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Capitulo 40

Me preguntó si es normal que tu propio corazón te deje sorda.

No es primera vez que esto me pasa y hasta ahora no había meditado lo peligroso que debe ser que tu propio organismo emplee este tipo de mecanismo de autodefensa para no perderse a si mismo.

Obligó a mi cuerpo a salir del letargo que yo misma me he impuesto y no medito ni un segundo más en lo que haré a continuación.

Los dos hombres que antes discutían ahora se han quedado mudos frente a mi. Y por la expresion de ambos ninguno esperaba que yo me hubiera adelantado al entrar en la habitación de mi madre.

Mi corazón no deja de galopar desenfrenado en mi pecho y por más que muerda mi propio labio no hay forma aparente de hacer que mi rostro se muestre apasible. Por qué no tengo ni un solo bello en mi cuerpo en esa sintonía. Todo en mi está totalmente crispado.

— Soledad — Cristian es el primero en hablar y tanto su tono como su rostro demuestran preocupación genuina.

Rafael en cambio evita mirarme. Pero mis ojos van directo a su labio que yo misma heri.

—¿Es cierto? —  no habría podido preguntar otra cosa aunque hubiera querido.

—Si — cristian intenta acercase a mi, pero yo soy más rápida y evitó que pueda tocarme.

— ¿Por qué? — y ya no le pregunto solo a él. Rafael ahora sí me mira y niega en silencio. Su ceño no podría estar más fruncido y conociendolo está es una situacion que por lejos el no esperaba que sucediera.

— No creo que sea el momento para hablar de esto...

—Soledad. Tu mamá era muy joven — mi padrastro es interrumpido por nuestro abogado —. Ella no me dijo que estaba embarazada. Yo no supe hasta mucho después, nos habíamos distanciado y... soledad tu mamá te ama.

Me ama.

Mi pecho arde como el mismo infierno y cuando intento tragar mi garganta está cerrada. No quiero que se me acerque. Ni el ni nadie. ¿Por qué me mintieron?

— Me mintió.

—Lo hicimos para que fueras feliz. Ella lo hizo por ti — Rafael me responde en un tono que pretende poner fin a toda esta conversación pero realmente lo escucho demasiado lejos. Tanto que pareciera estar al otro lado del pasillo y no frente a mi.

Pero aún así le respondo.

— Claro. Y según tu yo lo fui. Fui feliz sabiendo que el hombre que me adoptó no me quería y que el que me engendro me abandono — no me detengo a pensar en nada de lo que estoy diciendo. Por qué todo es cierto. Nunca me he sentido parte de nada. Y no creeré nada de esto —. No me usen de escusa. Mi madre me tendrá que dar una explicación. Es la única que quiero.

Y la única que necesito, no hay nadie más con quién quisiera hablar sobre esto.

Me giro un momento para ver a mi madre que inconciente y me doy cuenta que las lágrimas caen por todo mi rostro hasta mi cuello.

— Soledad por favor — Cristian lo intenta nuevamente y me vuelvo a alejar. No lo quiero cerca, a ninguno de ellos.

Me abro paso entre ellos y vuelvo a entrar a la sala donde antes me atendían. Me disculpó con la enfermera que me estudia sin comprender que es lo que sucede.

—¿Tienes mucho dolor?

— Mucho — y las lágrimas vuelven a caer.

Ella me entrega una caja de pañuelos y trabaja en silencio. En pocos minutos ya estoy lista.

—¿Puedo pedirte un favor? — la detengo antes de que me invite a desalojar la sala.

—Claro, dime — responde incomoda.

— Podrías decirme si hay dos hombres en el pasillo.

Ella se debate un momento para entender si hablo en serio. Cuando al fin se decide que es así, asoma su rostro por el pasillo y niega.

—Solo hay un hombre esperando en la sillas.

— Gracias.

Aprieto mi brazo recién curado sobre mi pecho y salgo al pasillo. Cristian se levanta de inmediato para llegar a mi, pero niego y le hago un gesto con mi otra mano para que entienda que no volveré a hablar con el. No sin antes hablar con mi madre. No importa el tiempo que deba esperar.

Prácticamente corro para evitar que me alcance. Empujó la puerta a la sala de espera y André llega a mi encuentro. Me envuelve en un abrazo delicado. Ha tenido la precaución de no hacer demasiada presión en mi mano herida.

—Tardaste mucho — levanta mi mentón y ya no tengo dónde mirar que no sean sus hermosos ojos que al igual que siempre me dejan desnuda y expuesta.

— Sí.

— ¿Lloraste?

Evitó mirarlo a los ojos a toda costa, pero ya me ha visto y no es muy dificil darse cuenta que algo más me ha sucedido.

— ¿Te dijeron algo sobre tu mamá?

—No, no pregunte su diagnóstico.

— Estará sedada durante la noche, ya que deben hacer estudios para ver si el tratamiento es el que está ocasionando su inestabilidad o es el mismo cáncer.

Pegó mi rostro a su pecho y dejo que me envuelva, mis ojos se vuelven a inundar y ya no sé realmente el motivo de mi llanto, es por mi madre o es por mi. André me arrulla sin soltarme en ningún momento y cuando ya creo poder hablar nuevamente lo busco pero el no me deja decir nada.

Sus labios caen sobre los míos y con una de sus manos acuna mi rostro humedecido. Su calor es reconfortante y junto a su aliento cálido siento que este es mi lugar. Uno que podría pertenecerme de verdad.

— Déjame llevarte a casa — sus voz sale a centímetros de mis labios y solo asiento para que me vuelva a besar y me haga olvidar las últimas horas. Es lo único que necesito en estos momentos.

Mi departamento nos recibe en la oscuridad absoluta, André a tenido que abrir ya que yo estoy imposibilitada por el cabastrillo.

Al encender la luz queda en evidencia el equipaje de Benjamin que aún está sobre mi sillón y muchas otras cosas que están sobre la mesa que tambien le pertenecen.

André no menciona nada pero no necesita hacerlo cuando su rostro demuestra todo lo que no dice.

— ¿Quieres beber algo? — le pregunto intentando desviar su atención, pero el continúa con su semblante muy serio.

— Sí — responde al fin y estoy a punto de preguntar que quiere, pero no alcanzo a hacerlo ya que este gira en mi dirección y me comienza a estudiar como si fuera la primera vez que me ve.

—¿Que pasa? — pregunto insegura.

— ¿Quieres que te lo diga?

Asiento en silencio y no logro evitar morder mi propio labio

— He querido toda la noche estar entre tus piernas.

— Estoy herida — le muestro mi cabastrillo sin convicción alguna.

— Puedo ser cuidadoso — desde aquí lo veo relamer sus labios y terminar mordiendo un costado de ellos, haciendo que mi pulso se dispare a mil por hora en estos momentos —. Lo prometo.

La camisa negra que lleva puesta se tensa a la altura de los hombros a medida que deja mis cosas sobre el sillón. Hoy realmente llamo la atención de prácticamente cualquier mujer con la que nos topamos. André en traje formal es definitivamente la definición de sensualidad. Con decir que estuve a punto de tener sexo con él en un balcón donde cualquiera podría vernos.

Retrocedo en dirección a la cocina, pero no soy lo suficientemente rápida ya que André me toma desde la cintura y me levanta del suelo, lo rodeo con mis piernas haciendo que mi vestido se suba casi por completo. Dejo que apoye mi espalda en la pared. No entiendo que es lo que sucede, solo siento sus labios sobre los míos y su lengua que me reclama ansiosa.

No es un beso delicado el que él me da, André  me devora sin piedad haciendo que mi piel arda en todas partes.

—No me dejes caer — mi voz se escucha muy agitada.

— Jamás — su respuesta llega a solo centímetros de mis labios y su aliento cálido solo hace que quiera que me vuelva a besar.

Rodeo su cuello como puedo y dejo que André me lleve a mi habitación, la oscuridad nos envuelve nuevamente y soy depositada suavemente en mi cama.

— No — lo detengo cuando pretende prender la luz de la lámpara.

— Quiero verte.

— Puedes abrir un poco las cortinas — no veo su expresión, pero si lo siento alejarse hasta hacerme caso. La luz de la luna se cuela en la habitación y no dejo de pensar que habría sido mejor prender la lámpara. Habría tenido más oportunidad de esconderme.

André quita delicadamente mis sandalias una por una y va depositando suaves besos a medida que sube por mis piernas.

— Me gustan, son muy suaves — lo dice mientras besa mi pantorrilla derecha. Eleva mis piernas hasta quedar entre ellas dejándome a merced de lo que quiera hacerme en este momento —. Cómo todo tu cuerpo.

Toma los bordes de mi vestido y me ayuda a sentarme para sacarlo por mi cabeza. Llevo mi brazo bueno a mi pecho, ya que no he usado brasier está vez. André me detiene y me coloca suavemente sobre la cama otra vez. Ahora lo único que evita que este completamente desnuda es mi pequeña ropa interior que ya descubrí le ha gustado.

— Hoy me tomaré mi tiempo Soledad ¿Está bien? — su voz se escucha demasiado ronca y debo inclinarme un poco para ver qué es lo que hace. Sus hermosos ojos me miran desde la altura de mi ombligo y agradezco la oscuridad para que no vea mi rostro. Debo estar más que ruborizada.

— Está bien — me escucho tan agitada como me siento y no puedo mantener la misma posición debo volver a apoyar la espalda en la cama.

André se levanta y quita su camisa dejando su torso desnudo. Yo lo invito a venir junto a mi. El me sonríe y no tarda llegar a mis labios, estos ya lo necesitaban y no creo que algún día tenga suficiente de el. Lo quiero todo. Llevo mi mano buena a su cuello y enredo mis dedos en sus rizos. Son muy suaves. Pero no me detengo ahí, bajo por sus brazos delineando cada musculo de ellos. Sus brazos son una verdadera obra de arte.

Sus manos tampoco se quedan quitas y rápidamente aprisionan mis pechos desnudos. Deja mi boca al tiempo que llega sobre ellos y los besa con delicadeza, y poco a poco ya es mas evidente su necesidad de tocarme, llevando sus dedos sobre la delicada tela que aun nos separa.

— Soledad — tira de la prenda hasta que la retira por completo y no veo donde la arroja, solo me alegro de que no la guardara en su bolsillo otra vez. 

Y antes de que pueda protestar nada llega hasta mi punto mas sensible, me besa en esa zona y una corriente sube desde ahí hasta mi interior que solo anhela mas contacto y lo recibe de inmediato. Sus dedos se deslizan en mi interior sin aviso y mi espalda de arquea dándole la oportunidad de llegar mas adentro. André levanta mi cadera y se apodera de cada parte de mi. Su lengua no me deja pensar en nada coherente y solo se que si continua no podre dejar de decir incoherencias como las que ahora le estoy diciendo. Sus embestidas son totalmente calculadas ya que con muy poco hace que la habitación se llene de luces y no soy capaz de decir una palabra que no sea su nombre.

— Te dije que me tomaría mi tiempo — no lo he visto cuando ha subido hasta mi boca, pero su labios reclaman los míos haciendo que sienta mi propio sabor en el.

—Andre... — su nombre escapa de mi una vez mas y es la señal que el necesita para quitar lo que le queda de ropa. 

Con la luz de la luna puedo ver el panorama completo y mi boca se seca con solo verlo desnudo. No hay ni un solo centímetro de su cuerpo que no me guste y solo quiero poder tocarlo otra vez. Y lo podría hacer si mi cuerpo no se hubiera convertido en cenizas hace tan poco por su culpa.  Se acerca lo suficiente como para que sienta su erección a punto de entrar en mi, pero André no se detiene ahí. Levanta mis piernas y me deja totalmente expuesta a lo que sea que quiera hacer conmigo.

— Lo quieres Soledad.

— Si — y antes que pueda razonar otra cosa se adentra en mi haciendo que un gemido ronco salga de mi pecho. El se detiene verificando que todo esta bien y yo lo ínsito a continuar. 

No necesita mas que eso para entrar por completo. Su embestida es profunda y no logro callar el grito que ahora sale de mi. No se detiene en ningún momento y como si eso fuera poco se las ingenia para darle atención a mi punto sensible haciendo mas intenso todo lo que aquí esta ocurriendo. Llevo mi mano desocupada a mi boca y me muerdo para no volver a gritar. André en vez de detenerse acelera y yo no quiero que se detenga, si tuviera que pedírselo lo haría y seria que no se guardara nada. Lo quiero todo y como sea que me lo quiera dar.

— Mas... — se lo pido al fin y cierro los ojos. 

— Mírame — jadea agitado —. Mírame Soledad.

Y así lo hago, solo que no esperaba que verlo desde este ángulo y con la luz de la luna sobre su perlado torso pudieran hacer que llegara al clímax mas intenso que he tenido quizás nunca en mi vida. Mi cuerpo se sacude un poco y André termina de embestirme una ultima vez antes de que mi nombre salga desde sus labios en una voz demasiado sensual que encantada oiría mil veces mas.

Su agarre en mis piernas se siente aun cuando ya me ha soltado y estoy mas que segura mañana tendré marcas en ese lugar. Su cuerpo esta brillante por una fina capa de sudor que lejos de molestarme me encanta. He sido yo la que ha provocado que el este en este estado y todo lo que ha pasado aquí nos pertenece.

— ¿Te he hecho daño? — me pregunta preocupado de mi brazo lastimado, que si no lo menciona, no me habría acordado que esta inmovilizado.

— Me hiciste olvidar que lo tenia lastimado.

— ¿Solo eso te he hecho olvidar? — sus ojos están sobre mis labios que siento arder al quererlo sobre ellos una vez mas.

— Tu me haces olvidar hasta mi nombre André. 

— Bien, por que tu haces lo mismo conmigo Soledad.

Y antes de que pueda contestar algo mas, se acerca a mi y se adueña de mis labios otra vez. Y no hay nada mas que quiera en este momento que no sea eso. 

El es mi lugar en el mundo. 

Uno que si me pertenece y que no dejare esta vez.

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