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Capitulo 18

La brisa en la costa nunca me ha gustado demasiado. Más cuando llevas el cabello tan largo como yo. Se ensucia muy rápido.

El viaje ha sido mas corto de lo que esperaba, o es que mi cabeza ha viajado de aquí para alla en todo el trayecto y me ha hecho perder la noción del tiempo.

Mi hogar está tal cuál lo deje hace una semana y me alegra demasiado sentirme en casa. Mis gatos han sido cuidados por mi vecina, nunca le podré agradecer lo suficiente por su preocupación. Al final ellos son mi verdadera familia.

Ellos y Benjamin.

Decido salir por un cafe ya que no tengo mi cafetera aquí. La he dejado en Santiago. Me debato si llevar mi telefono, al fin lo dejo sobre la mesita de centro. De todos modos no lo he prendido desde que salí de casa de Maria. Habia muchos mensajes ahí y no estaba, ni estoy de humor para ninguno de ellos.

Bajo con mi cafe late recién comprado a la playa. No queda tan cerca de mi departamento, pero necesitaba ver el mar.

Su movimiento constante, sin prisa y sobre todo muy ruidoso. Hace que el tiempo no pase y es justo lo que busco para estar conmigo misma. Aún con la noche sobre el mar se ve hermoso y salvaje. Las luces artificiales de la costanera contrastan con la oscuridad del agua haciendo que se vea aún más bello.

Sé que esto solo durara el fin de semana. Debo volver a Flores. No se bien como lo haré. No quiero estar en ese lugar. No quiero ver a André. Solo quiero quedarme aquí y tomar mi vida como la deje.

Le doy el último sorbo a mi cafe y dejo el envase a mi lado junto a mis sandalias. A esta hora no se ven demasiadas personas en la playa y eso me anima a quitar mi vestido por la cabeza. Había escogido mi favorito. Quería a toda costa sentirme como en casa.

El agua esta fría y con el primer contacto me duelen los huesos. Pero no me detengo, dejo que un millon de alfileres rodeen mi cuerpo haciendolo arder. Al menos el dolor me recuerda una y otra vez que realmente me encuentro aquí.

Las olas son muy grandes en esta zona. Pero lejos de asustarme, me gustan. A diferencia de Benjamin, a quien nunca le gusto acompañarme. Él siempre dijo que este no era un oleaje amigable. A mi en cambio me llama a sambullirme.

Hundo la cabeza y el dolor se termina de propagar. Y ya no hay nada que pueda hacerme daño. Solo floto y no quiero salir. Aunque la falta de aire me obliga y el frío del agua.

Entre la oscuridad y el ruido del mar me siento desorientada. Me he sentido asi desde hace mucho tiempo. Nada tiene que ver con el mar. Tengo la sensación de no saber donde voy y solo sigo las luces que otros encienden para mí.

Primero fue mi madre con su enfermedad, me menti con eso. Quise creer que lo hacia por ella. Pero no fue cierto. Yo solo queria escapar. Una vez más. Ahora estoy aqui lejos de todo y sigo sintiendo que no se lo que estoy haciendo.

Escucho mi nombre a lo lejos y quiero creer que es mi imaginación. No le he dicho a nadie que estaba aqui. Pero ahí está alguien a lo lejos llamando.

En un comienzo me digo que no puede ser y al segundo sé que es verdad.

Me abrazo a pesar de que el frio que he sentido no proviene del clima. Solo quiero hacerme pequeña y esconderme en la arena. Quiza si me quedo quieta la ilusión se vaya. Pero no es una ilusión.

Corro con mi pie herido hasta que llego a mi ropa. No alcanzo a ponerme nada cuando su silueta se materializa a mi lado. Debo tener un aspecto terrible.

— Debes parar de hacer esto — su voz se escucha entre cortada por la agitación. Benjamin a corrido de la costanera hasta donde me encontraba.

Lleva una camiseta blanca y unos jeans ajustados. Su ceño que al comienzo estaba fruncido poco a poco comienza a despejarse hasta que me regala una sonrisa. Lleva una barba de varios dias y realmente le sienta muy bien.

— ¿Que haces aqui? — no oculto mi sorpresa, se supone que el aún estaba de vacaciones. Muy lejos de aquí —. Te lo dijo Sonia.

El asiente en silencio y me abraza con mi ropa entre nosotros. Yo me alejo de inmediato y termino de vestirme. Él me ve espectante hasta que decido sentarme. Quiza pensó que yo correspondería su afecto. Pero no puedo.

Se sienta a mi lado e intenta rodearme por los hombros. Yo se lo permito y pego mi cabeza a la suya. Su calor familiar se mezcla con el perfume que yo misma le regale para navidad.

Es reconfortante.

— A penas supe vine corriendo, he corrido desde tu departamento. Temia no encontrarte — me acaria suavemente la espalda y yo dejo que mi rostro caiga en su pecho. Y los sollozos llegan sin aviso. El no me pregunta nada, como siempre lo ha hecho. Solo se queda ahí acariciandome en silencio.

— ¿Tan malo fue? — me pregunta mientras se pone en cuclillas para mirarme de frente. Levanta mi rostro y hace que lo mire directo a los ojos, son de un color marron muy lindo con pequeñas rayidas de color verde.

Yo solo asiento y seco mi rostro. El quita el cabello mojado que cae sobre mi frente y me regala una sonrisa tímida.

— No deberías estar aquí Benjamin.

— ¿Por que?

— Te mentí — ya no puedo mirarlo más, si lo hago no podré continuar.

— Lo sé — el inspira con fuerza y lo escucho botar el aire también.

— Hay alguien más — mis palabras cortan el viento y solo se olle mi cabello ser azotado por la brisa.

— ¿Por eso volviste? — su pregunta me hace querer responder de inmediato que no es así. Pero ya estoy cansada de seguir mintiendo.

Asiento.

— Pero estás aquí ¿No? No creo que haya sido lo que esperabas después de todo — sus palabras son certeras. No estaría aqui. Tiene razón.

Pero que esperaba. Yo sabía que encontraría en Santiago y solo que no de la manera que lo hice. Abri todas y cada una de las heridas que con tanto esfuerzo fui cerrando en estos años. En busca de respuestas las encontré. Solo que estas estaban teñidas de más mentiras.

El frío que ahora siento si tiene algo que ver con la brisa marina, me rodeo a mi misma. Benjamín tira de mi para que me acerque más al verme tiritar. Pero me resisto y vuelvo a tener mi espacio dejando que el frio sea quien me envuelva.

— Soledad sabes que puedes confiar en mí.

— Y tú... ¿Aún confias en mi? ¡Maldita sea Benjamin! Tu... tu mereces algo mejor. Ya no te retendre más.

Suelta una carcajada que me hace mirarlo. Esta dura solo un segundo y su semblante se vuelve serio por completo.

— ¿Y crees que me quedo por que tu estas haciendo algo para que asi sea? Desde que te conoci lo unico que has hecho es alejarme. Si me quedo es por que quiero. No me iré.

Las lagrimas nublan su imagen y escondo la cabeza entre mis piernas. No puedo si quiera decir que yo le corresponda. Como el dijo yo siempre he estado huyendo. Y no tengo intención de dejar de hacerlo. No sé como hacerlo.

— Estas temblando — y es cierto. Tengo la ropa interior mojada y el vestido se ha empapado también.

No quiero responder nada más, solo quiero ir a casa. Refugiarme en mis mantas y esperar el anhelado descanso. Estoy cansada de estar triste.

Me levanto y tomo el envase de café vacio. Lo siento seguirme por la arena, pero no intenta detenerme. Mi tobillo aun duele mucho y me cuesta caminar al enterrarme con cada paso.

— ¿Por que cojeas? — se acerca lo suficiente como para pasar un brazo bajo mis axilas y ayudarme a caminar.

— Me torci el pie antes venir para aca.

— Te dije que eso pasaria. Usas zapatos muy altos y se te olvida que los llevas puesto.

Ambos reimos por su comentario un segundo.

— Soy una tonta.

— Pero la tonta mas hermosa que he visto — busco su rostros para ver su expresión, pero él esta viendo mi pie, pero con tan poca luz, es poco probable que vea algo mas que arena sobre mi piel. Yo si lo puedo ver. Las luces artificiales dan justo sobre su rostro.

Benjamin es muy diferente a André. Su piel es muy palida y contrasta con su cabellera negra. La barba de varios dias solo hace que se acentuen aun mas sus facciones afiladas. Es un hombre muy bello y debo decir que eso fue lo que atrajo mi atención la primera vez que lo vi.

Se me suelta por un momento y avanza hasta quedar frente a mi. Me da su espalda. El no es como André. No es tan alto ni tan fornido. Pero tiene una figura atlética muy bonita.

. Me ordena subirme, obedesco y salimos de la playa. Voy con mi cabeza pegada a su hombro todo el camino. Me siento demasiado cansada en estos momentos. El mal dormir y los dias llenos de estres han hecho estragos conmigo.

Mi vecina Sonia nos saluda cuando ya hemos llegado a mi piso. Al parecer estaba esperando ver una escena romantica. Para cualquiera somos una pareja de enamorados llegando a su departamento. Pero la realidad esta muy lejos de esa imagen que proyectamos.

Al entrar en mi departamento me deposita sobre el sillon. Este a diferencia del que tengo en Santiago es acogedor. Lleno de cojines de colores y mantas con las que abrigadoras. Me envuelvo en una de ellas y dejo que mis gatos me acaricien. Su ronroneo es otra cosa que extrañaba estando en el frío departamento de Santiago.

— Prepararé café. Tu deberías cambiarte — no le digo que no tengo la cafetera. Se dará cuenta de todos modos.

Inspeccionó mi tobillo cuando lo veo desaparecer por la cocina y pongo mi pie sobre la mesita de centro. Junto a mi teléfono apagado.

Lo miro un momento hasta que decido que se quedará apagado un tiempo más.

No me molestó en cerrar la puerta de mi habitación mientras me cambio. Sé que Benjamin no entrara. El siempre ha respetado mi privacidad. A pesar de que ya me ha visto desnuda muchas veces. Es un caballero.

Me siento al borde de mi cama y miro el techo blanco. Es muy distinto al techo que ví hoy en la mañana al despertar y mis pensamientos me traicionan trayendo unos hermosos ojos verdes a mi memoria.

Ayer me quedé bastante tiempo viendolo cuando ya se había dormido. En ese instante quise que ese momento durará por siempre. Soy una estúpida por permitir que mis sentimientos hagan esto conmigo.

Sufrir por alguien que siempre me fallará y no sentir lo que debo por alguien que daría todo por mi.

A fin de cuentas yo soy tan culpable como ellos. Yo dejo que la marea me lleve y luego lloro por qué no me gusta el lugar donde llego.

— ¿Puedo pasar?

Cómo dije Benjamin es todo un caballero.

— Entra. ¿Ya te diste cuenta que la cafetera no está?

— Un poco tarde. Pero sí.

Me saca una sonrisa de inmediato y lo invito a estirarse junto a mi. Él lo hace y pasa su brazo sobre mi cabeza para tocar mi cabello. Enreda las hebras entre sus dedos y como si fuera Batista o Claudel casi ronroneo.

— ¿Podemos salir a comer si quieres?

— Creo que deberíamos hablar Benjamin.

— ¿Por qué quieres hacerlo? Yo no te lo estoy pidiendo — deja de acariciar mi cabello  y se levanta para tomar asiento al borde de la cama.

— ¿De qué hablas?

— No sé si quiera saber Soledad.

Me incorporo para poder verlo. Pero me da la espalda. No puedo decir que no lo entienda. Yo también hacía lo mismo con André. No quería saber que me había fallado. Por eso evitaba preguntarle dónde había estado o con quien.

Pero no quiero eso para Benjamin. Sigo pensando que se merece algo mejor.

— Eres mi mejor amigo Benja. Yo... yo no le he dicho esto a nadie y si no puedo contartelo a ti... no sé que más puedo hacer — mi voz se rompe al final.

Sé que lo perderé después de esto. Pero es el quién debe decidir. Esa opción ya no me pertenece.

— Está bien — ahora sí se gira hacia mi y no hay convencimiento en sus palabras. Lo hará solo por mi. Una vez más.

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