9. Dulce Tormento
Dain.
Después de la sesión de besos que nos dimos ayer Annie y yo mi humor a mejorado un 2% y eso tiende a ser muchísimo en mi estándar, aunque esta el asunto de Gabor y las personas para las que trabaja —distribuye sustancias —, no soy ningún idiota como para no saber que esas personas son peligrosas, es por eso, que he tratado de llevarme las cosas con calma.
También es estado bastante distraído creando algunos software y hardware para poner en el mercado, la gente paga un pastizal por tecnología de primera calidad y con un poco de suerte dejar de depender económicamente de mis padres.
Vuelvo a centrarme en el tema de Gabor y todo lo que he encontrado ahora son algunos tipos con algunos delitos por distribución, acoso, extorsión y exconvictos. Me he asegurado de rastrear hasta el secreto más oscuro de la vida de todos y cada uno de esos desechos humanos y exponerlos ante todos.
Sus cuentas bancarias —los que tenían—las he vaciando y el dinero lo he donado a fundaciones para la preservación de las tortugas, la esterilización de gatos y perros. La última cuenta fue destinada a una fundación que protege a mujeres que han sufrido violencia tanto física como psicológica.
Estaba dispuesto a dar con ese cabrón pero para eso necesitaría toda la información posible, la información es poder y ahora mismo me conformaba con ir quitando del camino a esos excrementos de seres humanos.
Se que hasta ahora ninguno de esos pobres diablos no eran nada comparado con las cabecillas de todo esto —porque estoy convencido de que esto es algo grande— sin embargo me he asegurado de que sea imposible rastrearme, soy muy bueno escondiendo mis huellas.
**
El teléfono suena a la distancia pero se que es mamá por lo que lo ignoro y decido darme una ducha o me volveré loco. El agua cae sobre mi cuerpo helada y me da en la espalda y la cabeza. Cierro los ojos un momento y solo puedo visualizarla a ella. Mi piel se siente caliente de solo pensarla pese al agua fría cayendo sobre mi cuerpo.
Estoy convencido que solo es deseo lo que siento por ella… Pero nunca he deseado a nadie con tanta fuerza como a ella y me odio por eso.
No se que me está pasando, se perfectamente que no me puedo permitir tontear con alguien que me atrae de esa manera —no con ella— pero esta condenada mujer ha acampado en mi cabeza y parece que no tiene intenciones de irse a ningún lado pronto.
De pronto viene a mi las imágenes de nuestro besuqueo: Annie ruborizada hasta los huesos, con sus bonitos ojos —azules o ¿grises? —dilatados, los labios hinchados por la intensidad de los besos.
Y, es que, demonios podría hacerme adicto a besarla. Es como si me encontrara en un desierto muerto de sed y ella fuera todo lo que necesito para sobrevivir.
Sacudo la cabeza en una negativa permaneciendo en el chorro de agua un poco más intentando que las sensaciones abrumadoras con lo referente a Annie se vayan.
Salgo del baño solo cuando siento que vuelvo hacer una persona —más o menos — normal, me pongo unos pantalones deportivos, una camisa básica mangas largas y tomo mis lentes.
Una vez que tomo mi teléfono me debato entre si será buena idea mandarle un mensaje a la chica que por todo el jodido infierno no puedo sacarme de la cabeza. Escribo y borro el mensaje tantas veces que me da vergüenza, estoy por guardar mi teléfono cuando suena en mi mano haciendo que mi corazón se salte un latido pero no puedo evitar sentir decepción al ver di quien se trata.
La irritación se abre paso en mi interior tan rápido que estoy tentado a lanzar el teléfono tan lejos de mi como sea posible.
No dejara de llamar hasta que contestes. Me dice mi subconsciente y aprieto la mandíbula por que se que tiene razón.
—Hola mamá —respondo, lacónico incluso un poco aburrido.
Una risa ronca me recibe y tengo que despegar el aparato de mi oreja solo para comprobar que quien llama es el Adam.
—No soy mamá —no me pierdo la risita que suelta.
—¿Qué quieres, Adam? —mascullo, sentándome frente a mi ordenador.
—No estamos de buen humor.
—Estoy ocupado, Adam. Y tu nunca llamas así que dime que quieres para que pueda ponerme hacer mis pendientes — cierro los ojos y suspiro porque no quise sonar así de grosero, pero no puedo evitarlo.
La verdad es que esta situación con Annie me a traído todo el tiempo con un humor de perro y no puedo evitarlo, no se exactamente que estaba pensando cuando fui a buscarla a la biblioteca ni mucho menos toda la cosas que le dije, no te estoy ofreciendo nada —porque no tengo nada que ofrecer —y, aun así no puedo evitar sentirme abrumado con todo esto.
El silencio que se escucha del otro lado de la línea me hace saber que en efecto fui demasiado brusco.
—Llamaba para invitarte a tomar algo —dice luego de un largo suspiro —. De hecho estoy cerca del campus…
Dejo de escucharlo, hace tanto tiempo que Adam y yo no somos cercanos y llegados a este punto poco me importa, lo acepte. El es mi hermano por el hecho de que compartimos sangre y nada más, estoy bien con eso, es por eso que no puedo evitar preguntar…
—¿Por qué? — lo interrumpo y me odio por sonar así de receloso pero no puedo evitarlo.
La realidad es que aunque nunca hemos llevado una relación de hermanos ni mucho menos, Adam siempre a tratado de alguna manera de estar presente en mi vida, incluso antes de que fuera a Berlín a la universidad el trataba de hacerse tiempo para hablar conmigo. Y sí, tengo parte de la culpa porque siempre ponía escusas para evitarlo pero mientras cerca lo tenía de mi Margot más se esforzaba en comparar y recalcar todo en lo que mi hermano mayor era mejor que yo.
Mientras más pudieran alardear de su perfecto hijo mucho mejor y es que para Oliver y Margot Campbell las apariencias lo son todo, ante todo el mundo son unos padres ejemplares que tienen una familia perfectas, nada más lejos de la realidad.
—Dain se que no somos cercanos, pero eres mi hermano —dice —. Y estoy cansado de fingir que no me gustaría tener una buena relación contigo. No te digo que seamos los mejores amigos, pero una salida de vez en cuando, una llama, un mensaje para saber que estas bien. ¡Eres mi hermano, carajo! No debería tener un motivo para querer tomar una cerveza contigo.
Aprieto la mandíbula por que pese a que lo sé, tengo cierto recelo en cuanto a tener una —extraña— relación de hermanos, se que si lo rechazo estaré cortando de tajo con cualquier posibilidad de ser cercanos. Pero es que me cuesta tanto confiar cuando toda la mi vida he escuchado más constantes comparaciones entre nosotros.
No voy a negar en que hubo algún tiempo en el que sentía cierta envidia por mi hermano mientras yo aprendía dos idiomas en clases extracurriculares Adam ya sabia hablar cuatro, incluso en los deportes no había una cosas que yo hiciera mejor que él y eso hizo que por un tiempo le tuviera envidia y resentimiento, porque yo nunca fue suficiente para mis padres.
—Esta bien—cedo, con un poco de recelo—. Te paso la ubicación por mensaje.
—Genial. Te veo en breve.
Adam no tardo más de treinta minutos en llegar a mi apartamento y justo ahora nos encontramos en mi habitación luego de decirle a mi hermano que ni me apetecía salir por ahí. Lo sé, soy un cobarde, no he querido salir más que para lo extremadamente necesario y es que no quiero encontrarme a Annie por ahí, cuando estoy cerca de ella dejo de ser yo y actuó por puro instinto.
Pese a que él insistió en ir a un lugar que queda cerca de aquí me negué, por lo que ahora estamos aquí con un par de cervezas en la manos.
—Tú cuarto es justo como lo imaginaba —observa alrededor —encaja a la perfección con tu personalidad “de muéranse todos, no se acerquen”.
Muy a mi pesar sonrió solo porque es una manera muy peculiar de decirlo. Bebo de mi cerveza al tiempo que tecleo en mi ordenador, se que tal vez este mal lo que voy hacer…
Es que esta mal lo que vas hacer. Dice mi subconsciente.
Se que debería estarle prestando atención a mi hermano y poner algo de mi parte también pero no tenemos tema de conversación, prácticamente somos dos extraños que comparte la misma sangre, en lugar de intentar restablecer la conexión con Adam estoy hackeando el ordenador de Annie.
Estoy solo a un clic de pasar la línea de lo moralmente correcto, mi dedo baila en la tecla y me debato entre si esto es de verdad lo que quiero.
—¿Cómo está Christine? — decido distraerme antes de tomar una decisión. Adam suspira pero sonríe y una sensación cálida se instala en mi pecho.
—La verdad es que las cosas no podrían ir mejor. Ella es una mujer maravillosa — no creo que lo note pero su mirada brilla cuando habla de ella —. Creo que soy afortunado de tenerla.
—Ella también es afortunada — la sorpresa en la cara de mi hermano es tanta que me avergüenzo de haberlo dicho en voz alta.
Me concentro en mi ordenador una vez más y decido que no va hacer sano ni justo para ninguno de los dos por lo que cierro el programa, pero aún así siento la mirada intensa de Adam.
—¿Cómo te sientes sobre lo de tu futura y pronta boda? —inquiere, haciendo que de inmediato mi cuerpo entre en tensión.
—No voy a casarme — suelto a la defensiva al tiempo que me giro en la silla giratoria para encararlo.
La mirada de compresión que mi hermano me da me hace saber que no importa cuanta resistencia ponga o que haga para impedirlo mis padres se saldrán con la suya de una u otra forma. Una punzada de irritación me atraviesa al no sentirme dueño de mis decisiones, me siento asqueado.
—Hay alguien más, ¿no es así?— pregunta y yo aprieto la mandíbula.
Técnicamente no hay nadie mas pero…
No la he buscado.
No desde ese día fuera de la biblioteca en la que… aprieto los ojos con fuerza. No he intentado abordarla, ni siquiera me la he topado por los pasillos y francamente eso se debe a que he hecho todo para que no coincidamos en ningún lugar. Ella me a mando un mensaje con posibles sitios a las que podríamos ir a cenar, no es respondido ningún. Eso me hace un carbón de mierda, pero no quiero arrastrarla a un lugar de que ni siquiera yo estoy seguro de poder salir.
Ni siquiera se lo que quiero, no se hacia donde voy, solo voy sin rumbo y lo único que tengo claro es el deseo latente que siento por ella.
Jamás había querido con tantas fuerzas ser alguien más, jamás había querido tanto ser otra persona, una que pudiera acercarse a ella y darle todo eso para lo que no soy bueno, todo eso que ella se merece.
Mi teléfono suena en la cama lo que me saca de mis cavilaciones pero no me levanto a ver quien mando mensaje
—¿No vas a contestar?— pregunta, Adam con genuino interés al segundo indicio de que han llegado dos mensajes.
—No. Veré después quien mando mensaje.
El enarca una ceja divertido.
—No me refiero al mensaje.
Suspiro.
—No. No Adam, no hay nadie más simplemente no quiero casarme ahora y no se si algún querré hacerlo—me encojo de hombros al tiempo que bebo de mi cerveza.
El me observa unos minutos más, debatiéndose entre insistir o dejarlo pasar. La verdad es que espero que lo deje pasar por que ese es un tema que no pienso tratar con él ni con nadie, ya que ni yo entiendo que carajos me pasa.
Me levanto bajo su atenta mirada a tomar mi teléfono. Trago duro. Cuando bajo la cortina de la pantalla de inicio y me doy cuenta de que es un mensaje de ella. De Annie.
Dulce Tormento.
Me siento ofendida de que me estés evitando. ¿Pasa algo? Tus cambios de humor me dan jaqueca.
Y justo debajo del texto se encuentra una foto de ella. Una jodida foto donde se ve hermosa. Esta sentada y tiene la cara recargada de la palma de su mano derecha, tiene los ojos cerrados y está haciendo un puchero. ¡Un condenado puchero!. Sus rulos caen sobre sus hombros de manera desordenada pero no se le ve mal por el contrario es una mezcla entre tierno y sexy.
No me doy cuenta cuanto tiempo llevo contemplando la foto hasta que la voz de Adam me hace volver al aquí y ahora.
—Es muy hermosa— dice y siento la necesidad de esconder el teléfono y regresar el tiempo para evitar que la vea.
No puedo evitar sentirme enfermo ante la posibilidad de que cualquiera que lleve mi sangre la conozca. Siento la necesidad de esconder todo lo referente a ella de mi familia, porque se que pese a que Adam es diferente junto a mamá Eleonor mis padres son personas irracionales y no quiero que se vea envuelta en mis mierdas.
—Ella no es nadie — Respondo con brusquedad al tiempo que guardo el teléfono.
Mi hermano esta por decir algo pero lo que sea que estuviera apunto de decir muere cuando la voz de mi compañero de piso llega a mis oídos.
—¿Quieres ir a cenar? —la voz de Daniel llega antes de el entre a la habitación y siento la necesidad de agradecerle por llegar justo en este momento—. No sabia que tenias invitados.
—El es mi hermano Adam — le informo cuando se detiene en el marco de la puerta.
—¿Tienes un hermano? —hace un gesto de sorpresa que hace me hace querer golpearlo.
—Es lo que he dicho. Adam el es Daniel mi compañero de cuarto.
—Debo decir que me siento ofendido de que ni siquiera te molestaras en decir que tienes un hermano. Uno genial por cierto —habla Adam cuando estrecha la mano de Daniel.
—Lo estoy haciendo ahora—respondo, aburrido.
—¿Les importa si me uno?, la verdad muero de hambre —dice, Adam a lo que Daniel me mira como esperando mi aprobación.
Ruedo los ojos.
—Andando.
Es todo lo que digo antes de tomar las llaves del apartamento y salir.
Estamos en un lugar no muy lejos de el campus —justo lo que quería evitar— comiendo una de las mejores hamburguesa del lugar palabras de Daniel no mías.
Y es que a esto me he reducido, no puedo evitar hacer una mueca de desagrado, antes a esta hora ya tendría una cita para follar un sábado por la noche. Lo era hace un año. Lo era hace unos meses, joder lo era hace un par de semanas. Pero justo ahora rehúyo de cualquier posible encuentro con mi tormento.
¿Por qué tuvo ella que parecer en mi vida? ¿Por qué?. Todo era mejor antes de que ella apareciera. Una vez más las imágenes de ella sonrojada y con la respiración dificultosa vuelven a mi y me maldigo por volverla a traer su imagen a mi mente, aunque sea una excelente imagen para recordar.
Es increíble la manera en que su sabor provocó un maremoto en mi interior, yo se que ella es peligro, es perdición —mi perdición —y quiero alejarme o tal vez acercarme no lo se. Porque ella me hace sentir cosas que jamás había sentido y estoy aterrado. Estoy cagado de puto miedo. Me aterra tanto caer por ella pero al mismo tiempo es como ella fuera la miel yo una abeja que va directo hacia ella.
—Me estas escuchando —mi ceño se frunce y miro a Daniel.
—Lo siento —sacudo la cabeza —.¿Qué decías?.
—Que están organizando un concurso de baile de la época de los 80’ 90’.
Asiento. En realidad me vale un sorbete lo de el concurso… entonces el prosigue.
—Sarah me inscribió como su pareja de baile —doy un trago a mi bebida y Adam muerde su hamburguesa atento a lo que Daniel dice —. Y me di cuenta de algo…
Silencio.
—Claramente Daniel no soy un jodido adivino—espeto, irritado porque sabe que me molesta que no termine de hablar.
La sonrisa comemierda que se dibuja en su rostro me hace rodar los ojos.
—Ella también se a inscrito—dice, como no queriendo la cosa.
No necesito que diga el nombre para saber que se trata de Annie. Pero ¿con quien?. Daniel ahora tiene toda mi atención y él lo sabe por lo que su sonrisa se vuelve peligrosa.
—¿Quién es ella? —pregunta, Adam marcando la última palabra con genuina curiosidad—. ¿La chica de los rizos?.
Aprieto la mandíbula solo porque Daniel logró la reacción que esta buscando de mi. Y me maldigo por a ver caído en su juego.
—Ella no es nadie —Respondo con hermetismo.
—¿Seguro? — pregunta Daniel divertido.
Adam se recarga en la silla dejando su hamburguesa olvidada y muy interesado en la conversación, observa de Daniel a mi con curiosidad.
—Por qué no habría de estarlo — me encojo de hombros restándole importancia.
—Entonces no te importara saber con quien se inscribió ¿cierto? — quiero ahorcarlo, de hecho estoy seguro que cuando lleguemos al apartamento lo haré.
Aprieto los puños por el hecho de que mi lado cavernícola no me permite ser racional y soy un puto egoísta que esta muriéndose de jodida curiosidad por saber quien es el idiota con el que ella va a concursar, pero también soy el maldito cobarde que no va hacer nada al respecto.
Eso es lo mejor.
Daniel es mi mejor amigo pero justo ahora tengo ganas de darle un puñetazo en la cara. Siento la sangre hervir por mi torrente sanguíneo.
—No me interesa. De igual modo estoy interesado en alguien más —digo eso último mirando a mi hermano para que entienda la indirecta pero todo lo que hace es enarca una ceja como diciendo “es enserio”.
Daniel casi se ahoga con la cerveza que se esta bebiendo y Adam tiene los ojos tan abiertos que me ve con incredulidad. Las palabras salieron tan rápido que me hacen sentir enojado y avergonzado en partes iguales. Me levanto de la mesa dejando la hamburguesa a la mitad.
He tenido suficiente convivencia social por hoy.
**
No se como me deje convencer por mi madre para tener una cita con Zia y no me malentiendan no es que me caiga mal o sea desagradable, pero ahora podría estar adelantado mi tesis o entrenado, o en su defecto pensando en mi tormento.
Pero no, justo ahora me encuentro sentado frente a Zia en un restaurante demasiado pretencioso al que mi mamá nos hizo reservación.
El silencio es incómodo y la verdad es que no se que decir, tampoco es como que me esfuerce mucho por crear alguna clase de conexión, para mi ella solo es algo impuesto por mis padres.
La observo con detenimiento donde ella parece bastante cómoda con la situación, es hermosa no lo voy a negar aunque se ve un poco cansada, su cabello castaño cae liso sobre su espalda y sus ojos marrones son tan expresivos y tiene un brillo que la hace ver más hermosa aun. Lo único que no encaja en su rostro son las ojeras tan pronunciadas que pese al maquillaje no dejan de estar muy marcadas.
—Lamento hacerte pasar por esto —dice, después de lo que parece una eternidad y me toma por absoluta sorpresa—. Se que esto es extraño y aterrador, pero no te preocupes yo no voy a vivir mucho tiempo —sonríe y no es una sonrisa falta, es una genuina —. No me veas de esa manera —pide —. No quiero tu lastima.
—No te tengo lastima —lo digo porque es cierto y ella parece genuinamente sorprendida.
El mesero vuelve con nuestros pedidos para poco después retirarse. Zia toma un cubierto y se lleva una cuchara de crema de alcachofas a la boca, no me pierdo el momento en el que cierra los ojos y hace un gesto de deleite.
Por el jodido infierno no puedo dejar de pensar en la manera en la que Annie gime cada que come algo que le gusta y sus ridículos bailes. Suspiro.
—¿Y esa sonrisa? Es la primera que te veo embozar desde que nos conocimos —hace una pausa para pensar —hace mes y medio.
La verdad es que hemos tenido pocos encuentros —todos organizados por mi madre o la suya— y esta es la primera vez que hablamos tanto.
—Se que debe de parecerte intrusiva la manera en la que se están dando las cosas, pero créeme no soy tan desagradable— bebe de su limonada —. Me detectaron cáncer desde muy pequeña, de alguna manera mis recuerdos de la niñez siempre tiene que ver con hospitales, radiaciones y quimioterapias. La realidad es que mis padres me han llevado con los mejores especialistas. Incluso durante unos años pensé que lo había logrado luego de años de sufrir lo erradicaron de mi cuerpo y toque la campana. No tenía pelo, ni cejas como ahora —espero no verme muy sorprendió pero creo que fracaso porque ella ríe — la verdad es que el maquillaje hace algo por mi y esta peluca es lo más cerca a mi cabellera real. El punto es que el cáncer volvió dos años después de haber ganado la batalla y esta vez más agresivo que antes mis padres son optimistas sobre que saldré de esto pero yo estoy cansada. Cansada de los hospitales y todo lo que engloban.
»Y se que lo que te voy a decir tal vez suene loco y descabellado, pero era la única manera lo juro. La única opción que tenía de evitar eso y ser dueña de mi vida o lo que resta de esta —trago duro—. Yo necesito casarme contigo. Necesito tener un esposo para no tener a mis padres vigilando las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Me quiero sentir libre y no una prisionera.
Parpadeo continuamente, antes de sacudir la cabeza en negación, si yo me siento asfixiando por la relación —si así se le puede llamar— que tengo con mis padres no puedo ni imaginar lo que debe de ser para ella.
—No creo que yo sea la persona que buscas —lo digo porque eso me han dicho hasta el cansancio, pero ella sonríe como si comprendiera —. No creo si quiera que yo pueda ser capaz…
—¿De ser mi esposo? ¿de poder lidiar con alguien con cáncer? —habla antes de dar otro bocado a su comida y me siento como un imbécil porque eso no es lo que quise decir—no digo nada porque no sé qué decir, todo esto sumado a lo que a estado pasando últimamente en mi vida me esta volviendo loco —. ¡Ah! Ya se lo que pasa, hay un ella ¿no?. Estas enamorado.
—Yo no estoy enamorado y no hay ningún ella.
No estoy enamorado ¿cierto?. No puedo estar enamorado. ¿Me gusta? ¡claro que me gusta! Pero de eso a que este enamorado hay un abismo muy grande. De pronto el terror, el pánico y el miedo se arraigan en mi sistema.
Contesto demasiado rápido y a la defensiva, Zia solo sonríe y su sonrisa es tan bonita y dulce que me pregunto porque la vida es tan dura con ella.
—Por mi no hay ningún problema, es más si quieres puedo hablar con ella y contarle…
—No es necesario por la simple y sencilla razón de que no hay nadie—la interrumpo.
—Como quieras —se encoje de hombros.
El restó de la comida es más agradable y hablamos de cosas banales tengo que admitir que es bastante divertida que el tiempo se pasa volando sin darnos cuenta.
—Sabes siempre he tenido ganas de patinar, mis padres nunca me lo permitieron porque era demasiado enfermiza como para hacer cosas tan sencillas y cotidianas como eso —habla mientras caminamos por la acera al salir del restaurante.
Una punzada de empatía me atraviesa, meto las manos a los bolsillos de mis vaqueros, me muerdo el interior de la mejilla antes de decir —: ¿Quiere ir a patinar?, cerca de aquí ahí un parque con un área especial para bicicletas, patines y patinetas.
Ella parpadea varias veces antes que sus ojos se iluminen —aún más — y me regale una sonrisa cálida.
—¿Harías eso por mi? — pregunta pero ya me está preguntando hacia donde tenemos que ir.
Luego de veinte minutos llegamos al parque y después de rentar dos pares de patines enseñó a Zia a usarlos.
—Primero un pie y luego el otro —le indico mientras la sostengo de las manos.
Ella lo hace y me temo que las mejillas se le acalambren de tanto sonreír e inevitablemente yo también sonrió. Después de una hora ella lo intenta hacer sola y yo estoy cerca y alerta en todo momento para ayudarla en caso de cualquier cosa.
—Esto es increíble, Dain —habla avanzando a un ritmo algo rápido —. Me encanta la sensación del viento pegando en mi piel, me hace sentir viva.
—No ha sido nada, Zia.
Avanzo a su lado y descubro que no me siento cómodo, pero no puedo dejar de imaginarme a lado de Annie haciendo justo esto, un suspiro sale de mis labios al tiempo que mi corazón empieza a latir con fuerza y esas sensaciones arrolladoras que me embargan cuando pienso en ella no se hacen esperar.
El sonido de el teléfono en el bolsillo de mis vaqueros me hace detenerme para darme cuenta que es un mensaje de Daniel.
Perra putona.
Se ve caliente que ¿ah que sí?.
Adjunto viene una foto de Annie con un short de licra que le llega a la mitad de los muslos marcando perfectamente sus culo, una camisa que le va grande y le queda solo un poco por arriba de el borde del short. Su cabello va agarrado en una cola alta que se nota que se la hizo sin mucho cuidado.
Dain.
Se lo que haces. No caeré en tu juego, perra chismosa.
Su respuesta no tarda en llegar.
Perra putona.
No estoy jugando ningún juego.
Un nuevo mensaje llega esta vez es una foto de otro ángulo —uno más alejado — donde está con un tipo demasiado cerca. La irritación me invade de inmediato y el instinto primitivo hace acto de presencia.
¿Quién en el infierno es ese idiota?.
No tienes derecho de reclamar cuando tu vas a casarte con otra en uno pocos meses. Mi subconsciente me riñe y se que tiene razón pero las ganas de volver al campus ver quién ese imbécil cada vez son más fuerte. Estoy por responder cuando a lo lejos escucho un grito y levanto la vista.
—Maldita sea —siseo, viendo a Zia en el suelo.
Patino lo más rápido que puedo hasta llegar a ella y ponerme de cuclillas acunando su rostro entre mis manos.
—¿Estas bien?, Lo siento, me distraje Zia. De verdad lo lamento tanto.
—No te disculpes yo me aleje. Me vino un mareo y me caí, creo que me excedí —dice sacudiendo la cabeza en negación pero sonriendo —. Por favor no le digas a mis padres, si no se podrán como locos y no me dejaran volver a salir. No quiero estar encerrada. No más Dain, por favor.
De pronto su mirada se vuelve vidriosa por las lágrimas no derramadas y a mi se me encoge el corazón.
—De acuerdo. No diré nada, pero a sido todo por hoy.
Ella asiente en acuerdo y la ayudo a levantarse luego de quitarse los patines. Puedo notar como sus rodillas sangran y me es inevitable volver a preguntar si esta bien por lo que ella me dice que todo esta perfecto.
—No puedo llegar a mi casa así —señala sus rodillas.
Dejamos los patines que rentamos y caminamos a paso lento mientras la sostengo del brazo y avanzamos a paso lento hasta mi auto.
—¿Crees que podrías hacer una última cosa por mi hoy?.
—¿Esa es una pregunta trampa?.
Se ríe con suavidad.
—Claro que no —finge sentirse ofendida.
—No se por que siento que esto puede salir mal.
—Vamos no seas cobarde, solo se vive una vez. Yo solo quiero vivir.
El aire golpea con fuerza nuestros cuerpos, una pareja de ancianos nos mira y Zia sonríe antes de saludarlos. Se que tal vez me arrepienta de ayudarla pero yo mejor que nadie se lo que es no poder hacer lo que se desea, así que cuando estamos en mi auto y ella me cuenta de que va lo que quiere casi me ahogo pero no soy quien para juzgar por lo que con un sonido resignado enciendo el auto y me pierdo en la avenida.
A veces ni yo entiendo a Dain pero veamos como sigue negándose a lo inevitable.
Cuéntenme si les esta gustado la historia y no se olviden de votar eso me ayudaría muchísimo.
Las tecueme. Besitos de gatito nos leemos mañana.
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