Capítulo 2
Un duro día de playa, así definiría mi primer día de vacaciones. Me puse roja como una gamba, me ardía el cuerpo y, para más recochineo, aquel gigoló se paseaba por mi mente en pelota picá. Pero ahí no terminaba, no, todavía me quedaba una cena con mis padres, donde según mi madre “iba a poner las cartas sobre la mesa” ¿Qué cartas? ¿Qué mesa? Era un enigma.
Suerte que pude escaparme para apuntarme al concurso de baile. Tenía ganas de comenzar las clases, aunque no tenía pensado bailar el último día, solo participaría en clases.
***
Era una noche calurosa y húmeda, me estorbaba hasta el fino vestido de tirantes. Una luna llena decoraba glamurosamente la velada. Una cena, mi padre, mi madre, mi hermana… Una carta entre mis manos a base de pescado y marisco, un vinito en medio de la mesa y a simple vista un momentazo para subir a Face, twitter, instagram… y ser la enviada de los envidiosos. Pero todo aquello cambiaría en tres, dos, uno…
- Vuestro padre y yo… - comenzó a decir mi madre. - Tenemos que comentaros unos pequeños cambios. - Paró para cerrar la carta y dar un pequeño sorbo al vino, agarró la servilleta, secó con delicadeza sus labios y la dejó sobre la mesa. -Hasta ahora, para vuestro aniversario, siempre habéis elegido vuestro regalo. En cambio, este año no será así.
Viendo como se iba torciendo el momento, decidí llenar mi copa de vino y la preparé bien cerca.
-Vuestro contrato, en la empresa familiar, queda anulado. Estáis despedidas.
¿QUÉ? ¿CÓMO?¿CUÁNDO?¿POR QUÉ?¿Eso es un regalo de aniversario? ¿Tengo que llorar de la emoción? ¿Abrazarle y darle las gracias?
-Mamá, si esto es una broma, no tiene ni chispa de gracia - dijo mi hermana Gim echándole una mirada de Jack el Destripador. Yo cogí la copa, la llevé a mis labios, y bebí como si no hubiese mañana.
- No, en realidad, es una tradición. Una herencia de mi bisabuelo. – vaya hombre… Hay familias que heredan una casa, un título, dinero… nosotros heredamos despidos improcedentes.
No sé si reír o llorar, decirle a mi madre que la quiero o besarle los pies por maja. Bebo un poquito más y vuelvo a llenar la copa, la próxima vez dejaré la copa en el centro de la mesa y beberé a morro de la botella.
-Siempre hemos querido que os valgáis por vosotras mismas. _ Mi padre, que juraría que dormía, se incorporó a la conversación.
-La idea es que os busquéis la vida durante un año, sin prescindir de la comodidad que os brindamos vuestra madre y yo. Después, si lo lográis, volveremos a contrataros. Nunca se sabe que puede ocurrir el día de mañana, puede que la empresa algún día decaiga, y quiero tener la tranquilidad de saber que mis hijas sabrán buscarse la vida.
- ¡Sí, claro! -espeté. -¿Y no sería mejor que nos abandonaras en alguna isla desierta del Caribe y nos vinieras a recoger dentro de un año? Quién sabe, el día de mañana puede haber un apocalipsis. Supervivencia pura… ¿Estáis bien de la azotea? -y al finalizar, me hinqué otro trago de vino. Mi hermana Gim me quitó la copa de las manos.
Yo no me gané mi puesto por ser la hija de Fulanito, sino que tuve que estudiar, sacarme un máster y hacer doscientas horas de prácticas, para entrar únicamente como becaria. Mis padres nunca nos dieron preferencia, entremos como un trabajador más. Y si faltabas al trabajo, te lo descontaban del sueldo.
- No digas tonterías Magge, ésta ha sido nuestra decisión y tenéis que respetarla -contribuyó mi madre.
Ya que mi hermana se llevó mi copa para que dejara de beber, agarré la suya y me la bebí enterita. Me levanté de la mesa.
- Buenas noches. - Me despedí.
-¿No vas a cenar? - preguntó mi padre.
- No, tengo que ahorrar. -Contesté con excesiva ironía. Aunque quien sabe… quizá me harán pagar el viajecito. Ya no me extrañaba de nada.
-Magge, te estás comportando como una niña consentida. – Me regañó mi madre.
-Tranquila mamá. El año que viene, si volvemos a repetir el viaje, probablemente estemos con un kit de supervivencia, enseñándote a pescar y a cazar con las manos.
***
Al día siguiente intenté evitar a mis padres todo el día, y aproveché uno de esos ratos de soledad para apuntarme al concurso de baile.
Me di un baño y me preparé para mi primer día de clases de merengue. Me puse unos shorts tejanos y una camisa blanca sin mangas atada sobre el vientre, por último me coloqué mis victorias y me recogí el pelo en un moño informal.
No era uno de mis mejores días, como tampoco fue mi mejor noche, y como nada pasa en vano, noté que debajo de mis ojos habían aparecido unas bolsas espantosas. Feísimamente fea, si la expresión existía, era así como me veía. Salí de mi cuarto intentando dejar toda la energía negativa dentro de ella. ¡Malditas vacaciones en familia! ¡Maldita herencia!
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