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5. Un Beso Insignificante.


Annie.

Sus labios hace pequeñas presiones antes de volver a profundizar el beso pero esta vez su lengua busca a la mía que la recibe gustosa. Una de sus manos sube a mi nuca para mantenerme ahí — como el quiere — y la otra esa que no esta en mi nuca se aplana de modo que la punta de sus dedos toca mi trasero.

Esta vez es un besos urgente, desesperado y el pulso late deprisa detrás de mis orejas. Todo el mundo detiene su marchar porque estoy recibiendo el beso más abrumador de mi vida.

Mis manos tiemblan de manera incontrolable y todo a perdido enfoque, todo a quedado reducido a nada solo porque Dain Campbell esta besándome. Porque sus labios —mullidos, suaves y cálidos — se mueven de manera experta sobre los míos. Un sonido torturado sale de mi garganta porque una escalofrío me recorre la espina dorsal expandiéndose en los lugares correctos.

Mis oídos zumban, mi cuerpo grita por más. Grita por su cercanía y su calor, y es aterrador sentir esta necesidad de más de una persona tan desconocida para mi, porque si bien, no hemos encontrados un par de veces no es como si en realidad nos conociéramos, pero eso no quita que mi cuerpo arda con cada rose de su piel sobre la mía.

Es aterrador y excitante al mismo tiempo.

Sólo cuando es necesario respirar se aparta de mi uniendo si frente a la mía, como si no creyera lo que acaba de pasar, como si no pudiera comprender esto que flota entre nosotros y que me niego a definir.

Yo mantengo los ojos cerrados un momento más pero puedo escuchar lo inestable de su respiración. Esto es todo a lo que le temo, es todo a lo que siempre le he huido con tanto ahínco y que se que puede acabar por destruirme —como ya lo hizo una vez — si no lo detengo; el es el fuego y yo la leña que se que me consumirá si no tengo el suficiente cuidado.

Pero al mismo tiempo es todo eso que encontrar he buscado, que la enamorada empedernida que vive dentro de mi busca desesperadamente encontrar. Un amor que tan intenso y desbordante que todos los días tenga que darme un pellizquito para saber que es real y no solo una mala jugada de mi cabeza.

Y, aún con todo y eso me niego a volver hacer el barco a la deriva que navega tratando de mantenerse a flote de una tormenta, y más si es una tormenta llamada Dain Campbell. Pero me odio aún sabiendo que él  es el terremoto que amenaza con derrumbar los mis muros desde los cimientos y aún así no quiero detenerme.

Porque soy lo suficiente cobarde — masoquista— para no querer detenerme aún sabiendo el riesgo que eso significa. Aún sabiendo de ante mano que esto no pinta para nada bueno.

Dain murmura algo que no entiendo porque estoy demasiado ocupada tratando de controlar el huracán de emociones que acaba de desatar en mi como para prestar atención a lo que sea que esté diciendo.

Un suspiro brota de mis labios antes de por fin dignarme abrir los ojos encontrándome con los suyos — penetrantes, salvajes — me ven con determinación. Me miran con anhelo… ¿adoración?.

—¿Tienes que hacer mañana?— habla aún con la respiración entre contada.

—¿Qué? —necesito estar segura de lo que he escuchado.

—¿Qué si quieres hacer algo mañana conmigo? — mi corazón da un vuelco furioso. Lo observo incrédula y confundida en partes iguales —. Me debes una cena.

—Mañana estoy libre — y no se porque lo digo si en realidad tengo que entregar un manuscrito.

—Pasare por ti a las siete —su voz es profunda pero firme que hace que el estómago se me revuelva ante la idea de lo que ocurrirá mañana.

Asiento con la cabeza incapaz de confiar en mi voz, Dain presiona su cuerpo hacia delante haciendo consiente de su abdomen firme — por el ejerció que seguro hace — contra el mío blando y antes de que pueda procesarlo vuelve a besarme de esa manera tan aterradora, apabullante y abrumadora que hace que todo —todos — dejen de importar.

—Sólo una cosa más —dice, cuando se aparta dispuesto a irse —. No termines agradándome demasiado.

¿Perdón?.

—No cedas ante mi, Annie —dice, y suena apesumbrado.

Dicho eso se da la vuelta dejándome con un desorden con el corazón latiendo como loco, una sonrisa idiota en la cara y desconcertada hasta el carajo.

***

La última media hora me la he pasado poniéndome y quitándome ropa por la simple razón de que siento que nada se me ve bien, nada me convence, nada me parece adecuado para la cena que vamos a tener, y es que, no puedo evitar sentir esta emoción burbujeante dentro de mi por lo que pueda pasar.

El hecho de no ser a donde iremos me hace sentir un poco estresada, porque no sé qué será lo adecuado para la ocasión.

—¿Qué haces? —la voz de Layan me hace girarme para verla recargada del marco de la puerta con una mirada curiosa.

—Voy a salir con alguien y no se que ponerme —le informo girando una vez más para quedar de frente al espejo donde me contemplo el vestido rosa que llevo puesto.

—Por fin le aceptaste las salidas al instante de la clase de criminalista—aplaude emocionada, adentrándose a la habitación —. Se ve que le gusta follar duro, da esas vibras.

Por instinto ruedo lo ojos al cielo al escuchar su nombre por que Richard — así se llama —, no ha parado de insistir y desde el primer momento mi respuesta fue una negativa. No es porque no sea atractivo porque lo es y mucho, es solo que no me gusta de esa manera.

—No — y sueno tan indignada que ella suelta una risita.

—Entonces quien es lo suficientemente interesante para hacer a Annie Pickles salir de su escondrijo — no es una pregunta y la genuina duda que refleja su voz me hace querer ser malvada y no decirle aún con quien saldré.

Me cambio una vez mas delante de ella solo porque pienso que algo práctico será beneficioso sea cual sea el lugar al que vayamos. Me decido por unos jeans de pitillo tobilleras, una ramera verde y unos converse blancos.

—Con Dain — respondo, de igual manera se va enterar cuando el llegue a buscarme.

—¿Con el que solo gruñe?— parece confundida y eso me hace soltar una risita por lo bajo.

Es un hecho que el 90% denlo que Dain hace en el dia es gruñir o por lo menos eso a hecho las pocas veces que hemos coincido.

—No solo gruñe, no seas exagerada — le digo cuando he decidido hacer una coleta alta.

—Oh, claro que sí lo hace —se deja caer de espaldas en mi cama —. Pienso que deberías tener cuidado, Annie, el no tiene una buena reputación con las chicas.

—Nadie que estudie aquí tiene buena reputación en las relaciones —replicó, sintiendo la necesidad de defenderlo.

Layan me da una mirada penetrante como si tratara de averiguar algo.

—Sólo ten cuidado ¿esta bien? —dice, preocupada y un escozor se instala en mi pecho —. Ahora me voy tengo que estudiar. Suerte en tu cita y no olvides usar condón.

—No es una cita, es una cena. Y no vamos afollar—tengo la necesidad de aclarar antes de que se vaya.

—Repítelo hasta que te lo creas —me regala una sonrisa pícara antes de salir de mi habitación.

Termino de arreglarme faltando cinco para las siete y un nudo de anticipación atenaza el cuerpo ante lo que está por ocurrir. Los minutos empiezan a pasar con rapidez haciéndome pedazos los nervios cuando los minutos se convierten en una hora.

Reviso el celular a cada nada solo para ver que Dain brilla por su ausencia, no se como demonios interpretar esto. Algo dentro de mi me dice que solo es un retraso, que algo debió pasar y que vendrá con una explicación por la cual se retraso.

Una hora se convierte en dos y dos en cuatro, es casi media noche cuando el desasosiego, la tristeza y la decepción de abren paso en mi pecho al darme cuenta que Dain me dejo plantada y no tuvo ni siquiera la decencia de mandar un mensaje avisándome que no iba a venir.

**

La ansiedad, el coraje y la tristeza que sentí la noche que Dain me dejo plantada no me han abandonado ni un segundo durante estas dos semanas, no he sabido nada de él y tampoco lo he buscando en busca de una explicación que claramente él no quiere darme.

No se cual haya sido el motivo por el cual me beso. Se que me beso preso de un impulso de sabrá dios donde, y no estoy enojada por eso. De hecho ni siquiera estoy enojada con él. Es conmigo misma con quien estoy molesta hasta la mierda, es mi parte soñadora a quien no he dejado de recriminarle la estupidez de permitirme ilusionarme con un simple y mísero beso.

Que en primer lugar jamás debí de corresponderle el beso, tenía que haber cabido la prudencia en mi pero no, me permití bajar la guardia y ahora no puedo dejar de sentir tristeza y decepción por eso.

Trago duro, tratando de alejar los recuerdos de nosotros fuera de mi residencia sin éxito alguno. Me invaden la cabeza y me es imposible pensar en otra cosa que no sea Dain, me es imposible no revivir las sensaciones que me hicieron vibrar cuando sus labios tocaron los míos…

Gracias a todo lo sagrado no me lo he encontrado en los pasillos de la universidad, aunque interiormente esperaba que por lo menos me diera la cara y me dijera con todas sus letras porque me había dejado esperando el otro día y, esta vez, un nudo de sentimientos comienza a formarse en mi garganta.

Me siento estúpida, impotente, enojada… Me siento tan miserable.

Trato de no pensar mucho en ello y de no dramatizar demasiado la situación, pero lo cierto es que no logro deshacerme de esta sensación que me hace sentir miserable.

Con formen pasan los días se van volviendo más llevaderas que el anterior. Me encuentro saliendo de mi última clase y me dirijo hacia la biblioteca donde me tomaré un par de horas para leer un libro que me ayude a escapar de la realidad.

Una vez instalada en una mesa al fondo no puedo leer ni dos capítulos porque no logro concentrarme en nada de lo que estoy leyendo y me digo que si quiero salir de esta incertidumbre apabullante que me genera su silencio, tengo que ir a buscar yo mismas mis respuestas, así que con un impulso envalentonado salido sabrá dios donde me pongo de pie echando todas mis cosas a mi bolso antes de salir por la puerta de la biblioteca.

—Hola Annie, me preguntaba si…

—Ahora no, Richard. Tengo algo importarte que hacer —contesto, pero no me detengo o me temo que el valor que he reunido desaparezca si me detengo un momento.

Mientras camino hacia el edificio donde toma sus clases mis manos tiemblan ligeramente , mi pulso golpea con violencia detrás de mis orejas que podría apostar que puedo escucharlo, y un montón de piedras se han instalado en mi estómago en el trayecto.

Todo dentro de mi es caos y expectación. Estoy hecha una masa de nervios. Soy un nudo de tensión y, a pesar de eso, trato de lucir casual mientras avanzo dentro del edificio de informática.

Entro al salón tipo auditorio que se encuentra vacío excepto por él quien se encuentra sentado en una de las filas de en medio, no pasa ni un segundo cuando levanta la cabeza para mirarme con un gesto de sorpresa marcado en el rostro pero es tan rápido que creo que lo imagine.

—Hola… —digo, insegura de que decir exactamente al tiempo que embozo una sonrisa nerviosa.

—¿Qué haces aquí? —dice, en un tono de voz impersonal y lejano, que hace que empiece arrepentirme de haber venido.

El chico que a invadido mis pensamientos durante las últimas dos semanas se pone de pie y empieza avanzar bajando los escalones hasta recargarse del escritorio del profesor a unos cuantos pasos de mi, con gesto serio. Inescrutable. Severo.

No debiste haber venido. Esto es una horrible idea. Me dice mi subconsciente y se que tiene razón, pero es demasiado tarde para esto.

No se cuanto tiempo pasa antes de que espabile un poco y de un paso en su dirección para estar más cerca.

—Creí que te había pasado algo—empiezo insegura de que decir en realidad —. Como ya no volví a saber de ti desde…

—Estaba ocupado —me corta, con un tono lacónico y duro.

Una sensación extraña de angustia a comenzado a subir por mi piel.

Me aclaro la garganta.

—Pensé que tal vez te había pasado algo, por eso no me habías mandado un mensaje o algo avisándome —mascullo, queriéndome golpear por sonar así de insegura e idiota.

—¿Ocupas algo?—Dain suena fastidio, casi molesto y esta vez el su tono de voz hace que una punzada de dolor me atraviese el pecho.

—¿Pasa algo? —inquiero, incapaz de detener la sensación se que algo está pasando y no me estoy enterando.

Un destello de algo desconocido atraviesa su mirada, pero desaparece tan pronto como llega haciéndolo apretar la mandíbula y las manos en la orilla del escritorio.

—¿Por qué tendría que pasar algo? y en caso se ser así, no tendrías porque saberlo: no somos amigos. Ni siquiera conocidos.

Su expresión se vuelve aburrida y fastidiada, como si prefiera hacer cualquier otra cosa que estar teniendo esta incomoda conversación conmigo.

—¿Qué pasa? —digo, a medio camino entre la irritación y la confusión —. ¿Es por lo que paso afuera de mi residencia? —me trago el nudo en mi garganta para evitar que mi voz tiemble cuando hablo —. ¿Por qué no te dejas de juegos tontos y me hablas claro, Dain? Y me dices que carajos esta pasando, porque me evitas.

La mirada del chico frente a mi se oscurece detrás de sus lentes de montura.

—No tengo absolutamente nada que decir del incidente de la última vez. Y no te evito, simplemente olvidé que había quedado contigo.

—Es así como lo llamas—sacudo la cabeza en una negativa enojada —. ¿Así es como llamas al hecho de que me besaste? ¿Un incidente? ¿Tan insignificante soy que te olvidaste de que habías quedado conmigo? —no quiero sonar dolida pero lo hago de todos modos porque así me siento.

—Estas haciendo un drama por nada —sus palabras son como una bofetada, porque mientras para él no fue nada yo no he dejado de pensar en eso.

En este momento, algo helado se cuela en mi pecho. Algo doloroso y abrumador me atraviesa de lado a lado al tiempo que la decepción se asienta en mis huesos; sin embargo pese a que quiero irme me quedo muy quieta sin saber muy bien que decir.

—No es un drama, solo quiero saber que paso.

—¡Fue un puto beso, Annie! —escupe y, en el proceso reprimo las ganas de encogerme sobre mi misma ante la dureza de su tono —. ¡Un insignificante beso y nada más! ¡No es como si quisiera una relación contigo o nos fuéramos a casar! Ni siquiera eres mi tipo —suelta con desdén —Crees que yo me voy a enrollar con alguien que lee puras mierdas románticas —señala el libro de Alice Kellen que llevo en el brazo —. Que cree que va a venir un príncipe que la hará vivir su cuento de hadas donde todo es color rosa.

Mi corazón se estruja con violencia con una sensación dolorosa y asfixiante sintiendo como las lágrimas se agolpan en mis ojos.

—¿Y te costaba mucho tomar tu teléfono y avisarme que no llegarías al día siguiente como habías quedadl? —mi voz suena elevada para igualar su tono y quiero que la tierra se abra para así dejar de humillarme—. De haberlo sabido no habría venido aquí ahora.

—No lo creí importante —se encoge de hombros despreocupado.

—Eres un idiota. No pensé que todo lo que decían te ti fuera cierto —mi voz sale en un susurro tembloroso y herido, y quiero golpearme por eso. Por sonar así de vulnerable por el aparecido que tengo enfrente que no merece ninguna de la sensaciones que me hace sentir.

Un gesto salvaje y primitivo se apodera de su rostro, sin embargo desaparece tan pronto como llega.

—No soy un idiota. Soy un hijo de puta y acabo de hacerte un favor, aléjate de mí, Annie—suena hastiado pero hay algo en su tono que se siente erróneo —. Y no soy todo lo que dicen las demás personas, soy mucho peor de todo lo que cotillan por ahí. Ahora si no tienes otra cosa más que decir no me hagas perder el tiempo.

Haciendo acopio de la poca dignidad que me queda, levanto el mentón para darle una mira venenosa antes de girarme sobre mis talones y salir del aula con un nudo de sentimientos agrupados en el pecho que me impiden respirar con normalidad.

¿Qué esperaba que pasara? Por un momento sentí que de verdad me gustaba, supongo que me equivoque.

Bueno a veces Dain es un imbécil, pero que se va hacer. Téngale paciencia mientras saca su cabeza del culo.
Nos leemos pronto y no se olviden de votar y comentar si la historia les está gustando.

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