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15. Confianza Pérdida.


Annie.

Hace poco más de una semana empecé  algo con Dain, siento que gravito todo el tiempo, me siento como una de la protagonista de los libros de romance que leo. Él ha sido de los más atento pese al poco tiempo que tenemos para vernos debido a la universidad, las prácticas y las diversas responsabilidades que tenemos el tiempo restante para nosotros es escaso, es por eso que cuando lo tenemos no lo desperdiciamos en lo absoluto.

Hemos salido a cenar, al cine, también pasamos tiempo solo tonteando en su apartamento o en mi residencia en la universidad. Y el sexo, Dios, es alucinante, Dain es posesivo, dominante, rudo y a mi me encanta. La primera vez se verdad se estaba conteniendo.

Nadie sabe de lo nuestro, bueno casi porque Eyra y Layan están enteradas de todo porque tal parece que yo no puedo evitar la felicidad que irradia de mi —según Layan—, eso y que me la pasaba sonriendo como idiota al teléfono los últimos días, sus palabras no las mías.

Así que luego de que me hicieran una intervención que más bien fue un interrogatorio exhaustivo como si hubiera matado a la reina Isabel, al final termine contándoles algunas cosas porque son mis amigas y no hay secretos entre nosotras, eso y qué se que no le dirán a nadie.

Me resuelta aterrador pensar en lo que puede salir de aquí. En lo que yo quiero que salga de aquí.

Se que dije que podía con una relación abierta o lo que sea que tengamos pero la manera en la que me siento cuando estoy con él, la forma en la que siento que el pecho se me hincha con cada atención que me da y, es tan frustrante el tener que recordarme todo el tiempo como un mantra que el no quiere nada serio.

Es sábado y me toco venir a la editorial, cada vez falta menos para acabar mis practicas y estar un paso más cerca de graduarme, eso me tiene muy motivada con respecto a mis estudios. Hoy había quedado con Dain que el vendría a recogerme a Londres y después iríamos a ver una exposición de arte que acaba de abrir, lo que me había tenido flotando en una nube de felicidad todo el días, hasta hace dos horas donde me mando un mensaje donde me informaba que le había salido un imprevisto y que le sería imposible venir a recogerme.

No voy a negar que sentí una punzada de decepción y cierta curiosidad por saber que fue eso urgente que hizo que cancelara nuestros planes, sin embargo solo le respondí con un débil «espero que lo resuelvas» del cual no recibí respuesta.

Sacudo la cabeza alejando caer en una espiral de pensamientos negativos. Tecleo en mi ordenador hasta que me siento satisfecha con la corrección del manuscrito que me asignaron  y cierro el archivo.

Prendo mi laptop y busco el documento sin nombre donde estoy escribiendo mi historia más personal, una vez abierto tecleo en la parte de arriba el capítulo número ocho, entonces mis dedos cobran vida y se mueve por voluntad propia sobre el teclado.

Escribir siempre me trasporta a otro lugar lejos de la realidad, es por eso, que no me percato de que alguien se ha acercado hasta que escucho una suave risa que me hace levantar la cabeza solo para ver que Patrick me observa divertido a unos cuantos pasos de mi.

Levanto un ceja en una pregunta no dicha ante su escrutinio.

—Sabes que te vez hermosa cuando te concentras —suelta casual como si estuviera hablando del clima —. Tu ceño se frunce, arrugas la nariz, tus lentes de deslizan por tu tabique y te muerdes el labio mientras sonríes de tanto en tanto.

Me sonroje un poco. Patrick es solo un par de años más grande que yo, siete para ser exactos. Es alto pero no tanto como Dain tiene el cabello negro y lo lleva desordenado como si no le preocupará en absoluto el aspecto de este, tiene la piel trigueña, su cuerpo semimusculoso como quien hace ejercicio pero no lo suficiente para marcar sus músculos y una sonrisa con la que francamente debe de haber conseguido muchas citas.

—Vaya, eso ha sido una observación muy detallada —le devuelvo la sonrisa empujando mis lentes por el tabique de mi nariz hasta acomodarlos en su lugar.

—Me gusta poner atención a las cosas que tienen mi interés— su sonrisa se vuelve mas amplia, seductora.

El problema con Patrick es que no lo veo como algo más que un amigo y, menos ahora que  he decidido saltar al vacío sin siquiera saber si el paracaídas se abrirá antes de estrellarme en el suelo.

—Ok —pronuncio, lentamente porque no se que más decir.

—No has comido—no es una pregunta, el sabe que no lo he hecho —. Vamos, te invito a comer.

Dudo porque se que mientras yo veo esto como una simple comida entre amigos, él se lo tomará como una oportunidad de empezar algo.

—Patrick ya hemos hablado de esto y no…

—Sí, si ya sé. No estas interesada en una relación —hace una tonta imitación de mi voz lo que me hace rodar los ojos.

—Eres odioso —digo, pero me estoy riendo.

—Claro que no —finge estar ofendido —. Soy genial.

Muy a mi pesar dejo ir una risita.

—Escuche por ahí que van a publicar tus libros —su voz es apenas un murmullo como si me detuviera revelando un secreto.

Estoy por responder algo cuando la voz de Chantal nos hace voltear a verla.

—Eso pasa cuando te acuestas con los jefes —suelta, con desdén parada a unos cuantos pasos de nosotros.

Tomo un profundo respiro llenándome de paciencia.

—No creo que sea eso, Chantal. De ser a si tu serias una ejecutiva —le hace saber Patrick y veo el segundo en el que toda la sangre se drena de su rostro —. No es un secreto para nadie que tu te acostabas con el Jefe.

La mujer a unos cuantos pasos de nosotros aprieta los labios en una fina línea acto seguido se gira sobre sus talones y se echa andar por el pasillo.

—Ella solo esta celosa de ti —habla Patrick una vez que Chantal a desaparecido por el pasillo.

—Gracias —le sonrió.

Hace una seña con la mano restándole importancia.

—Entonces… ¿Vamos almorzar?.

—Me encantaría pero estoy por irme —no miento, de verdad tengo algo que hacer—. Tengo aun compromiso y por cierto ya voy tarde.

Su sonrisa flaquea un poco.

—Para la otra será —se encoge de hombros.

—Seguro.

Patrick se gira sobre sus talones antes de echarse andar y desaparecer dentro del ascensor. Yo, por otro lado termino de escribir la historia que me a picado los dedos desde que Dain apareció en mi vida y de la cual aun no tengo un nombre.

Me debato entre ir de voluntaria al hospital o regresar a la universidad. Sí, sí le dije a Eyra que podía hacerlo, que podía con esto, así que me pongo mis pantalones de niña grande recojo mis cosas y tomo un gran suspiro antes de ponerme camino al hospital.

Para cuando llego lo primero que hago es llenar un formulario, la verdad es que siempre me a gustado ayudar a las personas, eso es una de las pocas cosas que me hacen sentir un poco conectada con mi madre.

Recuerdo que la primera vez que acompañe a mamá hacer voluntariado no entendía porque lo hacía, éramos unas completas extrañas para ellos pero recuerdo perfecto las palabras de mi madre; a veces Annie, no importa quien sea la persona solo necesitas una mano que sostener y unos oídos qué te escuchen.

—Annie —levanto la cabeza de la solicitud que estoy llenando —. Por aquí por favor.

Sigo a la enfermera y le entro el formulario contestado, acomodando mi mochila en mi hombro derecho. La mujer regordeta revisa que todo lo haya llenado correctamente.

—Eres nueva —no es una pregunta—. No te había visto antes por aquí.

—Sí. Esta es mi primera vez.

Asiente con la cabeza acto seguido me indica que la siga y así lo hago, pasamos por varios pasillos antes de llegar al área de oncología. El corazón se me encoge solo de pensar que a veces nos quejamos por cosas tan pequeñas que tiene soluciones tan fáciles y a veces hasta absurdas y estas personas están aquí dándolo todo con una sonrisa.

—Espera aquí. Iré a preparar la quimioterapia de una paciente —dice, pero no espera a que responda cuando ya se está alejando.

Saco mi teléfono solo para ver si Dain no me a escrito y no puedo evitar sentir decepción por que no lo ha hecho.

Llámalo que puede pasar. Me dice la vocecilla de mi cabeza

Me muerdo el labio inferior mientras mi dedo baila sobre el botón de llamar que se encuentra bajo su nombre, pero me digo que no me volveré una loca obsesionada por lo que bloqueo la pantalla y vuelvo a guardarlo en el bolsillo trasero de mis vaqueros.

La enfermera vuelve unos minutos después para pedirme que la siga hasta que llegamos a una habitación donde se encuentran varios sofás reclinables, muy parecidos a los que ponen en algunos centros comerciales para masajes.

En la habitación solo se encuentra una mujer como de mi edad, con cara de querer estar en cualquier lugar menos aquí.

—Hola Zia, ¿Cómo va tu tarde? —saluda la enfermera al tiempo que conecta el catéter.

 —Tan bien como podría ir —responde, con ironía.

—Ella es Annie —me presenta y le regalo una sonrisa que pretendo sea amigable—. Y te hará compañía hoy.

La chica —Zia— me ve con cara de fastidio pero eso no hace a mi sonrisa flaquear mi un segundo.

—No necesito a nadie diciendo que todo va a estar bien, ni mucho menos sintiendo lastima por mi.

—Oh no, cariño. Yo no podría sentir lástima por ti— me apresuró a decir —. Suficiente con el autodesprecio que te tienes.

La enferma jadea y yo observo fijamente los ojos color marrón de la chica que me observa fijamente antes de que una leve sonrisa tire de sus labios.

—Ella me cae bien —murmura al tiempo que hace un asentimiento de cabeza como quien da una aprobación.

Y tomo eso como mi señal para sentarme aun lado de ella, para cuando la enfermera termina se va dejándonos solas no sin antes decirnos que si necesitamos algo no dudemos en llamarla.

—Sí, sí Nancy. No te preocupes no pretendo morir hoy —contesta, ella rodando los ojos al cielo.

En respuesta la enfermera —que ahora se que se llama Nancy — solo mueve la cabeza en negación, como alguien que está acostumbrado a este tipo de comentarios.

Me permito un minuto para observa a Zia, su piel es tan pálida que casi parece trasparente y las marcadas ojeras debajo de sus ojos solo la hacen parecer cansada, no tiene cabello pero lleva atada la cabeza con una hermosa frazada color azul.

—¿Te gustaría que te leyera un libro? —propongo, para que el tiempo no se haga eterno.

—La verdad no soy muy fan, mi madre siempre me lee cuando viene conmigo. Agradezco que no viniera hoy —acomoda la manta sobre sus piernas y me puedo dar cuenta del precioso anillo que lleva en el dedo anular de su mano izquierda—. ¿Te gusta?.

—Es hermoso. ¿Puedo? —señalo su mano.

—Claro.

Tomo su delicada mano y observo la fina banda de oro con una hermosa piedra que segura cuesta miles de libras, pero es perfecta, discreta pero elegante.

—Me lo dio mi prometido hace una semana —dice, como si estuviera hablado del color de la habitación a to seguido suelta un suspiro cansino.

—¿Pasa algo? —pregunto, cuando noto que hace una mueca.

—¿Alguna vez te has enamorado, pero no puedes estar con esa persona?.

Paso un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras pienso, nunca me he sentido atraída hacia nadie en mi vida y ahora todo es tan nuevo y confuso que no puedo hacer más que suspirar.

 —Es complicado— ella me ve con curiosidad—. Pero mejor cuéntame sobre tu compromiso. Si quieres claro.

Ella rueda los ojos como si fuera un tema del cual no le gusta hablar pero termina asintiendo.

—No creo que haya mucho que contar.

—¡¿Qué?! —sueno escandalizada —. ¿Cómo puedes decir eso? Es tu boda, el día más importante en la vida de una mujer.

Zia frunce en ceño antes de soltar una leve risita.

—Creo que haz leído demasiados libros de romance —señala, soltando una risita.

Me sonrojo un poco pero le regalo una sonrisa.

—Tal vez —concedo.

—Bueno tomando en cuenta que mi futuro esposo lo escogieron mis padres y no yo…

Me desconecto de lo que esta diciendo y solo puedo pensar en esos libros donde hay matrimonio por acuerdo y me hago todo una película en la cabeza sin prestar atención del todo a su relato.

Ok, tal vez si leo demasiados libros de romance.

—Pero no esta tan mal. Él y yo hemos llegado a un mutuo acuerdo.

Me muerdo el interior de la mejilla al tiempo que reviso por millonésima vez mi teléfono para ver si él me a escrito y nuevamente la respuesta es no.

—Mejor tu cuéntame de ese chico, seguro es más interesante que mi próximo matrimonio al estilo del siglo VX.

—¿Cuál ese chico?.

—Oh vamos, no te hagas la desentendida —hace un gesto desdeñoso con la mano —.Tiene que haber un chico, por la manera en la que desde que llegaste estás pendiente del teléfono esperando a que sonara. Si no es eso entonces posiblemente estás esperando que te digan que van a soltar una bomba en el centro de Londres.

Siento la cara caliente por la vergüenza que me genera el ser tan obvia y al mismo tiempo sonrió por las ocurrencias que esta diciendo.

—Penas nos estamos conociendo —digo, al fin —. No es nada serio sólo… sólo es casual.

—¿Y eso es lo que quieres? —inquiere, con genuino interés.

Mi ceño se frunce y puedo sentir como mi corazón empieza a latir con fuerza dentro de mi caja torácica. Un sinfín de posibilidades invaden mi cabeza al pensar lo que podría —o no— pasar entre nosotros, pero aun es muy pronto. Yo ni siquiera se que es lo que quiero.

—Sí… No… no lo sé.

—¿Sí o no?.

—No lo sé, creo que aun no llegamos a ese momento. Solo nos estamos conociendo y viendo que puede salir de esto —me sincero, bajando la mirada a mis uñas.

—Eso esta bien, pero ¿es eso lo que tu quieres?.

Sí... no… tal vez. ¿Qué es lo que quiero?.

—Por el momento funciona para mi —dejo ir un gran suspiro cargado de zozobra.

Zia por otro lado me observa con detenimiento antes se asentir con la cabeza no muy convencida.

—Cuando se tiene una enfermedad que no sabes si te dejara despertar mañana—empieza —. Aprendes a vivir tu vida como si cada día fuera el último, no hay tiempo de esperar para ver si una persona te va a corresponder o no. La vida es efímera y tan frágil, que no sabes cuando no la tendrás por lo que nunca nada ni nadie es lo suficiente valioso para dejar pasar tu vida por algo que no sabes si va a pasar o no —me observa con detenimiento —. Y tu…

—Annie.

—Annie —dice mi nombre como si lo saboreara—. No pareces el tipo de chica que le gustan ese tipo de relaciones abiertas. No te achiques para caber en algún lugar y, es que mírate, eres preciosa.

Lejos de sentirme incomoda es como si escuchara a Eyra hablar conmigo, pero 10 veces más sabia, el pecho se me calienta y siento el impulso —que controlo — de darle un abrazo.

—Eso no es del todo cierto…

—Sí, Tal vez no se lo que digo debido al medicamento.

Sonríe como si supiera algo que yo no. Entonces la platica va a un lugar más agradable, cálido y seguro, empezamos hablar de las cosas que le gustan y las que a mi me gustan, le recomiendo libros y ella me recomienda otros. Le hago saber que escribo y que puede encontrar algunas de mis novelas en Amazon a lo que ella me pide mi usuario y promete que leerá alguno de mis libros antes de nuestra próxima visita para darme su opinión.

Y decido que ella pude ser una gran amiga.

—Nos vemos después —me despido cuando llego al marco de la puerta.

—Espero verte pronto Annie —se despide con una sonrisa pero es más que evidente que esta agotada. Dudo en dejarla sola pero ella dijo que su prometido no debía se tardan en llegar.

Salgo de la habitación y estoy por tomar mi teléfono cuando al doblar en la esquina del pasillo, lo veo y mi corazón se salta un estúpido latido.

Ahí está Dain con el teléfono en la oreja vistiendo unos vaqueros color azul, una camisa de mangas largas sin botones, unas botas de combate y sus lentes de montura. El rastro de barba lo hace ver tan guapo, esta de perfil pero cuando voltea contengo la respiración por un segundo.

Mi sonrisa se ensancha cuando sus ojos conectan con los míos pero su rostro se muestra imperturbable.

Algo va mal.

La manera en la que guarda su teléfono, la forma peligrosa en la que camina hacia mi con el ceño fruncido hace que las alarmas se enciendan en mi y por puro instinto retrocedo un paso.

—¿Qué haces aquí?—sisea, con la mandíbula apretada cuando esta a escasos centímetros de mi.

—Yo… vine… —tartamudeo y no se ni  por que.

—Me estas siguiendo—no es una pregunta, es una jodida afirmación.

Tan pronto como las palabras salen de su boca siento como si me hubieran golpeado en el estómago y todo el aire escapara de mis pulmones.

¿Qué? No —digo, ofendida pero las lágrimas empiezan a quemar detrás de mi garganta.

—Entonces, que en el infierno estas haciendo aquí — la manera amenazadora en la que habla sin alzar la voz me hace tener la piel de gallina —Te dije que no me gustaban las etiquetas, las ataduras hace apenas un par de días que empezamos esto y lo primero que haces cuando te digo que no puedo venir a recogerte es seguirme.

De pronto tengo tantas ganas de llorar que me resulta insoportable, mi visión se vuelve borrosa y tengo que parpadear varias veces para ahuyentar las lágrimas que se han comenzado a formar.

—N-no —carraspeo la garganta para poder hablar —. No te estoy siguiendo.

Me ve tan fijamente con un semblante inescrutable que me hace sentir incomoda por lo que me abrazo a mi misma. Me toma del brazo de manera firme pero sin hacerme daño y me incita a caminar hacia otro lado cuando un par de doctores pasan por nuestro lado.

—No puedo creer que seas de esas chicas que se obsesionan —me suelta cuando llegamos aún lugar menos concurrido —. Joder, sólo nos hemos acostado una vece  y ya estas como una loca siguiéndome… acosándome.

Sin que pueda evitarlo una lágrima resbala por mi mejilla pero la limpio con mi mano tan rápido como llega. Quiero gritarle que se vaya  a la puta mierda, que no sabe la sarta de estupideces que esta diciendo y que no tiene ningún derecho de hablarme a si pero en su lugar solo puedo pensar en que no confía en mi.

Abro la boca para decir algo pero la cierro de inmediato porque de pronto he perdido la capacidad de formular palabra y quiero golpearme por eso. Lo odio, odio que me haga sentir de esa manera y siento el segundo exacto cuando mi corazón se contrae ante un sentimiento que no reconozco del todo.

—Oh aquí estas, pensé que te habías ido ya —la voz a mis espaldas nos hace voltear a los dos solo para ver que es Nancy —. Te estaba buscando —ve de Dain a mi con desconcierto —. Te falto llenar una forma para completar el expediente de voluntaria.

—Lo que sea que fuera lo que teníamos acaba de terminar en este momento, no puedo creer la poca confianza que tienes en mi —digo determinada y me sorprendo por lo plana que suena mi voz —. No me busques, no me mandes mensaje y si me vez haz como que no me conoces por que eso mismo haré yo —susurro lo suficiente bajo para que solo el me escuche.

Asiento con la cabeza hacia la enfermera pero ya estoy caminando hacia ella.

—Vamos —me indica.

Estoy por doblar en el pasillo cuando escucho que Dain me llama. No quiero seguir hablando con él, no quiero que siga diciéndome cosas sin dejarme defender y por un momento no quiero verlo nunca más, pero contra todo pronóstico me detengo.

—Que te den—le digo viendo por encima del hombro.

Es todo lo que le digo antes de ponerme en marcha una vez más, me es insoportable el tener que terminar de llenar la forma y una vez que salgo del hospital no puedo evitar llorar por la manera en la que tan estúpida en la que me siento, por la manera en la que me hizo sentir y me odio por eso. Por ilusionarme con él, con la manera en la que pensé que entre nosotros se podría dar algo. Que estúpida.

Varias horas después de llegar mi teléfono vibra con un mensaje en la oscuridad que es mi habitación, lo reviso solo para ver que es un mensaje de él.

D.C.

Lo siento.

Suspiro.

Annie.

Déjame paz Dain.

Escribo pero lo borro y así pasa como cinco mensajes más al final no respondo y me hago un ovillo en la cama mientras mis lágrimas corren por mis mejillas.

—Esto acabo antes de empezar y es lo mejor— me digo.

Sí repítelo hasta que te lo creas. Me dice mi subconsciente y entierro la cabeza en la almohada.

Lamento muchísimo la tardanza pero tuve mi evento canónico estos meses y me destruyo por completo.
En fin aquí les dejo el capítulo si todo sale bien espero subir toda la historia antes de que acabe el año.

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