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Capitulo 39

Todo a mi alrededor comienza a girar en distintas direcciones, alguien grita que llamen a una ambulancia y no logro darme cuenta que he sido yo la que no deja de gritar hasta que André me levanta con fuerza del lado de mi madre.

El dolor en mi brazo me hace volver a gritar.

Me deshago del agarre para volver a caer al piso. Ella no reacciona y solo quiero estar a su lado hasta que la ambulancia llegue.

No veo a nadie más por todo el tiempo en el que estoy acariciando su frente en el piso. Si ella estuviera conciente estaría muy molesta de verme con un vestido corto en el suelo. Pero realmente lo preferiría, preferiría su enojo a esto.

Una mujer se acercó y comprobó sus signos vitales, pero eso no tranquiliza ni un poco mi pecho que se niega a dejar entrar más aire que el que me mantiene conciente.

- ¡Abran paso! - unos desconocidos gritan para tomar a mi mamá que yace inconciente.

- Ven, Soledad.

— No...

— Soledad nosotros iremos en auto.

Dejo que quien sea que me ayuda a ponerme de pie lo haga y realmente no logro identificar ningún rostro a mi alrededor. Todo gira y mi respiración no me deja escuchar nada.

Unas manos van a mi rostro y me obligan a centrarme sobre un par de ojos muy verdes demasiado serios.

- Soledad ella estará bien.

- ¿Como puedes saberlo?

Su expresión no me da ninguna seguridad pero lo sigo de todos modos. Las mismas personas que antes dificultaron mi paso ahora se abren para no chocar conmigo. Hay mucha conmoción en el ambiente y yo solo quiero que desaparezcan de mi vista.

Pero dentro del tumulto mis ojos la reconocen. Sus ojos azules siempre fueron muy singulares y ahora no ocultan el pánico al verme junto a André. Él va concentrado en sacarme de aquí y de seguro no la ha visto.

María asistió a la exposición y ha sido lo bastante inteligente para mantenerse apartada de nosotros todo el tiempo.

Al subirnos al taxi André me acuna para que pueda quedar justo sobre su pecho. Y quisiera sentirme mejor al tenerlo conmigo, pero no puedo. Mi corazón late desbocado y no hay otra cosa en mi cabeza que no sea la imagen de mi madre inconciente en el suelo.

- Esto es mi culpa André, se suponía que yo la ayudaría - musito recuperando mi espacio personal. Los sollozos se agolpan en mi pecho y siento que no me abandonarán jamás.

— ¡Pero si lo haces Soledad! Nada de esto es tu culpa — su voz llega muy cerca y compruebo que está igual de inclinado que yo.

Acaricia suavemente mi espalda hasta que ya siento que puedo volver a sentarme bien. Él me rodea por los hombros y dejo que mi cabeza descanse sobre su brazo. Y desde esta posición no hay otra cosa en mi campo visual que no sea su masculino rostro. Tiene la quijada tensa.

Sigo el camino de su mirada y ambos llegamos a mi mano herida. Tengo los nudillos morados y es obvio que no la podría abrir sin que se me salieran un par de lágrimas en el proceso.

— Recuerdame nunca hacerte enojar.

—Me he hecho más daño yo que a él.

—Lo heriste Soledad. Creeme.

— Pero el ganó.

—¿Por que dices eso? — me pregunta llevando su mano a mi rostro y me obliga a mirarlo. Su sonrisa es tan cálida como su tacto.

— Por qué les dijo todo lo que no quería que dijera — declaró con dolor.

— Por mi parte no me afecta soledad. Yo te conozco y aunque en su momento creí que era cierto, sé que no eres así como él dijo — no me cuesta recordar cuando me revelará que María le había dicho que yo huí por qué el no tenía dinero y me pregunto si sería adecuado decirle que la ví antes de abandonar la exposición —. Tú no eres así Soledad. Y sé que Benjamin tampoco lo cree.

La sola mención de él hace que busque mi teléfono para preguntarle cómo está. Pero con una mano es bastante difícil hacerlo. André se da por enterado y me ayuda a sacar el aparato de mi bolso.

— ¿Como lo tienes registrado en tus contactos?

—Benja con un corazón — mis mejillas se enciende y ya no puedo mirarlo nuevamente.

¿Por qué tengo que pasar por estás cosas?

Por el rabillo del ojo veo como André escribe muy rápido un mensaje, me acerco sin mirarlo a la cara y puedo ver lo que ahí dice.

— ¡André no le dirás eso!

— ¡Claro que sí! tu confiaras en él, pero yo no.

Y antes de que pueda detenerlo lo envía.

El mensaje decía básicamente, que si dormía con su hermana sería hombre muerto. Y que de paso yo preguntaba dónde se encontraba y si estaba bien.

Su respuesta es casi inmediata y puedo imaginar la cara de fastidio de Benjamin al escribirlo.

Benja ❤️: ¡¿Que haces con el teléfono de Sole?! Y para que lo sepas yo no necesito tu permiso para hacer nada. Angelina te manda saludos.

Mi risa escapa fuera de todo pronóstico. André en cambio hace sonar la carcasa de mi teléfono al apretarlo. Es realmente divertido de ver.

— ¡Lo romperas si lo sigues apretando así! — le gritó intentando que me lo de —. Si no puedo escribir le mandaré un audio.

— ¡El tiene la culpa! — lo quita de mi alcance y me doy por vencida. No tengo energía para eso.

— Solo pregúntale si se quedará en tu casa con Angelina o si se irá a mi departamento.

Y una vez más André se concentra en hablar con Benjamin y mi teléfono casi es partido a la mitad cuando esté último se decide a contestar.

—¿Que ha dicho?

— Que se quedará con Angelina ¡¿Puedes creerlo?!

Sonrío ante la expresión del moreno y por un periodo muy corto sentí que ya no me costaba tanto respirar. André en en cambio parece que está sufriendo de un ataque interno. Más no dice nada más y solo bloquea mi teléfono para guardarlo en su pantalón. Me acerca a su cuerpo y como si yo no pesará nada me coloca sobre sus piernas eliminando todo el espacio sobrante entre nosotros.

Escondo mi rostro en su cuello dejo que su aroma me tranquilice, y junto con el vibrar del motor mis ojos comienzan a pesar mucho.

— Descansa amor — y no creo haber escuchado bien. Pero tampoco le podría preguntar. Moriría de la vergüenza diez veces antes de hacerlo.

No tardamos mucho más en llegar a la clínica. No he visto por la ventana en ningún momento así que no soy muy consciente dónde nos encontramos geográficamente.

André paga y me ayuda a salir del auto. El frío se cuela haciendo que me sienta desnuda. Pero no me importa, yo solo quiero saber cómo esta ella.

Corro sin importar que estoy a varios centímetros de la tierra y que cualquier movimiento en falso podría hacer que me lesione un tobillo.

En el interior de la sala se encuentran mi hermano en una esquina y mi padrastro en la otra. Cómo si fueran desconocidos. Y antes que me dirija hacia Daniele alguien sujeta mi brazo. Busco a André y el está a mi otro lado. Su semblante pasa de totalmente serio a uno más suave. Y cuando ya me decido a ver de quién se trata mi corazón también se relaja un poco.

— Cristian.

— Aún no dejan entrar a nadie. Tu hermano está muy afectado. El me llamo cuando ya venía para acá.

— ¡Oh Cristian! — me suelto de mi unión con André y me dejó rodear por el hombre que más alegrías me brindo cuando yo era tan solo una niña —. Gracias por estar aquí.

— No tienes que agradecermelo. ¡No se te ocurra hacerlo!

A medida que lo suelto corro dónde mi hermano, él me recibe en un abrazo muy apretado. Me hombro se humedece de inmediato y compruebo que está llorando como un niño pequeño. Nos quedamos en la misma posición hasta que está vez soy yo la que no puede consigo misma. Y dejo que mis lágrimas salgan en un río que parece no tener fin.

— Acompáñame a fumar. No quiero ir sólo y al parecer aún no nos dejarán entrar — yo asiento a la petición de mi hermano y André decide que se quedará con el abogado que ya no oculta su inmensa preocupación.

Pero antes de que salgamos al exterior un enorme saco formal que antes tuviera puesto el guapo moreno cae sobre mi. Me acerca lo suficiente para darme un beso en la coronilla y me deja ir.

Daniele tiene un perfil muy bonito, sus cejas son rectas y rubias como el resto de su cabello. Cómo siempre he dicho es muy difícil encontrar nuestro parecido a simple vista. Mi cabello es muy oscuro y contrasta con mis ojos café claro. Ambos compartimos el mismo color de piel de mi madre. Somos muy pálidos. Pero más allá de eso, nada que nos identifique como hermanos.

Y es esa misma palidez de la que hablo junto a la luz de la luminaria hace su semblante se vea demacrado. Cómo si Daniele hubiera envejecido años solo en esta noche.

— Esto es mi culpa Soledad — lo dice junto a una nube muy espesa de humo de cigarrillo.

—Eso no es cierto. No te castigues hermano — se lo digo intentando que mis palabras alivien un poco el pesar que ahora reina en su rostro.

— ¡Como no hacerlo! si nunca he hecho lo que esperan de mi.

— No pueden obligarte a ser alguien que no eres Daniele. Eso es todo.

Ambos caímos en el llamado silencio de los fumadores. Lo hacemos en silencio y eso me da tiempo de pensar en las muchas cosas que grito Rafael. Él dijo que mi hermano había pagado todo con su dinero. Yo realmente no sé cómo lo ha hecho, pero para pagar todo eso sí debió ser invertida una fuerte suma de dinero para que todo se viera tan profesional.

— Quieres saber de dónde salió el dinero ¿Cierto? — me pregunta con una sonrisa que no llega a sus ojos.

—No, no es necesa...

— De Flores.

—¿Cómo?

— Mama ha pagado sin ver recibos mi universidad. Pero solo ha sido una parte, he trabajado haciendo encargos para muchas personas que están dispuestas a pagar mucho dinero por ver a sus seres plasmados en óleo.

— Entonces él tenía razones para estar enojado — declaró al fin, pero eso no hará que lo perdone. Vertió toda su irá y frustración sobre mi y no creo haber hecho lo suficiente para defenderme.

— Puede ser. Pero al menos ahora se irá con cuidado de tratarme mal cuando estés cerca — mi hermano me da un suave codazo que hace que ambos riamos. Pero por poco golpea mi mano herida haciendo que suelte un suave quejido. Su risa se evapora de inmediato —. Pediré que te revisen. Puedes tener algo roto y no necesito más preocupaciones en este preciso momento.

Al volver a entrar a la sala de espera están los mismos rostros que antes dejara aquí, pero hay una tercera que me sonríe tímidamente y espera a que llegue a su lado para entregarme un café.

— Había ido a comprar cuando llegaste. Y no quise interrumpir los cuando André me dijo que estaban afuera — no alcanzo a sentarme cuando ya me tiene rodeada por sus brazos. Ella tiene el maquillaje corrido y los ojos brillantes por el llanto reciente.

—Gracias Karina.

Lo que yo creía era una torcedura resultó ser una fractura en mi dedo pequeño de la mano y tendré que esperar a que me pongan el cabastrillo y la férula para inmobilizar mi mano.

La sala donde me encuentro está muy cerca de donde tienen a mi madre y solo espero a que me dejen sola para escabullirme y poder verla.

Hay mucho personal que va de allá para acá y nadie se detiene realmente en mi. Por suerte en las clínicas las habitaciones son individuales y no me cuesta mucho encontrar a mi mamá.

El olor a hospital inunda el lugar y solo hace que me sienta peor. Tiene la máscara de oxígeno puesta y un intenso repiqueteo de la máquina que ve sus pulsaciones hacen que esto paresca una escena de una película.

Mi cuerpo se niega a hacer cualquier movimiento y me duelen las articulaciones al intentar llegar a ella. El corazón me pesa una tonelada en el pecho y el aire se vuelve muy difícil de tragar.

Llevo mi mano buena al bulto que asumo son los pies de mi mamá, continuo siguiendo el contorno de su silueta hasta encontrar su mano con un aparato en el dedo medio. Acerco mi rostro al de ella y ya no puedo aguantar mis lágrimas dentro. Estás salen y no puedo hacer nada para que se detengan.

Me dejó caer a su lado y solo quiero despertar. Mi mamá no puede irse así. Ella siempre fue la más fuerte de nosotras, no hubo límites para su genialidad. Levanto un negocio de la nada, impartió clases en universidades prestigiosas. Dió decenas de entrevistas incluso en la televisión. Yo anhelaba ser un poco más como ella. Y siempre fue una cruz con la que tuve que lidiar. Tener la edad que ella tenía y no haber alcanzado nada ni remotamente parecido.

—No puedes dejarme mamá — y se lo digo en serio, no estoy preparada. Nunca lo estaré —. No puedes.

Llevo su mano llena de cables e instrumento médicos a mi cabeza y quiero creer que es ella quien me acaricia. La dejo ahí y no pretendo moverme hasta que ella despierte.

El silencio en los hospitales es algl que jamás me gustó y siempre agradecí no pasar mucho tiempo en uno. Pero es ese mismo silencio el que hace que voces familiares se escuchen en un lugar cercano. En un comienzo pretendo ignorarlos, pero ahora ya no es una conversación. Son gritos que vienen desde a fuera.

Dejo delicadamente la mano de mi mamá a su costado y me levanto para estar más cerca y poder entender que es lo que sucede.

— ¡Ella no lo aprobaría y tú no tienes nada que hacer aquí para empezar!— no creo equivocarme cuando identifico la voz de Rafael a través de la madera.

—¡Yo nunca quise que te hicieras cargo de ellas! ¡Yo no sabía que ella estaba embarazada! — ese es Cristian tampoco me cuesta reconocerlo.

— Pero lo hice y tú no tienes nada que exigir Cristian. ¡Nada!

— ¡Soledad tiene que saber!

— ¡¿Y para que?! Eso no cambiará que yo fui su padre. O crees que con decirle eso algo cambiará.

— ¡Claro que si! Y si Flor nunca me perdono quizá ella lo haga. Es lo último que me queda Rafael, entiende...

Mis latidos alcanzan un volumen que apaga todo a mi alrededor. Y solo puedo tapar mi propia boca para que no me escuchen. Me giro con la espalda pegada a la puerta y caigo al suelo.

Su conversación continua pero ya no soy capaz de escuchar nada. Solo me quedo con mi cabeza entre mis rodillas y me concentro en no dejar de respirar como si mi vida se me fuera en ello.

¿Esto era lo que no querías que supiera mamá? Cristian era mi padre y nunca fuiste capaz de decírmelo.

¿Por qué?

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