Capitulo 4
—¡No puedes apostar eso!
—Claro que sí.
—¡No! No puedes.
—Solo apuesto cuando estoy seguro — me dice con esa mirada que podría derretir la antártica si se lo propusiera.
Me esfuerzo por tragar el sabor amargo que nada tiene que ver con la cerveza.
—Perderás tu dinero — declaró quitando mis ojos de los suyos.
Las burbujas de mi vaso tendrán que ser más interesantes que el guapo sujeto a mi lado, porque me niego volver a mirarlo si va a tirar cosas como esas después de volver a verlo hace tan poco luego de años de intentar reconstruir lo que el mismo rompió.
André se acerca un poco más y choca su rodilla con la mía intentando que así le de mi atención.
—Estoy seguro de que jamás me dejaste de amar.
—¡Ay cállate quieres! No puedes estar seguro de eso André.
Siento su mirada aún sin voltear y este no la corre ni aún cuando el resto de las personas que nos rodean ponen caras de que esto es algo muy extraño, además de incómodo.
—Entonces explícame por qué tu cuerpo me dice otra cosa.
Mi piel arde al borde de la incandescencia y él no hace otra cosa que hacerme sentir más sofocada aún con cada cosa que sale de su boca.
Aquí al parecer tampoco tienen bueno el aire acondicionado.
—Dejame en paz.
—Sabes que tengo razón.
Abro la boca pero las palabras no salen y solo logro bufar ya son animos de esforzarme por decir algo más.
Está conversación no se llevará a cabo aquí. Claro que no.
El resto del equipo habla animadamente sobre cosas en la que no estoy incluída, pero me sirven de distracción de un ahora mal humorado André.
Karina le pregunta algo pero este solo niega con la cabeza, la simpática cocinera me hace una mueca indicándome que es mejor dejarlo solo.
André termina su cerveza cuando a mi aún me queda la mitad y pide otra igual.
Mientras espera junta sus manos sobre la mesa, dejando que pueda ver con mayor detención el tatuaje que tiene con el diseño de mi ojo izquierdo.
—¿Por qué te tatuaste eso?
André pestañea un par de veces sin levantar el rostro, en cambio levanta su mano para mirar el dibujo como si fuera la primera vez que lo hace.
—Siempre me gusto la forma en la que solías mirar y como estaba en plan de hacerme mejoras decidí que quería tener algo que me recordara a ti sin tener que ver todo tu rostro.
—Y ¿no podía ser en un lugar que se notará menos?
—No.
—¿No?
—¿Por qué haría eso? Además así lo veo a diario y esa era la idea.
—¿A ella no le molesta?
—¿Como?...
—¡Canten lovesong de the cure! —La voz de Karina sobrepasa el sonido de la música en vivo y de paso interrumpe lo que sea que André también.
Ella debe llevar varias cervezas más que nosotros y se levanta de su puesto bailando sin importar que el resto solo la mira.
André enarca sus cejas pero yo me libro de él siguiéndole el juego a la cocinera de cabello morado. Me pongo de pie junto a ella y el resto del equipo me sigue.
Solo André se queda en su lugar y no sé molesta en mirar en nuestra dirección en ningún momento.
En el escenario del bar se está presentando un grupo que hace Coves de bandas conocidas, al parecer los chicos ya se saben el repertorio y cantan a todo pulmón la canción que pidió Karina.
—A ti te gustaba "The cure" — le digo cuando la canción ya ha terminado y mis zapatos me recuerdan que no son los adecuados para dar saltos, ni siquiera unos pequeñitos al son de alguna canción.
Él se queda inmobil antes mi repentino acercamiento.
Pero hasta que no me encuentro con sus hermosos ojos es hasta que entiendo que la distancia que había conseguido fue arruinada por mi misma.
Él se levanta al igual que los demás pero su imponente presencia opaca todo ser vivo que este cerca de él. Me regala su sonrisa derrite glaciares y debo entender que su mal humor de ha ido juntos con mi valentía de hablar del pasado.
—Si, me gustaba. Pero más cuando tú bailabas sus canciones para mí ¿Recuerdas?
Lo recuerdo.
Fueron muchas las veces que pude dejar la vergüenza fuera de mí al ser André quien me pedía que hiciera algo.
Él siempre pudo sacar esa faceta que ni yo misma conocía.
Intento volver a tener mi espacio personal, pero serán mis tacones que resbalan o los nervios que se niegan a abandonarme lo que hacen que pierda el equilibrio y sin ser lo suficientemente rápida para afirmarme de la mano que me entrega André caigo de trasero al suelo pegajoso del pub.
Y como si los astros se hubieran alineado para que esté sea un momento memorablemente horrible, alguien a quien no alcanzo a ver, trastabilla conmigo derramando su trago sobre mi.
El intenso olor a licor me indica que lo que sea que me ha caído encima no se irá con solo dejar secar mi ropa y el dolor en mi trasero no es tan grande como la vergüenza que siento al ver que todos me están viendo empapada.
Nadie reacciona a excepción de Karina que se levanta y coge las servilletas para venir en mi dirección.
—¡¿Eres idiota o que?! — le grita André al desdichado sujeto con quién choque. Pero antes de André lo quiera alcanzar yo lo detengo.
—¡André no!
—¡Pero mira como te dejo!
El sujeto se disculpa mínimo una cien diez veces antes de entender que es mejor alejarse y no volver a toparse con el intimidante sujeto que si fuera el que yo conocí tiempo atrás no habría sido capaz de escucharme.
—Andre estoy bien.
Mis tacones se resbalan otra vez y debo agarrarme con fuerza de sus brazos para no volver a caer. Su cuerpo se siente firme bajo la ropa y al su calor abrumadoramente familiar.
Mi corazón solo se mantiene dentro de mi debido a que mis costillas no le permiten salir. Por qué no estoy ni por lejos preparada para tener una pelea de bar en mi primer día en Santiago.
—Ya me puedes soltar — lo alejo de mi cuando ya veo que mis pies no me traicionaran y mi espacio personal se siente desolador.
Él me mira como si no comprendiera que es realmente lo que ha hecho mal. Pero lo que realmente me hace querer tenerlo alejado es precisamente eso.
Desde que salimos del restorán se ha comportado como alguien que ha estado siempre conmigo. Y eso no es así.
Yo me fui por su culpa. Deje a mi madre, mi familia por él. Por qué me era imposible la idea de estar a su alcance cuando todo se desató.
Su mirada de niño perdido no me gusta, pero no puedo hacer nada para remediarla.
Necesito salir de aquí y no tengo nada con que cubrirme. Me abrazo a mi misma y busco mi bolso, no intento despedirme del resto aunque hay algunos que me buscan en la distancia para hacerlo. El joven Javier se ve muy apenado por la manera en que terminó mi noche.
Ignoro por completo a André cuando me pide que me detenga. No lo quiero cerca y en este preciso instante me siento muy tentada a llamar a alguien que no quiere a hablar conmigo.
Lamento no haberlo llamado en todo el día e intentar solucionar las cosas. Lamento haber venido y no conversarlo con él. Lamento hacer lo que siempre hago con él. Alejarlo a ver si de una vez por todas despierta y se da cuenta que no soy la mujer para él.
Intento enfocarme en eso mientras paso por entre las personas que están de pie en el pub, me cuesta un poco llegar a la entrada. Hasta que lo consigo.
El frío alcanza a golpear mi pecho mojado por unos segundos antes de sentirme envuelta en un calor familiar.
Cierro los ojos por un segundo hasta que al abrirlos veo sus tatuajes. El confort de sus brazos solo dura ese parpadeo en que lo reconozco, ya que lo que fue cálido ahora me quema.
Y las ganas de romper a llorar me embargan.
—¡André suéltame!— mi voz suena mucho más lastimera de lo que pensé, pero no dejo que me siga envolviendo.
Más no me permite ir más lejos.
—¡Soledad espera!
—¡Te dije que me dejaras en paz!
—¡Solo dame un minuto! solo un minuto ¿Si? —su voz que al comienzo es casi un grito va disminuyendo su intensidad hasta casi convertirse en un susurro —. Déjame llevarte a casa.
—¡Olvídalo!
—¡¿Por qué no?! ¡Es de noche maldita sea!
—¡¿Y?! ¡Yo puedo cuidarme sola! llevo mucho tiempo haciéndolo — Me suelto de su agarre sin cuidado de perder el equilibrio y el frío me pega sin misericordia sobre mi ropa húmeda.
—¡Tu lo quisiste así!
El aire se escapa de mi cuerpo y solo queda el vacío. El mismo que me ha acompañado por tanto tiempo.
¡A la mierda con esto!
No puedo continuar aquí. Necesito volver.
Me obligó a caminar, pero me duele el pecho al intentar tragar aire.
—¡Oye! Oye espera, si te he ofendido, bueno sé que lo he hecho... podrías esperar ¡Maldita sea yo debería ser quien no quiere estar cerca de ti!
No lo miro y sigo intentando caminar, mis tacones como nunca me hacen la vida difícil y quiero llorar aun más por eso.
—¡¿Ahora quieres estar cerca de mi?! ¿Estás seguro?
—Tú me abandonaste Soledad.
No puedo continuar, tengo los ojos anegados y no logro ver nada, aun así lo miro a los ojos.
—Sabes perfectamente que eso era lo correcto.
Intenta llegar a mi pero no se lo permito y giro en dirección a mi casa y en un acto digno del circo contorsionista me quito un tacón y luego el otro.
—Vivíamos juntos y además no me explicaste nada. ¡Solo huiste! —sus palabras son escupidas en mi dirección sin importar quien pueda estar viendo.
—Yo no hui.
—¡No, claro que no! Entonces por qué desperté solo en la madrugada y no fuiste capaz de decirme que hice para que me dejaras.
La ira se abre paso en mi pecho desplazando todo sentimiento de añoranza hacia el que alguna vez creí era el amor de mi vida. Y es esa misma rabia la que me hace acercarme hasta tener que levantar demasiado la cabeza.
—¡Tú! ¡Tu no tienes derecho a pedirme nada! Y no te creo ni por un segundo que no sabes que fue lo que pasó. Eres demasiado inteligente como para creerte algo así.
El dedo con el que lo apunto toca su pecho, pero no pongo presión. Solo quiero que entienda que yo no soy la Soledad que el conoció.
No me volverá a hacer daño.
Ahora si baja la mirada y sus hombros caen como pocas veces ví.
No me quedo ni un minuto más ya que las personas del bar han salido a ver que es lo que pasa y más de alguno de los chicos del restorán también.
Mi corazon pesa una tonelada en mi pecho y me dificulta respirar pero no tengo alternativa, debo llegar al edificio lo antes posible. Por suerte este queda muy cerca.
Necesito llegar antes de derrumbarme.
Él no tenía ningún derecho a exigir nada. Ambos sabemos que él fue quien arruino nuestra relación y espero que jamás me enterará.
Pero es más fácil pillar a un mentiroso que a un ladrón.
Cuando me enteré muchas cosas se rompieron en mi y una de ellas fue mi confianza. Aún creo que no confío en nadie como lo hice con él, ni siquiera en alguien tan bueno como Benjamín.
Lo extraño. Lo extraño mas que nunca y ni siquiera se cómo le explicaré todo esto.
El conserje del edificio me mira de pie a cabeza y es obvio que mi apariencia no le agrada en lo más mínimo.
—Si tiene que decir algo dígalo —lo espeto mientras me registro una vez más, ya que soy nueva en el edificio debo hacerlo con cada vez que llegue hasta que al menos recuerden mi cara.
—No es nada contra de usted, pero este es un edificio de personas respetables — se incomoda a si mismo—. Familias, ¿me entiende?
—La verdad es que no —le digo cuando ya he puedo el punto en mi firma.
—Esperamos que el ambiente en el edificio siga igual, no quisiera poner en sobre aviso a la comunidad vecinal.
—No he hecho nada que pueda afectar a la comunidad.
—Bueno es solo un comentario. No se enoje.
—No lo hago.
Le entrego el documento ya firmado y vuelvo a mirar la entrada del edificio sin saber bien por qué.
No puedo creer lo que veo. André acaba de estacionar su motocicleta en la entrada.
—Joven ha llegado tarde...
El conserje no se dirige a mi y yo aprovecho la oportunidad de correr al ascensor. Siendo estos los minutos más largos que he experimentado hasta que se cierran las puertas.
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