Ella no se aleja ni un centímetro de Benja y el parece muy cómodo con su cercanía.

— Soledad. ¿Que haces aquí?, pensé que nos veríamos en casa — Benjamin es el primero en hablar y todo lo que sale de su boca por alguna razón me molesta.

— Cambie de parecer. Tengo cosas que resolver aquí aun.

Todos los presentes entienden que ya es momento de desalojar y sin que yo diga más comienzan a guardar sus cosas. La muchacha que viene con ellos me parece conocida de algún lugar, pero no me detengo lo suficiente en ella como para saberlo en este momento.

María en cambio tiene toda mi atención y ella lo sabe.

— No pensé que tuvieras el sentido del deber tan arraigado Soledad. ¿Puede que me haya equivocado contigo?

— Si y aquí frente a todos María, tu no trabajarás en este proyecto. Y no quiero que vuelvas a pisar este lugar.

— Tu no puedes hacer eso.

Mis ojos van directos a Benjamin está vez y el decide que son más interesantes sus cutículas en estos momentos.

— Si puedo y mientras antes de vayas mejor.

— Entonces todo el equipo también se irá — declara categórica.

— Es decisión de ustedes, mi decisión es irrevocable.

María busca apoyo en Benja pero este le dice algo que no alcanzo a escuchar y por poco dejo escapar un gruñido.

Al final ambos se ponen de pie y ella en vez de recoger sus cosas decide venir a enfrentarme. Yo debo utilizar todo mi autocontrol para no alejarme y dibujar mi sonrisa ensayada.

— Está me las pagarás Soledad. ¡Eso te lo juro! — y antes de que me pueda correr me empuja sobre mi hombro malo y sale de mi oficina —. ¡Y eso es para ti también!

No necesito mirar a mis espaldas para saber a quien le ha dicho eso.


Hola a todos los que han llegado hasta este punto, han pasado tantas cosas y me he atrasado con todo.

Espero me perdonen.

Y no te olvides que tu estrellita es muy importante para mí.

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